Crítica breve de la película Carreras sofocantes (1914)

Para tratar de celebrar el aniversario de Charlie Chaplin me puse a ver ‘Kids Auto Races at Venice’, el cortometraje mudo dirigido por Henry Lehrman que marca la primera aparición de Chaplin como el legendario Charlot y la segunda vez que lo personificó (la película fue filmada después de ‘Mabel's Strange Predicament’, pero se estrenó dos días antes). Se hace notar desde el primer fotograma, luciendo las características especiales como el pequeño bombín sobre su cabeza, el bastón elástico, los pantalones anchos, el abrigo ajustado, el par de zapatos enormes y el bigote de cepillo de dientes que adorna su rostro. La historia coloca a The Tramp en la celebración de una carrera de autos para niños en Venice, California, donde le hace la vida imposible al camarógrafo que filma la corrida, situándose en el centro de la cámara cada vez que este intenta filmar el evento. Aunque las acciones del personaje parecen repetirse constantemente durante los seis minutos de metraje, la actuación de Chaplin logra hacerme reír minúsculamente cuando sus travesuras lo convierten en un impertinente profesional y se pone en el medio de cada composición. No lo encuentro a la altura de sus mejores obras, quizá por tratarse de su origen, pero destaco su registro cuando desarrolla los gestos clásicos del personaje, logrando una simbiosis entre la ingenuidad y la rebeldía que me resulta contagiosa. La película es más interesante, no obstante, por la aparente continuidad del relato y la manera en la que Lehrman utiliza una economía de recursos visuales como el campo-contracampo, el reencuadre, el plano general y el plano subjetivo para amplificar la mirada del camarógrafo omnisciente. Puede que no sea uno de los grandes cortometrajes protagonizado por el genio, pero se trata, sin temor a equivocarme, de una película con un amplio valor histórico.

Calificación: 6/10


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