En Superman, James Gunn asume la responsabilidad de intentar
revitalizar la franquicia de superhéroes de DC y establecer la agenda para
el Universo Cinematográfico de DC (DCU) que apunta a una oferta más
ligera que rivalice con la competencia de Marvel. Hasta donde sé, su
desarrollo se puso en marcha cuando los ejecutivos de Warner Bros.,
decepcionados con los resultados problemáticos que estaba teniendo el
Universo Extendido de DC, decidieron cambiar los planes para ofrecer un
reinicio del famoso superhéroe en la gran pantalla, luego de que el propio
Gunn se convirtiera en el codirector ejecutivo de DC Studios junto con el
productor Peter Safran. Gunn escribió el guión, inspirado en el cómic
All-Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely. Y tuvo como
título Superman: Legacy, aunque luego lo cambiaría por razones de
marketing más que obvias.
Me inclino a pensar que Gunn, en su afán de tratar de aportar algo de
originalidad a la historia de origen de Superman que es de dominio público, busca el espectáculo prefabricado de superhéroes sobre la base de
una premisa que no se haya visto antes al contar con un elenco conformado
por David Corenswet, Rachel Brosnahan y Nicholas Hoult.
Sin embargo, las dos horas que tiene de metraje me inducen, asimismo, a
razonar lo necesario como para saber que su reinvención del personaje se
tambalea en más de una ocasión porque, francamente, es un
reboot aburrido de Superman, que frecuenta lugares sobrecargados y se estrella antes de volar con su trama predecible sobre alienígenas ilegales y
noticias falsas, permaneciendo, casi siempre, en una zona de confort que
pierde cohesión con el tono inconsistente y los personajes acartonados que
aparecen de la nada para ayudar a salvar el día.
El argumento, ubicado en un universo alternativo en el que los metahumanos
han existido durante 300 años en la Tierra, presenta un mundo donde Superman
(David Corenswet), es un superviviente kryptoniano que ya es una figura
establecida por los ciudadanos de Metrópolis que lo respetan por rescatar
sus vidas de las calamidades, mientras intenta conciliar su existencia de "inmigrante" alienígena con la cultura humana, poco antes de ser un periodista respetado
del Daily Planet que lleva el nombre de Clark Kent y tiene una
relación amorosa con la reportera Lois Lane (Rachel Brosnahan), la
única mujer que conoce su identidad secreta además de sus padres en
Smallville. La trama principal, en gran medida, gira en torno a la
intervención de Superman en un conflicto ficticio entre Boravia y Jarhanpur
(en el que impide la invasión de un país gobernado por un dictador títere
para dominar la franja de otro país ocupado por gente pobre que necesita
ayuda humanitaria), una decisión que desencadena controversia en los
círculos de la burocracia militar estadounidense y, entre otras cosas, lo
pone en la mira de Lex Luthor (Nicholas Hoult), el multimillonario
megalómano de LuthorCorp que lo odia por tener la fuerza para hacerlo todo y
que utiliza todo su poder tecnológico para poner fin a su imagen heroica en
los medios de comunicación.
En términos generales, esta narrativa tiene un arranque que me llama la
atención, en principio, porque establece las fórmulas genéricas de los
orígenes de Superman con unos golpes de efecto que, hasta cierto punto,
modifican el orden de los eventos de su pasado en Krypton para proporcionar
un marco de referencia distinto para las raíces del conflicto que surgen
cuando este interviene en los asuntos de la geopolítica internacional,
problemas personales y difamación mediática. La decisión de Gunn
saltarse una porción del génesis de Superman para contarla desde el
relato no iconógeno es comprensible dada la noción general que tiene el público sobre
el personaje.
El problema fundamental, no obstante, es que la estructura narrativa luce
caótica y desordenada al presentar, de manera apresurada, unas cuantas
subtramas que se reparten entre el ejercicio de los periodistas que buscan
la primicia inducidos por Lois; la misión de Superman para socorrer a la
gente en peligro; las estrategias calculadas de Luthor para debilitar a
Superman con su ejército de supersoldados y tecnología avanzada; la llegada
del trío de superhéroes corporativos llamado "Justice Gang" para
detener a un monstruo gigantesco; las travesuras del superperro
Krypto para asistir a Superman en los momentos de crisis. Todo se
reduce a un desbarajuste de tonos que oscila entre el melodrama cursi, los
combates sosos en medio de la destrucción de la ciudad y las secuencias absurdas que rayan en lo
paródico con un sentido de humor que casi no se siente. El guión de Gunn
parece incapaz de resistir la tentación de incluir cada idea que se le
ocurre. Salta de una situación rebuscada de heroicidad a otra sin dar tiempo para que las
ideas se cohesionen o que los personajes se desarrollen adecuadamente, como
si hubiera intentado condensar una multitud de guiños referenciales de
Superman en un metraje de poco más de dos horas.
El refrito de obviedades se extiende al desarrollo de los personajes. Gunn
arroja unos cuantos diálogos para añadirle sustento a las motivaciones de
los personajes, pero, en general, solo los mantiene como estereotipos
superficiales que estiran inútilmente el barullo con sus descripciones,
además de que rebaja sus acciones a una serie de situaciones rutinarias que
nunca escapa del epicentro estacionario de la acción a plena luz del día y
la dinámica grupal que incluso llega a anular la individualidad de Superman
como superhéroe. Hay ciertos facilismos que impiden colocar algunas
dimensiones sobre un Superman que, por lo regular, es mostrado como un
hombre vulnerable y honesto que emplea sus poderes para proteger a los
indefensos en una sociedad prejuiciosa que es fácilmente manipulada por las
élites corrompidas, aunque casi siempre depende de los demás y recibe la
ayuda de personajes secundarios, como si no pudiera valerse por sí mismo
para resolver un conflicto que da muchas vueltas por la megalomanía de un
antagonista estereotipado como Luthor.
Este defecto tiene como consecuencia, primero, una sobrecarga de personajes
artificiales que contribuye a que la película esté más interesada en
preparar futuras entregas del DCU. Los personajes secundarios, como la
"Justice Gang" (Green Lantern, Hawkgirl y el interesante
Mr. Terrific) y el perro Krypto, estorban en los objetivos de
Superman y son presentados como un alivio cómico excesivo, bajo un
desarrollo convencional que sirve, más bien, para colocarlos como guiños de
los cómics y como figuras de relleno que desvían los temas centrales. Y,
segundo, una ausencia de coherencia interna que, lejos de la acción
aparente, no añade sustancia a las reflexiones sociales sobre la
inmigración, la bondad humana y la ética del periodismo frente a la
desinformación de las fake news, quedando eclipsadas por las peripecias de
la trama y la comedia forzada. Su discurso de carácter progresista es, a la vez, demasiado maniqueo demonizando el capitalismo y la avaricia como causa hipotética del intervencionismo.
A pesar de la escritura deficiente, algunas de las actuaciones del reparto
me resultan un poco competentes describiendo el asunto del nuevo Superman.
Corenswet ofrece una interpretación decente como Clark Kent/Superman,
aportando ligereza y un toque de vulnerabilidad física que contrasta con la
seriedad de Henry Cavill una vez que se pone el traje icónico para ser,
desde los cielos, ese símbolo de la esperanza que persigue la justicia a través del altruismo. Sin embargo,
tengo la sensación de que el guión no le da suficiente material para
profundizar en la dualidad de Clark y Superman, dejando al personaje
atrapado en un abanico de secuencias de acción y diálogos expositivos que lo
muestran, a menudo, como un superhéroe débil que necesita de los otros para
fortalecerse. Brosnahan, como Lois Lane, ejerce el rol de una reportera
inquisitiva y desconfiada que, además de funcionar como interés romántico de
Superman con cierta química, permanece anclada al cliché de la feminista
empoderada que se sale con la suya al adoptar posturas desafiantes que son
pretenciosas. Hoult, por otro lado,
se roba todas sus escenas al interpretar a Lex Luthor como un villano
implacable, ególatra, virulento, calculador, obsesionado con ser reconocido por su
genio científico, que fija su objetivo en destruir a Superman con
manipulación mediática para justificar su plan de instaurar una utopía
tecnológica en un país desolado.

A diferencia de las interacciones anteriores del personaje en el DCEU, Gunn
quita cualquier rastro de oscuridad para mostrarlo con un enfoque más
cálido y familiar. Su versión de Superman, por la parte visual, es algo competente con el
diseño de vestuario, el uso de los colores vibrantes y la dirección de arte
que recrea la ciudad de Metrópolis en las panorámicas de algunos escenarios,
preocupada por capturar la estética de los cómics. Sin embargo, las
secuencias de acción se sienten torpes y derivativas por la dependencia
excesiva de CGI, que no les permite escapar de lo genérico. La banda sonora
aceptable, que incorpora fragmentos del icónico tema de John Williams,
apenas se integra para arrojar alguna experiencia auditiva más allá de las
melodías con aroma a nostalgia.
Todo esto tiene como resultado que este reboot de Superman se sienta como un
paso en falso para iniciar la primera fase del DCU y sospecho, en efecto,
que ni siquiera está a la altura de
Superman regresa
(Singer, 2006) o de
El hombre de acero
(Snyder, 2013) para capturar la esencia del héroe o justificar su estreno.
Evidentemente, le falta alguna fórmula para ser emocionante. La insistencia
de Gunn por retratar a Superman como un emblema de bondad en un mundo
desinformado que piensa que los valores morales son anticuados termina, a mi
juicio, como la superficie plana de un papel de periódico arrojado en la
acera. Su revoltijo de conceptos, que habla hasta de agujeros negros y de
universos alternativos, hace que su película sea aburrida, sin gancho ni ritmo, durante más de dos horas en las que Superman suele irse de vacaciones
para que los héroes que nadie pidió lleguen de refuerzos para trabajar en
equipo y rescatarlo a él. Merece crédito por intentar algo diferente en
un panorama donde los superhéroes necesitan reinventarse para seguir siendo
relevantes, alejándose del matiz sombrío de las predecesoras, pero, en
última instancia, su visión de Superman es demasiado blanda y olvidable como
para mantener una impresión duradera.