Crítica breve de la película Anna: El peligro tiene nombre (2019)

'Anna', la película más reciente del director Luc Besson, me parece una decepción rotunda que solo sirve como una excusa para retornar a la estética de espionaje por la que es conocido. La observo pensando inicialmente que se trata de algo espectacular, como lo que vi una vez con esa maravillosa película de Besson titulada 'Nikita'. Pero me equivoco durante dos horas de metraje en la que los bostezos invaden mi cuerpo a la velocidad de un cartucho de fogueo. Es un thriller de espionaje aburrido, autoparódico, en el que abundan los clichés, los personajes huecos y unas secuencias de acción que me coloca en un estado de indiferencia absoluta. Narra la historia de una tal Anna, una mujer que vive en Rusia bajo cierto anonimato porque, aparentemente, lo perdió todo y por situaciones diversas, además de ser modelo, trabaja como una espía para la KGB, realizando las tareas sucias de la agencia, como una brutal asesina que disfruta matar de un disparo en la cabeza a muchos tipos malos mientras practica el gun fu para intentar comprar su libertad. Hasta manipula a los agentes de ambos bandos para comunicar que ella tiene el control. No le veo nada de chispa a la Anna que interpreta Sasha Luss, es una protagonista que luce como una matrioshka que se deja cosificar como un objeto erótico. El montaje excesivo abusa de la analepsis para contar lo que sucede en distintos períodos de tiempo, con el fin de construir unos giros torpes. Se destaca la ambientación y el rol secundario de una siniestra Helen Mirren. Todo lo otro me resulta innecesario, incluyendo el reiterativo comentario sobre la independencia femenina al servicio de esa corrección política que está de moda. No me importan para nada los supuestos tiroteos sofisticados ni los asesinatos violentos ni la captura de la protagonista. Es tan vacía como una pistola sin cargador.

Calificación: 4/10




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