Crítica de la película 'El hijo de Saúl'

El hijo de Saúl

En el horror de Auschwitz de 1944, un prisionero obligado a quemar los cadáveres de su propio pueblo se encuentra la supervivencia moral al tratar de salvar de las llamas el cuerpo de un niño que toma a su hijo.


Crítica de la película 

En El hijo de Saúl, la asombrosa ópera prima de László Nemes, hay un plano secuencia de apertura que nos guía por el campillo abierto para desorientarnos. Y no sabemos qué pasa. De repente, aparece un personaje con una ‘X’ de color rojo marcada en la espalda que comienza a correr junto a otras personas.

Mientras corre, la cámara en mano lo sigue para enterarnos de que está en un campo de concentración nazi en Auschwitz. Su nombre es Saúl Ausländer (el debutante Géza Röhrig), y está ahí porque es un prisionero húngaro-judío que para la mala suerte es un sonderkommando. Los sonderkommando eran unidades obreras hechas con presidiarios de guerra de la Alemania nazi, obligados a quemar los cadáveres de los condenados gaseados; o mejor dicho, quemando a sus propios compueblanos.

La misión de Saúl como sonderkommando, al igual que muchos en su condición, es la de trabajar forzosamente para deshacerse de los cuerpos de las víctimas de las cámaras de gas, recoger la ropa y limpiar la suciedad. Su rostro pálido, petrificado y con una mirada desesperanzada, nos da una noción del terror exasperante que está viviendo. Y notamos que algo perturba su mente, puesto que lo que ve choca con su moralidad y probablemente con las experiencias de su pasado.

Esto sucede en octubre de 1944. Es la época en la que los nazis incineraban los restos de miles de hombres, mujeres y niños judíos en los campos de exterminio. Ahí, en medio del turbio y sabiendo que lo único que lo espera es la muerte, Saúl halla un poco de redención tratando de salvar de los hornos crematorios a un niño que reconoce como su hijo y se obsesiona por localizar a un rabino para darle una sepultura judía.

La esencia de la película reside en que desconocemos si el niño es verdaderamente el hijo de Saúl. Nemes lo deja implícito para crear el sentido de confusión que rodea a Saúl, quien está dañado mentalmente y asume la situación del niño como si fuera la del suyo. La ‘X’ roja en su espalda simboliza su trauma psicológico junto a lo que le depara el destino. También porque es posible que haya perdido a su familia en medio de los horrores del Holocausto.

La pericia de Nemes para esconder la tragedia que se encuentra muy desenfocada en el segundo plano convierte este drama de Holocausto en uno muy distinto a todos los que hemos visto. Así la desesperación se apodera de la puesta en escena con una precisión inquietante cada vez que imaginamos la desgracia que pasa por detrás. Y al darle el punto de vista a Saúl, todos los planos adquieren una visión subjetiva de los eventos que suceden cuando, casi en primera persona, la cámara lo sigue de cerca.

Pero Nemes también logra un cine que se separa del sentimentalismo, que ofrece una ojeada sobria, insoslayable y lóbrega de la deshumanización en tiempos de guerra; por supuesto, sin caer en los manantiales de lágrimas ni en las exageraciones que usualmente vemos en este tipo de películas.

La experiencia proviene, quizás, de la incomodidad que uno siente al ver que Saúl es un muerto viviente en un lugar donde la maldad ha prohibido la misericordia y la única banda sonora son los sonidos compuestos por los gritos de dolor de los individuos atrapados en la factoría del horror.

A pesar de que es un retrato de ficción de un período del Holocausto, me produce una reflexión profunda pensar en que muestra el lado humano del conflicto con un realismo implacable, logrado con una formidable actuación de Géza Röhrig como Saúl.

La película, ganadora del Gran Premio en el Festival de cine de Cannes y del premio de la Academia a la Mejor Película Extranjera, representa el debut prodigioso del director húngaro László Nemes. Su maestría nos empuja a sentir lo que es el infierno sobre la tierra a través de los ojos de un hombre traumatizado por la barbarie.

Ficha técnica
Año: 2015
Duración: 1 hr. 47 min.
País: Hungría
Director: László Nemes
Guión: László Nemes
Música: László Melis
Fotografía: Mátyás Erdély
Reparto: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér


8/10




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