Crítica breve de 'Nacida para el mal' (1950)

Nacida para el mal
En el año 1950, Nicholas Ray estrenó dos películas diametralmente opuestas. Una es la tensa En un lugar solitario, estrenada por la Columbia Pictures, en la que Bogart interpreta a un guionista siniestro que es sospechoso de asesinato y se mete en líos bien escabrosos junto a Gloria Grahame. La otra es esta que se titula Nacida para el mal, distribuida por la RKO y basada en la novela Anne Parrish. Se trata, a mi parecer, de una de las peores que he visto en la filmografía del director, un melodrama bastante pobre sobre clasismo, manipulación y caprichos amorosos que pierde su rumbo en zigzagueos innecesarios, sin ningún tipo de acción que añada algo de brío a los personajes acartonados que solo se la pasan hablando tonterías. Su argumento trata sobre Christabel Caine, una mujer en apariencia dulce que aprovecha la visita a la casa de su prima en la ciudad de San Francisco con el fin de coquetear con varios hombres y paliar secretamente su ambición de trepar en la esfera social. En la primera mitad, se esboza con los clichés básicos del melodrama romántico, sobre todo cuando, una y otra vez, Christable cae seducida en las manos de un escritor altanero que reconoce de inmediato su cara perversa como mujer ambiciosa, mientras ocasionalmente pasea por las fiestas para coquetear con el prometido rico de su prima y sostener conversaciones con un pintor que desea retratar su belleza en un lienzo. En la segunda, adquiere el semblante de cine negro convencional, donde la trepadora abandona las normas morales para satisfacer sus manías personales al arrebatarle el novio adinerado a su prima para vivir la tan ansiada vida de lujos como esposa, a pesar de que su compromiso falsificado es solo una cortina que le impide ser sincera consigo misma para reconocer, en el fondo, que está enamorada del galán prepotente que se gana la vida escribiendo novelas. Desafortunadamente, en ninguna de las dos mitades logro cautivarme por lo que veo porque Ray traza los dilemas de los personajes con ese palabreo artificioso que reduce las acciones a los mismos diálogos a puertas cerradas para examinar, con lupa socioeconómica, el fenómeno del arribismo social entendido desde la psicología de una mujer clasista y deshonesta que rehúye de sus sentimientos más inmediatos para alcanzar obsesivamente la posición de una dama de la alta sociedad. La interpretación de Joan Fontaine carece de textura por el lado expresivo cuando intenta comunicar las inseguridades emocionales de esa manipuladora que lo quiere todo al mismo, cuyo estado emocional casi siempre luce superfluo, impostado, sin fuerza dramática. Solo destaco la actuación de Robert Ryan como el novelista seductor y carismático que usa el poder de la palabra para besar a la mujer fatal sin importar las consecuencias. El resto del reparto resulta prescindible para mí. En términos generales, es una cinta de cine negro de Ray en la que no sucede nada intrigante en la hora y media que dura el asunto de la arribista, sin ningún tipo de ritmo o desarrollo que justifique la rutinaria y anodina existencia de sus protagonistas.

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Ficha técnica
Título original: Born to Be Bad
Año: 1950
Duración: 1 hr 30 min
País: Estados Unidos
Director: Nicholas Ray
Guion: Edith Sommer, Robert W. Soderberg, George Oppenheimer
Música: Friedrich Hollaender
Fotografía: Nicholas Musuraca
Reparto: Joan Fontaine, Robert Ryan, Zachary Scott, Joan Leslie, Mel Ferrer,
Calificación: 4/10

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