Crítica de 'Entre navajas y secretos': crónica de una familia sospechosa

En mi crítica de esta semana hago un análisis breve que incluye la explicación del final de 'Puñales por la espalda', la nueva película de Rian Johnson.




Pocas veces confieso mi preferencia por los géneros cinematográficos, siempre me da pereza elegir más de uno, aunque los acepto por igual. No tengo remedio. Pero uno en particular logra estremecerme y me agrada más que todos los otros. Se trata del misterio, uno que usualmente coquetea con la verdad de las cosas como el hilo conductor de su narrativa. Le dicen whodunit. Es la pieza perdida en el rompecabezas. La identidad del que comete el delito. Cuando veo a un detective solventar un misterio frente a una congregación de gente rica siento una especie de catarsis que, en el mayor de los casos, se me hace imborrable cuando atestiguo la solución de la interrogante, especialmente en las películas detectivescas que tienen sus raíces en la novela policíaca de Agatha Christie y de Arthur Conan Doyle, y todas en las que se trate a puertas cerradas un caso de homicidio sin resolver, sin mencionar cualquier cosa que lleve el sello de prestigio de Hitchcock. Todavía recuerdo joyas del género como Y no quedó ninguno, Ocho sentencias de muerte, La huella, Asesinato en el Expreso de Oriente y Muerte a la media noche. La lista es tan inmensa como los sospechosos que esperan ser interrogados.

Un delicioso homenaje al whodunit se elabora con un tono lúdico en ‘Puñales por la espalda’, película con la que Rian Johnson (Brick, Looper, Star Wars The Last Jedi) reconstruye meticulosamente todas las piezas que lo componen para trasladar la fábula tradicional del detective a la contemporaneidad. Es intrigante, divertida, oscura. Es un thriller de misterio que despliega clasicismo y complejidad sin abandonar las inquietudes posmodernas. Su ritmo me parece consistente, porque no hay ni una escena en la que no me sienta como Sherlock Holmes o Hércules Poirot. Tomo la lupa durante dos horas de metraje que pasan volando. Observo giros que son muy sorpresivos. Disfruto muchísimo de la trama cuando reúne a un amplio cóctel de personajes malvados, los coloca en los interiores de una enorme mansión y permite que un detective excéntrico desentrañe el enigma. Se estructura como un misterio de salón. Está protagonizada por un reparto maravilloso. Me produce placer ver en pantalla la química de los intérpretes cuando se hallan confinados dentro de la vivienda mientras se manifiestan con diálogos ingeniosos que evidencian los rastros con cada minuto que avanza.


LaKeith Stanfield, Noah Segan y Daniel Craig. Imagen cortesía de Lionsgate.


Escrita con un guion de Johnson, la película arranca con la muerte de un autor de novelas policiales, Harlan Thrombey (Christopher Plummer). Es de noche. En lo profundo de la residencia nadie sabe todavía lo que ha sucedido. La familia duerme tranquilamente. Solo el silencio de las paredes conoce la verdad. A la mañana siguiente, el ama de llaves lo encuentra muerto, con la garganta cortada, en lo que pinta ser un suicidio. Dos investigadores llegan a la escena del crimen, el detective Elliot (Lakeith Stanfield) y el oficial, Trooper Wagner (Noah Segan). Un tercer sujeto se sienta justo detrás de ellos en segundo plano, la profundidad de campo subraya la importancia de ese observador silente. Los detectives comienzan a interrogar a los miembros de la familia para dilucidar lo que pasó.

Cada uno de los personajes ofrece un punto de vista distinto de lo que sucedió horas antes del asesinato, compartiendo maquinaciones siniestras que levantan cualquier tipo de sospecha cuando revelan, a través de escenas retrospectivas, lo que piensan del fenecido Harlan y la mutua intención de adueñarse de su fortuna. La analepsis corresponde a los pensamientos de los personajes para reconstruir los hechos. Sus acciones se vinculan como una telaraña de intrigas. Son como pequeños granos de azúcar alrededor de una dona bien gorda. Todo está afinadamente estructurado. En ese momento la figura anónima se levanta para cuestionarlos a todos utilizando sus propios métodos de indagación. Resulta ser el detective privado Benoit Blanc (Daniel Craig), que ha sido contratado por un desconocido para llegar al fondo del asunto estudiando las pistas falsas.


Ana de Armas como Marta Cabrera. Fotograma de Lionsgate.


Recursos como el plano-contraplano, un contrapicado muy recurrente, el primer plano y unos soliloquios cargados de retórica subrayan la aguda metodología de Blanc a la hora de preguntar a los sospechosos, sometiéndolos a unas preguntas intensas que le imprimen dudas, falacias y gotas de sudor, así como también la amalgama de contradicciones y prejuicios contra los inmigrantes como Marta, quien está en problemas al ser la testigo principal en la noche del delito. Los interrogatorios le permiten conocer el estado en el que se encuentra deteriorada la relación familiar entre Harlan y sus hijos. Se da cuenta de que Harlan ha discutido fuertemente con su nieto Hugh, le ha cortado la remesa a su nuera Joni por haberle robado a causa de despedir de la empresa a su hijo Neil, le ha arrebatado a Walt el control de la editorial, y que Marta accidentalmente le ha suministrado una sobredosis de morfina en lugar de su medicación habitual. Aparentemente todos tienen un motivo para matarlo.


Katherine Langford, Toni Collette, Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Michael Shannon, Riki Lindhome y Jaeden Martell.


Estos personajes están cuidadosamente desarrollados, con una serie de características muy peculiares que sacan a relucir atributos como la egolatría, los caprichos, la envidia, el odio, la humildad y la ética del deber, aunque toda la trama gira en torno al detective Blanc y la honesta enfermera llamada Marta. Algunos son más relevantes que otros. Pero me contagia la forma en la que se expresan, su lenguaje corporal tan comedido y las miradas en unos primeros planos que comunican la verdad a la que se quiere llegar. Están estupendamente interpretados por un elenco que evidencia una simbiosis gratificante. Algunos de los secundarios son redundantes, como Don Johnson, Toni Collette, Katherine Langford, Riki Lindhome, Edi Patterson y Chris Evans. Solo sirven para que la trama se movilice. Pero me agrada Jamie Lee Curtis como la testaruda y ambiciosa hija, Ana de Armas como la ayudante amable y asustadiza que suele vomitar cuando habla mentiras, Christopher Plummer como el anciano patriarca que usa el último respiro de perspicacia para desenmascarar la falsedad de su propia familia y Daniel Craig como el detective sagaz, desmedidamente educado, de verborrea sofisticada, con una voz grave, que puede analizar el pasado con unas conjuraciones brillantes.


Daniel Craig y Ana de Armas. Foto cortesía de Lionsgate.


Aunque las motivaciones de los personajes pueden parecer ligeramente triviales (como Harlan dejándole toda la herencia a Marta), son aprovechadas por Johnson para elaborar una pequeña lectura social sobre las injusticias a la que se enfrentan los inmigrantes y la manera en que unos burgueses recurren al engaño para escalar en la pirámide capitalista. Su discurso sobre el maltrato socioeconómico a los inmigrantes se mantiene durante todo el metraje. Una postura que apunta sus derechos. Y recurre a Blanc como el héroe que se encarga de limpiar la imagen de la bondadosa extranjera de procedencia latinoamericana, Marta, cuando es manipulada por los familiares desesperados que intentan persuadirla para que abandone el patrimonio y por el malévolo Ransom, quien intenta vengarse porque Harlan lo ha excluido del testamento. Los ricos son los malos y los pobres son los buenos. Es un film en el que los inmigrantes están protegidos por el escudo de la inocencia en la tierra de las oportunidades, justificado en la última escena en la que Marta observa a los Thrombey desde el balcón sosteniendo la taza de Harlan que dice: "Mi casa, mis reglas, mi café".


Jamie Lee Curtis como Linda Drysdale. Imagen de Lionsgate.


La película se destaca, a mi parecer, por esa trama retorcida que rinde tributo a los clásicos de intriga policial en salones cerrados y por equilibrar ingeniosamente la comedia, el crimen y el misterio. Reinventa los mecanismos del subgénero. Está elaborada con una estética depurada que magnifica elementos como los detallados escenarios de la morada, el montaje que cohesiona las escenas, el colorido vestuario que señala intenciones, la música que intensifica las emociones y un estilo visual espléndido que materializa el elegante y lóbrego mundo de los protagonistas. Me sorprende la confrontación final en la que Blanc pone a todos en la silla de las navajas (simbolizando el juicio capital para encontrar al culpable) para exponer sus punzantes dotes de deducción y lograr que el villano confeso pierda los estribos. Podría ver más películas con ese personaje. Tenía mucho sin divertirme con una película de estas. Es cautivadora. Con gusto la vería de nuevo.


Ficha técnica
Título original: Knives Out
Año: 2019
Duración: 2 hr 11 min
País: Estados Unidos
Director: Rian Johnson
Guion: Rian Johnson
Música: Nathan Johnson
Fotografía: Steve Yedlin
Reparto: Daniel Craig, Ana de Armas, Chris Evans, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Christopher Plummer,
Calificación: 7/10



Tráiler de la película

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