Crítica de 'El proyecto Florida': los niños olvidados de Disney

Sinopsis: Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren aún los efectos de la crisis.

Ficha técnica
Año: 2017
Duración: 1 hr 51 min
País: Estados Unidos
Director: Sean Baker
Guion: Sean Baker, Chris Bergoch
Música:
Fotografía: Alexis Zabé
Reparto: Willem Dafoe,  Brooklynn Prince,  Bria Vinaite,  Caleb Landry Jones


Crítica de la película


El nombre de Sean Baker es uno que en los últimos años se ha hecho notorio en los festivales internacionales de cine. Su película Tangerine, filmada con la cámara de un iPhone 5, relata las marañas de unos transexuales que casi nos matan del sueño. Su cine habla de la gente de los bajos estratos sociales que anhelan un cambio. Consciente de que proyectando la vida de los más vulnerables su discurso social puede seducir la compasión de los espectadores con mayor rapidez, el señor Baker ha dirigido The Florida Project, una película que ha sido aclamada y que nos ha puesto a pensar que la crítica de cine es una conspiración, porque, honestamente, no nos ha conmovido tanto. 

La película se ambienta en un entorno de miseria, en el que somos testigos de la pobreza en la que viven unas personas que habitan un colorido motel de esos que imitan a los hoteles de Disney World. Con la travesía de estos olvidados, Baker encierra un relevante comentario de la desigualdad social en los lados más oscuros de un castillo de la inocencia que, indudablemente, es su punto pujanza, pero la trama se siente algo bobalicona, y algunos de los personajes, interpretados en su mayoría por actores no profesionales, no poseen suficiente brío dramático. Por lo menos el enriquecedor uso del color morado nos ha apaciguado.

La historia de estos individuos no apunta a ninguna dirección en particular, probablemente para enfatizar lo que le depara el futuro. En el hotel “The Magic Castle”, pintado de un vistoso color púrpura, rodeado de tiendas que en todos los letreros dice “Disney Gifts”, seguimos a un par de chicuelos. Ellos son Moonee (Brooklyn Prince), Scooty (Christopher Rivera) y Jancey (Valeri Cotto). Son niños que, a pesar de vivir en un entorno paupérrimo, disfrutan hacer travesuras en los parqueos, las cuales incluyen escupir los carros de los vecinos y pedir dinero en las avenidas para comer helado. Para ellos, ese pequeño mundo es lo más cercano a los parques de diversiones de Disney. 

Un buen día, estos mocosos se ven perjudicados por las decisiones de los adultos, quienes saben muy bien que andar quemando casas abandonadas no son cosas para chiquillos (una metáfora que anuncia el destino final de los intérpretes). Halley (Bria Vinaite), la nefasta madre de Moonee, sale a las calles para vender lo que sea que encuentre con tal de sustentar a su hija, a veces recurriendo a la prostitución y a la venta de mariguana. También está Bobby Hicks (Willem Dafoe), el gerente del hotel que, como figura patriarcal, protege a los niños de las amenazas, sabiendo que estos son los más afectados por los problemas de los adultos, especialmente la de Moonee, cuya madre carece de responsabilidad.  

No siempre el punto de vista le pertenece a Moonee, sobre todo porque está ausente en varias escenas. La intención de Baker es que sintamos empatía por Moonee, pero la presencia de la madre, Halley, ensombrece cualquier pedazo de emotividad hacia lo que le sucede. La cosa se le va de la mano, su narración es lerda, reiterativa, adornada de personajes sin pozo psicológico que no nos importan, excluyendo, por supuesto, a Moonee, en cuya naturalidad vemos un alivio, una ostentosa actuación de la pequeña Prince. Baker concede a Moonee un sendero de esperanza en un brusco final que endereza un poco la película, elaborado como una parábola visual de los hijos de nadie que corren en medio de una libertad efímera, anquilosados por la sombra de unos enriquecidos que ignoran el punto de que solo buscan refugio para cebar sus fantasías y poder sobrevivir.  

El desenlace, rodado clandestinamente en las entrañas de Disney World con la cámara de un iPhone 6, es lo que más nos ha agradado. La película se alimenta de los silencios, de la amistad, de la munificencia, pero también de la limítrofe obligación de recurrir a soluciones facilonas como las tiranteces y la violencia para recordarnos, una y otra vez, que los protagonistas son víctimas de la marginalidad. Con un mejor guion, el resultado fuera otro.


6/10



0 comments:

Publicar un comentario