Crítica de la película 'Redada asesina 2'

Redada asesina 2

Secuela de 'The Raid: Redemption' centrada horas después de terminada la primera redada de Rama.


Crítica de la película 


Desde el momento en que esta película, The Raid 2, emprende su descargar de adrenalina con el peligroso Iko Uwais rompiendo las frágiles cabezas de una pandilla de infelices en el baño de una cárcel, me di cuenta de que este director, Gareth Evans, no solo es uno de los mejores directores contemporáneos en el género de artes marciales, sino que también ha creado una secuela maravillosa, un ejercicio de estilo frenético que supera la predecesora, The Raid: Redemption, y que la deja como una de las más sobresalientes en años.

Y esto me ha pasado justo cuando pensaba que las películas de artes marciales carecían de innovación. Me ha callado la boca. En esta cinta de Evans llueven los cadáveres, la sangre, los puñetazos, las patadas, los machetazos, los tiroteos, todo un festival de violencia en la que su cámara se mueve al compás de unos personajes que adornan la trama cuando se hallan peleando. Me ha dejado boquiabierto con las secuencias de lucha, en una trama de tres actos en la que seguimos nuevamente al protagonista, Rama (Iko Uwais), infiltrándose en el inframundo de Indonesia donde las bandas más peligrosas de Asia se matan por controlar todo.

Rama (Iko Uwais) se infiltra de encubierto en una mafia del bajo mundo criminal de Jakarta con el objetivo de desmantelar a la familia del jefe Bangun (Tio Pakusadewo) y a un comisionado corrupto de la policía. Al principio parece fácil, pero cuando Uco (Arifin Putra), el impertinente hijo de Bangun, anhela el poder como un perro hambriento, estalla una guerra para tomar el control y todo se vuelve un caos.
 
La pulsante trama, escrita por el mismo Evans, se refuerza con la deslealtad que enturbia las acciones de los protagonistas. Los personajes son víctimas de las traiciones. Al ser tantos, Evans se toma su tiempo para desarrollar sus motivaciones. Mantiene a los nuevos con un estilo tan energético y peculiar que, dado sus características, parecen extraídos de un anime y de esas películas de gánsteres que tanto he disfrutado. Rama ya no está solo, en la fórmula intervienen algunas subtramas que otorgan el protagonismo necesario para que cada uno de los personajes secundarios puedan brillar.
 
La película, aunque es inmensamente violenta con todas las coreografías de pencak silat, combates, persecuciones de carros y una decena de tipos malos con ganas de hacer maldad, añade nuevos términos a la ecuación de las situaciones. El truco que la hace especial es que las escenas transcurren en una serie de localizaciones inusuales que hacen que casi todas inciten a la claustrofobia y al riesgo. El frenético montaje (editado por Evans) también aporta ritmo al aparato de acción con el que funcionan las coreografías de lucha y con la que sentimos la misma desesperación que los peleadores.

El sello estilístico de Evans se roba elementos de la intrigante Infernal Affairs (2002), de Andrew Lau, del cine de yakuza japonés, especialmente el de Takashi Miike, y de las películas de artes marciales de Hong Kong. Sin embargo, su película mantiene una autenticidad que deja signos claros de que esta locura abrequijadas se pondrá mejor de lo que ya está. Aunque, no me cabe la menor duda de que algún día rodará una tercera parte de The Raid, después de ver esta, podría pagar hasta en euros para ver todas las secuelas que él realice. Es un filme brutal, penetrante y, por sobre todas las cosas, sorprendente, un nuevo nivel en el género de las artes marciales.

Ficha técnica:
Duración: 2 hr. 30 min.
País: Indonesia
Director: Gareth Evans
Guion: Gareth Evans
Reparto: Iko Uwais, Tio Pakusadewo, Jullie Estelle, Oka Antara, Arifin Putra


8/10




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