Sinopsis:Junta es una chica que vive
sola en un monte en cuya cumbre brilla una luz azul por las noches. Los
habitantes del pueblo, temerosos de esa luz, rechazan a Junta y la tachan de
bruja. Sólo un visitante no hace caso de los supersticiosos y decide acercarse
a la joven; los dos se sienten mutuamente atraídos.
Ficha técnica Título original: The Blue Light (Das Blaue Licht) Año: 1932 Duración: 1 hr 25 min País: Alemania Director: Leni Riefenstahl, Béla Balázs Guion: Béla Balázs, Leni Riefenstahl Música: Giuseppe Becce Fotografía: Hans Schneeberger, Heinz von Jaworsky Reparto: Leni Riefenstahl, Mathias Wieman, Beni Führer Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Esta película alemana de Riefenstahl, en su debut como directora junto a Béla
Balázs, me conmueve con la historia de Junta (interpretada por la misma
directora), la campesina inocente que representa una parábola hermosa sobre la
mujer que intenta emanciparse de la decadencia moral y que lo demuestra
simbólicamente al escalar, una y otra vez, una montaña, cuya cima, atestada de
diamantes, es inalcanzable para los hombres más ambiciosos de un pueblo sumido
en el ostracismo. Para Riefenstahl el hombre es la perdición de la mujer,
sobre todo cuando la codicia se interpone a los sentimientos más humanos.
Noto, asimismo, cierta fuerza en el montaje y en el cuidado compositivo del
primer plano y del gran plano general. Es una película trágica y muy
cautivadora.
En un principio me atrae que esta película animada de mayoría de edad sea muy
colorida con su diseño de animación, sobre todo al estar edificada con una
estética que, a modo de metaficción, honra los cómics, las series y las
películas de Spider-Man de distintas generaciones; sin embargo, en ocasiones
la sobredosis de pirotecnia visual me fatiga hasta dejarme indiferente. La
trama de las dimensiones alternativas es interesante y contiene algo de
sustancia, aunque siento que se apresura para compensar el génesis de un Miles
Morales que casi no tiene carisma. Me he reído poco con su sentido del humor.
No me emocionan las secuencias de acción en las que veo a los chicos arácnidos
recurrir a los subterfugios genéricos de siempre para acabar con el villano
Kingpin y descubrir que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. En
términos generales, es un producto aceptable de superhéroes arácnidos
animados, pero no me parece tan grandioso como la están mercadeando.
Título original:Spider-Man: Into the Spider-Verse Año: 2018 Duración: 1 hr 57 min País: Estados Unidos Director: Bob Persichetti, Peter
Ramsey, Rodney Rothman Guion: Phil Lord, Rodney Rothman,
Dan Slott, Meghan Malloy. Música: Daniel Pemberton Fotografía: Reparto (voces): Shameik
Moore, Nicolas Cage, Hailee Steinfeld, Jake Johnson
Vice es una película biográfica que pone en el tapete un tema que
nunca pasa de moda: el poder, esa sustancia adictiva que corrompe la moralidad
del ser humano y que lo destruye cuando se deja invadir por una cosa tan
irremediable como la ambición. Apartada de los convencionalismos del género,
narra la trayectoria de Dick Cheney, personaje siniestro de la política
contemporánea estadounidense que durante los dos gobiernos de George W. Bush
utilizaba todo su poderío para tomar decisiones (incluso por encima del
presidente) que afectarían al mundo entero. Y el retrato es interesante. A
través de la figura de Cheney, catalogado como el vicepresidente más poderoso
de la historia de los Estados Unidos, se muestra a puertas cerradas la vida de
un burócrata discreto que, desprovisto de todo escrúpulo moral, se burla de la
democracia para conseguir intereses personales.
La película, dirigida por Adam Mckay (director de la parodia
financiera The Big Short), adquiere un ritmo vigoroso al
cristalizar la historia del vicepresidente maligno, repartiendo los mejores
momentos entre el drama biográfico, la comedia negra y la crítica
sociopolítica más explícita. Hay cinismo, hipocresía, amoralidad y falacias en
la crónica, adornada, casi siempre, como una afilada sátira sobre los vicios
del poder y la manipulación burocrática que se pasea por los pasillos de las
altas esferas políticas. Siempre conserva su naturaleza bufonesca y
metaficcional, principalmente cuando los personajes rompen la cuartad pared
para hablarle a la cámara. Su trabajo de maquillaje es riguroso, y el montaje
logra conferir un estilo de falso documental (cercano al cine de Stone) que
salta en el tiempo contando varias facetas de la carrera política de Cheney,
interpretado magníficamente por un Christian Bale que está irreconocible.
Para dar a conocer a Cheney, la película recurre a Kurt (Jesse Plemons), un
narrador intruso que ha sido testigo ocular y víctima de las resoluciones del
funcionario por haber participado en la guerra contra Irak. Este narrador,
como si fuera una especie de biógrafo no autorizado, nos cuenta los orígenes
de Cheney desde que, en los años sesenta, es un donnadie a favor del alcohol
que abandonó sus estudios en la universidad de Yale y un trabajador que cuelga
cables para ganarse la vida en Wyoming, hasta los días en que es un
vicepresidente que ejecuta órdenes drásticas en la Casa Blanca durante los
atentados terroristas del 11 de septiembre; y, asimismo, de cómo la esposa de
Cheney, Lynne Cheney (Amy Adams) lo influencia para que cambie su modus
vivendi metiéndose a la política, comenzando a trabajar como republicano en el
gobierno de Nixon y fijando su interés en el cargo diminuto que ostenta su
jefe Donald Rumsfeld (Steve Carrell), dignatario carismático que Cheney
idolatra y que, por cosas del destino, termina trabajando para él en el
gobierno de George W. Bush (Sam Rockwell).
El argumento de la película, no obstante, representa a Cheney con la imagen de
un déspota que se ha embriagado de poder para tomar ventajas políticas
diseminadas en las estrategias polémicas a medida que asciende en el escalafón
de los gobiernos republicanos de Gerald Ford, George H. W. Bush y George W.
Bush (Sam Rockwell), en los que ostenta cargos tan prestigiosos como jefe de
Gabinete de la Casa Blanca, o al servicio de la hostilidad como Secretario de
Defensa durante la guerra del Golfo, o como el vicepresidente que juega a las
marionetas con un futuro presidente que es algo ingenuo e inepto, aprovechando
la oportunidad, casi siempre, para construir sus planes maquiavélicos detrás
de la sombra de los que anhelan una nueva guerra subsidiaria, usualmente bajo
el pretexto de combatir el terrorismo. Para Cheney, cuando la preponderancia
crece, la ética decrece. A pesar de todo, es un padre de familia que ama a los
suyos y que, cuando se halla fuera del gobierno, también disfruta con ellos,
pero con un final feliz a mitad de créditos que simboliza una felicidad
falsificada, pues en ese momento es el CEO de una corporación petrolera
embarrada de negocios oscuros; la dicotomía ideal que comunica que tanto en la
vida pública como en la privada tiene un control incalculable.
La chispa de la película radica en las actuaciones de Christian Bale, Amy
Adams, Steve Carell y Sam Rockwell cuando crean personajes que energizan una
puesta en escena trepidante. Bale, nuevamente alterando su físico para
enriquecer la descripción del rol, logra una interpretación muy metódica como
Cheney, robándose los gestos, la forma de hablar y hasta el lenguaje corporal
del burócrata cuando habla moviendo la boca y la cabeza de un lado para otro,
como si fuera una copia recién sacada de la máquina del original. Adams está
muy bien interpretando a Lynne Cheney como una mujer reservada y muy
inteligente, que funciona como el catalizador para algunas de las pericias más
importantes del político, la esposa que está siempre al lado de su marido,
pero que también es independiente. Carell y Rockwell son eficaces, pero solo
son secundarios que aportan cierto grado de comicidad que se yuxtapone a la
hermética personalidad del protagonista.
Con esta película, McKay no pretende santificar ni crucificar la silueta de
Cheney, sino más bien, criticar la manera tan nefasta en que se maneja el
poder tras las cortinas negras que imposibilita que la gente sepa la verdad. Y
lo hace con un lúdico sentido del humor que apacigua la gravedad del asunto,
recurriendo a metáforas (como la secuencia del pez mordiendo el anzuelo) y a
planos de insertos que le otorgan a la narración una esencia de documental
sobre los hechos históricos de trascendencia, con componentes subtextuales que
aducen moralmente, tanto lo que hace el protagonista (con el monólogo de Bale
rompiendo la cuarta pared para justificar las acciones de Cheney) como la
sustancia ideológica de la cinta, la cual a modo de metaficción y con un tono
muy cínico, termina en una autoparodia al final de los créditos con la
discusión sostenida entre un conservador vestido de rojo y un liberal vestido
de azul, revelando la ceguera de la sociedad estadounidense ante los esquemas
políticos más relevantes. Su película es cautivadora y muy entretenida
mostrando la caricatura de un gobernante maquiavélico.
Ficha técnica Año: 2018 Duración: 2 hr 12 min País: Estados Unidos Director: Adam McKay Guion: Adam McKay Música: Nicholas Britell Fotografía: Greig Fraser Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell,
Jesse Plemons, Calificación: 7/10
Sinopsis:Un joven soldado, Paul, se
enfrenta a una profunda desilusión causada por los horrores que destruyen su
alma en la Primera Guerra Mundial.
Ficha técnica Título original: All Quiet on the Western Front Año: 1930 Duración: 2 hr 16 min País: Estados Unidos Director: Lewis Milestone Guion: George Abbott, Del Andrews, Maxwell Anderson Música: David Broekman Fotografía: Arthur Edeson Reparto: Lew Ayres, Louis Wolheim, John Wray, Arnold Lucy, Ben
Alexander Calificación: 9/10
Crítica breve de la película
Encuentro demasiado poderoso este clásico bélico de Milestone, está filmado
con secuencias prodigiosas y sonidos intensos que me hacen sentir tan inmerso
en la guerra como estos soldados desesperados que intentan sobrevivir a una
lluvia de bombas y balaceras, son los hijos de nadie que luchan por una patria
efímera y cuyas hazañas serán olvidadas en el tiempo, de los que sobresale un
magnífico Lew Ayres como Paul. El realismo es sucio, cruel, agridulce,
concebido para compensar una diatriba sobre la deshumanización y la
insignificancia del idealismo chauvinista en los tiempos de beligerancia. El
plano final es una de las cosas más desgarradoras y poéticas que he
atestiguado en una película antibélica, algo que, fácilmente, puede encajar en
cualquier época de la humanidad.
Sinopsis:América española, siglo XVIII.
A una pequeña ciudad llega una compañía italiana de teatro. Camilla, la
estrella del espectáculo, debe elegir entre tres hombres: el Virrey, un joven
oficial y un torero.
Ficha técnica Título original: The Golden Coach (Le carrosse
d'or) Año: 1952 Duración: 1 hr 43 min País: Francia Director: Jean Renoir Guion: Jean Renoir, Jack Kirkland, Renzo Avanzo, Giulio Macchi Música: Antonio Vivaldi Fotografía: Claude Renoir Reparto: Anna Magnani, Odoardo Spadaro, Nada Fiorelli, Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Me engalana la puesta en escena de esta película de Renoir que, recurriendo a
la clásica historia del triángulo amoroso y un riguroso uso compositivo del
sobreencuadre, honra las artes escénicas con un ingenioso discurso sobre el
metateatro: la actuación es el puente entre la obra y la realidad. Su comedia
no me produce gracia, pero percibo cierta pasión, celos y melodrama en las
acciones de los personajes. Es vigorosa la presencia de la eterna Anna Magnani
como Camilla, la música de Vivaldi enamora mis oídos, el technicolor es
bellísimo y fabulesco. A pesar de la aparente simplicidad, no deja de ser una
película agradable de Renoir sobre el amor y las artes teatrales.
Sinopsis:Toby, un ejecutivo de
publicidad desilusionado se ve arrastrado a la fantasía del mundo del tiempo
cuando un zapatero español cree que es Sancho Panza. Poco a poco se vuelve
incapaz de distinguir los sueños de la realidad.
Ficha técnica Título original: The Man Who Killed Don Quixote Año: 2018 Duración: 2 hr 12 min País: Reino Unido Director: Terry Gilliam Guion: Terry Gilliam, Tony Grisoni Música: Roque Baños Fotografía: Nicola Pecorini Reparto: Jonathan Pryce, Adam Driver, Olga Kurylenko, Stellan
Skarsgard, Joana Ribeiro, Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
El proyecto personal de Gilliam, que se había quedado estancado durante años,
recurre a la historia del director de cine atrapado en sus quimeras sobre el
clásico de Cervantes (alegoría de los problemas de Gilliam para filmarla) para
satirizar los procesos de filmación y los componentes metaficcionales del
cine: la catarsis, la ilusión, la irrealidad que manipula el tiempo y el
espacio, el lugar donde puedes ser quien nunca serás, tal y como le pasa al
Quijote simbólico de un gran Jonathan Pryce. El cine es el sueño y el sueño es
el cine. Visualmente conserva la estética del director. Y lo que veo me
cautiva. En su aventura encuentro absurdismo y algo de diversión.
Sinopsis:Yumiko, una joven casada, está
embarazada por primera vez. Su marido Hiroshi, que trabaja en el Ministerio de
Comercio e Industria, ha subido de categoría y tiene un nuevo destino en
Washington. Sin embargo, todo se derrumba cuando Hiroshi muere atropellado en
un accidente de tráfico. Aunque el conductor del coche es declarado inocente,
vive atormentado por el sentimiento de culpa y decide ayudar a la viuda, pero
ella lo rechaza.
Este melodrama de Naruse, que comparte algunas similitudes estéticas con las
películas de Sirk, me conmueve con el idilio constituido por la viuda y el
culpable que le ha causado la desdicha. En el camino de los protagonistas hay
encontronazos, discusiones, besuqueos y una pasión que se imposibilita por la
lectura de las tradiciones matrimoniales de la sociedad japonesa. La química
entre Yoko Tsukasa y Yuzo Kayama transmite mucha empatía. El leitmotiv seduce
mi sentido del oído, percibo cierta ironía en los diálogos. La última película
del director japonés es melancólica, simplista y muy emotiva.
El cine de Yorgos Lanthimos es uno que, en los últimos años, se ha convertido
en la panacea de los festivales internacionales de cine, ganándose una manada
de seguidores que ya lo consideran como el nuevo profeta de la vanguardia
cinematográfica. Se caracteriza por estampar, con temas perversos y un humor
negro, la posición actual del hombre en una sociedad posmoderna que le ha
arrebatado la naturaleza. Suele estar habitado por personajes raros e
inexpresivos que solo tienen tiempo para lo retorcido, lo rupturista, lo
deshumanizante, en películas que poseen cierta originalidad, pero que también
son cuantiosamente plúmbeos por la abundancia de exposición calculada. Y me
importa muy poco. Casi nunca me identificaba con su estilo. Encuentro
terriblemente soporíferas películas como Kynodontas, Alpeis,
The Lobster, The Killing of a Sacred Deer, hasta al punto de que había perdido el
interés por su excéntrico universo.
No obstante, la cosa ha cambiado con The Favourite, la más reciente
película de este director que me ha devuelto la esperanza por su cine, trabajo
que marca la tercera vez que atraviesa los terrenos de producción
anglosajones. El guion lo ha escrito Deborah Davis y Tony McNamara, quienes
reemplazan al coguionista habitual de Lanthimos, Efthymis Filippou. Y el
resultado es grandioso. Tiene un arranque prometedor que siempre conserva el
ritmo. Me ha dejado anonadado con el barroquismo visual que atestiguo en su
puesta en escena y en unas actuaciones magistrales de Rachel Weisz, Emma Stone
y, muy especialmente, Olivia Colman como la reina Ana. Hay celos, traición,
intimismo. Las situaciones de las protagonistas son provocativas, el juego de
obsesión y poder es retorcido, el retrato de las tres edades de la mujer es
sofisticado cuando recurre al humor más absurdo para dibujar las
idiosincrasias de unos aristócratas que han olvidado su condición humana.
La película está ambientada en Inglaterra en el siglo XVIII y relata la
historia de la reina Ana (Olivia Colman) y una mujer que es como su mano
derecha, Lady Sarah (Rachel Weisz), la duquesa de Marlborough. O sea, la
favorita. Y para la reina Ana es un momento difícil. A pesar de su estado de
salud delicado, Ana debe lidiar con los asuntos políticos para liderar a su
país en medio de la guerra contra Francia. Pero la realidad es que Ana no hace
nada. Las decisiones estatales las toma Lady Marlborough, quien aprovecha el
carácter inestable de la monarca y su estrecha relación con ella para hacer lo
que se le antoje. Las circunstancias se complican cuando llega al palacio la
nueva sirvienta y prima de Lady Marlborough, Abigaíl (Emma Stone), que trata
de desestabilizar el vínculo íntimo entre Lady Marlborough y la reina Ana para
convertirse en la nueva favorita y así lograr salir de la miseria.
Estas tres mujeres simbolizan la inconformidad, la manipulación y la venganza,
amplificado por el choque de personalidades que prevalece entre la reina y sus
cortesanas. La reina Ana, interpretada por una brillante Olivia Colman,
representa la efigie de una mujer insegura, ciclotímica y petulante que siente
una necesidad de afecto para cubrir las pérdidas del pasado (sus hijos son
figurados como conejos) y escapar de las presiones políticas del presente,
refugio que consigue al mantener una relación sexual y de amistad con la
posesiva Lady Marlborough y que, asimismo, sirve para ocultar las garras de
una autoridad invisible que la mantiene al tanto de todo. Igual sucede con la
dominante Lady Marlborough (una inmensa Rachel Weisz) cuando descarga su
verborrea manipulativa con la reina, o cuando manifiesta envidia y una rabia
soterrada hacia su rival Abigail en un declive emocional que agrieta su
frialdad y su desesperación. La habilidosa Abigail, que pasa de ser una
vulnerable sirvienta a una villana de tiempo completo, es la malcriada que
utiliza el engaño para salvarse de una marginación segura, desequilibrar la
unión entre la reina Ana y Lady Marlborough y garantizar su regreso a la
aristocracia, aunque se da cuenta, casi en el clímax, de que su influencia
pertenece a un círculo de sumisión del que no puede desertar.
Lanthimos encuadra la vida cotidiana desde la perspectiva de unas damas que
emplean el patetismo para disputarse por las diversas variantes del poder. Y
su discurso me cautiva. En su diatriba moral sobre la feminidad y la codicia,
cincela a los hombres como unos inútiles para robustecer a tres mujeres
fuertes que pueden afrontar las decisiones laminadas en la política de un país
sanguinolento. Ilustra que Ana, Sarah y Abigail, al igual que muchas mujeres
poderosas a lo largo de la historia (también en la contemporaneidad), son tan
crueles, avariciosas y esperpénticas como los hombres y no necesitan de la
presencia masculina para emanciparse de las etiquetas sociales, de un
sacrificio ocasionado por las contrariedades de las esferas sociales más
elevadas y de una vorágine pasional que va más allá de las libertades sexuales
y el objeto del deseo. Detrás de la crueldad satirizada también se hallan
mujeres atormentadas por la pérdida de los hijos y la vacuidad desatada por
las banalidades palaciegas, las que venden la dignidad para evadir el fango y
la pobreza, las que compiten a toda costa por un interés desmedido y estatus
social, tal y como hacen Sarah y Abigail para encajar en el círculo más
cercano de la reina.
La película construye un mosaico majestuoso que honra la cotidianidad de la
realeza en un período particular de la historia británica, rodado con un
precioso estilo barroco que enamora mis retinas y me produce una sensación de
catarsis cuando Lanthimos, con el primer plano, el contrapicado y la
recurrencia del gran plano general, a veces encuadrados con las lentes ojos de
pez, destaca la atmósfera claustrofóbica que describe las intensas emociones
de las protagonistas. Me pasea por aposentos enormes en los que los personajes
visten del vestuario sublime de Sandy Powell (casi siempre blanco y negro)
para adornar los claroscuros de lo que piensan, iluminados de día por una luz
natural que entra por las ventanas y de noche a merced de unos candelabros que
crean una intimidad cercana a los lienzos de De La Tour o a la belleza de
Barry Lyndon
(1975), de Kubrick. La música también suscita clasicismo para mis oídos. Es un
drama de época de prodigiosa envergadura formal, la cinta más imponente de la
filmografía del director griego.
Sinopsis:El pintor holandés
postimpresionista, Van Gogh (Willem Dafoe), se mudó en 1886 a Francia, donde
vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia incluyendo a Paul
Gauguin (Oscar Isaac). Una época en la que pintó las obras maestras
espectaculares que son reconocibles en todo el mundo hoy en día.
Ficha técnica Título original: At Eternity's Gate Año: 2018 Duración: 1 hr 51 min País: Reino Unido, Francia, Estados Unidos Director: Julian Schnabel Guion: Jean-Claude Carrière, Julian Schnabel, Louise Kugelberg Música: Tatiana Lisovkaia Fotografía: Benoît Delhomme Reparto: Willem Dafoe, Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen,
Mathieu Amalric, Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Me invade una sensación de regocijo al ver cada plano de esta película de
Schnabel sobre la última etapa de la vida de Vincent van Gogh. Posee un estilo
visual atestado de paisajes que mimetizan los lienzos postimpresionistas y una
subjetividad que estampa la psicología del pintor holandés, interpretado por
un Willem Dafoe que ofrece una actuación magnífica. Se retrata los delirios,
la pesadumbre y la agonía existencial del desdichado meditabundo con una
intensidad que me deja perplejo. Es una película cautivadora, simplista,
hermosa, pero, sobre todo, muy sensorial.