Me veo contagiado por la sutileza que encuentro en Una jornada particular, el drama del director italiano Ettore Scola que protagonizan Sophia Loren y Marcello Mastroianni. Aunque no me emociono al tope con la simplicidad de la historia, las actuaciones de esa pareja eterna son más que suficientes para que se dibuje una sonrisa en mi cara. Desde los primeros minutos, luego del prólogo histórico sobre la visita de Hitler a la Italia fascista de Mussolini en 1938, un meticuloso plano secuencia captura la vida cotidiana de Antonietta, una madre de seis hijos que vive con su esposo en un apartamento, leal al partido, disimulando el hastío insufrible de ser una ama de casa sin posibilidad alguna de escapar de sus deberes maternos ni de las normas de sumisión del sistema patriarcal. Al quedarse sola en casa, conoce al vecino de enfrente, Gabriele, un periodista y antiguo locutor del régimen que es víctima de la persecución de los fascistas. En medio de la celebración, Antonietta y Gabriele se conocen a medida que conversan y lentamente establecen una relaciona afectiva que les ayuda a sanar efímeramente las heridas, el desconsuelo y la monotonía de la cotidianidad. En esos momentos, me parece muy orgánica la actuación de Loren como esa mujer desilusionada por la pobreza y la insatisfacción, y también la de Mastroianni como el angustiado antifascista que es desterrado políticamente por su homosexualidad. Scola evoca frecuentemente sus emociones y los pensamientos intrínsecos con mecanismos estéticos como el primer plano, el travelling, la profundidad de campo, el sobreencuadre, el picado-contrapicado, el estilo visual grisáceo y el sonido diegético fuera de campo de la propaganda política. Y el resultado es bien sobrio. Es un film conmovedor de Scola sobre los estereotipos de géneros, la condición social de la mujer y la manera aplastante en la que el fascismo condenaba la dignidad de las personas de clase trabajadora.



Streaming en:



Ficha técnica
Título original: Una giornata particolare
Año: 1977
Duración: 1 hr 46 min
País: Italia
Director: Ettore Scola
Guion: Ruggero Maccari, Ettore Scola
Música: Armando Trovajoli
FotografíaPasqualino De Santis
Reparto: Sophia Loren, Marcello Mastroianni, John Vernon, Françoise Berd
Calificación: 7/10

'El bosque sangriento' marca el regreso del director japonés Sion Sono al thriller de horror de un asesino en serie. 


El bosque sangriento

De las entrañas del cine japonés, hay un cineasta que siempre me ha parecido muy interesante. Debido al material polémico y subversivo de sus películas a menudo lo comparo con otro de sus contemporáneos como Takashi Miike, aunque su sentido de transgresión apunta hacia otra dirección. Su estilo no es para estómagos sensibles. En sus películas atestiguo las cosas más insospechadas cuando retrata el terror visceral con una violencia extrema, un humor negro, alejado de cualquier espectro de moralidad, presentando situaciones esperpénticas en las que la fragilidad humana es examinada desde la óptica del trauma, la perversión sexual y el homicidio. Es muy común verlo abordando temas como las familias disfuncionales, la desilusión, la muerte, el amor y la sexualidad reprimida, aunque a veces se da la tarea de recurrir al metacine para señalar también lo difícil que es rodar una película. Los personajes que presenta son perdedores, cineastas, chicos inseguros y, en muchas ocasiones, adolescentes uniformadas que luchan con problemas existenciales relacionados al miedo, la desesperación y el destino. Su nombre es Sion Sono. Y a mi juicio es de los autores más originales de su generación.


Tenía un tiempo sin ver algunas de sus películas, pero recientemente se me presentó la oportunidad de ver El bosque sangriento, la nueva película de Sono que se encuentra disponible en la plataforma de streaming de Netflix. Y es una suerte porque, dado su brutalidad, no creo que nadie más se preste a distribuirla. Se trata de un thriller brutal, repleto de gore y de personajes retorcidos, con el que Sono establece una especie de revisión de toda su autoría y a la vez inspecciona las esquinas más siniestras de la naturaleza humana, así como también un tratamiento metaficcional con el que forma un híbrido muy audaz entre los hechos reales y los componentes genéricos del crimen y el terror, utilizando el cine casi como si fuera un espejo que falsifica a su antojo eso que se conoce como verdad. Y me sorprendo tanto con lo que veo, que no me afecta para nada la extensa duración de dos horas y media, pues el ritmo se mantiene consistente cohesionando el relato. Su narrativa de vidas cruzadas es muy entretenida cuando me pone a observar los conflictos de oportunistas, asesinos en serie, cineastas aficionados y mujeres traumatizadas psicológicamente por las trampas de la adolescencia.




Shinnosuke Mitsushima, Dai Hasegawa y Young Dais. Imagen de Netflix.


La película comienza en los años 90 con Joe Murata (Kippei Shiina), un hombre elegante que se halla en un restaurante mientras mira en la televisión un informe que detalla los crímenes de un homicida que anda suelto. En la mesa tiene un anuario escolar con las fotos tachadas de diversas adolescentes. Cuando Murata le pregunta al camarero lo que se siente al asesinar a alguien, sospecho de inmediato que es un psicópata.


Paralelamente, Jay (Young Dais) y Fukami (Dai Hasegawa) son dos jóvenes cineastas fracasados, se topan en la calle con Shin (Shinnosuke Mitsushima), un joven torpe que toca la guitarra. En un almacén vacío donde viven, convencen a Shin para que se una al grupo y le cuentan su deseo de rodar una película sobre los límites de la conducta criminal, con el fin de que puedan clasificar en el Festival de Cine de PIA y así obtener una carrera en la industria del cine. En medio de unas conversaciones hilarantes, conocen a Taeko (Kyoko Hinami), una prostituta coja, con el pelo corto teñido de azul, promiscua, de aspecto descuidado que tiene una forma muy impulsiva de expresarse. Y también a Mitsuko (Eri Kamataki), una antigua compañera escolar Taeko que vive encerrada la residencia de unos padres ricos y muy estrictos como si padeciera el síndrome de hikikomori. Los coloquios se intensifican cuando las dos amigas discuten sobre una tragedia que no pueden olvidar. Pero un problema mayor se detona cuando Taeko intenta convencer a Mitsuko de que olvide el pasado y, en uno de sus días depresivos, ella es contactada por Murata, que tiene la intención de seducirla para satisfacer sus necesidades de mujeriego. Taeko, que recuerda que Murata estafó y sedujo a su familia, sospecha que es un embaucador en potencia que quiere hacer lo mismo con Mitsuko y su familia.



El bosque sangriento
Eri Kamataki y Kyoko Hinami. Foto cortesía de Netflix. 


La narrativa de la película es novedosa cuando estructura todo como una novela de cinco capítulos y explota el recurso de la analepsis para que uno pueda comprender el motivo que hay detrás de las acciones de las protagonistas. El recuerdo es un catalizador del presente. Pasa, primero, con la traumatizada y consentida Mitsuko cuando muestra un pedazo de su pasado en los años de la escuela para niñas en 1985, donde se enamora de una compañera de clases, Eiko (Natsuki Kawamura), con la que tiene su primer beso y luego se defrauda al encontrarla teniendo relaciones sexuales con Taeko un aula del recinto. Una noche, la tragedia la golpea cuando Taeko corre llorando hacia su casa para comunicarle que su amor platónico (apodada “Romeo” por la obra de ‘Romeo y Julieta’, de Shakespeare) apareció asesinada misteriosamente. Por otro lado, Taeko recuerda también su versión de 1985, pero en este caso el intento de suicidio colectivo, en el que ella y sus compañeras se lanzan desde la azotea, y, milagrosamente, ella sobrevive al caer encima de un coche mientras Mitsuko, que no se lanzó por ver el fantasma de Eiko, observa su quebradizo cuerpo desde el techo. Esto la deja con una cojera permanente y una cicatriz en el muslo derecho. Ambas comparten el dolor porque amaban a la misma persona.



El bosque sangriento
Dai Hasegawa, Shinnosuke Mitsushima, Eri Kamataki, Young Dais y  Kippei Shiina. Foto cortesía de Netflix. 


Con los semblantes del cine dentro del cine, el tono retorcido se amplifica una vez que los personajes de alguna manera se relacionan con el carismático Murata y piensan utilizar la relación que este tiene con Mitsuko como base para la trama de su película, sospechando en todo momento de que es un estafador y un psicópata en vida real que oculta sus verdaderas intenciones de asesinar a Mitsuko y a otras chicas a las que seduce para robarles el dinero. La idea se le ocurre a Shin, quien piensa escribir el guion. Shin es el encargado de interpretar al casanova siniestro y Taeko es una extra, mientras Jay es el director y Fukami es el camarógrafo. El rodaje transcurre con cierta normalidad, pero cuando Murata interviene en la producción y asume el rol de director, las fronteras de lo que ellos conocen como realidad se retuerce hasta convertirse en un juego maligno de amoralidad cuando él manipula sus acciones y los transforma en gente enamorada del nihilismo y de los actos más horripilantes, llevándolos a extorsionar a sus familiares para conseguir plata para la filmación, sometiéndolos a torturas agudas con tenacillas eléctricas, haciendo que pierdan cualquier rastro de humanidad al cometer asesinatos violentos.



Crítica de 'El bosque sangriento'
Kyoko Hinami, Kippei Shiina, Young Dais, Shinnosuke Mitsushima y Eri Kamataki. Foto de Netflix. 


Como es una película en la que el protagonismo de los personajes se va mutando en el trayecto con la finalidad, supongo, de que la presencia de cada uno se sostenga, me veo cautivado por las ocurrencias y los diálogos de todos. Pero particularmente me resultan muy creíbles Kippei Shiina, Kyoko Hinami y Eri Kamataki. Shiina como Murata consigue una de sus mejores actuaciones poniéndose en la piel del psicópata obsequioso y seductor que conduce a todo el mundo a una cárcel sectaria y amoral en la que solo está permitida la crueldad y el salvajismo. No hay una sola escena la que su histrionismo no se salga de la pantalla. Hinami como Taeko logra una gestualidad muy orgánica como la prostituta lisiada e irreverente que se halla atormentada por el pasado (de ahí el tatuaje de “Romeo” en su cicatriz). Sucede casi igual que Kamataki como Mitsuko, quien interpreta con mucha fidelidad a una muchacha desolada por los fantasmas del ayer y la opresión parental, adornando su rostro con una exasperación y con una tristeza que la coloca al borde de la locura y de los impulsos suicidas más inesperados.



El bosque sangriento
Kyoko Hinami como Taeko. Foto de Netflix.


Sono desarrolla las acciones de los personajes con una estética en la que se destaca mayormente el simbolismo del color para comunicar los distintos estados emocionales como el desconsuelo, la pasión y el ímpetu. Su meticulosa reproducción de la década de los 90 es acertada. Y me parece muy absorbente el estilismo visual que varía las fases de iluminación y de colorización acorde a la descripción de las escenas, además de emplear una cámara en mano que señala la agresividad demencial a la que se exponen los personajes.


No sé en lo absoluto cuál era la necesidad de Sono de extender el metraje más allá de lo necesario, porque fácilmente hubiese relatado el asunto en menos de dos horas, pero imagino que eso le permite agrandar las circunstancias alocadas de los personajes y, al mismo tiempo, abarcar capas de lectura como el primer amor de la adolescencia, la dominación causada por una sociedad patriarcal en la que se delimita la libertad de la mujer, los estragos por lo que pasan los realizadores al no poder retener el control creativo de sus películas y, quizá el más importante, el metacine que resalta el difícil proceso de realización cinematográfica y, a la vez, agrieta las demarcaciones limítrofes de la realidad diegética hasta que la narrativa se vuelve consciente de sus propios mecanismos de ficción, transformando la mentira de la falsa narración en una irrealidad palpable. Al final todo es un cuento ficcionalizado del guion de Shin.



El bosque sangriento
Natsuki Kawamura como Eiko. Fotograma de Netflix. 


Lo cierto es que la película me ha hecho pasar un rato muy placentero con la trama del asesino serial que ejecuta un lavado cerebral en un reparto de filmación. Si no me equivoco, está basada en la crónica del asesino en serie japonés Futoshi Matsunaga. Pero Sono se toma las libertades creativas de siempre para desviarse de los hechos verídicos y concebir un ejercicio de estilo alucinante y turbulento que cambia los parámetros del género con algunas de las escenas más brutales que haya visto en muchos meses, recordándome otras películas de su filmografía como Exposición de amor, Pez mortal y Vamos a jugar al infierno. A ratos me hace reír y me impacta. Su metacine del horror resulta tan fascinante como inolvidable.



Streaming en:



Ficha técnica
Título original: The Forest of Love (Ai-naki mori de sakebe)
Año: 2019
Duración: 2 hr 31 min
País: Japón
Director: Sion Sono
Guion: Sion Sono
Música: Kenji Katoh
Fotografía: Souhei Tanigawa
Montaje:  Takayuki Masuda
Reparto: Kippei Shiina, Shinnosuke Mitsushima, Eri Kamataki, Kyoko Hinami,
Calificación: 7/10

Tráiler de la película




Un extraño sueño sobre Terminator me ha obligado a ver en el día de hoy a 'Terminator: destino oculto', la última película en la popular franquicia de máquinas exterminadoras. Es la segunda película de Tim Miller como director. Tengo entendido que es una especie de secuela de 'Terminator 2: el juicio final' que intenta borrar del mapa la continuidad cronológica que comenzó desde la tercera entrega en lo adelante. En un principio me intereso por las secuencias de acción que presenta y hasta por algunas de las sorpresas diminutas que buscan extender los golpes de efecto de la trama. Pero en el trayecto me quedo indiferente con la aventura de ciencia-ficción de los personajes, y percibo la predictibilidad en cada una de las escenas que intentan evocar las paradojas de las primeras películas de la saga. En la trama, un Terminator de última gama, Rev-9, viaja en el tiempo hasta el presente en 2020 para asesinar a Dani Ramos, una muchacha que aparentemente juega un rol significativo en la resistencia del futuro que lucha contra el imperio de robots. Paralelamente, Grace, una cyborg, es enviada por la resistencia del futuro para defender a Dani de la máquina depredadora. De paso también al grupo también se unen Sarah Connor y el Terminator T-800 de Skynet, cuyos destinos parecen estar relacionados con la mexicana elegida. Con todas esas piezas juntas, me convierto en testigo de las persecuciones, los tiroteos y la pirotecnia aparatosa, en unas secuencias rutinarias en las que el desarrollo de los personajes queda en segundo plano con los pretextos innecesarios que rellenan los huecos paradójicos de la fórmula de los viajes temporales. En cada escena huele a metal oxidado y a corrección política, a pesar de la sólida química del reparto encabezado por Linda Hamilton, Mackenzie Davis y Arnold Schwarzenegger. Creo que es hora de terminar con esta franquicia.



Streaming en:



Calificación: 5/10


'Yo soy el amor', la tercera película del director italiano Luca Guadagnino, de alguna manera consigue enamorar mi sentido de la vista con su portentoso estilo visual, pero ni siquiera eso puede impedir que me fatigue con el cuento de emancipación de una mujer cansada de la vida aburguesada. La protagonista es Emma, una mujer elegante y muy reservada que vive en Milán en una mansión gigantesca junto con su esposo Tancredi y sus tres hijos. La familia es dueña de un imperio de la industria textil. Entre cenas, espejos, flores, cortinas y cócteles de gente rica, Emma oculta el descontento con los miembros de la élite, pensando que habita una prisión que le ha arrebatado su sensibilidad. Pero cuando conoce a Antonio, el cocinero y amigo de su hijo, intenta poner fin a la falta de afecto estableciendo con él una relación pasional y peligrosa. Para contar la fábula de esa mujer desilusionada, la estética de Guadagnino emplea mecanismos formales que ayudan a escudriñar la psicología del personaje, como el primer plano, la profundidad de campo y los insertos, acompañados casi siempre de unos travellings que asumen la posición y los movimientos de los protagonistas. Se destaca el diseño de vestuario y el uso meticuloso de los espacios cerrados en los interiores de la lujosa residencia. También utiliza el color para agudizar los sentimientos y los pensamientos intrínsecos. La narrativa compone un texto sobre la independencia femenina, los claroscuros de una familia disfuncional y el duelo que no se supera. Pero el problema, presumo, es que carece de la suficiente pujanza emocional, volviendo el relato de Emma en una simple moraleja de adulterio, culpa y pasión. Es un poco tibia desarrollando las acciones, aunque me resulta muy creíble la actuación de Tilda Swinton cuando comunica las emociones con la gestualidad y la mirada.



Streaming en:



Calificación: 6/10


En este artículo presento cinco películas esenciales del director francés Claude Chabrol para los cinéfilos interesados en conocer su obra.



Las cinco películas esenciales de Claude Chabrol


Claude Chabrol fue un crítico de cine y director de cine francés de la segunda mitad del siglo XX. De los directores de la Nouvelle Vague, Chabrol siempre me pareció una de las figuras clave del movimiento, además de ser uno de los más prolíficos, llegando a dirigir una o dos películas por año desde su debut en 1958. Su estética es menos rupturista en el ámbito formal que el resto de sus coetáneos, pero no por eso deja de ser rigurosa cuando emplea recurrentemente elementos dentro del encuadre como el primer plano, las panorámicas y los travellings meticulosos para la construcción de sus relatos. Su estilo, muy influenciado por el cine de Hitchcock, se caracteriza por desmantelar los dilemas amorosos de las relaciones humanas, así como las contrariedades de la burguesía francesa, con personajes tan complicados como de emociones complejas, bajo una capa de suspense psicológico en la que prima la violencia, los celos, la traición, el adulterio y la muerte. Llegó a coquetear con otros géneros, pero siempre se mantuvo fiel a los lineamientos del thriller.


Para conmemorar su aniversario de nacimiento, recomiendo cinco películas esenciales de Claude Chabrol para los cinéfilos interesados en conocer su carrera.



5. Los primos (1959)



Los primos (1959)


Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín, Los primos es una de las películas tempranas de Chabrol en examinar la raíz y la naturaleza destructiva de los celos con la historia de dos primos que se autodestruyen cuando se enamoran de la misma mujer. Tiene actuaciones estupendas de Gérard Blain, Jean-Claude Brialy y Juliette Mayniel.



4. El infierno (1994)



El infierno


Originalmente, El infierno fue escrita por Henri-Georges Clouzot. Clouzot comenzó a filmarla en 1964, pero nunca pudo completarla por problemas de salud. Años después, Chabrol adquirió los derechos del guión de Clouzot y lo adaptó en esta formidable versión protagonizada Emmanuelle Béart y François Cluzet.



3. Las ciervas (1968) 





Las ciervas me parece una película intrigante, erótica y muy retorcida, sobre todo por la manera en que Chabrol examina cuestiones relacionadas las relaciones de pareja, las clases sociales y el comportamiento humano que lleva al asesinato. La protagonizan Jean-Louis Trintignant, Jacqueline Sassard y la favorita y esposa del director, Stéphane Audran.



2. El carnicero (1970)





No hay forma alguna de hablar del cine de Chabrol sin mencionar la perturbadora El carnicero, protagonizada por Stéphane Audran y Jean Yanne. Es una película tan impactante que es imposible olvidar sus imágenes durante un tiempo.



1. La mujer infiel (1969)





Chabrol cerró la década de los años 60 con lo que a mi parecer es una de sus mejores películas: La mujer infiel.  Protagonizada por Stéphane Audran y Michel Bouquet, la cinta trata temas habituales en el cine del director como la venganza, los celos y la obsesión, pero con una maestría que pone los pelos de punta. A mi juicio es una de las más imprescindibles de su amplia filmografía.


Un lugar tranquilo en el campo es una película verdaderamente perturbadora de Elio Petri. Es una cinta que conjunta el misterio con los mecanismos habituales del terror psicológico del cine giallo. Al verla siento como si estuviera atrapado en una cárcel, hablando con las paredes para no volverme loco. La trama presenta la vida de Leonardo Ferri, un reputado pintor italiano del neoexpresionismo abstracto que se siente agobiado por pesadillas y por una crisis creativa que le impide pintar nuevos lienzos. Ferri decide aislarse junto con su novia Flavia (una galerista de arte) en una apacible casa de campo veneciana que se encuentra en un pueblo. Pero la tranquilidad de la villa abandonada poco a poco se transforma en una especie de laberinto que resquebraja la psicología del pintor hasta que se queda delirando con las apariciones del espectro de Wanda, una bella condesa que murió en la residencia en circunstancias muy extrañas durante la guerra. Cuando eso sucede la estética de Petri, ayudado de un potente trabajo visual de Luigi Kuveiller y de una música estridente del maestro Ennio Morricone, consigue sacar a la luz la locura, el caos y el sentido de paranoia, valiéndose de elementos compositivos como el primer plano, el plano subjetivo, el travelling y la iluminación barroca para amplificar el tono fantasmagórico del relato de ese protagonista obsesionado con la rubia del vestido rojo. Con esa narrativa, Petri elabora capas de significados sobre la condición social y los sacrificios de la gente de las comunidades rurales, así como la represión burocrática que restringe la libertad de expresión de los individuos. Me parece sorprendente la actuación de Franco Nero como ese pintor que es prisionero de la demencia y de la violencia; también la de Vanessa Redgrave como la prometida neurótica. No había visto nada semejante del director. El resultado es una experiencia demencial.



Streaming en:




Ficha técnica
Título original: A Quiet Place in the Country (Un tranquillo posto di campagna)
Año: 1968
Duración: 1 hr 46 min
País: Italia
Director: Elio Petri
Guion: Tonino Guerra, Elio Petri, Luciano Vincenzoni
Música: Ennio Morricone
FotografíaLuigi Kuveiller
Reparto:  Franco Nero, Vanessa Redgrave, Georges Géret, Gabriella Grimaldi
Calificación: 7/10

'Los testigos' es una película ejecutada con cierta destreza por André Téchiné, pero no veo que tenga la suficiente fuerza narrativa para provocarme algún tipo de emoción o de empatía por su historia. Se estructura casi como una novela, en tres actos que describen la vida de cuatros personajes que se cruzan por el camino del amor, la compasión y la angustia. Uno es Manu, un muchacho de provincias que emigra a París junto con su hermana y se la pasa divagando por los entornos gays de la ciudad. Adrien, es el médico de mediana edad que se enamora de Manu. Un día conocen a Sarah, una escritora que recientemente se convirtió en madre, y a su esposo Mehdi, un policía de origen musulmán que amenaza prostitutas y drogadictos. Cuando Mehdi entabla una relación inesperada con Manu comienza un conflicto entre todos los personajes que se prolonga y se intensifica, supongo, por la tragedia que desata la epidemia del sida. La falta de cohesión es evidente desde la apertura que establece las acciones previsibles de los cuatro personajes y la indulgencia con la que son desarrollados. Me resulta tibio y poco sutil el relato de vidas cruzadas. Calculo fácilmente lo que sucede por la forma estilizada en que Téchiné utiliza el color rojo en cada rincón de la puesta en escena para transmitir los estados anímicos de los personajes cuando nadan entre la pasión, el peligro y la muerte. Solo me intereso por lo que pasa en la segunda mitad, cuando cunde el pánico y surge la inevitable sensación de incertidumbre de los protagonistas por la enfermedad que pone al mundo cuesta abajo. Quizá tolero las actuaciones de Emmanuelle Béart como la escritora aterrada por la maternidad, y Michel Blanc como el doctor amanerado que se compadece de los demás. Pero luego, al retornar a la circularidad de coincidencias y de causalidades, me aburro de tanto patetismo.



Streaming en:



Calificación: 6/10

En 'La verdad', la primera película fuera de Japón de Hirokazu Kore-eda, el director aborda nuevamente un cuento de cicatrices familiares. Este es mi análisis. 




Con el paso de los años, al explorar las filmografías de cientos de directores, he observado un patrón que se repite muy a menudo. Muchos directores que se aventuran a filmar fuera su tierra natal, tropiezan cuando las exigencias del encargo se imponen por encima del valor autoral y estropea su poética autóctona. Aunque a mi parecer algunos salen airosos de ese terreno espinoso, otros cineastas se quedan con una mancha indeleble de su expediente cinematográfico. Me ha pasado recientemente viendo La verdad, la película francesa del director japonés Hirokazu Koreeda. Se trata de un trabajo de encargo que, imagino, buscaba alegrar a los feligreses de la industria del cine francés, al tener a un director de semejante reputación trabajando para ellos. Como producción europea, es la primera película que el cineasta filma lejos de Japón, pero afortunadamente eso no le impide abandonar los semblantes de su estilo ni la manera que aborda el tema recurrente de los vínculos familiares. En resumen, solo cambian los rostros.


La película del realizador de Un asunto de familia, que tuvo su estreno el año pasado en el Festival Internacional de Cine de Venecia, reúne a un elenco conformado por Catherine Deneuve, Juliette Binoche y Ethan Hawke para narrar las mentiras de una madre francesa que lidia con las heridas del pasado en el momento en que publica sus memorias. Me huele casi a un homenaje a la carrera de Deneuve por el tratamiento referencial. En un principio me veo cautivado por los conflictos de esa familia que se aglutina en pleno verano en la casa de la veterana actriz, sobre todo cuando Koreeda implanta su marca habitual a través de un riguroso metacine para reflejar la difícil relación entre la madre y la hija. Hasta encuentro actuaciones muy orgánicas de Deneuve y Binoche, como es de esperar. Pero luego me invade una terrible sensación de dejadez. A medida que avanza, percibo la falta de pujanza emocional cuando el engranaje narrativo comienza a reiterarme las acciones de esos personajes sin posibilidad alguna de expandir los horizontes dramáticos ni de conseguir un golpe de efecto que sea esclarecedor. Imagino que Koreeda ha dejado la sutileza en su país.




La verdad
Ethan Hawke, Juliette Binoche, Catherine Deneuve y Clémentine Grenier. Fotograma de Le Pacte.


La historia relata la existencia de Fabienne Dangeville (Catherine Deneuve), una de las grandes estrellas del cine francés mientras es entrevistada por la publicación biográfica donde revela los secretos que una vez ocultó para preservar el precio de su fama. Por la forma de expresarse ante el periodista que la entrevista, Fabienne es una mujer presumida, egoísta y excesivamente indolente, orgullosa de mantener en la tercera edad su estatus como diva del espectáculo, admirada por muchos y odiada por otros. En el exterior aparenta ser ecuánime y tolerante. No se nota entusiasmada por la visita de su hija Lumir (Juliette Binoche), quien trabaja como continuista y ha llegado a París con su marido, Hank (Ethan Hawke) y su pequeña hija, Charlotte (Clémentine Grenier), para pasar una temporada en la mansión y celebrar en familia por la circulación del libro. Días después, la felicidad de la reunión familiar no tarda en convertirse en una serie de discusiones entre Fabienne y Lumir que sacan a la luz las verdades más oscuras del vínculo maternofilial. “Prefiero ser mala madre, mala amiga y buena actriz”, comenta la actriz frente a su hija.


Para representar el génesis de la disputa entre Fabienne y Lumir, Koreeda encierra varias capas de significados, primero, valiéndose del relato no iconógeno que brota de los diálogos que ellas sostienen a puertas cerradas y, segundo, del metacine en las escenas que la protagonista se encuentra en el plató filmando una película de ciencia ficción titulada “Recuerdos de mi madre”. La ironía gravita en que esa película dentro de la película es una especie de radiografía ficticia de la vida de Fabienne, en la que una madre que no envejece observa a su hija a través de varias etapas de su vida sin poder evitar verla morir, por lo que es inevitable que como madre se sienta invadida por el dolor, la culpa y la frustración causada por su irresponsabilidad y por el miedo insospechado a la muerte. También es notable la envidia que proyecta al ser relegada a un papel secundario por actrices más jóvenes ella. “No va a ser una gran película”, admite Fabienne, en referencia a que ella misma reconoce que es una pésima madre.



Catherine Deneuve, Juliette Binoche y Ethan Hawke. Imagen cortesía de Le Pacte.


Las secuencias de metacine son utilizadas como fragmentos paralelos sobre la verdad de las cosas. En una escena ella afirma claramente: “soy actriz, no voy a contar la verdad desnuda. La verdad no tiene nada interesante”.  Nos cuenta los sentimientos intrínsecos que se hallan reprimidos sobre su hija Lumir y que no confiesa para preservar el lazo que las une (realmente lo sacrificó todo para criar a su hija), especialmente cuando mención a su antigua rival llamada Sarah. Y su realidad diegética es, en pocas palabras, el espacio donde apela a la mentira para no manifestar su vulnerabilidad afectiva, particularmente en las páginas de su autobiografía y en los rincones de la enorme residencia.


No creo ni considero que la actuación de Deneuve sea una de las más excepcionales de su filmografía, pero sí me parece la más sólida de la película. Supongo que lo hace sin mucho esfuerzo. Interpreta a Fabienne como un espejo falsificado de su propia figura, como la actriz legendaria atemorizada por la debacle del tiempo, propensa a una gestualidad sofisticada, con el cigarrillo en la mano derecha y el trago de vino en la izquierda, aferrada a un torbellino de falacias, rencores, consciente de su fracaso materno y de las trampas baladíes escritas en sus pasajes personales. Binoche, por el contrario, asume la interpretación de la hija resentida con honestidad, ocultando su desilusión detrás de una sonrisa aparente, pero su presencia pocas veces se destaca más allá de esa necesidad de perdonar. Y el rol de Hawke como el esposo y el actor de TV fracasado me resulta prescindible y, en el peor de los casos, bastante tibio.



La verdad
Catherine Deneuve y Juliette Binoche. Imagen cortesía de Le Pacte.


Koreeda consigue dotar la puesta en escena de elegancia, retratando la cotidianidad con cierta ligereza, pero su drama domestico fácilmente entra su catálogo de cintas regulares como ‘Maborosi’ y ‘De tal padre, tal hijo’. Sus personajes son tratados con una indulgencia que me fatiga a perpetuidad cuando las soluciones a sus problemas triviales y a su errática percepción de lo que ellos conocen como realidad, permanece en la superficie. Las escenas de la segunda mitad carecen de ritmo, como si fuese algo ineludible que den muchas vueltas para agotar el metraje que sobra y justificar la anticipada reconciliación entre la madre y la hija. Pronto me harto de la explicación y de las conversaciones en el jardín, en la cena, en los aposentos, de esos burgueses que tienen la vida resuelta y que sonríen a pesar de la desdicha baladí que los acoge con los brazos abiertos cuando llega el invierno sanador. Por suerte todo esto que digo es la única verdad que conozco de esta película. 



Streaming en:



Ficha técnica
Título original: The Truth (La vérité)
Año: 2019
Duración: 1 hr 46 min
País: Francia
Director: Hirokazu Koreeda
Guion: Hirokazu Koreeda, Léa Le Dimna
Música: Alexei Aigui
Fotografía: Eric Gautier
Montaje: Hirokazu Kore-eda
Reparto: Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Ethan Hawke, Clémentine Grenier,
Calificación: 7/10

Tráiler de la película


Sinopsis: Yuma es una joven japonesa que sufre de parálisis cerebral. Dividida entre sus obligaciones familiares y su sueño de convertirse en una artista de manga, lucha por llevar una vida independiente.


Ficha técnica
Título original: 37 Seconds (37 sekanzu)
Año: 2019
Duración: 1 hr 55 min
País: Japón
Director: Hikari
Guion: Hikari
Música: Hiroshi Ishigai
FotografíaStephen Blahut, Tomoo Ezaki
Reparto:  Mei Kayama, Makiko Watanabe, Misuzu Kanno, Shunsuke Daitô
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


'37 segundos' me parece una película espléndida de la cineasta japonesa Hikari. Es su debut como directora y se encuentra disponible en la plataforma de Netflix. También es el tiempo que tardo en sentirme conmovido desde un principio con la historia de una joven japonesa que sufre de parálisis cerebral. Su nombre es Yuma y vive con su madre en un pequeño apartamento en Japón, donde a ratos dibuja historietas porque anhela ser una artista de manga y lucha por llevar una vida independiente a pesar de su discapacidad. La realidad es que Yuma vive bajo la sombra de los demás: la madre sobreprotectora, la infame oportunista que se hace famosa a costa del talento que tiene para dibujar manga, la editora de una revista de manga erótico que rechaza su trabajo artístico por la falta de experiencia. Todos esos determinantes impulsan a Yuma a escapar de las inseguridades, de los temores intrínsecos, del fracturado vínculo maternofilial y de los secretos de familia una vez que halla la felicidad con gente de los bajos fondos que la aprecian y que le ofrecen el afecto que tanto desea. El viaje de la heroína se transforma en una catarsis redentora que retrata la condición de los discapacitados con una honestidad que me hace recuperar la esperanza por la humanidad. Me sorprendo al saber que existe tanta bondad en el mundo. El tratamiento es genuino, sutil, repleto de empatía y personajes interesantes. La actuación de Mei Kayama —quien realmente sufrió de parálisis cerebral— tiene un registro dramático maravilloso, creando una protagonista de tres dimensiones que me conquista con la mirada, la voz y los gestos delicados. También me impacta la de Misuzu Kanno como la madre que lo sacrifica todo por la hija y se lamenta por el pasado. Es un drama muy auténtico sobre las etapas de madurez de una mujer discapacitada. 



Streaming en:


Creo que la observación moral de 'This Is England', de Shane Meadows, es algo acertada cuando yuxtapone imágenes histórico-políticas de la tumultuosa era de Thatcher con la historia de un chiquillo que se ve involucrado con una pandilla de skinheads. En un principio el acercamiento me parece interesante cuando a través del crío me entero de la desilusión de gente que, por su condición socioeconómica, se escuda detrás de las ideologías retorcidas del nacionalismo que promueve el odio y el racismo. Pero en el tercer acto percibo una sensiblería y una reiteración que termina siendo trivialmente irresoluble. El protagonista es Shaun, un niño tímido y solitario que está muy afectado emocionalmente por la muerte de su padre en la guerra de Las Malvinas. Andando confundido por las calles, constantemente abusado, Shaun encuentra refugio en un pequeño grupo de punks y skinheads liderados por un tal Woody, donde recobra la confianza con los colegas y descubre el noviazgo. Pero con la llegada de Combo, el skinhead racista y violento que acaba de salir de la cárcel, la moralidad del niño se ve afectada cuando lo sigue ciegamente y lo ve como una figura patriarcal. Combo es el personaje más magnético y me veo cautivado de inmediato por la manera tan convincente en que es interpretado por Stephen Graham. Al igual también es espléndida la de Thomas Turgoose como el joven sumergido en los traumas del pasado. Destaco el uso del color, la recreación del período y el primer plano para evocar las emociones abruptas que se retuercen en el interior de los personajes. La narrativa del niño reclutado por el skinhead me la han contado varias veces, pero esta la tolero hasta que la tibia resolución me deja indiferente con la moraleja del librito. Es un drama de mayoría de edad que por lo menos se deja ver.



Streaming en:



Calificación: 6/10

Esta semana hago un análisis que en resumen abarca la explicación del final de '5 sangres', la película de Spike Lee que examina el racismo durante la guerra de Vietnam.


Da 5 Bloods

Como andan las cosas en esta época de protestas en contra de las injusticias sociales, no dudo para nada que el sentido de urgencia de la problemática sea utilizado como vehículo didáctico por los grandes directores afroamericanos de la actualidad que tienen la necesidad de hacernos reflexionar sin tener que encender el televisor para contaminarnos de las mismas noticias. De hecho, creo que ya lo están haciendo. El más destacado, sin duda, es Spike Lee. En casi toda su filmografía, Lee se ha encargado de cartografiar las contrariedades políticas relacionadas al colorismo, los prejuicios y el racismo institucional al que se enfrenta la comunidad afroamericana en los Estados Unidos. Ningún director afroamericano de los últimos 50 años ha sido más relevante que él. No me equivoco cuando digo que Lee es el cineasta afroamericano más importante en la historia del cine desde Oscar Micheaux. Películas como Do the Right Thing y Malcolm X son tan vigentes como nunca. En el 2018, Lee dirigió BlackKklansman, una de sus mejores películas en examinar el odio sistemático de una nación condenada a repetir las atrocidades de tiempos remotos. Y no da señales de detenerse.


Hace poco, aprovechando el confinamiento desde casa, pude ver 5 sangres, la película más reciente de Lee que se encuentra disponible en la plataforma de Netflix y con la que, aparentemente, continúa amplificando un discurso sociopolítico que hoy en día es demasiado valioso. Lo que veo me logra sorprender porque parece una versión afroamericana de Apocalipsis ahora y El tesoro de Sierra Madre. No sé si exagero al decir eso, sobre todo porque no está en el horizonte de excelencia de esas dos obras maestras, pero las referencias son demasiado evidentes para ignorarlas, especialmente cuando narra las peripecias de unos veteranos afroamericanos de la guerra de Vietnam que regresan al lugar de la contienda para recobrar el cadáver de un colega y de paso rastrear unos lingotes de oro perdidos en la jungla que destruye razas. El tono es decididamente provocativo cuando elabora el revisionismo del subgénero bélico de Vietnam. Aunque el metraje se extiende un poco más de lo necesario en dos horas y media, paso un rato muy agradable viendo la aventura particular de esos personajes traumatizados que se sienten engañados por la exclusión y por las trampas del imperialismo en los tiempos de la conflagración. 

 
 

5 sangres
Jonathan Majors, Isiah Whitlock Jr., Norm Lewis, Clarke Peters y Delroy Lindo. Foto de Netflix.


La película comienza mostrando un fragmento de la historia norteamericana y vietnamita del siglo XX, describiendo la deshumanización, los efectos de una desigualdad sistematizada, los inicios de la guerra de Vietnam en yuxtaposición con los movimientos y las figuras clave de la lucha por los derechos civiles. La lección de historia termina con la fotografía en blanco y negro de cinco soldados afroamericanos con el puño en alto, como un sinónimo de resistencia. Son Paul (Delroy Lindo), Otis (Clarke Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (Isiah Whitlock Jr). El quinto es Norman (Chadwick Boseman), el jefe del escuadrón que murió durante la guerra. Se hacen llamar “Sangres”.


Muchos años después, los cuatro se reúnen en la ciudad de Ho Chi Minh y contratan a Vinh (Johnny Trí Nguyễn), un guía que los lleva a lugares de ocio antes de que comiencen con la tarea. Algunas escenas me permiten conocer las deudas que estos señores dejaron en Vietnam. Otis visita a Tiên (Lê Y Lan), antigua novia vietnamita con la que tiene una hija con que no conocía y que Tiên se vio obligada a ocultar debido a cuestiones raciales. El irreverente Paul, fiel seguidor de la derecha conservadora que votó por Trump, también descubre que su hijo David (Jonathan Majors) lo ha seguido hasta Vietnam para unirse al viaje, a pesar de que su lazo es muy débil. Y David conoce a Hedy (Mélanie Thierry), la fundadora de una organización dedicada a la limpieza de minas terrestres. Para solventar sus vicisitudes económicas, los Bloods negocian con Desroche (Jean Reno), un francés que está interesado en comprar el oro.


El motivo por el que visitan Vietnam está intrínsecamente ligado al pasado de los ‘Sangres’. Durante la guerra de Vietnam, Paul, Otis, Eddie, Melvin y Norman estaban en medio de una misión para asegurar el sitio accidentado de un avión de la CIA y recuperar el oro que se utilizaba para financiar a los campesinos que ayudaban a los norteamericanos a luchar contra el Viet Cong. Eso los impulsa a rechazar las órdenes, como un acto de rebelión, con el fin de adueñarse del botín y enterrarlo para recuperarlo más tarde. En el presente, pretenden buscar el oro y el cuerpo de Norman para lograr una redención personal.



Isiah Whitlock Jr, Norm Lewis, Clarke Peters, Delroy Lindo y  Jonathan Majors. Imagen de Netflix.


En la primera mitad, Lee se encarga de mostrar los preparativos de los personajes para la supuesta operación en la selva, en una especie de turismo interno que explora los dilemas intrínsecos y refleja a la vez la trágica verdad de que son prisioneros del trastorno de estrés postraumático al discutir con algunos vietnamitas que se encuentran en las calles, desencadenado por la ansiedad y los recuerdos que evocan las heridas de la guerra de Vietnam cuando eran renegados que rechazan la ética militar en respuesta a las adversidades sociales. Paralelamente, las escenas retrospectivas muestran notoriamente el poder de influencia que ejerce la retórica de Dinámico Norman sobre Paul, Otis, Eddie y Melvin, quienes lo ven como un líder de la talla de Martin Luther King o Malcolm X una vez que inicia sus argumentos sobre el trato deshonesto y discriminatorio que confrontan los afroamericanos en el suelo estadounidense, obligados a combatir en la guerra insignificante de un gobierno que no respeta sus derechos civiles y restringe su libertad con una marcada línea de segregación.


En la segunda mitad la narrativa profundiza las acciones de los protagonistas para añadir capas de lectura de una sociedad que se desmorona por la infamia y la iniquidad. El semblante festivo del relato se transforma en violencia inesperada. Sucede cuando los “Sangres” recorren la floresta y se regocijan al hallar los restos de Norman y las barras de oro esparcidas por la ladera de una colina. Pero como la felicidad del pobre dura poco, ellos batallan contra una desgracia que los acecha sigilosamente cuando se convierten en víctimas de la avaricia desmesurada que les nubla el juicio y los pone a pelear sobre el destino final de la fortuna. Unos piensan en donar el dinero a una causa para la liberación negra; otros quieren usarlo para beneficio propio. Los conflictos se agudizan hasta romper la dinámica grupal y crear una atmósfera de paranoia, como en el momento en que atraviesan un campo minado, secuestran al grupo de Hedy porque sospechan que anda detrás del oro, intentan sobornar a Vinh y se enfrentan a tiro limpio con unos guerrilleros vietnamitas que exigen el oro como recompensa por los crímenes cometidos por los estadounidenses durante la guerra.



5 sangres
Chadwick Boseman como Norman. Foto de Netflix.


Los componentes estéticos añaden cierta distinción al estilo visual de la película. Algunos se destacan por encima de otros. Pero particularmente me parecen muy interesantes cuando se emplean para desarrollar las causalidades de los personajes y de paso subrayar el contexto social y político de la narración. Recurrentemente se utiliza el plano de inserto con un didactismo que me resulta pasmoso al observar imágenes históricas de carácter documental sobre momentos impactantes de la guerra de Vietnam como las protestas pacíficas, el asesinato de Martin Luther King, la autoinmolación de Thích Quảng Đức, la radiodifusión de Hanoi Hannah, la masacre de My Lai y la caída de Saigón. Es notable también la manera en que aprovecha la analepsis para retratar la guerra de Vietnam desde la óptica afroamericana, usualmente cambiando la colorización y la relación de aspecto de un formato de 16mm para comunicar dentro del encuadre la claustrofobia de los cuatro ‘Sangres’ que, con excepción de Norman, mantienen la apariencia anciana a pesar de que describen su juventud (están negados a abandonar las experiencias del pasado). Y asimismo usa el primer plano para resaltar la dignidad del afroamericano oprimido por una administración manipuladora, representado por el pequeño alegato de Paul cuando se aleja de la cuadrilla y le habla a la cámara rompiendo la cuarta pared.



5 sangres
Norm Lewis, Clarke Peters, Isiah Whitlock Jr, Delroy Lindo. Imagen cortesía de Netflix.


Situar el argumento en Vietnam, supongo, es el impulso adecuado para que Lee hable de la xenofobia, la discriminación racial y la inmoralidad de un régimen opresor que parece disfrutar la idea de enviar a los más oprimidos a luchar sus guerras, aunque en esta ocasión su textualidad quiere abarcar más de la cuenta. El tema sociopolítico establece un vínculo entre las barbaridades pasadas que se repiten en la actualidad. La jungla simboliza a los Estados Unidos. Y la guerra es vista como una forma sofisticada de esclavitud y opresión. Transmuta la odisea de esos cuatro excombatientes afroamericanos en una nueva beligerancia en la que prolifera el engaño, la desconfianza y la codicia. Pero los redime en la secuencia climática en el templo donde gente de distintas etnias desatan una balacera por el oro, y el nuevo Sangre (simbolizado con David), harto de tanta intolerancia, acaba con el presunto "villano" de saco blanco y con la cachucha roja de Make America Great Again, consiguiendo finalmente un acto de solidaridad donando el efectivo al cuestionable movimiento de Black Lives Matter que, en estos momentos, pretende erigir estatuas a un delincuente como George Floyd.



5 sangres
 Delroy Lindo como Paul. Fotograma de Netflix.


No creo que se trate de la mejor película de Lee ni mucho menos la más excepcional del año, pero no me sorprendería si consigue varias nominaciones en los Oscars. Tiene diálogos contagiosos, escenas antológicas y personajes entrañables que se quedan conmigo al terminar los créditos. Puede que algún instante pierda el ritmo, pero eso no me preocupa tanto cuando veo buenas interpretaciones. La actuación de Delroy Lindo, como ese atormentado veterano que se empodera para eviscerar las falsas promesas, me parece una de las más brillantes de su carrera. La crítica del status quo es un poco maniquea. Hay también una banda sonora muy empática de Terence Blanchard. Creo que lo otro ya lo dije. Se ha estrenado en un momento preciso donde voces, amparadas en el buenismo progresista, demandan un cambio de perspectiva en el agitado mundo político de la sociedad que nos rodea.



Streaming en:



Ficha técnica
Título original: Da 5 Bloods
Año: 2020
Duración: 2 hr 34 min
País: Estados Unidos
Director: Spike Lee
Guion: Spike Lee, Kevin Willmott
Música: Terence Blanchard
Fotografía: Newton Thomas Sigel
Montaje: Adam Gough
Reparto: Delroy Lindo, Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Whitlock Jr., Chadwick Boseman, Jonathan Majors, Jean Reno, Mélanie Thierry
Calificación: 7/10

Tráiler de la película