Barreras

En los años 50, un padre afroamericano, Troy Maxson, lucha contra los prejuicios raciales mientras trata de sacar adelante a su familia en una serie de eventos fundamentales en su vida para él y para los suyos.


Ficha técnica

Año: 2016
Duración: 2 hr 18 min
País: Estados Unidos
Director: Denzel Washington
Guion: August Wilson
Música: Marcelo Zarvos
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Reparto: Denzel Washington, Viola Davis, Stephen Henderson

Crítica de la película


Finalmente hemos visto a Fences, la aclamada película dramática dirigida y protagonizada por Denzel Washington, la cual ha tenido una fanaticada de espectadores y de críticos mojando pantalones. Algunos la tildan de grandiosa, otros dicen que es la mejor actuación de Washington. Sin embargo, como una minoría rebelde, pensamos que se han vuelto locos, pues no vemos ese ápice de dramatismo del que tanto hablan, tampoco creemos que sea tan memorable, a pesar de tener buenas actuaciones y algunas escenas significativas.


La película es una adaptación de la obra de teatro escrita por el dramaturgo afroamericano August Wilson, quien por escribirla ganó el Premio Pulitzer de Drama en 1987. Antes de morir en el 2005, el señor Wilson escribió un pequeño borrador para el guion de la película, pero exigía que la dirigiese solamente un director afroamericano.



Para darle un poco de ironía al asunto, en el 2010 los mismos intérpretes, Denzel Washington y Viola Davis, ganaron respectivamente el Premio Tony a Mejor Actor y a Mejor Actriz por una representación teatral de Fences. O sea, que las intenciones estaban claras: trasladar la obra de teatro de Wilson al lenguaje cinematográfico, algo que algunas veces, a mi entender, se mezcla como el agua y el aceite.


A lo que nos referimos con esto es que nos irrita que la película nunca abandone sus raíces teatrales, causando que la narración se vea artificiosa y que las demasías de verborrea se sientan soporíferas en algunas de las escenas en las que Washington y Davis intercambian diálogos. Aunque tiene un par de momentos de simbolismo intencionado y de temas de importancia racial, no hay un pulso dramático que sea consistente contando la vida de Troy Maxson.


Este señor, Troy Maxson (Denzel Washington), es un conserje que vive en Pittsburgh en los años 50. Es un hombre locuaz, honesto y trabajador afanoso que lucha por mantener a su familia a flote en una época atiborrada de prejuicios raciales. Antes era jugador de béisbol de la liga para negros, pero ahora que los sueños fracasados se han esfumado, disfruta de los beneficios que le otorga recoger la basura del condado. A pesar de todo, utiliza las acaloradas disputas con su esposa, Rose Maxson (Viola), y con su mejor amigo, Jim Bono (Stephen Henderson) para relatar sus vivencias.


Es a través de las anécdotas y de las impetuosas discusiones que sostiene Troy que comprendemos que es un individuo afectado por las frustraciones del pasado y por la responsabilidad de criar a una familia. Las incontables desilusiones que ha atravesado en la vida, así como también un tumultuoso conflicto familiar y los anhelos extraviados, han logrado que sea testarudo e insensible cuando impone la autoridad por la fuerza. Es el epítome del orden patriarcal en una sociedad conservadora gobernada por la desigualdad civil.


No podemos garantizar que Troy Maxson sea un personaje del todo agradable, porque sabemos que su tiránica personalidad construye la efigie de un padre atormentado que se sacrifica por los suyos, pero en el apartado actoral Washington ofrece una buena actuación que describe perfectamente las expresiones y el pensamiento del protagonista, a pesar de que en la capa exterior luce trivial.


Con Viola Davis sucede lo contrario. Su actuación como Rose Maxson, la esposa gentil, humilde y tolerante de Troy, es probablemente una de las mejores interpretaciones de su carrera. Sus gestos se ven genuinos, provocan empatía. Es cuando ella aparece en escena que el drama se empieza a sentir con intensidad.


Washington, quien dirige su tercera película, tiene dotes para el control espacio-temporal del plano. Encuadra la película asimilando el estatismo de la puesta en escena teatral. Es por eso que notamos que cada escena, mayormente en la casa de Maxson, se siente como si fuera una obra de teatro, aunque parece que se le olvidó que esto es una película. Y las películas usan un lenguaje muy diferente al del teatro para funcionar apropiadamente. El resultado es algo reiterativo.



6/10


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Lion

Saroo Brierley es un niño que con tan sólo cinco años se perdió en las calles de Calcuta, a miles de kilómetros de casa. Veinticinco años después, con la única ayuda de Google Earth, Saroo intentará encontrar a su familia biológica.


Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr 04 min
País: Australia
Director: Garth Davis
Guion: Luke Davies
Música: Volker Bertelmann, Dustin O'Halloran
Fotografía: Greig Fraser
Reparto: Dev Patel, Sunny Pawar, Nicole Kidman, Rooney Mara

Crítica de la película


Hace un par de años atrás, la historia verdadera de Saroo Brierley fue un acontecimiento que sacudió el Internet. Su relato, como el de muchos infantes en la India, era el de un niño gandul, inocente y distraído, que se perdió cuando tenía cinco años en una estación de tren. Más tarde, al haber sido adoptado por una acomodada pareja de australianos, a los 25 años decide buscar a su madre biológica usando a Google Earth. Y esta película, Lion, es la ficción biográfica del suceso.


Lo que he podido notar es una oleada de críticos y de personas alabando esta película como si fuera la última Coca-Cola del desierto, algunos incluso han llevado Kleenex para los lagrimeos, pero me da la gana de pensar lo contrario. Reconozco que tiene buenas actuaciones de Dev Patel, del pequeño Sunny Pawar y de Nicole Kidman, así como también hay una belleza fotográfica que refleja la indigencia con una persuasión caleidoscópica, pero por suerte no tengo que investigar en Google para saber que aburre.



A lo que nos referimos con esto es que el drama se siente empalagoso, estancado, emocionalmente inanimado. Nos pasamos dos largas horas viendo la morosa travesía del desaparecido Saroo como si fuera una descarada campaña publicitaria de Google. Y al final, en una segunda etapa desarticulada, terminamos indiferentes. Por lo menos en el apartado de lo predecible el guion de Luke Davis hace un buen trabajo.


La película comienza en el año 1986 mostrándonos a las personas en condiciones de pobreza extrema en la India. Allí, el chiquillo Saroo (Sunny Pawar) vive con su hermano mayor, Guddu (Abhishek Bharate), su hermana y su madre, Kamla Munshi (Priyanka Bose), en una localidad empobrecida alejada de la civilización.


Saroo y Guddu también se la pasan haciendo mocedades para sobrevivir. Se roban el carbón de los trenes para venderlos y poder comprar leche y comida. Un día, en la estación, esperando a que su hermano regrese de la ardua jornada de ratería, Saroo sale en la búsqueda de Guddu por los vagones de un tren y termina perdiéndose a miles de kilómetros de su casa en la inmensidad de uno de los países más poblados del mundo.


Una de las principales debilidades del argumento es que el debutante director Garth Davis se olvida de ese inicio humanista y placentero, donde el protagonista, Saroo, dura la primera mitad de la película dando vueltas en Calcuta enfrentándose a las adversidades. Sin embargo, todas esas escenas de desperdician intencionadamente cuando permite que la otra medianía de la película se vaya a la porra presentando a Saroo como un adulto. Y aceptamos que es la forma narrativa del guion, pero no percibimos ni un solo ápice de emoción con lo que le pasa a Saroo durante la segunda parte, pues todo resulta previsible.


Aunque la narración pierde fuerza dramática en el tercer acto, admitimos que Dev Patel logra una actuación convincente como Saroo, probablemente una de las más destacadas de su carrera. Es una pena que las plétoras de sensiblerías y los diálogos mecánicos no le hagan tanta justicia, pero aun así le toleramos el cuidado de sus gestos y la psicología del personaje, pues están bien interpretadas, aunque todavía no entendemos la necesidad del romance con Rooney Mara.


La película invoca temas humanitarios que hablan fuertemente de la explotación infantil, del tráfico de niños, de la calidad de vida entre las clases sociales y de la unión familiar, pero el aparato narrativo está edificado solamente para recurrir a la cursilería sensitiva sin ningún ánimo de empatía. Tampoco comprendemos qué rayos busca esta película nominada en los Oscars.



6/10


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El matrimonio Loving

La historia del caso histórico de los derechos civiles que se centró en pareja interracial Richard y Mildred Loving, y su derecho a casarse y vivir en su estado natal de Virginia.


Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr. 03 min.
País: Estados Unidos
Director: Jeff Nichols
Guion: Jeff Nichols
Música: David Wingo
Fotografía: Adam Stone
Reparto: Joel Edgerton, Ruth Negga

Crítica de la película


Me parece que en estos tiempos vergonzosos, donde los prejuicios raciales todavía no han desaparecido de la sociedad, esta película, Loving, es una película que merece ser vista, sobre todo porque usa la historia basada en hechos reales de una pareja interracial estadounidense en los años 50 que se debe enfrentar a la enfermiza segregación racial de las leyes norteamericanas. Su lucha es una batalla por los derechos civiles, pues las legislaciones de aquel entonces invalidaban el matrimonio interracial.


También se podría decir que el director Jeff Nichols (Mud, Shotgun Stories, Take Shelter) se encarga de que algunas veces la película evite los convencionalismos previsibles que usualmente se ven en este tipo de dramas. Pero no le veo ánimos de empatía. Las escenas me resultan mecánicas, esqueléticas. Y la plétora de modestia que se toma para narrar la vida de Richard (Joel Edgerton) y Mildred Loving (Ruth Negga) ha entorpecido el desarrollo dramático hasta dejarme tan frígido como un cubo de hielo sacado de la nevera de un muerto.



La historia real de este dúo fue una odisea de los derechos civiles. La controversia se inició cuando Mildred Loving, una mujer negra, y Richard Loving, un hombre blanco, les dio la gana de casarse en 1958. Debido a esto, fueron arrestados y expulsados del estado de Virginia, cuyos estatutos antimestizaje de la época prohibían la unión interracial. Durante una década tuvieron que luchar para exigir la legalidad que le correspondía y poder regresar a su pueblo.


Lo que puedo apreciar de la película, más que el defectuoso argumento, es que las actuaciones de Edgerton y de Negga consiguen interpretar a unos personajes sinceros que nunca se escapan de la credibilidad expresiva. Todo lo que hacen se ve genuino. No hay ninguna escena donde los gestos ni el lenguaje corporal se vea espurio. Eso lo agradecemos, principalmente a Ruth Negga, quien interpretando a una mujer apacible, de voz suave, de piel de color, empodera el rol de una mujer que es el pilar de su familia.


El problema que veo con este supuesto consorcio de felicidad, o gran acontecimiento de fidelidad marital, o lo que sea, es que la narración se vuelve tan momificada que no pasa absolutamente nada; nada que sea memorable, nada que sea emocional. Y la intención de Nichols es que los personajes se sientan excesivamente sentimentales y lánguidos para destacar el desesperado momento de esperanza que esta famosa pareja de campesinos experimentaba en sus vidas diarias. Sus aburridas vidas me han propiciado un maratón de bostezos.


Entiendo que la estética del cine de Nichols demanda pocos diálogos y la evasión de subterfugios narrativos para sustentar los típicos temas del apego conyugal, las relaciones familiares y la condición humana en determinados escenarios sociales, además ahora apunta al racismo institucionalizado de los Estados Unidos. Sin embargo, todo es una rutina superflua que describe escenas que carecen de poder para el buen drama.


En la superficie de esta película encuentro belleza fotográfica, un buen diseño de vestuario y de producción que capturan el período con un elegante detalle, pero también he hallado un inmenso aburrimiento de dos abusivas horas. Tanta ingenuidad me ha enfermado.



6/10


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Toni Erdmann

Inès trabaja en una gran empresa alemana establecida en Bucarest. Su vida está perfectamente organizada hasta que su padre Winfried llega de improvisto y le pregunta ”¿eres feliz?”


Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr. 42 min.
País: Alemania
Director: Maren Ade
Guion: Maren Ade
Música: Patrick Veigel
Fotografía: Patrick Orth
Reparto: Peter Simonischek, Sandra Hüller

Crítica de la película

 

Podemos describir a Toni Erdmann diciendo que es una tragicomedia que recurre a lo irrazonable para hacernos reír y a la melancolía para conmovernos. Pero es algo más que eso, es un drama extraordinario. Es una experiencia cinematográfica que encierra una crítica mordaz de la sociedad moderna cristalizada con la relación de un padre chistoso y su estresada hija. Es una insólita película que logra que uno llore y se ría en una misma escena.

 

Es a través del desarrollo natural de los protagonistas que la cineasta alemana Maren Ade consigue que su tercera película funcione espléndidamente durante casi tres horas que pasan volando. Balancea sutilmente el humor y la tristeza con personajes muy profundos, evitando las nimiedades y alejándose de los clichés predecibles para que la empatía humanice a los intérpretes en las hilarantes situaciones en las que se involucran. Esta mujer ha puesto la genialidad del cine alemán de vuelta en el mapa.

 
 

Estamos ante una película que siempre conserva un solo ritmo de interacción con el subtexto paternofilial. Y escena tras escena nos deleitamos riéndonos con las ocurrencias que salen de la mente del señor Winfried Conradi (Peter Simonischek) para rescatar a su hija, Ines Conradi (Sandra Hüller), de los abismos del estrés corporativo, quien sin darse ha olvidado las cosas valiosas que le proporciona la vida. El agridulce relato de ambos es el epítome de la soledad, de los deslices del pasado, del sentido efímero de la vida en un mundo atiborrado de hipocresía donde todos viven ocultados en una civilización de máscaras.

 

Antes de que suceda el alboroto, Ines es una mujer exitosa que trabaja para una empresa alemana establecida en Bucarest. Aunque como profesional vive en perfecta armonía estando sola, la agitada vida que lleva hace que sea incapaz de reconocer la infelicidad que la tiene envuelta como un pedazo de papel. Su orden se va cuesta abajo cuando Winfried, su excéntrico papá, llega de improvisto con la intención de reconciliarse con ella.

 

Aunque no se especifique, es probable que el núcleo de ambos sea el de una familia disfuncional. Su padre nunca fue el modelo a seguir. Esto es evidente en algunas escenas donde la frígida Ines siente que su padre estorba como si fuera un pesado impertinente. Y sintiéndose avergonzada por los inconvenientes que comprometen su carrera, hasta por la apariencia descuidada, cuestiona las payasadas y las excentricidades que crea su padre cuando se inventa al burlesco Toni Erdmann, el alter ego que sin ella darse cuenta tiene el propósito de ayudarla a cambiar para que disfrute de los instantes breves que ha desperdiciado.

 

Con estos personajes perfectamente interpretados por Simonischek y por Hüller, sentimos impresiones catárticas, meditaciones intensas que nos invitan a cuestionar el rumbo de nuestras vidas y admiración por las escenas tan humanas que han instaurado. No hay ni una sola secuencia donde no se derrame una gota de enternecimiento con lo que dicen y con lo que hacen. Detrás de la farsa jocosa se encuentra el drama gratificante que nos recuerda lo bello que es vivir.

 

Lo más estimulante de esta comedia dramática es la inmensa cantidad de sorpresas que sostiene el argumento para que cada escena se sienta como una maravilla inesperada. Ade, quien también escribe este audaz guion, mantiene un equilibrio mesurado entre dos géneros cuando estructura los escenarios dramáticos con las fórmulas cómicas del absurdo con el fin de que jamás cuestionemos las acciones de los personajes. Ni siquiera lo necesitamos saber porque ya sabemos por lo que han pasado.

 

Asimismo, Ade nos ofrece un ejercicio realista que desnuda los juicios de la cotidianidad, satirizando atrevidamente las banalidades del individuo contemporáneo de saco y corbata. Apunta a criticar los efectos de la globalización en el pensamiento de las personas que se engañan con las apariencias, pero en este caso utilizando a unos personajes verdaderamente inolvidables que nunca dejan de ser humanos.

 

Esta brillante película representa el coste que se paga por edificar la originalidad con una forma que casi se acerca a una obra maestra. Nos ha provocado emociones y, a la vez, nos ha puesto a reflexionar profundamente.




9/10


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Luz de luna

La historia de Chiron, un joven afroamericano con una difícil infancia, adolescencia y madurez que crece en una zona conflictiva de Miami.


Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 1 hr. 50 min.
País: Estados Unidos
Director: Barry Jenkins
Guion: Barry Jenkins (Historia: Tarell McCraney)
Música: Nicholas Britell
Fotografía: James Laxton
Reparto: Mahershala Ali,Trevante Rhodes, André Holland, Janelle Monáe,


Crítica de la película


En esta película, Moonlight, podemos observar algo que es un poco inusual en los dramas de mayoría de edad. Trata la trágica historia de un chico afroamericano proveniente de una familia disfuncional que se halla encerrado en el clóset de las dudas sexuales desde la infancia hasta la adultez. Es el retrato de un muchacho que penosamente se niega a ser quien es para encajar con la corriente de la sociedad.


Con esta película independiente, el cineasta afroamericano Barry Jenkins demuestra que un drama de personas de piel negra no tiene necesariamente que tocar temas de la esclavitud ni de pandillas barriales para ofrecer algo nuevo. En su desarrollo no hay convencionalismos, no hay pretensiones, no hay exageraciones. Todo transcurre con moderación para que fraternicemos con el viaje de autodescubrimiento del joven Chiron.



En tres largos episodios, vemos cómo la narración alcanza un ritmo mesurado para contar lo que pasa. Chiron (Alex Hibbert), es un niño tímido que casi no habla. Vive en una zona empobrecida en Miami a finales de los 90. A veces, debe esconderse de los niños del arrabal que intentan abusar de su infelicidad. En uno de esos días, conoce a Juan (Mahershala Ali), un distribuidor de drogas, que lo rescata de los abusadores. 


La relación entre ambos evoluciona rápido porque Juan lo trata como una si fuera su padre. También intenta criarlo cuando se entera de que la madre de Chiron, Paula (Naomi Harris), es una drogadicta que abusa de la inocencia del niño. Juan es la efigie del orden patriarcal, es el hueco que llena el vacío paternal de Chiron. Y realmente juega un papel determinante cuando le aconseja seguir su propio camino.


A medida que avanzan los años, Chiron tiene que hacerle frente a la dura realidad de vivir en los violentos suburbios, además de que batalla con la crisis interna de ser un negro homosexual marginado. Es un personaje complejo que contrasta pesadamente con los estereotipos de la masculinidad afroamericana que usualmente distinguimos en las películas, sobre todo porque los conflictos intrínsecos que acarrea son un reflejo de la incertidumbre que siente. Está ensimismado en las terribles olas de la incomprensión, de las dudas y del miedo.


Los actores Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes, quienes respectivamente interpretan a Chiron en las tres etapas de la narración poseen un buen registro dramático en casi todas las escenas, consiguiendo que las emociones transmitidas por el chico sean legítimas desde la niñez hasta la madurez. No hay ni una sola escena en la que no sintamos empatía por lo que le sucede. 


Si hay un personaje que se queda con nosotros después de la película es el de Mahershala Ali como Juan. Es el personaje más importante del film, pues como mentor es la catarsis que influencia en la forma en que el protagonista visualiza el mundo. Y este señor, Ali ofrece una tremenda actuación como un vendedor de drogas que usa la tolerancia para aceptar a los que le rodean. Créditos también a Naomi Harris por su convincente actuación como la madre drogadicta.


En su segunda película, Jenkins logra que los matices emocionales de la película siempre sean contemplativos y reflexivos. Ejecuta la puesta en escena con una eficacia prodigiosa colmada de intensidad dramática. Y ayudado por grandes actuaciones, el sólido guion, la afectiva banda sonora y la preciosa fotografía, sus imágenes son casi hipnóticas encuadrando la poesía humana.


Naturalmente, lo más importante de la película es que los temas de la identidad sexual, la tolerancia racial y la represión de los deseos nos pueden servir como alegorías de esas personas silenciadas que hoy en día necesitan expresarse más que nunca, especialmente en las comunidades afroamericanas. Es el comentario social de una realidad humana íntimamente sincera.



7/10


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Manchester junto al mar

Lee Chandler (Casey Affleck) es un fontanero que se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal tras enterarse de que su hermano ha fallecido debe hacerse cargo de su sobrino de 16 años.


Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr. 16 min.
País: Estados Unidos
Director: Kenneth Lonergan
Guion: Kenneth Lonergan
Música: Lesley Barber
Fotografía: Jody Lee Lipes
Reparto: Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges

Crítica de la película


Podemos afirmar que esta película, Manchester By the Sea, es un excelente drama que nos habla de algo muy serio: el duelo que nunca se supera. Trata la historia de un plomero que le hiede la vida porque en el presente se halla encerrado en la cárcel de la culpabilidad a causa del tormentoso pasado. Pero también es un drama que se niega a ser condescendiente para mesurar el tratamiento del protagonista interpretado magníficamente por Casey Affleck.

 

Ya conocíamos el cine de su director, Kenneth Lonergan, con la pesada You Can Count on Me. Y quizá por eso no contábamos con que su nueva película fuera tan interesante. Pero ahora que la hemos visto, nos ha mandado a callar con un eficaz ejercicio de dirección. Consigue que la narración se mantenga sin prisa, a paso de tortuga, para que el ritmo se tome el tiempo necesario para revelar todo lo que le ha sucedido a Lee Chandler (Casey Affleck).

 
 

Hay que destacar que no es una película donde el personaje principal se libra de su situación, no es una película con un melodrama barato de pretensiones lacrimógenas (aunque si usted llora es problema suyo), no es una película que tenga un mensaje específico, no es una película que tenga subterfugios convencionales con finales felices. Nada de eso. Esta es una película que sabe muy bien cuándo ser dramática para que los personajes se sientan genuinos, imperfectos, humanos. Esto es algo que le puede pasar a cualquiera.

 

El filme comienza presentando a Lee Chandler arreglando las cloacas, los inodoros nauseabundos y los desagües de varias casas. Es un tipo reservado, irascible, introspectivo, que tiene serios problemas de actitud. Vive solo en una pequeña habitación. Y un pesimismo desconcertante juega con su inestable estado de ánimo. Trabaja como fontanero para que uno se pregunte, ¿qué le pasó para tener esa inestabilidad emocional? Algunas escenas de flashbacks tienen la respuesta.

 

Cuando Lee se entera de que ha fallecido su hermano, Joseph Chandler (Kyle Chandler), se ve obligado a regresar al pequeño pueblo de Manchester-by-the-Sea en el que creció hace un par de años atrás. Allí se entera de que tiene que hacerse cargo de su sobrino de 16 años, Patrick Chandler (Lucas Hedges), el hijo de Joseph. Pero en el trayecto se ve afecto por los recuerdos, esos flashbacks que consistentemente nos revelan que en el pasado sufrió la peor de las desdichas cuando vivía con su esposa, Randi (Michelle Williams).

 

Hay instantes que definen nuestras vidas para siempre. En el caso de Lee, vemos que lo que ha definido el irreversible curso de sus acciones es el profundo sentimiento de duelo que lo tiene estacando en la forma con la que percibe el mundo. Es el retrato de un hombre que ha reprimido sus emociones hasta acumularlas en un huracán interno que no ve otra salida que no sea la depresión ni la culpa. No puede salir del evento traumático que marcó su vida aunque el presente le diga lo contrario.

 

Notamos también que todos los personajes de la película se sienten empáticos por la naturalidad con la que los actores interpretan sus partes. En cada escena le otorgan profundidad dramática a lo que atestiguamos, como Casey Affleck como Lee. Affleck logra, quizás, la mejor actuación de su carrera como el padre atormentado por el pasado. Créditos al desconocido Lucas Hedges como Patrick, el muchacho inadaptado e incomprendido proveniente de una familia disfuncional. También a Michelle Williams como la cónyuge de Lee, quien se roba el show en una sola escena con un lenguaje corporal muy bien articulado.

 

Lonergan, quien también escribe el sólido guion, ajusta el fondo melancólico de la película con una autoría cautelosa que, aunque parezca simple, es impúdicamente profunda. Nos describe escenarios implícitamente sin recurrir al diálogo. Y a pesar de ser un drama afectivo sobre el sufrimiento de una persona, por momentos reímos y casi lloramos. Es un cine sincero y conmovedor que es alérgico a la tragedia fácil.




8/10


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