Crítica de la película 'El hobbit: la desolación de Smaug'

El hobbit: la desolación de Smaug


Los enanos, Bilbo y Gandalf han logrado escapar de las Montañas Nubladas, y Bilbo se ha ganado el Anillo Único. Todos ellos continúan su viaje para obtener su oro detrás del dragón, Smaug.


Duración: 2 hr. 41 min.
País: Estados Unidos
Director: Peter Jackson
Guion: Philippa Boyens, Peter Jackson, Fran Walsh, Guillermo del Toro 
Reparto: Ian Mckellen, Martin Freeman, Elijah Wood, Richard Armitage, Benedict Cumberbatch


Crítica de la película 


Si hay algo que J.R.R. Tolkien probó al crear el mundo fantasioso de la Tierra-Media, es que la fantasía literaria es el derivado más cercano que hay a la forma de imaginación abstracta; y ahora, para la ironía, Peter Jackson prueba que la fantasía, en su expresión cinematográfica, es la forma más cercana de reimaginar la imaginación abstracta de Tolkien. 

Y es así, porque El hobbit: la desolación de Smaug es una buena aventura fantástica que se encarga de entregarnos un capítulo fílmico más visceral, visualmente alucinante y entretenido que "The Hobbit: An Unexpected Journey". 

En ese sentido, tiene una fórmula particular que Peter Jackson y su grupo han utilizado desde que tocaron la Tierra-Media por primera vez: Secuencias de grandes planos, escenarios impresionantes, cámara movible en todos los ángulos y, más que nada, un guion mejorado; en donde el foco principal de la aventura es presentado a través de los personajes principales, los cuales, mientras se desplazan hacia el objetivo primordial, se encuentran con retos arriesgados, con las caminatas prolongadas (de aquí para allá), con la separación total ante las situaciones, con la necesidad de compañeros de viaje y con todo tipo de utensilios (armas) que le sirvan para la batalla final. 

El objetivo principal es el dragón Smaug (voz de Benedict Cumberbatch) en la Montaña Solitaria. Bilbo Baggins (Martin Freeman), Gandalf (Ian McKellen), Thorin (Richard Armitage) y el resto de los enanos (no me sé los nombres) se ven en la necesidad de buscar ayuda extra, con personajes conocidos como Legolas (Orlando Bloom), y otros no tan conocidos como Bard (Luke Evans), para acercarse y recuperar el Reino de Erebor. Todo se complica cuando el Necromancer (voz de Benedict Cumberbatch), un hechicero maligno del reino de Dol Guldur (Benedict Cumberbatch), reúne un temible ejército de Orcos para desatar una gran guerra.

Para lograr esto, el guion recurre a rellenar personajes que no están en el libro y otros que sí están, con el propósito de expandir el juego Tolkien con las subtramas. Y eso es un buen signo. La integración de Luke Evans como Bard, Evangeline Lilly como Tauriel, Orlando Bloom como Legolas y Benedict Cumberbatch (voz) como el malévolo villano Smaug, le dan un aire diferente a la progresión de la narrativa, porque sirve como pretexto para aguantar el peso actoral que resalta Gandalf, Bilbo Baggins y los Trece Enanos. Así, podemos observar que se divide en varios puntos de vista para tejer la tela de la historia.

En The Hobbit: The Desolation of Smaug sentimos un poco más de emoción. Los planos más graciosos los comparte Bilbo con sus ingeniosas ocurrencias, y los acelerados, Legolas; el resto es piedra, como la tosca personalidad de Thorin. De hecho, este tipo de filme no necesita actuaciones magistrales para lograr la catarsis de su aventura, y es que, el guion tan progresivo como se ve, se apoya en los cambios de escenarios, en los personajes y en las transiciones de las eventualidades para llevar la peripecia por el sendero del asombro. 

Por esa razón, es un viaje cinematográfico inesperado. Como secuela supera a su lenta antecesora y no tiene miedo en disparar los espectaculares efectos visuales (CGI) para dejarnos boquiabiertos durante varias secuencias de acción. Además, está filmada otra vez en 3D a un ritmo de imagen de 48 fps. 

Llámame mentiroso, pero esto es lo más “RPG” que he visto en el cine este año. Una vez más Jackson prolonga innecesariamente los sucesos de “The Hobbit”, solo para buscar una excusa y dominar el arte de la trilogía fantasiosa. Aun así, funciona de manera robusta con los atributos canónicos vistos en su filmografía de la Tierra-Media, y para continuar hacia “The Hobbit: There And Back Again", nos deja un cliffhanger articulado, en donde la desolación de su espectáculo te dejará pidiendo la conclusión de la trilogía a todo fogón.


 7/10




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