Superman

Luego de varios años de visionados esporádicos, me acerco a revisar Superman, la película de Richard Donner que, en el momento de su estreno, definió el género de superhéroes y que, además, captura a plenitud la esencia del icónico personaje de DC Comics creado por Jerry Siegel y Joe Shuster. La versión extendida que logro ver añade 45 minutos de material que, entre otras cosas, amplía la historia de origen de Superman. Con una duración de tres horas, me parece una película de superhéroes que, a ritmo trepidante, sigue manteniendo el sentido de maravilla con la actuación legendaria de Christopher Reeves como el hombre que vuela alto como avión para defender la verdad, la justicia y el ideal americano. El argumento, tras un prólogo en el que Jor-El y su esposa envían a su hijo Kal-El en una nave con destino a la Tierra antes de la destrucción del planeta Kriptón, relata a lo largo de tres décadas los días de Clark Kent, primero, como un joven inmigrante adoptado por la familia Kent en una pequeña granja de Smallville en Kansas, donde aprende valores estadounidenses como la honestidad y el trabajo duro mientras esconde sus extraordinarios poderes; y, segundo, como un adulto que, varios años más tarde, se muda a Metrópolis para trabajar como un tímido reportero en el Daily Planet junto a Lois Lane, y asume también la identidad secreta de Superman para combatir al genio criminal Lex Luthor, quien planea hundir la costa oeste de Estados Unidos con un misil. En términos generales, la narrativa me resulta atrapante, desde el principio, porque combina la aventura épica con la acción fantástica del cine de superhéroes sin perder el horizonte de sorpresa y heroicidad, a menudo integrando la fórmula con cierta sutileza para explorar las propiedades que definen a Superman como símbolo de la esperanza y protector de los débiles. De esta forma, Donner logra un equilibrio que mantiene el pulso entre las conversaciones de Kal-El con el holograma de su padre en la Fortaleza de la Soledad; la cotidianidad de Clark como periodista enamorado de su compañera Lois en medio de la agitada jornada laboral en el periódico; los actos públicos de heroísmo en los que Superman adquiere fama al salvar a la gente de las calamidades. Los personajes son interesantes porque mantienen sus motivaciones sobre las descripciones histriónicas de los cómics y, por lo regular, permanecen en un epicentro cohesionado de situaciones impredecibles que se vuelven emocionantes cada vez que Superman emplea sus poderes para rescatar a los indefensos. Lo más notable, dicho sea de paso, se encuentra en la interpretación emblemática de Reeves cuando utiliza su registro expresivo y su pericia física para interpretar, por una parte, a un periodista inseguro que se oculta detrás de los lentes y, por la otra, a un héroe invulnerable de traje azul y capa roja que lucha contra las injusticias para representar la idea de superar adversidades con determinación y resiliencia. Su actuación dota al personaje de humanidad y nobleza, además de que su química con Margot Kidder, quien interpreta a una Lois curiosa y valiente, aporta también un romance creíble y momentos cómicos que dan ligereza a la narrativa. Gene Hackman, por su parte, entrega un villano carismático y astuto en Luthor, cuya inteligencia y humor sarcástico lo convierten en un antagonista memorable sin caer en la caricatura. Con este reparto, Donner consigue un espectáculo que aún hoy me asombra gracias al montaje dinámico y los efectos especiales de proyección frontal, especialmente en algunas de las secuencias en las que Superman vuela por los cielos. La banda sonora de John Williams, de igual modo, integra sus notas melódicas con mucha consistencia para elevar el tono heroico y optimista de las escenas. No sé si la vuelva a ver otra vez, pero salgo con la creencia, al menos, de que un hombre puede volar por el cielo para ser un faro de optimismo, valentía y entretenimiento.



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Ficha técnica
Año: 1978
Duración: 3 hr 08 min
País: Estados Unidos
Director: Richard Donner
Guion: Robert Benton, David Newman, Leslie Newman, Mario Puzo
Música: John Williams
Fotografía: Geoffrey Unsworth
Reparto: Christopher Reeve, Margot Kidder, Marlon Brando, Gene Hackman, Ned Beatty, Jackie Cooper
Calificación: 7/10
Buenos días, tristeza

Buenos días, tristeza es una película de Otto Preminger que sirve como una adaptación de la novela homónima de Françoise Sagan y que, dicho sea de paso, proporciona un vehículo de lucimiento para una jovencísima Jean Seberg. En apenas hora y media, Preminger adopta aquí un estilo mediterráneo que se baña de color y opulencia en un par de planos, pero, por desgracia, su narrativa es incapaz de arrojar algo emotivo con su melodrama superficial sobre juventud, libertad y vínculos familiares; desperdiciando, en gran medida,   las interpretaciones de Deborah Kerr, David Niven y la misma Seberg. Su argumento se sitúa en la Riviera francesa durante unas vacaciones de verano y sigue a Cécile, una joven de 17 años que, siendo hija de un playboy mujeriego y adinerado, disfruta los días soleados de decadencia moral en una residencia frente al mar, mientras se cansa de los pretendientes y vive como un espíritu libre bailando en las fiestas; pero cuya existencia cae en un abismo cuando ve con disgusto la relación que tiene su padre viudo con una amiga de su difunta madre y se dispone, entre otras cosas, a elaborar un plan con la amante anterior de su padre para provocar una ruptura a través de los celos. En términos generales, la narrativa me parece interesante, en un principio, por la manera en que se estructura el asunto de la muchacha a través de una larga escena retrospectiva que funciona para entender el dolor que la asalta mientras baila en una fiesta teñida de blanco y negro y recuerda a color todo lo que sucedió. Pero, al margen de esta dialéctica, tengo la sensación de que los personajes son unidimensionales en su capa más aparente de descripciones banales y, a menudo, permanecen estacionados en una serie de situaciones predecibles que nunca abandona la rutina de la mundanidad, donde son prisioneros de los placeres cosmopolitas que impiden matizar sus complejidades psicológicas. En este sentido, las escenas suelen repetirse inútilmente en medio de las conversaciones al aire libre entre el magnate mujeriego, la adolescente frívola, la rubia vanidosa y la mujer madura. No hay ninguna revelación sustanciosa en los diálogos. Tampoco hay algún golpe de efecto que arroje dimensiones dramáticas. Todo resulta demasiado redundante, en su registro de obviedades, porque Preminger opta por un abanico de facilismos que no son más que una excusa trivial para pensar un comentario de mayoría de edad sobre el egoísmo, el arrepentimiento y la culpa, entendido como el sufrimiento soterrado de una adolescente atrapada por el lujo y el hedonismo que, por temor a perder el cariño de su padre (y por lo tanto, su vida hedonista), es consumida por los celos que la llevan a hacer todo lo posible para separarlo de la amante, casi como si se tratara de una versión retorcida del complejo de Electra. Seberg, por lo menos, ofrece una actuación más o menos competente como la joven impulsiva y caprichosa que manipula su entorno para mantener su estilo de vida indisciplinado, aunque a veces su expresividad rígida tiene limitaciones para transmitir la vulnerabilidad de la muchacha encarcelada en la inmadurez. Lo mismo sucede con el padre frívolo que interpreta Niven de forma fácil. Pero la actuación de Kerr, en cambio, sí es bastante creíble como la mujer estricta que amenaza con imponer el orden como la figura materna que estaba ausente, en un personaje injustamente desaprovechado que es el catalizador de la tensión dramática del clímax. A pesar de estas actuaciones del reparto, Preminger consigue entregar algunas cuestiones estéticas interesantes a través del vestuario colorido, los escenarios elegantes, el uso del color, las panorámicas de tono veraniego y, ante todo, el uso del encuadre móvil que refleja sofisticación con el movimiento de cámara en unas cuantas escenas. Estos elementos son manejados por Preminger con cierta eficacia, pero la belleza que entrega se siente vacía y, en última instancia, no logra equilibrar los momentos de ligereza con la tragedia anunciada.



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Ficha técnica
Título original: Bonjour Tristesse
Año: 1958
Duración: 1 hr. 34 min.
País: Reino Unido
Director: Otto Preminger
Guion: Arthur Laurents
Música: Georges Auric
Fotografía: Georges Périnal
Reparto: Jean Seberg, David Niven, Deborah Kerr, Geoffrey Horne, Mylène Demongeot
Calificación: 5/10

La nueva película de Superman es reboot fallido de James Gunn que decepciona con su narrativa caótica y tono desbalanceado.



Superman


En Superman, James Gunn asume la responsabilidad de intentar revitalizar la franquicia de superhéroes de DC y establecer la agenda para el Universo Cinematográfico de DC (DCU) que apunta a una oferta más ligera que rivalice con la competencia de Marvel. Hasta donde sé, su desarrollo se puso en marcha cuando los ejecutivos de Warner Bros., decepcionados con los resultados problemáticos que estaba teniendo el Universo Extendido de DC, decidieron cambiar los planes para ofrecer un reinicio del famoso superhéroe en la gran pantalla, luego de que el propio Gunn se convirtiera en el codirector ejecutivo de DC Studios junto con el productor Peter Safran. Gunn escribió el guión, inspirado en el cómic All-Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely. Y tuvo como título Superman: Legacy, aunque luego lo cambiaría por razones de marketing más que obvias. 


Me inclino a pensar que Gunn, en su afán de tratar de aportar algo de originalidad a la historia de origen de Superman que es de dominio público, busca el espectáculo prefabricado de superhéroes sobre la base de una premisa que no se haya visto antes al contar con un elenco conformado por David Corenswet, Rachel Brosnahan y Nicholas Hoult. Sin embargo, las dos horas que tiene de metraje me inducen, asimismo, a razonar lo necesario como para saber que su reinvención del personaje se tambalea en más de una ocasión porque, francamente, es un reboot aburrido de Superman, que frecuenta lugares sobrecargados y se estrella antes de volar con su trama predecible sobre alienígenas ilegales y noticias falsas, permaneciendo, casi siempre, en una zona de confort que pierde cohesión con el tono inconsistente y los personajes acartonados que aparecen de la nada para ayudar a salvar el día. 



Krypto y Superman. Fotograma de Warner Bros.


El argumento, ubicado en un universo alternativo en el que los metahumanos han existido durante 300 años en la Tierra, presenta un mundo donde Superman (David Corenswet), es un superviviente kryptoniano que ya es una figura establecida por los ciudadanos de Metrópolis que lo respetan por rescatar sus vidas de las calamidades, mientras intenta conciliar su existencia de "inmigrante" alienígena con la cultura humana, poco antes de ser un periodista respetado del Daily Planet que lleva el nombre de Clark Kent y tiene una relación amorosa con la reportera Lois Lane (Rachel Brosnahan), la única mujer que conoce su identidad secreta además de sus padres en Smallville. La trama principal, en gran medida, gira en torno a la intervención de Superman en un conflicto ficticio entre Boravia y Jarhanpur (en el que impide la invasión de un país gobernado por un dictador títere para dominar la franja de otro país ocupado por gente pobre que necesita ayuda humanitaria), una decisión que desencadena controversia en los círculos de la burocracia militar estadounidense y, entre otras cosas, lo pone en la mira de Lex Luthor (Nicholas Hoult), el multimillonario megalómano de LuthorCorp que lo odia por tener la fuerza para hacerlo todo y que utiliza todo su poder tecnológico para poner fin a su imagen heroica en los medios de comunicación. 



David Corenswet como Superman


En términos generales, esta narrativa tiene un arranque que me llama la atención, en principio, porque establece las fórmulas genéricas de los orígenes de Superman con unos golpes de efecto que, hasta cierto punto, modifican el orden de los eventos de su pasado en Krypton para proporcionar un marco de referencia distinto para las raíces del conflicto que surgen cuando este interviene en los asuntos de la geopolítica internacional, problemas personales y difamación mediática. La decisión de Gunn saltarse una porción del génesis de Superman para contarla desde el relato no iconógeno es comprensible dada la noción general que tiene el público sobre el personaje. 



El problema fundamental, no obstante, es que la estructura narrativa luce caótica y desordenada al presentar, de manera apresurada, unas cuantas subtramas que se reparten entre el ejercicio de los periodistas que buscan la primicia inducidos por Lois; la misión de Superman para socorrer a la gente en peligro; las estrategias calculadas de Luthor para debilitar a Superman con su ejército de supersoldados y tecnología avanzada; la llegada del trío de superhéroes corporativos llamado "Justice Gang" para detener a un monstruo gigantesco; las travesuras del superperro Krypto para asistir a Superman en los momentos de crisis. Todo se reduce a un desbarajuste de tonos que oscila entre el melodrama cursi, los combates sosos en medio de la destrucción de la ciudad y las secuencias absurdas que rayan en lo paródico con un sentido de humor que casi no se siente. El guión de Gunn parece incapaz de resistir la tentación de incluir cada idea que se le ocurre. Salta de una situación rebuscada de heroicidad a otra sin dar tiempo para que las ideas se cohesionen o que los personajes se desarrollen adecuadamente, como si hubiera intentado condensar una multitud de guiños referenciales de Superman en un metraje de poco más de dos horas.





El refrito de obviedades se extiende al desarrollo de los personajes. Gunn arroja unos cuantos diálogos para añadirle sustento a las motivaciones de los personajes, pero, en general, solo los mantiene como estereotipos superficiales que estiran inútilmente el barullo con sus descripciones, además de que rebaja sus acciones a una serie de situaciones rutinarias que nunca escapa del epicentro estacionario de la acción a plena luz del día y la dinámica grupal que incluso llega a anular la individualidad de Superman como superhéroe. Hay ciertos facilismos que impiden colocar algunas dimensiones sobre un Superman que, por lo regular, es mostrado como un hombre vulnerable y honesto que emplea sus poderes para proteger a los indefensos en una sociedad prejuiciosa que es fácilmente manipulada por las élites corrompidas, aunque casi siempre depende de los demás y recibe la ayuda de personajes secundarios, como si no pudiera valerse por sí mismo para resolver un conflicto que da muchas vueltas por la megalomanía de un antagonista estereotipado como Luthor.



Nicholas Hoult como Lex Luthor



Este defecto tiene como consecuencia, primero, una sobrecarga de personajes artificiales que contribuye a que la película esté más interesada en preparar futuras entregas del DCU. Los personajes secundarios, como la "Justice Gang" (Green Lantern, Hawkgirl y el interesante Mr. Terrific) y el perro Krypto, estorban en los objetivos de Superman y son presentados como un alivio cómico excesivo, bajo un desarrollo convencional que sirve, más bien, para colocarlos como guiños de los cómics y como figuras de relleno que desvían los temas centrales. Y, segundo, una ausencia de coherencia interna que, lejos de la acción aparente, no añade sustancia a las reflexiones sociales sobre la inmigración, la bondad humana y la ética del periodismo frente a la desinformación de las fake news, quedando eclipsadas por las peripecias de la trama y la comedia forzada. Su discurso de carácter progresista es, a la vez, demasiado maniqueo demonizando el capitalismo y la avaricia como causa hipotética del intervencionismo. 



A pesar de la escritura deficiente, algunas de las actuaciones del reparto me resultan un poco competentes describiendo el asunto del nuevo Superman. Corenswet ofrece una interpretación decente como Clark Kent/Superman, aportando ligereza y un toque de vulnerabilidad física que contrasta con la seriedad de Henry Cavill una vez que se pone el traje icónico para ser, desde los cielos, ese símbolo de la esperanza que persigue la justicia a través del altruismo. Sin embargo, tengo la sensación de que el guión no le da suficiente material para profundizar en la dualidad de Clark y Superman, dejando al personaje atrapado en un abanico de secuencias de acción y diálogos expositivos que lo muestran, a menudo, como un superhéroe débil que necesita de los otros para fortalecerse. Brosnahan, como Lois Lane, ejerce el rol de una reportera inquisitiva y desconfiada que, además de funcionar como interés romántico de Superman con cierta química, permanece anclada al cliché de la feminista empoderada que se sale con la suya al adoptar posturas desafiantes que son pretenciosas. Hoult, por otro lado, se roba todas sus escenas al interpretar a Lex Luthor como un villano implacable, ególatra, virulento, calculador, obsesionado con ser reconocido por su genio científico, que fija su objetivo en destruir a Superman con manipulación mediática para justificar su plan de instaurar una utopía tecnológica en un país desolado.  



Rachel Brosnahan, Skyler Gisondo, David Corenswet


A diferencia de las interacciones anteriores del personaje en el DCEU, Gunn quita cualquier rastro de oscuridad para mostrarlo con un enfoque más cálido y familiar. Su versión de Superman, por la parte visual, es algo competente con el diseño de vestuario, el uso de los colores vibrantes y la dirección de arte que recrea la ciudad de Metrópolis en las panorámicas de algunos escenarios, preocupada por capturar la estética de los cómics. Sin embargo, las secuencias de acción se sienten torpes y derivativas por la dependencia excesiva de CGI, que no les permite escapar de lo genérico. La banda sonora aceptable, que incorpora fragmentos del icónico tema de John Williams, apenas se integra para arrojar alguna experiencia auditiva más allá de las melodías con aroma a nostalgia. 



Superman y Lois


Todo esto tiene como resultado que este reboot de Superman se sienta como un paso en falso para iniciar la primera fase del DCU y sospecho, en efecto, que ni siquiera está a la altura de Superman regresa (Singer, 2006) o de El hombre de acero (Snyder, 2013) para capturar la esencia del héroe o justificar su estreno. Evidentemente, le falta alguna fórmula para ser emocionante. La insistencia de Gunn por retratar a Superman como un emblema de bondad en un mundo desinformado que piensa que los valores morales son anticuados termina, a mi juicio, como la superficie plana de un papel de periódico arrojado en la acera. Su revoltijo de conceptos, que habla hasta de agujeros negros y de universos alternativos, hace que su película sea aburrida, sin gancho ni ritmo, durante más de dos horas en las que Superman suele irse de vacaciones para que los héroes que nadie pidió lleguen de refuerzos para trabajar en equipo y rescatarlo a él. Merece crédito por intentar algo diferente en un panorama donde los superhéroes necesitan reinventarse para seguir siendo relevantes, alejándose del matiz sombrío de las predecesoras, pero, en última instancia, su visión de Superman es demasiado blanda y olvidable como para mantener una impresión duradera. 



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Ficha técnica
Título original: Superman
Año: 2025
Duración: 2 hr. 09 min.
País: Estados Unidos
Director: James Gunn
Guion: James Gunn
Música: John Murphy, Dave Fleming
Fotografía: Henry Braham
Reparto: David Corenswet, Rachel Brosnahan, Nicholas Hoult, Edi Gathegi, Isabela Merced, Nathan Fillion, Edi Gathegi, Skyler Gisondo
Calificación: 5/10

Tráiler de Superman



La muerte de vacaciones

La muerte de vacaciones me parece una película pre-Code de Mitchell Leisen que, en algunos episodios fugaces, contiene una premisa algo original, basada en la obra italiana de Alberto Casella que, más adelante, fue adaptada al inglés para Broadway por Walter Ferris. Como melodrama se sustenta, en cierta medida, por una actuación notable de Fredric March como la Muerte vestida de aristócrata, pero, por desgracia, encuentro que su narrativa se pierde entre las conversaciones superfluas y los escenarios opulentos, sin que haya nunca una escena que amplifique el espectro emocional de la historia que trata de narrar con tono irónico. Su argumento se ambienta en medio de una celebración de alta sociedad y sigue a la Muerte, una entidad de un espacio metafísico que adopta la forma humana de un enigmático noble llamado Príncipe Sirki antes de decidir, en medio de su rutina, tomar un descanso de sus labores para experimentar la vida y comprender por qué los mortales temen su destino inevitable, durante tres días en los que es invitado a la mansión de un duque en la que se enamora de la bella y joven Grazia. En general, este relato tiene un arranque que despierta mi interés cuando mezcla el drama romántico con la comedia fantástica para mostrar, a través de una densa capa de ironía, el dilema ético de la Muerte cuando es testigo del amor, el sacrificio, los valores y la felicidad que se encuentra en el terreno de los vivos que viven entre la opulencia. Este concepto filosófico de la Muerte que explora lo humano promete una reflexión profunda, arraigado en principio sobre el contexto de las clases sociales norteamericanas afectadas por las secuelas de la Gran Depresión —se entiende que la Muerte aquí simboliza de alguna manera aquellas personas ricas que lo perdieron todo hasta "morir"—, abandona su profundidad porque, dicho sea de paso, se conforma con respuestas simplistas que nunca van más allá de la superficialidad de las escenas. El otro problema que surge, además de su síntesis discursiva, es que los personajes carecen de desarrollo porque permanecen estacionados sobre los recovecos descriptivos del guión que los mantiene, entre otras cosas, en una serie de situaciones predecibles que se reparten entre las discusiones a puerta cerrada sobre los caprichos mundanos de la élite aristocrática y el romance forzado del condecorado caballero mortecino con la dama tierna de sociedad. Los diálogos tienen vocación por lo poético, pero tienden a ser grandilocuentes y artificiales, reflejando las limitaciones de una adaptación que no logra trascender su origen teatral. De igual forma, no veo que haya química entre Sirki y Grazia. Pero reconozco, a pesar de esto, que la interpretación de March, como es habitual durante su etapa del cine de los años 30, ofrece algunas escenas de mucha autenticidad por su solemnidad contenida y el histrionismo ligero. A través de la mirada, la voz y los gestos de su rostro, March demuestra su talento indiscutible para dotar de humanidad a un personaje tan abstracto como la Muerte, con una presencia que simplemente eclipsa a todos los otros integrantes del reparto. Evelyn Venable, en particular, no aporta nada para que Grazia sea más que un accesorio cosmético. Y el resto del elenco queda atrapado en personajes secundarios que funcionan solo como arquetipos para rellenar escenas. La dirección de Leisen, eso sí, se destaca más por algunos de los elementos estéticos que utiliza para dimensionar los caprichos de los personajes a través del diseño de vestuario elegante, los decorados ampulosos, la elipsis y, ante todo, el uso de la sobreimpresión que acentúa los efectos especiales sobre el halo fantasmagórico de la sombra de la Muerte en un par de planos. La música, de igual modo, se integra adecuadamente en los instantes melodramáticos de mayor obviedad. Nada esto, sin embargo, evita que su melodrama se desplome con su enfoque teatral excesivo y la ausencia de emoción necesaria para dejar una impresión duradera.



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Ficha técnica
Título original: Death Takes a Holiday
Año: 1934
Duración: 1 hr. 20 min.
País: Estados Unidos
Director: Mitchell Leisen
Guion: Maxwell Anderson, Gladys Lehman, Walter Ferris
Música: Bernhard Kaun, John Leipold, Milan Roder
Fotografía: Charles Lang
Reparto: Fredric March, Evelyn Venable, Guy Standing, Katharine Alexander, Gail Patrick
Calificación: 6/10


La vieja guardia 2

Buscando el catálogo de estrenos de Netflix me topo con lo que ofrece La vieja guardia 2, una película de la desconocida Victoria Mahoney que sigue las aventuras de un grupo de superhéroes inmortales basados en la novela gráfica de Greg Rucka y Leandro Fernández. La experiencia que extraigo por verla durante más de hora y media me dejan lo suficientemente anestesiado como para saber, dicho sea de paso, que es una de las peores que en visto en este año, siendo incluso muchísimo peor que La vieja guardia (Prince-Bythewood, 2020). Como secuela busca expandir el universo de mercenarios inmortales liderados por Charlize Theron, pero me resulta un ejercicio enormemente aburrido en el que predominan, en cierta medida, los clichés y las secuencias de acción convencionales que se olvidan cuando acaban los créditos. La trama retoma a Andy y su equipo de inmortales enfrentándose a nuevas amenazas, mientras ella se adapta a la lucha después de perder su inmortalidad y, además, trata de frenar el plan ambicioso de Discord, una poderosa inmortal milenaria que emerge para amenazar al mundo junto a Quynh, su antigua compañera inmortal que fue sellada en una doncella de hierro y enterrada bajo el agua durante siglos. En general, la narrativa se enmarca bajo los estándares de las fórmulas básicas del género, donde la heroína y su grupo planifican sus estrategias de combate antes de realizar las misiones peligrosas en el calendario agendado por la villana estereotipada. El problema central, sin embargo, es que todos los personajes carecen de desarrollo porque solo cumplen una función descriptiva del guión y, por lo regular, permanecen estacionados un largo rato en un abanico de situaciones predecibles que reduce sus acciones, entre otras cosas, a diálogos expositivos a puerta cerrada en los que se suele hablar más de lo necesario para explicar el barullo de la inmortalidad, poco antes de iniciar la acción masturbatoria que se resuelve sobre facilismos. Estos personajes huecos no son más que figuras estereotipadas, arregladas sobre las tendencias progresistas de Netflix que moldea cada una de sus características sobre la intersección woke del sexo, raza y género; donde las feministas presuntamente empoderadas tienen el control de todo, los hombres dependen del asiático inteligente y la afroamericana es la elegida del asunto de inmortalidad por cuestiones obvias; siempre sobre la base del trabajo en equipo para justificar su negación ante cualquier elemento disruptivo que no sea colectivista. De esta manera, permanezco en completo estado de abulia al ser testigo de la misión personal de la guerrera temeraria para enfrentarse con hacha en mano a la enemiga que una vez fue su querida amiga; las discusiones del sabio chino junto a los demás integrantes del grupo para intentar resolver el conflicto sobre sus motivaciones mecánicas; la persecución de la malvada mercenaria que busca recuperar la inmortalidad que perdió para satisfacer su megalomanía individualista. Todo me luce demasiado apresurado en su epicentro de tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo y unas secuencias de acción que, en más de una ocasión, se sienten genéricas y sin gancho, como un producto hecho a destiempo que solo refleja que en el estudio no había mucho presupuesto y optaron, a su vez, en unas coreografías que parecen ejecutadas por aficionados de las artes marciales. Del reparto estelar solo consigo ver algo de compromiso físico en el rol de protagónico de Theron, a pesar de que no es suficiente para sostener una historia que no le da espacio para desarrollarse. El resto de los secundarios, que incluye a Uma Thurman y Matthias Schoenaerts, queda relegado a momentos superficiales dentro de un limitado tiempo de pantalla. Todos estos inconvenientes me dan la sensación de que es una secuela incompleta que, como bodrio, no justifica su existencia en su duración de menos de 100 minutos, como si estuviera filmada para mantener contentos a unos suscriptores que, en última instancia, se entretienen con cualquier sosería de la plataforma de streaming.



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Ficha técnica
Título original: The Old Guard 2
Año: 2025
Duración: 1 hr. 45 min.
País: Estados Unidos
Director: Victoria Mahoney
Guion: Greg Rucka, Sarah Walker
Música: Ruth Barrett, Steffen Thum
Fotografía: Barry Ackroyd
Reparto: Charlize Theron, Uma Thurman, Henry Golding, Chiwetel Ejiofor, KiKi Layne, Matthias Schoenaerts
Calificación: 2/10
El Presidente

Luego de un par de años sin acercarme al cine de Carl Theodor Dreyer, procedo a seguir escudriñando su filmografía temprana con el visionado de El Presidente, una película muda poco conocida de su catálogo que supone su ópera prima como director. Hasta donde sé, el material sirve como una adaptación de la novela de Karl Emil Franzos y, además, en su versión restaurada me permite conocer los rastros característicos de su estética que más adelante cobraría mayor preponderancia en sus películas. En cierta medida, Dreyer encuadra aquí un melodrama mudo que refleja sus preocupaciones estéticas tempranas, pero, por desgracia, casi no le pone pujanza a la historia sobre dilemas morales, clases sociales y sacrificios paternales. Su argumento, ubicado 30 años después de una tragedia familiar de tres generaciones, sigue la existencia de Karl Victor von Sendlingen, un aristócrata y juez danés enfrentado al dilema moral de la condena de su hija ilegítima, Victorine, acusada de infanticidio durante un juicio, en un contexto de estrictas normas sociales y promesas familiares en un pequeño pueblo a principios del siglo XX. En términos generales, esta narrativa tiene un preámbulo interesante que se presenta, quizás, por su estructura de escenas retrospectivas que, de algún modo, funcionan para subrayar el conflicto de clases que hilvana las motivaciones de los personajes. En este sentido, se muestra la preocupación de Karl que, atormentado por la culpa de no poder romper el juramento de su familia que le impedía casarse con una plebeya que amaba, busca salvar a su hija ilegítima de ser condenada a muerte; las desdichas de Victorine cuando sufre por el crimen luego de quedar embarazada de un aristócrata que no quería casarse con ella poco antes de abortar; la preparación de la huida en secreto del presidente del tribunal para sacar a su hija de la prisión tras la negativa de petición de clemencia. El problema fundamental, sin embargo, es que la trama se apresura por facilismos y los personajes, a menudo, carecen de desarrollo psicológico más allá de las descripciones que condicionan sus acciones bajo un marco de melodrama irónico y situaciones predecibles. Aunque la actuación de Halvard Hoff como juez es algo competente a nivel expresivo, el resto del reparto cae en el histrionismo. Estas limitaciones imposibilitan que yo sienta algo por el sufrimiento de los personajes porque, entre otras cosas, solo son utilizados por Dreyer como figuras teatrales para comunicar un discurso sobre la injusticia, el prejuicio social y el sacrifico paternal, entendido como la virtud de un hombre honesto que, motivado por el deber paternofilial y los traumas pasados, rechaza su honor como juez para rescatar a la hija previamente abandonada que ha sido víctima de abusos y engaños. Esta síntesis discursiva manifiesta las experiencias personales del propio Dreyer, quien nació como hijo ilegítimo, producto de la relación prohibida entre un terrateniente burgués casado y una criada escandinava que acabó suicidándose al ingerir azufre. Dreyer, quien fue adoptado por otra familia que le dio su apellido, se enteró del destino de su madre cuando era adolescente y es posible que esto, de hecho, lo haya impulsado a escribir el guión. De esta manera, concibe algunos paralelismos que le permiten comparar su vida con la ficción al examinar las injusticias morales que puede haber en la institución de la magistratura, las clases y el matrimonio. Lo más importante, por otro lado, son las propiedades formales que Dreyer adopta sobre el encuadre para sintetizar el infortunio de sus personajes a través de la elipsis, el vestuario de época, el plano simbólico, los escenarios teatrales, el primer plano, el uso innovador de flashbacks, el manejo del travelling y los puntos de iluminación que crean una atmósfera sobria que refuerza el tono melancólico del drama. Estos elementos, al menos, dejan entrever los destellos del genio técnico que definiría su carrera, pero, desafortunadamente, no son suficientes para subsanar una falta clara de profundidad emocional.



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Ficha técnica
Título original: The President (Præsidenten)
Año: 1919
Duración: 1 hr. 24 min.
País: Dinamarca
Director: Carl Theodor Dreyer
Guion: Carl Theodor Dreyer
Música: N/A (muda)
Fotografía: Hans Vågø 
Reparto: Halvard Hoff, Elith Pio, Carl Meyer, Jacoba Jessen, Axel Madsen, Jacoba Jessen, Olga Raphaël Linden
Calificación: 6/10

Conoce 5 accesorios esenciales para crear un cine en casa y ver las películas con tu familia o en solitario.



Ver las películas en familia


No hay nada que me emocione más que una buena noche de cine con mi familia o en la completa soledad, y con el tiempo he aprendido que tener el equipo adecuado puede convertir tu sala en un cine de verdad. 


Después de muchas noches de prueba y error, aquí te comparto mis cinco imprescindibles para que montes un cine en casa que haga que todos quieran repetir esas noches llenas de risas, emociones y palomitas en un espacio acomodado, cercano a la experiencia de una sala de cine real.



1. Elige tu pantalla ideal: TV o proyector


Cuando pienso en cine, lo primero que se me viene a la mente es una gran pantalla. Por eso, mi primera recomendación es invertir en una buena TV o un proyector. Hoy la opciones abundan en sitios como Best Buy, Amazon o en eBay. Personalmente, me inclino por un proyector porque proyectar una película en una pared o pantalla grande me hace sentir como en una sala de cine. Modelos con resolución 4K y buen brillo, como los de Epson o BenQ, me han dado imágenes nítidas y colores vivos, incluso con algo de luz en la sala. 


Si prefieres una TV, una OLED o QLED de 55 pulgadas o más es mi elección para una experiencia visual que se acerque aunque sea un poco la sala de cine real.


2. Sumérgete con un sistema de sonido envolvente


El sonido es la mitad de la experiencia para mí, y estoy seguro que para cualquiera en este negocio de la cinefilia. Un sistema de sonido envolvente con altavoces satélite y un subwoofer potente hace que sienta cada explosión y cada nota de la banda sonora. 


He probado sistemas 5.1 de marcas como Sony y Samsung, y son una maravilla para sumergirte en la película. Si el espacio o el presupuesto no dan para tanto, una barra de sonido con Dolby Atmos, como las de Vizio, es mi alternativa favorita. Asegúrate de que sea fácil de conectar a tu pantalla con Bluetooth.


3. Prepara palomitas como en el cine (opcional)


Si hay algo que siempre falta en mis noches de cine son las palomitas, y es porque no me gustan, aunque a veces hago el sacrificio de comprar algunas en el supermercado. Pero la mayoría de los cinéfilos las consumen en una sala de cine convencional o hasta en su casa. 



Para lograr esto, sugiero que compres una máquina de palomitas de Nostalgia y, créeme, ese aroma a maíz recién hecho es pura magia. Es súper fácil de usar, y los tuyos te pueden ayudar a prepararlas. Puedo añadir mantequilla, sal o incluso un toque de caramelo para variar. Es un pequeño detalle que hace que todos en casa se emocionen antes de que empiece la película. Pero no olvides los tazones para compartir.


4. Haz tu sala más acogedora con cojines y mantas


Para mí, estar cómodo es clave para disfrutar de una película entera como un vago flotando en una nube. Por eso, siempre tengo a mano cojines suaves y mantas calentitas. El aire acondicionado debe estar a mil en verano. Los cojines de espuma viscoelástica son mis favoritos para apoyar la espalda, y los pufs son un éxito con los niños, aunque los sofás para cine también hacen la diferencia. 


Las mantas de felpa me mantienen abrigado en esas noches frías de aire acondicionado, y suelo elegir diseños con colores oscuros que le dan un toque especial a la sala. Asegúrate de tener suficientes para que todos en la familia tengan su rincón acogedor.


5. Conecta tus historias favoritas con un dispositivo de streaming


No puedo imaginar mi cine en casa sin un dispositivo de streaming como el Amazon Fire TV Stick. Con él, tengo Netflix, Disney+, Amazon Prime Video y hasta sitios corsarios al alcance de un clic. Es súper fácil de usar, y me encanta que se puede crear perfiles para que los niños vean sus películas favoritas y los padres las suyas. El control por voz es un salvavidas cuando alguien quiere buscar su película favorita. ¡Es como tener un cine infinito en casa!



Con estas cinco cosas, mis noches de cine en casa se han convertido en el momento favorito de la semana para mi y hasta para toda mi familia. Desde la pantalla hasta las palomitas, cada detalle hace que estas veladas sean especiales. No sirve de nada limitarse a tener una TV con un sonido genérico. Montar un cine en casa es vital para ampliar la experiencia de elegir tus películas y a disfrutarlas. 


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