Crítica de la película «El planeta de los simios» (1968)

El planeta de los simios
El planeta de los simios es una película de Franklin J. Schaffner de la que guardo el recuerdo imborrable de haberla visto al lado de mi padre en televisión local durante mi infancia, sin pensar mucho en lo que veía, pero, ante todo, absorbido por la extrañeza de ver ese mundo poblado de simios parlantes y hombres primitivos en perpetuo estado de esclavitud. Al recuperar sus imágenes ahora, no creo que se trate de una de las mejores del género de ciencia-ficción que he visto, pero, sin temor a equivocarme, es una película bastante entretenida, en la que Schaffner saca sus mejores cartas en la presencia heroica de Charlton Heston y en una trama distópica que, en su choque de civilizaciones, interroga la naturaleza autodestructiva de la especie humana sin perder de vista el sentido visual que crea su mundo de simios inteligentes con maquillaje prostético. En su argumento, basado en la novela homónima de Pierre Boulle, Heston interpreta a Taylor, un astronauta acompañado de otros tres tripulantes que viaja a la velocidad de la luz en una nave espacial que se dirige hacia un planeta desconocido para fines de exploración científica y que, luego de permanecer en un lapso prolongado de hibernación, despierta en el momento en que su nave se estrella en un lago y calcula que por la dilatación del tiempo se halla en un presunto sistema estelar situado a 300 años del planeta Tierra; pero cuyo trayecto como superviviente cambia radicalmente cuando descubre, junto a sus compañeros, que el planeta en cuestión está habitado por una raza de simios inteligentes que dominan a unos humanos primitivos que son mudos, en un utopía darwiniana invertida donde al parecer los primeros evolucionaron por encima de los segundos. En general, la trama deja unas cuantas preguntas sin responder que olvido de inmediato, supongo, porque las acciones de los personajes responden a situaciones de supervivencia que a menudo catalizan el conflicto cuando el héroe es capturado por los simios junto a una comunidad primitiva de humanos y, estando encarcelado en su celda, establece un vínculo con una psicóloga chimpancé que se queda fascinada por su inteligencia. El asunto, que en apariencia presenta un híbrido entre el cine carcelario y la aventura de ciencia ficción, mantiene mi interés encendido porque el montaje ensambla cada una de las escenas con un ritmo que estructura la narrativa de una forma cohesionada que deja pocos cabos sueltos y, además, coloca en el centro del discurso la motivación de un astronauta que anhela escapar de la prisión para continuar sus estudios científicos, así como una sociedad de simios donde la autoridad se ejerce sobre la base de una teocracia que suprime el conocimiento en nombre de la fe. A través de los roles invertidos entre los humanos y los simios, se edifican alegorías sociológicas que hablan de cuestiones integrales como el racismo, la discriminación, la intolerancia, las injusticias y la discrepancia entre la ciencia y la religión. La sociedad simia, estratificada por el miedo y la ignorancia, sirve como un espejo distorsionado de los problemas sociales de la humanidad que, a día de hoy, todavía siguen vigentes como peldaños de nuestra civilización. La actuación de Heston, por otro lado, le añade profundidad a la acción que cristaliza esos tópicos porque interpreta a Taylor como un hombre determinado, cínico y duro que no teme enfrentarse al poder teocrático para encontrar la libertad fuera de la jaula, demostrando también su pericia física para las persecuciones y los combates. A su lado se destaca también Kim Hunter como la psicóloga que estudia el comportamiento del humano enjaulado y desafía las normas de su sociedad por el beneficio de la ciencia. Schaffner suele encuadrarlos en una puesta en escena solvente en la que, en resumidas cuentas, es notable por la representación de los paisajes desolados y la atmósfera opresiva del planeta alienígena, evocando sobre mí la sensación de ver un mundo totalmente diferente pero extrañamente familiar. Su uso del gran plano general y del encuadre móvil subrayan la desorientación del protagonista al estar atrapado en un planeta rarísimo. Su punto más sólido se muestra en la caracterización de los simios a través de sus gestos y expresiones faciales, realizada por John Chambers mediante una innovadora técnica de maquillaje prostético que agrega autenticidad a sus valores de producción. Sus efectos especiales, sumados a ese giro final en el que el astronauta halla los restos de la Estatua de la Libertad en la playa (revelando, en efecto, que ha regresado a un planeta Tierra destruido por guerra nuclear apocalíptica), son imágenes de advertencia sobre el destino de la humanidad que no olvidaré nunca. Sentí el mismo impacto siendo un niño y lo vuelvo a rememorar tras varios años.
 
Ficha técnica
Título original: Planet of the Apes
Año: 1968
Duración: 1 hr. 52 min.
País: Estados Unidos
Director: Franklin J. Schaffner
Guion: Michael Wilson, Rod Serling
Música: Jerry Goldsmith
Fotografía: Leon Shamroy
Reparto: Charlton Heston, Roddy McDowall, Kim Hunter, Maurice Evans, James Whitmore, Linda Harrison
Calificación: 7/10


Crítica breve de la película El planeta de los simios, dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston y Kim Hunter.

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