Crítica de la película 'Kumiko, la cazadora de tesoros'


Una solitaria mujer japonesa se convence de que un bolso con dinero enterrado en la película 'Fargo' es real. Dejando atrás su estructurada vida en Tokio por la congelada Minnesota, ella se embarca en una búsqueda impulsiva para encontrar la mítica fortuna perdida.

Crítica de la película


Hace un par de años atrás, en el mes de noviembre de 2001, una empleada de oficina de Tokio llamada Takako Konishi fue hallada muerta en las cercanías de un campo en la ciudad de Detroit Lakes en Minnesota. Konishi, había llegado a Minnesota un mes antes para dirigirse a la localidad de Fargo y luego a Detroit Lakes, donde fue encontrada sin vida. Las autoridades concluyeron que su muerte, rodeada de misterio, se trataba de un suicidio, pero los periodistas exageraron la historia diciendo que ella se había aparecido en Fargo para localizar el dinero perdido ocultado por el personaje de Steve Buscemi en el filme Fargo, de los hermanos Coen, porque, en efecto, creía que la historia de la película era real, muy a pesar de que los eventos son ficticios. Desde entonces el cuento se ha convertido en una leyenda urbana.

Partiendo de ese mito urbano, el director David Zellner logra que Kumiko, the Treasure Hunter nos recuerde que lo que pasa en la ficción de las películas también puede pasar en la vida real, pues con la sobriedad dramática con la que narra el filme, brinda una originalidad que fascina porque nos obliga a cuestionar el cine como un arte que puede manipular la verdad de los hechos cuando una historia ficticia es infundida por una invención.
 
La película comienza casi como una película muda contándonos la crónica de Kumiko (Rinko Kikuchi). Kumiko es una joven japonesa de 29 años, de rostro inexpresivo, que se divide la monotonía de su existencia entre la esclavitud del salario y el aislamiento social en la ciudad de Tokio, Japón. Su vida padece un cansancio que se le hace eterno, sobre todo porque trabaja como zombi en una oficina soportando a un jefe que odia y es humillada por las compañeras de labor, además de aguantar la presión que le ha impuesto su madre de encontrar a un hombre para casarse.
 
La única alegría que rodea su vida se debe en parte a su mascota, Bunzo, y a una cinta de VHS de la película Fargo de los hermanos Coen, la cual encontró en las profundidades de una cueva. Como toda una excéntrica, repite la película una y otra vez hasta quedar obsesionada con una escena en la que el personaje de Steve Buscemi, Carl Showalter, deja el maletín con el dinero escondido bajo la nieve cerca de la autopista. Convencida de que la historia de la película es verdadera y contiene pistas sobre el tesoro, inicia una travesía hacia la ciudad de Fargo para buscar el dinero oculto.
 
Sin embargo, eso nunca pasó porque, en efecto, es un evento simulado. Y lo que sucede es que se queda atrapada por la falsedad de una patraña urbana de una película basada parcialmente en un incidente histórico. Y al final de todo, irónicamente, está fundado en sucesos verídicos.
 
En términos narrativos la rigurosidad de Zellner consigue que la esencia de la trama sea un estudio complejo de las infinitas posibilidades que posee la ficción del cine para crear un relato (metaficción) que pueda alterar lo que se conoce como verdadero. Y eso, además de intrigar, me ha provocado todo tipo de cuestionamiento sobre lo que es la realidad.
 
La película inmediatamente construye la atmósfera de pesadumbre que rodea a Kumiko, maravillosamente interpretada por Kikuchi, con un estado de ánimo depresivo equilibrado con un poco de humor negro y con cierto aire de fábula. Aunque es un personaje de psicología profunda, conectamos rápido con su anhelo de liberarse de forma obsesiva porque es lo más cercano a una heroína perdida en busca de algo asombroso.
 
El poder de la película celebra el escapismo y los delirios de un personaje muy peculiar a través de una aventura parsimoniosa y extraña construida con un tono verdaderamente nihilista.
Si hay algo que la película nos deja dicho, además de estar bellamente fotografiada y contar con una excelente banda sonora, es que la actuación de Rinko Kikuchi es suficiente para quedar encantado, pues es el centro emocional de cada plano.


Ficha técnica
Año: 2014
Duración: 1 hr. 45 min.
País: Estados Unidos
Director: David Zellner
Guion: David Zellner, Nathan Zellner
Música: The Octopus Project
Fotografía: Sean Porter
Reparto: Rinko Kikuchi, Nobuyuki Katsube, Shirley Venard, David Zellner
Calificación: 8/10




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