Crítica de la película «Letty Lynton» (1932)

Letty Lynton
Letty Lynton es una película pre-code de Clarence Brown que sigue el rastro de ese cine sobre mujeres (Women's Picture, como le decían) que era habitual a principios de los años 30, en el que se mostraba la feminidad de mujeres perversas y desinhibidas que eran prisioneras de alguna tragedia. Tuvo su estreno en 1932 y aumentó significativamente la popularidad que Joan Crawford ya tenía como estrella femenina de la MGM. Pero no ha estado disponible desde que el Tribunal Federal de Distrito dictaminó, el 17 de enero de 1936, que el guion utilizado por MGM seguía demasiado de cerca la obra de teatro Dishonored Lady (Edward Sheldon y Margaret Ayer Barnes, 1930.) sin adquirir los derechos de autor ni dar crédito por la realización. Afortunadamente los problemas por plagio no han impedido que yo la vea durante hora y media en una versión de cuestionable calidad que circula en los callejones oscuros de la internet. Y dudo mucho que sea un trabajo aceptable de Brown. Desde un principio me parece un melodrama pre-code bastante tibio sobre amor, chantaje y asesinato, del que no extraigo otra cosa que unos episodios aburridos que solo me despiertan del letargo para apreciar a Crawford con los vestidos de Adrian. En la trama, Crawford interpreta a Letty Lynton, una socialité neoyorquina que termina un romance con el posesivo Emile Renaul, uno de los tantos hombres que conoció mientras vivía en Montevideo, Uruguay. El argumento rastrea de cerca la vida de Letty cuando escapa hacia Nueva York y se enamora del rico estadounidense, Jerry Darrow, al que conoce en la escena del barco y con el que desea casarse para finalmente encontrar la felicidad de la gente importante que venden la primera plana del periódico; pero desarrolla un punto de giro que la pone en aprieto cuando ella es chantajeada por Emile (que amenaza con revelar las cartas explícitas que ella escribió cuando estaban juntos) y planea envenenarlo para salirse con la suya (aunque en un principio se entiende que ella pretende suicidarse, pero cambia de parecer en el último minuto). La secuencia del asesinato es lo único que me mantiene intrigado porque, de alguna manera, está ejecutada con cierta pericia por Brown cuando utiliza elementos como el primer plano, la iluminación, el picado-contrapicado y el encuadre móvil para reflejar el estado de ánimo y las intenciones de la protagonista en la hora siniestra de la copa de champán. Todo lo otro, en su núcleo narrativo, permanece sujeto a una amalgama de situaciones que no tienen ninguna fuerza dramática para ampliar el desarrollo de los personajes más allá de la capa de plástico que adorna su superficie descriptiva. Su guion es bastante flojo, el triángulo amoroso carece de sorpresas, y todo está demasiado colocado en la rutina de conversaciones de la high society. Pero, por alguna razón, me cautiva minúsculamente la actuación de Crawford cuando ejerce su registro expresivo para interpretar a una dama mundana y frívola que recurre al asesinato para encubrir la vergüenza de un pasado promiscuo y la estela de abusos domésticos que recibió de un hombre obsesivo y machista. Por momentos, ella ilumina la pantalla con sus ojos grandes y el famoso vestido blanco de organdí con hombros en volantes abullonados que fue diseñado por Adrian.

Ficha técnica
Título original: Letty Lynton
Año: 1932
Duración: 1 hr. 24 min.
País: Estados Unidos
Director: Clarence Brown
Guion: John Meehan, Wanda Tuchock
Música: 
Fotografía: Oliver T. Marsh
Reparto: Joan Crawford, Robert Montgomery, Nils Asther
Calificación: 5/10


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