La nueva película del director de 'Yo, Tonya' explora de forma muy jocosa los orígenes de la malvada Cruella de Vil, la popular villana de los "101 Dálmatas". 



Cruella


Mi primer contacto con Cruella De Vil, la mítica villana de Disney, se remonta a aquella película animada titulada 101 dálmatas y su posterior encarnación en manos de Glenn Close en la adaptación de carne y hueso de 1996. Como han pasado tantos años y mi memoria me traiciona, casi no me acuerdo de esas películas, pero todavía permanece iluminado sobre mí el recuerdo de esa diva villanesca de pelo blanco y negro vestida con abrigos de piel, el maquillaje mortuorio y el cigarro que adorna sus manos enguantadas para lucir lo más perversa posible desde su oscura mansión en Hell Hall. En ambas versiones, el personaje, proveniente de la novela homónima de Dodie Smith, es presentada como una villana elegante, inescrupulosa y egocéntrica que tiene una especial obsesión por los abrigos de piel y que, en cierta medida, utiliza todo su poder como dueña de una casa de moda para intentar adquirir las pieles de unos perros dálmatas que ponen su vida cuesta abajo, secuestrando de paso a 99 cachorros junto a sus secuaces tontos, Jasper y Horace, para cumplir sus deseos. A pesar de todo, desconocía a fondo los orígenes de su personalidad.


El génesis de esa indecorosa tan querida es el pilar que sostiene a Cruella, la nueva película del australiano Craig Gillespie que he podido ver como parte de los estrenos de verano. Admito que no tenía intenciones de verla, ni siquiera había visto los tráileres, pero particularmente me llamaba la atención por la apariencia de Emma Stone y porque se trata del director de la estupenda Lars y la chica real. Y tal parece que no me equivocaba. Es endiabladamente entretenida. Como comedia criminal, ilustra los orígenes de la villana glamorosa y malévola con una fábula muy divertida sobre identidad, moda, venganza y herencias familiares, bajo una interpretación bastante peculiar de Stone. Está ejecutada con un estilo visual muy autoconsciente de su artificio, tan fastuoso y efervescente que a ratos todo parece como un desfile de la Semana de la Moda de Londres organizado por Baz Luhrmann, acomodada con un trabajo de vestuario que me deja sin palabras y una selección musical que constantemente le recuerdan a mis oídos la importancia de subir el volumen cuando escucho a bandas como The Stooges, Queen, Blondie, The Clash y The Rolling Stones.




Emma Stone como Estella.


Como sucede a menudo en la ficción de orígenes, la protagonista narra sus inicios con una narración en voice-over. Su historia se ambienta en los años 50 desde que ella es una niña que tiene como nombre Estella (Volquete Seifert-Cleveland) y vive con su madre Catherine (Emily Beecham) en Londres. Los rasgos que exhibe son los de una niña de pelo negro y blanco, con una imaginación grande y un talento precoz para la elaboración de telas, así como una indisciplina que la coloca siempre en el epicentro del bullying en la escuela, siendo solo comprendida por su amiga Anita y su perrito Buddy. Su madre le pone el apodo de “Cruella” por la crueldad inofensiva que demuestra en algunas peripecias de la vida cotidiana, y de paso le regala un collar rojo como signo del cariño materno. Un día, ella y su madre planean mudarse de la ciudad. Pero antes se detienen en la mansión donde se celebra una fiesta de disfraces organizada por la baronesa von Hellman y su madre discute en el patio con la señora de pelo blanco, aparentemente para solicitar ayuda financiera. Estella causa un alboroto y es perseguida por unos perros. Y pierde el collar que le regaló su madre. En ese instante, el detonante dibuja el trauma de Estella cuando ella es testigo de cómo los tres dálmatas feroces de la baronesa empujan a su madre por un precipicio hasta morir. Ella se culpa a sí misma por el hecho trágico.



Emma Thompson como La Baronesa.


A partir de ese episodio, la narrativa adquiere momentáneamente la cuota de un cuento dickensiano cuando Estella, en su condición de huérfana, se hace amiga de otros dos niños huérfanos, Jasper (Ziggy Gardner) y Horace (Joseph MacDonald), para andar por las calles londinenses robando todo lo que encuentren para subsistir y huyendo en reiteradas ocasiones de la policía. Ya en la adultez, por medio de la elipsis y de unas cuantas secuencias pasa a ser una comedia de robos cuando se introduce el historial delictivo de Estella (Emma Stone), Jasper (Joel Fry) y Horace (Paul Walter Hauser) como maestros de la estafa y del engaño, quienes operan desde una residencia deshabitada y son asistidos por las habilidades de Estella para coser los atuendos que los mantiene en el anonimato. Sin embargo, Estella también aspira a ser diseñadora de moda para honrar la memoria de su madre y, gracias a sus colegas, consigue un empleo en la prestigiosa tienda de moda, Liberty. Para pasar desapercibida, se tiñe el pelo de rojo. En un principio su labor consiste en limpiar los baños como buena mucama, pero pronto un accidente feliz hace que ascienda en las filas de la compañía con el puesto de diseñadora de vestuario al impresionar a La Baronesa (Emma Thompson), la dueña narcisista, cruel y glamurosa de esa marca de alta costura que explota su genialidad a cambio de garantizarle un sueño.



Emma Stone como Cruella. Imagen de Disney Pictures.

 

La construcción de Estella adquiere forma cuando ve a La Baronesa como una modelo a seguir y lentamente se gana su confianza como asistente. Su motivación se sustenta en diseñar ropa para satisfacer las exigencias de la jefa petulante. Encuentra la libertad haciendo lo que le apasiona. Cada una de sus acciones responden al estereotipo capitalista de la joven ambiciosa e independiente que anhela escapar de la miseria y la vida de ratera que rodea su entorno para ser alguien en la sociedad de los atuendos, por lo que exterioriza sus destrezas prodigiosas para no quedarse en la zona de confort. Pero un primer punto de giro desequilibra psicológicamente su personalidad cuando especula que La Baronesa fue quien mató a su madre al ver que lleva el mismo collar rojo que perdió años atrás. De esa manera, el idealismo que había tapado la herida traumática de la infancia se resquebraja y se convierte en una desilusión que se manifiesta con la aparición de su alter ego, Cruella, la cual le devuelve la rebeldía que estaba latente y la ira reprimida que enciende la mecha de la venganza. El problema evoluciona cuando ella, nublada por el juicio del egocentrismo, decide recuperar el collar que le pertenece y en su nueva travesía de caos se da cuenta del precio de ser una celebridad.


A diferencia de Estella, Cruella exhibe con orgullo su cabellera natural, cambia su voz y la forma de expresarse, es más arrogante y malhumorada, y actúa como una niña malcriada y atrevida que descubre que la mejor forma de vengarse de La Baronesa es la de la competencia feroz, la batalla de los trajes para saber quién viste mejor, eclipsando la imagen de esta en los eventos sociales que organiza; vistiendo con los vestidos extravagantes que esboza en el taller para asombrar a la gente, a los periodistas de chisme y a toda una legión de camarógrafos de prensa rosa que arrojan sobre ella una lluvia de flashes en las pasarelas por las que camina y se roba el show. Refleja su ingenio por la moda cuando usa los ropajes más chics y estrafalarios para burlarse de la rival y arrebatarle el protagonismo mediático, como si se tratara de un reality show de 15 minutos de fama que alimenta recurrentemente los titulares de las revistas de moda.



Emma Stone como Cruella


La razón por la que Cruella quiere vengarse es porque, en un giro circunstancial, ella resulta ser su madre biológica, por lo que su malevolencia y su petulancia son cuestiones hereditarias. Fue abandonada por La Baronesa en el momento de su nacimiento. Catherine, antigua criada de la señora, se encargó de criarla en secreto. La revelación descompensa lo que ella conoce como realidad y agrieta su personalidad en dos mitades: una desilusionada que se niega a aceptar la verdad y otra que intenta superarla a través de la antiheroína de las indumentarias exóticas. El daño psicológico justifica su deseo de venganza porque ve a la madre biológica no solo como una rival a vencer sino también como una madre insidiosa que intentó matarla. La escena de confesión en la que sucia y harapienta habla sola frente a la fuente, termina de endurecer su personalidad para justificar la autoaceptación que la reconcilia con sus seres queridos, asumiendo para siempre el lado malvado y vengativo de su identidad de Cruella como una necesidad para superar los obstáculos impuestos por La Baronesa en el tercer acto.


Stone, en lo que posiblemente sea su primer rol protagónico en una franquicia, logra alegrarme el día cuando se pone en bajo la piel de esa villana que viste a la moda conjuntando el glamour y la anarquía punk de los 70 con el vestuario estrambótico que la acerca a una versión híbrida de Vivienne Westwood y Harley Quinn. Logra una de sus actuaciones más peculiares y se sale con la suya. No tiene que envidiarle nada a la Cruella de Glenn Close. Me atrevo a decir que es incluso más siniestra y salvaje por sus enormes ojos azules. Su expresividad camaleónica y sus gestos transfiguran al personaje en una persona que volátil, oscura y completamente ególatra que esconde un trastorno histriónico de la personalidad. Maneja con solvencia el acento británico y la voz grave de Cruella, además de la inestable forma de caminar. Si bien, su histrionismo luce algo artificioso y caricaturesco, no hay una sola escena en la que no me parezca divertido observar el descenso hacia la maldad de su personaje y la manera en que desarrolla con mucho exageración las atributos icónicos como la codicia, la vanidad y la truculencia. Puede ser loca, pero también muy carismática. A su lado hay también un estupendo rol antagónico de Thompson como La Baronesa que parece una especie de Miranda Priestly, una mujer manipuladora, refinada e irremediablemente vanidosa que cree que es el centro del universo y emplea toda su influencia para demostrarlo, aunque al final el exceso de confianza desenmascara su perversidad.



Emma Stone como Cruella


Gillespie reconstruye las raíces de Cruella de Vil como un relato fantástico al servicio del feminismo en el que una ladrona obsesionada con la moda busca el empoderamiento femenino por la vía de la competitividad y de la venganza, aunque a fin de cuentas el conflicto central que muestra trata sobre la manera en que una generación femenina desplaza a otra a través del individualismo agresivo y el vínculo disfuncional entre una madre y una hija que colisionan porque son polos idénticos. Desde el mundo de la moda, equilibra con solidez la comedia absurda y en el cine de atracos. Se me hace imposible no encontrar paralelismos con películas similares como La gran estafa y El diablo viste a la moda. Como lo hizo previamente en Yo, Tonya, encuadra todo con un estilismo visual ampuloso en el que abunda el encuadre móvil que hábilmente desplaza la cámara por cada rincón de la puesta en escena para yuxtaponer las inquietudes de los personajes, así como su inclinación por acompañarlas con canciones como "One Way or Another", "Should I Stay or Should I Go", “I Wanne Be Your Dog” o “Sympathy for the Devil”. Lo más interesante, a mi parecer, es la manera en que se preocupa por la decoración de los escenarios y permite que el fabuloso diseño de vestuario de Jenny Beavan sea otro protagonista con el diverso catálogo de vestidos de todos los tamaños y estilos. Pocas cosas se le escapan. Es, por así decirlo, una precuela muy graciosa que se toma dos horas bien rítmicas para explorar la metamorfosis de Cruella. Desde ahora espero una secuela.



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Ficha técnica
Título original: Cruella
Año: 2021
Duración: 2 hr 13 min
País: Estados Unidos
Director: Craig Gillespie
Guión: Dana Fox, Tony McNamara
Música:  Nicholas Britell
Fotografía: Nicolas Karakatsanis
Reparto: Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, John McCrea, Emily Beecham, Mark Strong
Calificación: 7/10

Tráiler de la película




Ven con papá

Consumo una hora y media del domingo por la noche viendo Ven con papá, ópera prima del director neozelandés Ant Timpson, el cual desconocía pero que según me informan tiene una de las colecciones más grandes de cine underground de 35mm del hemisferio sur y es también el fundador del Festival de Cine Increíblemente Extraño. No sé si lo de la colección sea verdad, pero está más que claro que su película refleja sus inquietudes cinéfilas a través del humor negro, el alcohol, el sexo, los guiños y la violencia gratuita. Como thriller de comedia negra tiene sus momentos retorcidos con la presencia de Elijah Wood, pero por alguna razón su trama de venganza y reconciliación paternal me parece algo convencional y poco a poco pierde pujanza hasta que la supuesta originalidad de la premisa me quita el interés. Su narrativa describe la vida de Norval, un joven con un historial de alcoholismo que, tras recibir una carta del padre que lo abandonó, decide visitarlo en su casa en el bosque para tratar de llenar el vacío afectivo provocado por el núcleo disfuncional de su pasado familiar. Pero en la casa de su viejo se encuentra con sucesos bien raros que le dan un giro a su existencia. Hay escenas de coloquios familiares, personajes excéntricos de esos sacados del slasher de serie B, violencia inesperada a puerta cerrada y unos diálogos irónicos que no revelan nada significativo. La estética de Timpson es acertada cuando crea atmósferas oscuras y en algunos instantes ejecuta la luz roja para ilustrar el peligro que atrapa al protagonista en una espiral de violencia que remonta al estilo de cine gore de culto de los 70. Sin embargo, como su narrativa no se toma nada en serio, yo tampoco lo hago. Las secuencias que supuestamente son más provocadoras, no me causan impacto alguno o algo que me impresione. Y la mezcla de géneros como el drama familiar, el terror, la comedia y el thriller de venganza no deja de parecerme mecánica. Lo único que extraigo es la actuación de Wood cuando emplea sus gestos nerviosos, la mirada serena y el rostro atemorizado para meterse en la piel de ese hijo privilegiado y sin rumbo que intenta restablecer el lazo con su padre por medio de la venganza y la brutalidad, un camino que de, alguna forma, redime a su personaje y lo hace comprender el valor del vínculo paternofilial.



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Ficha técnica
Título original: Come to Daddy
Año: 2019
Duración: 1 hr 35 min
País: Irlanda
Director: Ant Timpson
Guion: Toby Harvard
Música: Karl Steven
Fotografía: Daniel Katz
Reparto: Elijah Wood, Stephen McHattie, Ona Grauer, Michael Smiley,
Calificación: 6/10
El empleo del tiempo

Como su título lo indica, El empleo del tiempo es una película con la que el director francés, Laurent Cantet, cineasta siempre comprometido con un cine socialmente consciente, aborda una de sus temáticas de cabecera: el trabajo. Lo retrata con cierto entusiasmo durante media hora, desde la óptica del desempleo. Pero a medida que avanza, tengo la sensación de que el retrato sobre la mitomanía y el desempleo no lleva a ninguna parte y es tan innecesario como olvidable. Como drama, relata la historia de Vincent, un ejecutivo de una empresa que un día se queda sin empleo y por temor a que su familia lo sepa, finge que va a la oficina todos los días, justificación que lo pone a deambular en su automóvil por las carreteras y hace que recurra a un esquema Ponzi, en el que secretamente pide dinero prestado a sus familiares y colegas inversionistas para mantener su estilo de vida aburguesado. Y me temo que no pasa nada emotivo o decididamente revelador. El diálogo que establece Cantet con ese protagonista, es un tratado sobre un hombre atrapado en la vorágine de la indecisión y de la incertidumbre provocada por el desempleo que amplifica su espectro de dudas y de desesperación. Todo el argumento gira en torno al conflicto ocasionado por el hecho de que, por su orgullo burgués, Vincent tiene miedo de que sepan la verdad, y lo exterioriza por medio de la mentira, la vía de escape que lo libera momentáneamente y lo fuerza a olvidar la dura realidad, pero que poco a poco aligera su negación e incrementa su calvario intrínseco. Comunica que, con o sin trabajo, el callejón sin salida es el mismo. Solo me resulta interesante la subtrama del falsificador. El resto es rutinario e indulgente. Me parece casi un insulto para los que experimentan el golpe del desempleo y viven en la más absoluta de las miserias, sobre todo cuando el señor de procedencia acomodada consume gran parte del metraje reiterando las mismas acciones anodinas. Hubiera durado menos de una hora si el protagonista dijera la verdad y leyera a diario los clasificados del periódico para buscar un empleo y salir de la falsa identidad. Tampoco le veo muchos matices psicológicos a la actuación de Aurélien Recoing, a ratos luce algo unidimensional y artificioso transmitiendo los temores del desempleado mitómano. Creo que es la más floja que he visto del director de La clase.



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Ficha técnica
Título original: Time Out (L'Emploi du temps)
Año: 2001
Duración: 2 hr 04 min
País: Francia
Director: Laurent Cantet
Guion: Robin Campillo, Laurent Cantet
Música: Jocelyn Pook
Fotografía: Pierre Milon
Reparto: Aurélien Recoing, Karin Viard, Serge Livrozet, Jean-Pierre Mangeot,
Calificación: 5/10
Wichita

De las historias del viejo oeste norteamericano siempre me ha causado cierta fascinación la leyenda de Wyatt Earp y el famoso tiroteo en el corral O.K., hasta el punto en que he disfrutado westerns clásicos que representan el conflicto como Pasión de los fuertes y Duelos de titanes. A la lista también añado Wichita, ciudad infernal, un western en Technicolor simple y entretenido que, a través de ricas panorámicas capturadas en CinemaScope, revisa el mito de Wyatt Earp con un buen rol de Joel McCrea. Es uno de los tres westerns que protagonizó McCrea a las órdenes de ese buen artesano de Hollywood llamado Jacques Tourneur. La historia se ambienta en Kansas, específicamente en el pueblo de Wichita, donde se presenta la figura de Wyatt Earp, un antiguo cazador de búfalos y hombre de aventuras al servicio del deber y de los valores éticos, que consigue un trabajo como alguacil tras ahuyentar a unos forajidos a los que previamente había confrontado en las praderas de las periferias. Las situaciones de la trama se desarrollan de una manera acomodaticia y ligeramente predecible, pero me resultan placenteras por la forma en que las acciones del protagonista responden al estereotipo usual del vaquero honesto y muy serio que utiliza su revólver para sembrar la ley y el orden en un pueblo acostumbrado al caos. Me alegra ver al protagonista desarmando a los tipos malos, montando a caballo por las llanuras polvorientas, cambiando las botas y el sombrero, enamorándose de la bella Vera Miles, discutiendo a puertas cerradas con los hombres poderosos que amenazan con destituirlo por las medidas que toma como sheriff, intercambiando disparos con los desalmados que buscan vengarse provocando un desorden seguro. Tourneur edifica las acciones en una puesta en escena que aprovecha muy bien el gran plano general en CinemaScope para ilustrar los paisajes hermosos del viejo oeste y el retrato pintoresco de la gente de la época, encuadrando todo con especial atención a los detalles auténticos de los decorados, y recurriendo a una acertada banda sonora para ampliar el espectro de peligro en los enfrentamientos más tensos. Sus secuencias de tiroteos son bastante solventes. Quizá lo más interesante es la interpretación sencilla de McCrea cuando emplea su expresividad y su estoicismo para añadirle cierta autenticidad a ese vaquero moralmente obligado a corregir los males de un condado, mostrando, en cierta medida, que verdaderamente tenía una presencia imponente para interpretar a hombres del oeste.



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Ficha técnica
Título original: Wichita
Año: 1955
Duración: 1 hr 21 min
País: Estados Unidos
Director: Jacques Tourneur
Guion: Daniel B. Ullman
Música: Hans J. Salter
Fotografía: Harold Lipstein
Reparto: Joel McCrea, Vera Miles, Lloyd Bridges, Wallace Ford, Edgar Buchanan,
Calificación: 7/10
Obsesión

No sé si pueda decir con exactitud que Obsesión sea una obra maestra de Luchino Visconti, pero sin lugar a dudas me parece una película neorrealista bastante sutil sobre miseria, adulterio y remordimiento, rodada con una estética muy solvente. Vi su edición restaurada. Se trata de la ópera prima del director, así como la película que de cierto modo da inicio al neorrealismo italiano. Fue filmada en plena guerra como una adaptación de la novela El cartero llama dos veces, de James M. Cain. Por la naturaleza de su historia, en su tiempo provocó una polémica que hizo que las autoridades fascistas de Mussolini la censuraran en varias partes del país. Relata la vida de Gino, un vagabundo con un pasado trágico que se estaciona en un restaurante y se enamora de Giovanna, la esposa de Giuseppe, el dueño del local, donde consigue trabajo como mecánico y, en cierta medida, se convierte en el amante de ella. Toda la trama gira en torno al abismo de pasión entre los dos amantes y la tragedia que golpea sus vidas como un camión accidentado cargado de culpa. La pareja obsesiva, interpretada por Clara Calamai y Massimo Girotti, posee una química muy orgánica que se roba mi sensibilidad. Encuentro a Girotti bastante sobrio cuando emplea su gestualidad y la mirada para otorgarle fuerza a ese vagabundo rebelde, deshonesto y mujeriego (posible bisexual por su amistad con Españolo) que anhela encontrar su lugar en la sociedad y una libertad alejada de los valores tradicionalistas. Por igual me resulta bien creíble la actuación de Calamai como la mujer celosa e histérica que desea hallar el sendero de la felicidad. Con un tono algo melodramático, Visconti encuadra la mísera existencia de esos personajes con una serie de dispositivos formales que resaltan su maestría temprana, encuadrando las acciones en espacios abiertos que subrayan la pobreza y sordidez de un pueblo olvidado, empleando la iluminación para comunicar las intenciones soterradas y el control de la elipsis simbólica para presagiar del destino trágico de todos. Su pragmática configura los diálogos con sobriedad. También utiliza la música empática de Giuseppe Rosati para ilustrar las emociones recónditas. Lo más interesante es que enriquece cada plano a través de un encuadre móvil en el que la cámara se desplaza constantemente por los interiores y los escenarios realistas para magnificar las inquietudes paralelas de los personajes. Su realismo es sórdido, descarnado, irremediablemente antropomórfico al desarrollar la dialéctica de la experiencia transitoria de un hombre que, a causa de su condición socioeconómica, es consumido por la pasión y estacionado por el laberinto de la clase social que le impide ser verdaderamente libre. Quizá sea un poco previsible y apresurada cerca del clímax fatalista, pero no por ello deja parecerme una película intimista y muy humana del director de La tierra tiembla y Rocco y sus hermanos.



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Ficha técnica
Título original: Ossessione
Año: 1943
Duración: 2 hr 06 min
País: Italia
Director: Luchino Visconti
Guion: Luchino Visconti, Giuseppe de Santis, Mario Alicata, Puccini, Antonio Pietrangeli.
Música: Giuseppe Rosati
Fotografía: Aldo Tonti, Domenico Scala
Reparto: Clara Calamai, Massimo Girotti, Juan de Landa, Dhia Cristiani,
Calificación: 7/10

La mujer en la ventana

La mujer en la ventana es una película de Netflix que, además de causarme una abulia desproporcionada, también me hace recuperar la vieja idea de que el cine del director Joe Wright es bastante irregular. En este caso la coloco al lado de películas mediocres de su catálogo como Orgullo y prejuicio, Hanna y Anna Karenina. Creo que es una de las peores que ha dirigido. Adaptada con un guión de Tracy Letts de la novela homónima de A. J. Finn, se presenta como un thriller psicológico sobre agorafobia y traumas personales que desafortunadamente nunca llega a cohesionar sus ideas y rara vez tiene un momento que me produzca tensión o la sensación de haber visto algo verdaderamente sorpresivo. La manera en la que lo plantea me parece esquemática y algo convencional, propensa a emplear los subterfugios habituales del suspenso para otorgarle una coherencia precipitada a los problemas intrínsecos de la protagonista. Su protagonista es la Dra. Anna Fox, una mujer de mediana edad y antigua psicóloga infantil que padece de agorafobia y pasa los días de su vida cotidiana encerrada en su apartamento en Nueva York, viendo películas clásicas de Hollywood y mirando por la ventana a los vecinos. Pero la trama la da un giro al asunto cuando ella se involucra en la vida de los Russell, una familia que acaba de mudarse al vecindario. A partir de ahí su argumento se sobrecarga con la aparición de los personajes unidimensionales que frecuentan la vivienda y descolocan el estado de ánimo de la protagonista hasta convertirla en una víctima de desesperación y de alucinaciones recurrentes. Una cuarta parte de la narrativa se me hace previsible por la manera en que Wright emplea el plano subjetivo, el sobreencuadre, los espacios atmosféricos ilustrados con los significados del color azul y las múltiples referencias a clásicos como Laura, Recuerda, La senda tenebrosa y La ventana indiscreta para añadirle algo de textura a la psicología fragmentada de Anna. Llega un punto donde todo parece un pastiche insignificante del cine de Hitchcock. Por lo menos la interpretación de Amy Adams luce creíble cuando emplea su gestualidad y los dotes expresivos de su rostro para construir los delirios agudos de la psicóloga agorafóbica y ciclotímica que mantiene las ventanas cerradas para no dejar escapar el dolor que rememora una tragedia familiar. Lo otro es tan artificial como olvidable. Es un thriller bastante flamígero del director de Expiación y Las horas más oscuras.



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Ficha técnica
Título original: The Woman in the Window
Año: 2021
Duración: 1 hr 40 min
País: Estados Unidos
Director: Joe Wright
Guion: Tracy Letts
Música: Danny Elfman
Fotografía: Bruno Delbonnel
Reparto: Amy Adams, Gary Oldman, Wyatt Russell, Fred Hechinger, Julianne Moore,
Calificación: 4/10
Little Joe

Estoy convencido de que la directora austriaca, Jessica Hausner, tiene un buen ojo para el sentido compositivo que se ha refinado con los años, quizá por haberlo heredado de su padre, el reputado pintor Rudolf Hausner. Pero me temo que su nueva película, titulada Little Joe, no ofrece nada significativo más allá de sus mecanismos estéticos. Su propuesta, marcada en cada plano por un estilo visual colorido, aborda lecturas algo soterradas sobre las responsabilidades maternales y el significado de la felicidad en tiempos de aislamiento y soledad. Pero su narrativa es tan blanda como una flor marchita y lentamente planta en mi interior la semilla del aburrimiento. Relata la historia de Alice, una madre soltera que trabaja junto con su colega Chris en un laboratorio de biotecnología donde crían plantas genéticamente modificadas en los interiores de un invernadero. La trama gira mayormente en torno al conflicto que desencadena el cuidado de su hijo Joe y la "Little Joe", una planta creada por Alice cuyo polen posee efectos terapéuticos que hace que cualquier persona que lo inhale sea feliz, cosa que inicia una especie de invasión silente en la que la planta se apodera de los cuerpos de los personajes. Aunque la premisa detrás del asunto puede parecer interesante, está ejecutada con una dejadez narrativa en la que algunas escenas suelen repetirse para justificarla, como las conversaciones a puerta cerradas en el laboratorio o los dilemas domésticos en la casa de la protagonista que intenta criar a su hijo. Los personajes que presenta, como si hubiesen sido robados de un guión de Lanthimos, son algo insulsos, superficialmente alexitímicos, sin textura psicológica, con un desarrollo escaso que apenas llena los apartados del formulario de descripciones del guión, utilizados por la directora como marionetas al servicio de un texto abstracto que fácilmente se puede confundir con algo novedoso o vanguardista. Los diálogos tienen vocación por la bagatela. A la media hora me olvido de todos ellos y me deja importar lo que dicen. Tampoco me parece emotiva la química entre Emily Beecham y Ben Whishaw. De nada me sirve que la puesta en escena se vea hiperestilizada en cada composición del encuadre con la superabundancia cromática del color rojo o del verde para ilustrar las contrariedades que ocurren fuera de campo. No hay nada que me resulte hipnotizante cuando mezcla el drama con el terror y la ciencia-ficción minimalista. 



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Ficha técnica
Título original: Little Joe
Año: 2019
Duración: 1 hr 46 min
País: Austria
Director: Jessica Hausner
Guion: Géraldine Bajard, Jessica Hausner
Música: 
Fotografía: Martin Gschlacht
Reparto: Emily Beecham, Ben Whishaw, Kit Connor,
Calificación: 4/10
Solo Dios lo sabe

Rodada con un precioso formato de CinemaScope, Sólo Dios lo sabe es una película de John Huston con la que consigo pasar un rato placentero mientras veo la química maravillosa que desprenden las actuaciones de Deborah Kerr y Robert Mitchum. Su propuesta comparte unas cuantas similitudes con La reina africana al presentar a un hombre y una mujer en medio de la beligerancia. La trama, basada en la novela homónima de Charles Shaw, se ambienta en el océano Pacífico en la Segunda Guerra Mundial y relata la odisea de Henry Allison, un marine del ejército norteamericano que sobrevive a un naufragio y llega en una balsa a la costa de la isla Tuasiva, donde se encuentra una aldea desolada, pero pronto se da cuenta de que la única habitante es la monja Angela, quien fue abandonada ante la inminente invasión de las tropas japonesas. Todo el argumento se desarrolla espléndidamente alrededor del acto de supervivencia entre la novicia y el marine cuando buscan alimentos y se refugian en una cueva para no ser descubiertos por los militares japoneses estacionados en la isla, así como la fuerte tensión sexual que amenaza con estallar como si fuera un volcán a punto de hacer erupción. Los diálogos me parecen muy sólidos, sobre todo el que sostienen al comparar los rituales institucionales de la Iglesia católica y el Cuerpo de Marines. Las actuaciones tienen textura emocional y psicológica. Mitchum interpreta con mucha solvencia a un cabo rudo y honesto que magnifica sus inquietudes con el rostro inexpresivo y la voz dominante, además de que demuestra su pericia física en las escenas de riesgo en que nada, corre y escala montañas sosteniendo su cuchillo como buen soldado. Y Kerr, por su parte, se pone bajo el manto de una mujer sensible, ingenua y simpática que teme exteriorizar sus emociones y que en lo profundo lucha contra las dudas y los deseos reprimidos, cosa que exterioriza sutilmente con la gestualidad delicada y las expresiones que santifican su rostro. Huston los encuadra con un control compositivo en el que a veces emplea modestamente el plano subjetivo y el campo-contracampo para señalar lo que observan a distancia, así como el estilo visual que por medio de las panorámicas captura el exotismo de la isla. También consigue secuencias de acción bien tensas. Pocas cosas se escapan en su aventura tropical. Me parece muy disfrutable su mezcla de guerra, supervivencia y romance imposible.



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Ficha técnica
Título original: Heaven Knows, Mr. Allison
Año: 1957
Duración: 1 hr 46 min
País: Estados Unidos
Director: John Huston
Guion: John Lee Mahin, John Huston.
Música: Georges Auric
Fotografía: Oswald Morris
Reparto: Deborah Kerr, Robert Mitchum
Calificación: 7/10

Gran Casino

No sé en lo absoluto lo que estaba pensando Buñuel cuando rodaba Gran Casino, pero creo que la ausencia de quince años sin dirigir un largometraje de alguna forma le pasaron factura. Ahora que la he visto ni siquiera me apetece saberlo. Me parece un melodrama musical cutre y bastante flojo del director de Calanda, poblado de unos personajes vacíos interpretados por Jorge Negrete y Libertad Lamarque que justifican su presencia cantando, dando vueltas en el interior de un casino, o recitando unos diálogos demasiado triviales. Fue su primera película rodada en suelo mexicano, a petición de su amigo, el productor Oscar Dancigers, quien tuvo la amabilidad de darle varios encargos durante esa etapa de su carrera. En ese tiempo fue un éxito modesto, nada fuera de lo ordinario. La trama, muy melodramática, relata la vida de Gerardo Ramírez, un prófugo con un don para cantar que, al salir de la cárcel, empieza a trabajar a las órdenes de José Enrique Irigoyen, un propietario de pozos petrolíferos en la localidad de Tampico. Pero cuando el terrateniente desaparece misteriosamente después de una noche festiva en el casino del pueblo, Gerardo choca frontalmente con la hermana de este, Mercedes, que ha llegado para administrar el negocio y de la cual, oportunamente, se enamora. La mayor parte del argumento gira, primero, en torno al idilio novelesco entre Gerardo y Mercedes y, segundo, al conflicto ocasionado por la misteriosa desaparición que sucede en los interiores de un casino controlado por mafiosos al servicio de rufianes corporativos. Hay amor, asesinatos, canciones, fiestas y pozos petroleros. Pero eso no impide una inercia narrativa en la que escasea el desarrollo de los personajes y unas escenas rutinarias en la que no pasa nada que sea emocionante. De cierta manera, es muy previsible la forma en la que surge el romance de los protagonistas, así como la débil presencia del villano interpretado por José Baviera. De las actuaciones principales señalo la destreza para el canto de las voces de Negrete y Lamarque, aunque sus números musicales no sean gran cosa. Solo encuentro verdaderamente buñuelesca la secuencia en la que el protagonista se acerca para golpear con una efigie a un maleante escondido en el guardarropas mientras finge seducir a su amada en una habitación del casino. Es un instante minúsculo que evoca la estética del director de su período surrealista. El resto es olvidable, carente de ritmo alguno con su cuento de burguesía y trampas corporativas.



Ficha técnica
Título original: Gran Casino
Año: 1947
Duración: 1 hr 35 min
País: México
Director: Luis Buñuel
Guion: Mauricio Magdaleno
Música: Manuel Esperón
Fotografía: Jack Draper
Reparto: Libertad Lamarque, Jorge Negrete, Julio Ahuet,
Calificación: 5/10

Mortal Kombat

Mi entusiasmo por la famosa saga de videojuegos de pelea creada por Ed Boon y John Tobias durante los años 90 es la razón por la que me atrevo a ver Mortal Kombat, la nueva película a cargo de un tal Simon McQuoid que reinicia la franquicia para contentar a los fans que compran la nostalgia a precio de vaca muerta. Pero el visionado no supone para mí nada fuera de lo convencional, ni siquiera remotamente entretenido. La encuentro peor que la primera entrega que vi en VHS en 1995. Como fantasía de artes marciales es muy acartonada la manera en que ejecuta la acción con su repertorio de luchadores huecos, en unas secuencias de combate que se repiten inultamente para que la pornografía de la violencia tenga alguna coherencia, durante casi dos horas que me producen un fatality de indiferencia. En esta ocasión la historia trata sobre Cole Young, un luchador de artes marciales mixtas que se gana la vida recibiendo palizas a cambio de dinero para poder mantener a su esposa y a su hija. La trama gira alrededor de Cole cuando se une a Sonya Blade, Jax, Liu Kang, Kung Lao y Kano por órdenes de Raiden parar someterse a un entrenamiento que les permita desarrollar poderes y puedan derrotar a los guerreros del malvado Shang Tsung y Sub-Zero en el denominado Combate Mortal, un torneo de artes marciales en el que los participantes deben pelear a muerte para decidir el destino de su mundo. Lejos de la brutalidad de las peleas o los chistes de Kano, lo que veo me resulta aparatoso y tremendamente aburrido cuando los peleadores de la marca del dragón guiados por el dios del rayo luchan a muerte de forma rutinaria sin que se le preste la más mínima atención a su desarrollo o a una línea de diálogo que sea tan fuerte como un puñetazo. Las secuencias de acción no son nada emocionantes. Se construye como un cuadrilátero en el que abunda un catálogo de personajes que McQuoid coloca en el centro como si fueran figuras de acción de plástico, incluyendo los villanos vacíos que solo rellenan los requisitos habituales de ser malos. El apartado musical y sonoro es correcto, aunque me parece inaudible el nuevo tema Techno Syndrome. De nada sirven los guiños insulsos al videojuego o la moraleja sobre familia, destino y tradiciones ancestrales. Es simplemente otra adaptación pobre de un videojuego.



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Ficha técnica
Título original: Mortal Kombat
Año: 2021
Duración: 1 hr 50 min
País: Estados Unidos
Director: Simon McQuoid
Guion: Greg Russo, Dave Callaham.
Música: Benjamin Wallfisch
Fotografía: Germain McMicking
Reparto: Lewis Tan, Joe Taslim, Jessica McNamee, Josh Lawson,
Calificación: 4/10

Clemencia

Clemencia, película independiente de la directora nigeriana-estadounidense Chinonye Chukwu, es un drama que veo con cierto entusiasmo durante un rato, pero al pasar la barrera de la media hora me asalta una dejadez que me impide empatizar por los personajes que me presenta. A mi parecer es pueril y poco emotiva su propuesta moral sobre la pena de muerte y las contrariedades del sistema penal norteamericano, rodeada de una indulgencia calculada que hace que mi interés se disuelva. Lo relata a través de la historia de Bernadine Williams, la directora de una prisión que, tras varios años de ser testigo de las ejecuciones que se realizan en el recinto, comienza a interrogar la ética errática que hay detrás de las cortinas cuando desarrolla un vínculo con Anthony Woods, un reo afroamericano supuestamente encarcelado por un crimen que no cometió: haber matado a un oficial de la policía. De una manera esquemática y algo rutinaria, el argumento gira alrededor de ese conflicto y de la crisis de conciencia que logra que la protagonista cuestione internamente el engranaje ético de la pena de muerte, pero me temo que se olvida de cuestionar las razones que componen la culpabilidad de Woods, dejándolo en una inercia que lentamente lo santifica, supongo, con la única razón de que el texto de las injusticias del sistema judicial en contra de las comunidades afroamericanas tenga cierta coherencia. En términos de desarrollo, los personajes se mantienen en una superficie que poco a poco le que quita la sustancia que tienen y corroboran el hecho de que solo rellenan el formulario de descripción del guión, en unas situaciones reiterativas que están diseñadas para extender el metraje innecesariamente en discusiones a puertas cerradas sobre la ejecución del muchacho inocente, como las escenas de la crisis matrimonial en la que Bernadine discute con el marido que se queja por su comportamiento aislado, la intervención de los abogados íntegros que intentan devolverle la esperanza al prisionero, los activistas que exigen justicia al frente de la penitenciaría. La actuación de Alfre Woodard como la matrona de la cárcel me parece creíble hasta cierto punto, pero no hallo nada de pathos en su personaje y, por si fuera poco, no consigo empatizar por los problemas que exhibe con la gestualidad estoica y la mirada desoladora. Aldis Hodge por momentos sobreactúa. La carencia de ritmo es palpable. Digamos que es un drama acomodaticio y algo fútil sobre las contradicciones de la pena capital. 



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Ficha técnica
Título original: Clemency
Año: 2019
Duración: 1 hr 52 min
País: Estados Unidos
Director: Chinonye Chukwu
Guion: Chinonye Chukwu
Música: Kathryn Bostic
Fotografía: Eric Branco
Reparto: Alfre Woodard, Aldis Hodge, Richard Schiff, LaMonica Garrett,
Calificación: 5/10
Los canallas duermen en paz

El viernes por la noche, motivado a regresar a la filmografía exquisita de Kurosawa, me dispongo a ver Los canallas duermen en paz, una película del director que a mi parecer no se encuentra a la altura de otra de sus obras capitales de temática similar como El infierno del odio, pero es endiabladamente intrigante la manera en que Kurosawa construye una trama de venganza shakesperiana que ilustra, con mucho pathos, un argumento sobre la corrupción corporativa en la sociedad japonesa posguerra, con una actuación tan fascinante como contenida de Toshiro Mifune. Se dice que es una adaptación libre de Hamlet, de Shakespeare, cosa que confirmo detenidamente cuando observo la trama de Nishi, el secretario y yerno del poderoso jefe de una corporación que planea secretamente vengarse por el suicidio de su padre. Todo el conflicto gira en torno a la venganza meticulosa de Nishi para sacar a la luz las falacias, el desfalco, el fraude, la corruptela, la mafia palaciega que impera en el orbe corporativista japonés de una época en la que todavía quedan los recuerdos agridulces de la conflagración. Para construirlo, Kurosawa ejecuta en la puesta en escena mecanismos estéticos que ayudan a ampliar el espectro de misterio que rodea el asunto de la venganza de Nishi, principalmente el uso del fuera de campo y del relato no iconógeno que por medio de los diálogos ingeniosos revela el origen del anillo de los corruptos (fundamentalmente en la secuencia de la boda en el que abundan los rumores de los empleados y de los periodistas sensacionalistas), la banda sonora de Masaru Sato que amplía las inquietudes y la sospecha que se origina en ciertos personajes empleando la música extradiegética, y una iluminación casi expresionista deudora del cine negro. Su control compositivo es, en ocasiones, visualmente riguroso; establece simetrías elegantes en algunos planos para yuxtaponer los vínculos y las sospechas de algunos de los protagonistas. No hay nada fuera de lugar. Cada parte es reflexiva, cohesionada, como parte de un todo mayor. Quizá el ritmo se debilita un poco en la segunda mitad al extenderse más de lo necesario con unas cuantas subtramas, pero se recupera enormemente en el tercer acto donde el escenario sórdido simboliza la podredumbre de una clase burocrática y política que se sale con la suya. El magnetismo de Mifune se roba toda mi atención con su presencia misteriosa, sobria, tan dura como el metal de un Studebaker; asistido por roles secundarios muy notables de Takashi Shimura y Kô Nishimura. Eso es más que suficiente para que quedarme enganchado durante dos horas y media.



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Ficha técnica
Título original: The Bad Sleep Well (Warui yatsu hodo yoku nemuru)
Año: 1965
Duración: 2 hr 30 min
País: Japón
Director: Akira Kurosawa
Guion: Akira Kurosawa, Ryuzo Kikushima, Hideo Oguni, Shinobu Hashimoto, Eijiro Hisaito
Música: Masaru Satô
Fotografía: Yuzuru Aizawa
Reparto: Toshirô Mifune, Takeshi Katô, Masayuki Mori, Takashi Shimura
Calificación: 7/10
Como un torrente

Le dedico cerca de dos horas a Como un torrente y me doy cuenta de inmediato de que es una película de Minnelli rodada con cierta elegancia, en la que hay una buena química del reparto encabezado por Frank Sinatra, Dean Martin, Arthur Kennedy y Shrirley MacLaine, pero me temo que como melodrama resulta un poco inane su premisa sobre amor imposible, conflictos familiares y heridas de guerra, poblada de un collage de personajes planos construidos, aparentemente, en una superficie de cartón. Su argumento, basado en la novela homónima de James Jones, cuenta la historia de Dave Hirsh, un veterano de guerra solitario y de naturaleza rebelde que regresa a su pueblo para tratar de reconstruir su atormentada existencia. De una manera rutinaria, el conflicto central gira en torno a la psicología fragmentada de Hirsh, dando vueltas mientras retrata su imposibilidad de adaptarse al entorno social, el inestable vínculo que sostiene con su adinerado hermano y su familia, la amistad que entabla con un borracho que se gana la vida como jugador clandestino de póker y el triángulo amoroso que tiene con una maestra literaria y con una prostituta. La insistencia de Minnelli de reiterar las vicisitudes de los personajes secundarios, algunos de los cuales solo funcionan para esbozar descripciones triviales que se desarrollan a medias, a mi parecer, debilita lentamente el estudio psicológico del protagonista y el ritmo con el que da inicio la trama, a pesar de que el empleo correcto del CinemaScope encuadra con cierta teatralidad las inquietudes colectivas de algunos de ellos. Los diálogos anémicos que recitan no me revelan nada cautivador. El tono novelesco con el que abraza el melodrama me aburre y carece de la ironía y del magnetismo que encuentro en joyas de Sirk y de Stahl. Sinatra interpreta al personaje con una expresividad un poco blanda que me hace pensar que lo hizo a desganas, con un estoicismo defectuoso, sin ningún tipo de textura psicológica cuando mantiene en la superficie el cinismo, la soledad y la amargura inamovible que supuestamente le impide exteriorizar sus sentimientos. Solo me resulta conmovedora la actuación de MacLaine como Ginny Moorehead, la golfa dependiente e histérica que lo sacrifica todo por el veterano perdido. Y también la secuencia del clímax en la feria, ejecutada con cierta destreza con el encuadre móvil y la música extradiegética de Berstein, en la que el amor se convierte tragedia en cuestión de segundos. El resto es olvidable.



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Ficha técnica
Título original: Some Came Running
Año: 1958
Duración: 2 hr 17 min
País: Estados Unidos
Director: Vincente Minnelli
Guion: John Patrick, Arthur Sheekman
Música: Elmer Bernstein
Fotografía: William H. Daniels
Reparto: Frank Sinatra, Dean Martin, Shirley MacLaine, Martha Hyer, Arthur Kennedy
Calificación: 5/10

Greengrass coloca nuevamente a Hanks como un experimentado capitán, pero trasladándolo al viejo oeste en un western algo insustancial sobre las injusticias de una nación.


Noticias del mundo


De los últimos años, puedo contar con los dedos las películas del viejo oeste que me han cautivado y apenas alcanzo la décima. Solo del pasado decenio, algunos como El atajo de Meek, Temple de acero, Django sin cadenas, Los odiosos ocho, Hostiles y Los hermanos Sisters han logrado impactarme hasta el punto en que los considero como renovadores de un género cinematográfico que prácticamente se agota como un pozo sin agua en medio del desierto. Otros, en cambio, me producen una abulia descomunal, como Deuda de honor, Bone Tomahawk, La balada de Buster Scruggs, La verdadera historia de la banda de Kelly y Sin piedad. Es un género que posee una mística que de alguna manera me fascina, pero la decadencia en la que se encuentra actualmente me hace regresar a los clásicos protagonizados por Wayne, Fonda, Cooper, Stewart, Lancaster, McCrea, Douglas, Van Cleef y Eastwood, esos grandes pistoleros del cine que me ayudan a aliviar los síntomas que se manifiestan por algunos de los westerns que se realizan actualmente. A Hollywood ya no le sale rentable producirlos y al público aparentemente le interesa muy poco. Las estadísticas no mienten. A mi lista negra recientemente se suma también Noticias del mundo, un western que dirige Paul Greengrass con Tom Hanks de protagonista.


La película de Greengrass, basada en la novela homónima de Paulette Jiles, coloca nuevamente a Hanks como un experimentado capitán, pero trasladándolo al viejo oeste texano para presentar un western dramático que, a mi parecer, es tibio y algo irregular cuando presenta el viaje de un personaje que sigue al pie de la letra el estereotipo del vaquero íntegro y honrado. Es el primer western de Greengrass, así como el primero que protagoniza Hanks en su carrera. Se nota claramente la intención del director de homenajear y de evocar en ella ciertas imágenes de esa joya de Ford titulada Centauros del desierto. Greengrass lo confirmó en una entrevista cuando dijo: “cuando haces un wéstern, John Ford es el gigante que te vigila”. Curiosamente en la misma entrevista afirmaba una cosa que he pensado en muchas ocasiones: “Tom Hanks es el James Stewart de nuestro tiempo”. Y puede que lo sea, aunque no sé si tiene la valentía para matar a Liberty Valance. Pero me temo que a diferencia de la obra de Ford no tiene variaciones ni grandes sorpresas. Funciona de una manera esquemática para describir las injusticias de una nación a través de un vaquero que lleva impreso el sello de la generosidad.




Tom Hanks como el capitán Kidd. Fotograma de Universal Pictures.

El protagonista de su argumento es el capitán Jefferson Kyle Kidd (Tom Hanks), un veterano de la guerra civil estadounidense que ahora se gana la vida viajando de pueblo en pueblo para difundir las noticias más relevantes del país a cambio de diez centavos por persona. Kidd las lee en voz alta ante una multitud que disfruta escucharlo leyendo las páginas de los mayores periódicos locales en la Texas de 1870. Algunas veces dice la verdad pura, pero otras veces se las inventa para tratar alegrar la vida de los lugareños disléxicos con una moraleja que les ayude a olvidar la miseria y la desigualdad en la que se encuentran. Un detonante llega a su existencia el día en que anda en su carreta hacia un pueblo para leer las noticias y se topa con una diligencia volcada en un camino, donde observa el cuerpo colgado de un soldado negro y una niña rubia de ojos azules a la que llama Johanna (Helena Zengel). La niña de ascendencia alemana, que fue secuestrada por los indios kiowa y solo habla su idioma (posiblemente rescatada por el afroamericano), le da problemas a Kidd por su comportamiento salvaje, pero poco a poco aprende a mejorar su conducta. Como si estuviera motivado por el deber, luego de la sugerencia de un oficial unionista Kidd acepta a regañadientes la misión de devolver a la niña a su familia sobreviviente en Castroville.



Helena Zengel y Tom Hanks.


Hanks no solo interpreta al capitán Kidd como un vaquero tolerante, amistoso y reservado, sino también como un hombre con un pasado funesto (su esposa murió de cólera durante la conflagración y no pudo hacer nada para evitarlo) que lee las crónicas de la prensa como si se tratara de un predicador carismático en plena tarea evangelizadora. Su personaje no habla mucho y se mantiene distante, ocultando las heridas psicológicas de la guerra detrás de su chaqueta de cuero, pero su buena voluntad le permite relacionarse con los demás y ser respetado por los pueblos que visita, adquiriendo una notable reputación como pastor de las noticias. El compromiso ético de su personaje parte del hecho de que las personas que viven algunos poblados aislados no saben leer y, en el peor de los casos, no tienen tiempo para aprender, por lo que su principal motivación es servir como puente de comunicación llevando las novedades de los acontecimientos para que todos sepan lo que sucede en el país. Por otro lado, su transformación moral llega cuando ejerce la posición de una figura paternal sobre la pequeña Johanna. Como no comprende el idioma kiowa, se comunica con la niña usando lenguaje de señas y también la educa a medida que la aventura se desarrolla cuando viajan a caballo por las llanuras solitarias. Es un personaje que de alguna forma halla la redención por la vía de la paternidad porque ve en la niña que custodia a la hija que nunca pudo tener con su esposa y la niña, por el contrario, lo ve como el padre que necesita. Aunque Hanks me resulta creíble en su primera actuación como vaquero, sobre todo por su gestualidad mesurada que dimensiona las inquietudes intrínsecas de su personaje, por alguna razón no logra cautivarme su heroísmo cuando protege a la cría con su revólver, pero sí disfruto verlo narrando las parábolas en algunos intervalos del relato.



Helena Zengel y Tom Hanks. Fotograma de Universal Pictures.


La narrativa se desentraña de una manera convencional y acomodaticia, en la que el protagonista, como buen cowboy, monta a caballo por las praderas desoladas y se debe enfrentar a ciertas situaciones peligrosas para que el vínculo paternofilial que desarrolla con la niña sea coherente y su coraje se ponga a prueba. Por momentos sus acciones se vuelven previsibles, como la secuencia del tiroteo en el despeñadero en la que se enfrenta a tiro limpio y sin mucha dificultad a tres forajidos acartonados que desean raptar a la chiquilla para quemar metraje. En otra escena, la carreta en la que andan se accidenta, obligando al capitán a cargar en sus brazos a la niña con sed y recorrer a pie los terrenos inhóspitos y polvorientos. Igual de predecible es la escena en la que una tormenta del desierto los separa momentáneamente en los que solo se escuchan los gritos de desesperación del vaquero preocupado por lo peor y luego mira de lejos a unos nativos americanos que emergen como fantasmas de arena. La única que me produce alguna reacción emocional es en la que Kidd y Johanna llegan a un pequeño pueblo controlado por un mentiroso comerciante de pieles de bisontes y, a través de su informe, expone el bulo del periódico del mercader racista y la manera en que este se aprovecha de la mano de obra de los miserables que trabajan para él, provocando una insurrección civil.



Tom Hanks y Helena Zengel. Fotograma de Universal Pictures.


Mediante los diálogos del nómada de las noticias, Greengrass revela la división política de una sociedad norteamericana agrietada fuera de campo por la pobreza de unos cuantos, el racismo sistemático en el sur profundo de gente que rechaza la abolición de la esclavitud, la violencia que lacera la dignidad de unos indígenas desplazados como polvo sobre el viento, los que venden su alma al diablo para dedicarse al tráfico de menores, el analfabetismo palpable de gente que ni siquiera puede leer un periódico, el poder de unos corruptos que recurren a las falacias para aprovecharse de los trabajadores y obtener riquezas con el negocio ilícito de la carne. También refleja el impacto de las noticias falsas para distorsionar los hechos verídicos y manipular, en cierta medida, el pensamiento colectivo de un pueblo. La gran noticia, supongo, es que su tono moralista traza paralelismos con la actualidad política de los Estados Unidos, reflejando las cicatrices sociales que ralentizan el progreso, planteando una realidad en la que quedan pocos hombres con integridad para cambiar las cosas. Lo más interesante de su discurso, quizá, es que ilustra la fuerza de la comunicación para registrar los males que afectan a un pueblo y para endurecer los lazos de confraternidad entre las personas que componen el tejido social.


De nada me sirve que tenga una auténtica reproducción del período o que me permita ver panorámicas de esas que capturan la belleza poética de los paisajes que adornan de día y de noche los escenarios del western entre explanadas y acantilados. Como western tiene un concepto aceptable sobre la importancia de la información para archivar las circunstancias, pero que a mi modo de verlo se ejecuta con cierta blandura, poblado de acciones rutinarias que a ratos me aburren, demasiado comprometido con su causa progresista y el héroe generoso de las noticias al que todo le sale bien en la larga travesía de adoptar a una niña alemana que fue criada por los indios. Creo que el estilo sereno y contemplativo no encaja en la estética de Greengrass. La tensión es nula, no deja ningún rastro épico, y el alcance dramático es demasiado limitado. Su cuento de paternidad en el viejo oeste me parece uno de los esfuerzos más soporíferos del director británico.



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Ficha técnica
Título original: News of the World
Año: 2020
Duración: 1 hr 58 min
País: Estados Unidos
Director: Paul Greengrass
Guión: Paul Greengrass, Luke Davies
Música:  James Newton Howard
Fotografía: Dariusz Wolski
Reparto: Tom Hanks, Helena Zengel, Neil Sandilands, Elizabeth Marvel,
Calificación: 5/10

Tráiler de la película