Niña errante (2018)


Sinopsis: Ángela tiene doce años y tres medio hermanas por parte de padre cerca de los treinta. Es precisamente la muerte del padre lo que hace que las cuatro se conozcan. Ángela, nunca vivió con nadie diferente a él y no recuerda a su madre. Sus hermanas la dejarán al otro lado del país con una tía para evitar que quede a cargo del Estado. Es en este viaje de duelo, en el que Ángela, en pleno despertar de su cuerpo, reconoce con cada una de sus hermanas la feminidad, la sensualidad, los misterios del placer y del dolor, el cuerpo, la desgracia y el reto de ser mujer en estos caminos.

Ficha técnica
Título original: Niña errante
Año: 2018
Duración: 1 hr 21 min
País: Colombia
Director: Rubén Mendoza
Guion: Rubén Mendoza
Música: Las Áñez, Edson Velandia
Fotografía: Sofía Oggioni
Montaje: Andrea Chignoli, Rubén Mendoza
Reparto:  Loren Paz Jara, Carolina Ramírez, Lina Marcela Sánchez, Maria Camila Mejia
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Me agrada mucho el estilo naturalista que veo en Niña errante, el tercer largometraje de ficción del director colombiano Rubén Mendoza. Es una película de mayoría de edad que en ocasiones coquetea con el drama de carretera. Ofrece una mirada íntima, casi poética, sobre la hermandad, la sexualidad, el dolor y la soledad, a través de los ojos de una jovencita de unos 12 años llamada Ángela, la cual atestigua la muerte de su padre, y, en el funeral de este conoce a las tres hermanastras de su parte, hecho que la aflige porque se ha quedado sola (su madre la abandonó). El detonante iniciado por el duelo las reúne y hace que la trama establezca un vínculo que crece entre las hermanas cuando recorren las carreteras en un vehículo para dejar a Ángela en la casa de una tía al otro lado del país, cosa que me conmueve cuando conozco lo que piensan en ciertas escenas, como los planos subjetivos en los que Ángela medita en una selva verdosa que simboliza el crecimiento de su cuerpo y las inquietudes sexuales de la pubertad que atentan con terminar su período de inocencia, las discusiones entre las hermanas en la habitación del hotel, el soliloquio intimista en la bañera, la noche de parranda en la discoteca que termina en un asalto, el momento de unión familiar en la playa y la triste despedida. Todo luce contemplativo cuando erige sus metáforas feministas con sutileza. La sensualidad está mesurada. Debajo de la simpleza, se vale de elementos narrativos para desarrollarlas, como el fuera de campo, el primer plano, el campo-contracampo, el emocional leitmotiv de la banda sonora, y el uso del color verde. Tiene buenas actuaciones, encabezadas por la desconocida Sofía Paz Jara, quien me cautiva con su autenticidad. Es un retrato muy sólido sobre la feminidad y la independencia de la mujer. 





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