Crítica breve de 'Niágara' (1953)

Niágara
Hay algo bastante peculiar que, a mi juicio, hace de Niágara una película interesante. Para empezar, no solo supone uno de los éxitos que catapultó la popularidad de Marilyn Monroe hasta la estratósfera de Hollywood junto con la aburrida Los caballeros las prefieren rubias y la estupenda Cómo atrapar a un millonario (estrenadas el mismo año); sino que, además, fue una de las últimas del catálogo de la Fox filmada en el complicado formato de Technicolor de tres tiras. Como punto de ruptura, el uso del color le añade otra dimensión a las posibilidades expresivas de su narración, y es algo que Hathaway sabe aprovechar con cierta sutileza como artesano del film noir. No se trata, desde luego, de algo fuera de lo ordinario, pero como pieza de cine negro Hathaway la dirige con la fuerza de un torrente para narrar su melodrama sobre celos, lujuria y asesinato, con bellos paisajes y sin perder ese toque de tensión que se eleva en todo momento con las dos actuaciones espléndidas de Joseph Cotten y Marilyn Monroe. La trama se sitúa en las cataratas del Niágara y ellos interpretan, respectivamente, a George y a Rose Loomis, una pareja que atraviesa una crisis matrimonial que los mantiene durmiendo en camas separadas. Él es un hombre solitario, irascible y golpeado perpetuamente por las heridas psicológicas de la guerra de Corea que lo inquietan de día. Ella es una rubia sensual, adúltera, mentirosa, con el cuerpo venusiano esculpido con el mármol de los diosas griegas, que seduce con sus encantos a los hombres para manipular y provocarle envidia a su marido. La trama del matrimonio infeliz da un giro de tuerca cuando llega una pareja joven de recién casados que llegan a entorpecer los planes de Rose para asesinar a su marido, dando inicio a la tragedia fatalista que saca lo peor de la condición humana a través de la infidelidad y la obsesión. De una manera subterránea examina los corolarios de la infelicidad matrimonial entendido desde la óptica de una esposa promiscua que planifica el asesinato de su esposo con ayuda del amante, insólitamente, porque la impotencia de este ha desestabilizado sus relaciones sexuales hasta dejarla insatisfecha, sin ninguna forma de perdonar el pasado de violencia doméstica. En pocas palabras, Hathaway habla de cómo el lado obsesivo del sexo puede llegar a destruir moral y emocionalmente la vida conyugal cuando se ausenta la comunicación. Pero por cuestiones evidentes de censura, emplea elegantemente la pragmática de los diálogos para revelar cosas escandalosas que amplían el espectro de desarrollo de los personajes; bajo una utilización solvente del espacio simbólico, la elipsis, la riqueza cromática, el encuadre móvil y el gran plano general de tinta paisajística para gestar una intriga que entre miradas y sospechas se prolonga, a ritmo sosegado, hasta las climáticas secuencias de homicidio y persecución. Me resulta, asimismo, muy creíble la actuación de Cotten como ese veterano atormentado con alma de sociópata; y, sobre todo, la de Monroe como la femme fatale perversa que solo necesita caminar unos metros para seducir con la mirada tierna, los gestos y la ropa ajustada que resalta su figura escultural. Ambos forman una corriente de pasiones que es inolvidable.

Ficha técnica
Título original: Niagara
Año: 1953
Duración: 1 hr 28 min
País: Estados Unidos
Director: Henry Hathaway
Guion: Charles Brackett, Walter Reisch, Richard L. Breen
Música: Sol Kaplan
Fotografía: Joseph MacDonald
Reparto: Marilyn Monroe, Joseph Cotten, Jean Peters, Denis O'Dea,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película 'Niágara', dirigida por Henry Hathaway y protagonizada por Marilyn Monroe y Joseph Cotten.

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