Crítica de 'La verdad': las mentiras de una madre

En 'La verdad', la primera película fuera de Japón de Hirokazu Kore-eda, el director aborda nuevamente un cuento de cicatrices familiares. Este es mi análisis. 




Con el paso de los años, al explorar las filmografías de cientos de directores, he observado un patrón que se repite muy a menudo. Muchos directores que se aventuran a filmar fuera su tierra natal, tropiezan cuando las exigencias del encargo se imponen por encima del valor autoral y estropea su poética autóctona. Aunque a mi parecer algunos salen airosos de ese terreno espinoso, otros cineastas se quedan con una mancha indeleble de su expediente cinematográfico. Me ha pasado recientemente viendo La verdad, la película francesa del director japonés Hirokazu Koreeda. Se trata de un trabajo de encargo que, imagino, buscaba alegrar a los feligreses de la industria del cine francés, al tener a un director de semejante reputación trabajando para ellos. Como producción europea, es la primera película que el cineasta filma lejos de Japón, pero afortunadamente eso no le impide abandonar los semblantes de su estilo ni la manera que aborda el tema recurrente de los vínculos familiares. En resumen, solo cambian los rostros.

La película del realizador de Un asunto de familia, que tuvo su estreno el año pasado en el Festival Internacional de Cine de Venecia, reúne a un elenco conformado por Catherine Deneuve, Juliette Binoche y Ethan Hawke para narrar las mentiras de una madre francesa que lidia con las heridas del pasado en el momento en que publica sus memorias. Me huele casi a un homenaje a la carrera de Deneuve por el tratamiento referencial. En un principio me veo cautivado por los conflictos de esa familia que se aglutina en pleno verano en la casa de la veterana actriz, sobre todo cuando Koreeda implanta su marca habitual a través de un riguroso metacine para reflejar la difícil relación entre la madre y la hija. Hasta encuentro actuaciones muy orgánicas de Deneuve y Binoche, como es de esperar. Pero luego me invade una terrible sensación de dejadez. A medida que avanza, percibo la falta de pujanza emocional cuando el engranaje narrativo comienza a reiterarme las acciones de esos personajes sin posibilidad alguna de expandir los horizontes dramáticos ni de conseguir un golpe de efecto que sea esclarecedor. Imagino que Koreeda ha dejado la sutileza en su país.


La verdad
Ethan Hawke, Juliette Binoche, Catherine Deneuve y Clémentine Grenier. Fotograma de Le Pacte.


La historia relata la existencia de Fabienne Dangeville (Catherine Deneuve), una de las grandes estrellas del cine francés mientras es entrevistada por la publicación biográfica donde revela los secretos que una vez ocultó para preservar el precio de su fama. Por la forma de expresarse ante el periodista que la entrevista, Fabienne es una mujer presumida, egoísta y excesivamente indolente, orgullosa de mantener en la tercera edad su estatus como diva del espectáculo, admirada por muchos y odiada por otros. En el exterior aparenta ser ecuánime y tolerante. No se nota entusiasmada por la visita de su hija Lumir (Juliette Binoche), quien trabaja como continuista y ha llegado a París con su marido, Hank (Ethan Hawke) y su pequeña hija, Charlotte (Clémentine Grenier), para pasar una temporada en la mansión y celebrar en familia por la circulación del libro. Días después, la felicidad de la reunión familiar no tarda en convertirse en una serie de discusiones entre Fabienne y Lumir que sacan a la luz las verdades más oscuras del vínculo maternofilial. “Prefiero ser mala madre, mala amiga y buena actriz”, comenta la actriz frente a su hija.

Para representar el génesis de la disputa entre Fabienne y Lumir, Koreeda encierra varias capas de significados, primero, valiéndose del relato no iconógeno que brota de los diálogos que ellas sostienen a puertas cerradas y, segundo, del metacine en las escenas que la protagonista se encuentra en el plató filmando una película de ciencia ficción titulada “Recuerdos de mi madre”. La ironía gravita en que esa película dentro de la película es una especie de radiografía ficticia de la vida de Fabienne, en la que una madre que no envejece observa a su hija a través de varias etapas de su vida sin poder evitar verla morir, por lo que es inevitable que como madre se sienta invadida por el dolor, la culpa y la frustración causada por su irresponsabilidad y por el miedo insospechado a la muerte. También es notable la envidia que proyecta al ser relegada a un papel secundario por actrices más jóvenes ella. “No va a ser una gran película”, admite Fabienne, en referencia a que ella misma reconoce que es una pésima madre.


Catherine Deneuve, Juliette Binoche y Ethan Hawke. Imagen cortesía de Le Pacte.


Las secuencias de metacine son utilizadas como fragmentos paralelos sobre la verdad de las cosas. En una escena ella afirma claramente: “soy actriz, no voy a contar la verdad desnuda. La verdad no tiene nada interesante”.  Nos cuenta los sentimientos intrínsecos que se hallan reprimidos sobre su hija Lumir y que no confiesa para preservar el lazo que las une (realmente lo sacrificó todo para criar a su hija), especialmente cuando mención a su antigua rival llamada Sarah. Y su realidad diegética es, en pocas palabras, el espacio donde apela a la mentira para no manifestar su vulnerabilidad afectiva, particularmente en las páginas de su autobiografía y en los rincones de la enorme residencia.

No creo ni considero que la actuación de Deneuve sea una de las más excepcionales de su filmografía, pero sí me parece la más sólida de la película. Supongo que lo hace sin mucho esfuerzo. Interpreta a Fabienne como un espejo falsificado de su propia figura, como la actriz legendaria atemorizada por la debacle del tiempo, propensa a una gestualidad sofisticada, con el cigarrillo en la mano derecha y el trago de vino en la izquierda, aferrada a un torbellino de falacias, rencores, consciente de su fracaso materno y de las trampas baladíes escritas en sus pasajes personales. Binoche, por el contrario, asume la interpretación de la hija resentida con honestidad, ocultando su desilusión detrás de una sonrisa aparente, pero su presencia pocas veces se destaca más allá de esa necesidad de perdonar. Y el rol de Hawke como el esposo y el actor de TV fracasado me resulta prescindible y, en el peor de los casos, bastante tibio.


La verdad
Catherine Deneuve y  Juliette Binoche. Imagen cortesía de Le Pacte.


Koreeda consigue dotar la puesta en escena de elegancia, retratando la cotidianidad con cierta ligereza, pero su drama domestico fácilmente entra su catálogo de cintas regulares como ‘Maborosi’ y ‘De tal padre, tal hijo’. Sus personajes son tratados con una indulgencia que me fatiga a perpetuidad cuando las soluciones a sus problemas triviales y a su errática percepción de lo que ellos conocen como realidad, permanece en la superficie. Las escenas de la segunda mitad carecen de ritmo, como si fuese algo ineludible que den muchas vueltas para agotar el metraje que sobra y justificar la anticipada reconciliación entre la madre y la hija. Pronto me harto de la explicación y de las conversaciones en el jardín, en la cena, en los aposentos, de esos burgueses que tienen la vida resuelta y que sonríen a pesar de la desdicha baladí que los acoge con los brazos abiertos cuando llega el invierno sanador. Por suerte todo esto que digo es la única verdad que conozco de esta película. 


Ficha técnica
Título original: The Truth (La vérité)
Año: 2019
Duración: 1 hr 46 min
País: Francia
Director: Hirokazu Koreeda
Guion: Hirokazu Koreeda, Léa Le Dimna
Música: Alexei Aigui
Fotografía: Eric Gautier
Montaje: Hirokazu Kore-eda
Reparto: Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Ethan Hawke, Clémentine Grenier,
Calificación: 7/10




Tráiler de la película


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