Crítica de la película «Robot salvaje» (2024)

Robot salvaje
Robot salvaje es una película de Chris Sanders a la que me acerco, supongo, por la cantidad de cosas maravillosas que había escuchado en algunos lugares, de gente que la coloca desde ya en la cima de una montaña como una de las propuestas animadas más originales de los últimos años. Pero, desgraciadamente, no encuentro las presuntas cualidades excepcionales que tiene y permanezco, a veces, en un estado de indiferencia ante lo que veo. De entrada, goza de un trabajo de animación notable que renderiza el paradisíaco reino animal, pero a menudo la trama tropieza en una serie de lugares comunes que, poco a poco, arrastran una indulgencia que se seca como los árboles en su fábula predecible sobre la aceptación, la identidad y la naturaleza, donde me cuesta hacer un esfuerzo para no caer prisionero del aburrimiento cuando pide a gritos que derrame un par de lágrimas por ciertas escenas. Su argumento se desarrolla en un futuro remoto y sigue las aventuras de Roz, un robot que es abandonado en una isla poblada de animales salvajes y, entre otras cosas, se convierte en la madre adoptiva de un ganso huérfano al que llama Brightbill, mientras establece una amistad con un zorro travieso llamado Fink y construye su propio hogar en una zona donde casi todos los animales le temen. En términos generales, percibo que la narrativa tiene un toque bienintencionado que arranca de una manera interesante desde las escenas en que el robot desechado ejerce las tareas maternas de criar al gansito hasta su adultez y, ante todo, intenta ser el típico "outsider" que descubre el valor de la amistad y la compasión al lado de los animales salvajes que aprenden a no comerse unos con otros. El híbrido mezcla con cierta gratuidad la aventura con la ciencia ficción. Sin embargo, me da la impresión de que el ejercicio de altruismo colectivo entre el robot y sus animales nunca escapa del terreno acomodaticio en el que reinan los clichés más genéricos para poner el desarrollo de los personajes en una bandeja de plata con los estereotipos que están de moda, con una aparente falta de emoción que nunca me permite reírme con las bromas simplonas o asombrarme por las aventuras más ingenuas. El trato condescendiente me quita el interés por lo que pasa en ese ecosistema utópico que está habitado, en general, por el robot que adopta al ganso para ocupar el puesto de la madre que nunca tuvo; el ganso rarito que anhela volar para salir de la zona de confort; el zorro ocurrente que habla más de lo necesario antes de aprender a no cazar a sus presas; los animales que viven en armonía rechazando sus propios instintos naturales para morir en alguna secuela. Los personajes parecen existir solo para rellenar espacios sin aportar nada significativo a la historia sobre inmigración. Y las acciones mecánicas que ellos tienen solo funcionan en la superficie para describir situaciones predecibles y, dicho sea de paso, colocar metáforas colectivistas algo pretenciosas sobre la protección del medioambiente y el valor de la vida comunal como una respuesta inmediata al capitalismo corporativista que individualiza al hombre y destruye el medio natural. Está de más extender el abanico de obviedades que esconde la falsedad de su discurso antinatural. Lo que sí me llama la atención, en cambio, es la labor animación que refleja en algunas escenas el compromiso de los artistas de DreamWorks sobre el diseño de los personajes robóticos y los animales antropomórficos, con un estilo visual que equilibra adecuadamente el contraste que surge en los escenarios compartidos por la fauna, la flora y la tecnología. La parte visual, además de la integración de una banda sonora algo contagiosa de Kris Bowers, son, sin lugar a dudas, competentes. Las voces del reparto también otorgan fidelidad a las características de sus personajes. Estos elementos, en resumen, intentan añadirle algo de vitalidad para justificar su existencia como producto animado sin gracia, pero nunca logra despegar y, desafortunadamente, permanece en el suelo como las hojas de otoño que se caen de las ramas. 

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Ficha técnica
Título original: The Wild Robot
Año: 2024
Duración: 1 hr. 42 min.
País: Estados Unidos
Director: Chris Sanders
Guion: Chris Sanders
Música: Kris Bowers
Fotografía: Chris Stover
Reparto (voces): Lupita Nyong'o, Pedro Pascal, Kit Connor, Stephanie Hsu, Mark Hamill
Calificación: 6/10

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