Sinopsis: Del tren baja Milán, un hombre solitario, que llega a la ciudad por primera
vez. Entra en una farmacia, donde conoce a Manesquier, un profesor de lengua
jubilado. Los dos hombres, aunque muy distintos, simpatizan por una simple
razón: a cada uno le hubiera gustado llevar la vida del otro. El profesor
sueña con ser un aventurero; el aventurero se imagina a sí mismo como un
hombre sedentario. Dentro de tres días, Milan tiene pensado atracar el banco
local, y, dentro de tres días, Manesquier tiene que someterse a un triple
by-pass. Tienen tres días para conocerse, para creer ilusoriamente que
habrían podido llevar una vida distinta.
Ficha técnica Título original: L'homme du train Año: 2002 Duración: 1 hr 27 min País: Francia Director: Patrice Leconte Guion: Claude Klotz Música: Pascal Estève Fotografía: Jean-Marie Drejou Reparto: Jean Rochefort, Johnny Hallyday, Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Me causa una agradable sorpresa este drama criminal dirigido por Patrice
Leconte. El humor, los diálogos que llevan impreso el sello de la sobriedad y
una trama muy intrigante la mantienen alejada de artificios. Los protagonistas
son dos personajes macerados que se cruzan por casualidad en un tren y tienen
algo en común: están cansados de haber llegado a un punto en sus vidas en que
casi nada tiene sentido. Uno es un profesor de poesía conservador, agobiado,
de alegría fingida, que lamenta en el fondo no haber disfrutado de algo más
que tocar el piano, tomar vino y leer libros. El otro es un ladrón algo
reservado, solitario, propenso a la acción, que se ha dejado atrapar por el
pasado y anhela escapar del círculo de violencia que firma su historial. Esos
dos señores están interpretados con una química estupenda entre Jean Rochefort
y el legendario Johnny Hallyday. Siento simpatía por ellos cuando entablan sus
conversaciones en medio de la cotidianidad otoñal de una provincia francesa.
En ese vínculo, cuando uno de ellos anhela lo que tiene el otro, y viceversa,
visualizo una lectura filosófica sobre el significado de la elección. Es una
buena película.
Estoy convencido de que esta comedia romántica de Netflix tiene buenas
intenciones cuando aborda su argumento sobre las vicisitudes de la
adolescencia como el primer amor, la timidez, la familia y la honestidad desde
la perspectiva de una peculiar joven asiática estadounidense interpretada por
Lana Condor. Pero me olvido de todo eso cuando abro el libro de los 1001
clichés del romance de mayoría de edad y anticipo lo que pasa hasta con los
ojos cerrados. Sé que la pobre muchacha idealista termina enamorada del tipo
popular del colegio. Sé que de la relación fingida surge el sentimiento
genuino. Sé que después de atravesar los dilemas más triviales terminan juntos
hasta que la universidad los separe. Y la directora Susan Johnson me lo
comunica con una narrativa tan blanda como una dona de Krispy Kreme. El
romance que veo es demasiado dulce para mi gusto. Soy alérgico a la ingenuidad
que colma a los personajes. Lo más interesante, quizá, es que su comentario
sobre la adolescencia refleja los cambios culturales de las relaciones
juveniles con la postura dominante de la nueva feminidad.
No me conmueve para nada este drama del director Peter Hedges. Es demasiado
condescendiente con el argumento sobre la adicción a las drogas, el afecto
familiar y el sacrificio maternofilial. Tiene una estupenda actuación de Julia
Roberts como la madre que intenta rescatar a su hijo de las drogas,
interpretado por un Lucas Hedges del que casi no siento su presencia. Sé de
antemano que el muchacho se ha rehabilitado, pero también sé que vuelve a los
vicios para que la historia tenga coherencia. Las contrariedades que
atraviesan la madre y el hijo las percibo de una sola dimensión, sujetas a lo
previsible. Parece que solo hay tiempo para lo fácil. La crudeza que supone el
material tan manido como el de la adicción a las drogas se disipa para
favorecer una trama repleta de sensiblería gratuita y de personajes
secundarios que son presentados como maquetas de cartón ante los problemas que
rodean al protagonista. Y las decisiones narrativas que atestiguo en el tercer
acto, con la llegada de la anticipada lectura moral, me dejan pensando en que
se trata de una broma cuando veo que el milagro de la resurrección del adicto
apunta a una recóndita metáfora religiosa. Es una película mediocre.
Me causa mucha emoción haber visto esta película, Avengers: Endgame,
sin que los patanes insufribles que andan diseminados en las redes sociales me
lanzaran algún tipo de spoiler. Supongo que tengo suerte de principiante. La
vi en un estado perpetuo de ingenuidad. Y no me arrepiento de absolutamente
nada. Ni siquiera de la molestosa algarabía de los fanáticos que vociferaban
en la sala de cine como si se tratara de una especie de mitin político. No hay
desperdicio alguno en lo que he visionado, aún con sus tres horas de duración
que pasan volando y hacen que me olvide por completo de ir al baño a cubrir
mis necesidades urinarias. Es una película de superhéroes entretenida e,
insólitamente, muy intimista cuando reúne por cuarta ocasión a los
superhombres más poderosos del cine de Marvel para terminar con la saga del
infinito que el estudio comenzó hace más de diez años y 21 películas
producidas. Y sale bien parada. Si se me presenta la oportunidad, con mucho
gusto la vería de nuevo.
Esta secuela de
Avengers: Infinity War
dirigida por los hermanos Russo pone mi corazón tan acelerado como una
locomotora en algunas de las secuencias más espectaculares que haya
atestiguado de este universo cinematográfico que, aparentemente, cierra un
ciclo para abrir otro nuevo. Con esta película cobra sentido la continuidad
establecida durante los 22 capítulos del macrocosmos cuando distingo la
revisión, el homenaje imborrable a once años de superhéroes. Tiene acción,
humor, melancolía, seriedad. Encuentro satisfacción en una historia muy
emotiva sobre el compañerismo, la pérdida y el sacrificio. Los protagonistas
que veo se muestran más profundos y empatizo con ellos en cualquier escena.
Quizá se extiende más de lo necesario, pero está correctamente narrada. Lleva
impresa el sello de la coherencia y de un manejo estupendo de la narración,
cuya preponderancia subyace en la riqueza de los personajes, de su mundo tan
fantástico y de los conflictos morales que se desatan por las anheladas
piedras del infinito.
La trama de la película se sitúa tres semanas después de que Thanos (voz de
Josh Brolin) eliminara la mitad de los individuos del firmamento haciendo el
chasquido con las piedras del infinito. Presenta a un moribundo Tony Stark
(Robert Downey Jr.) deambulando por el espacio al lado de Nébula (Karen
Gillan). Ambos son rescatados por Capitana Marvel/Carol Danvers (Brie Larson).
De regreso en la Tierra, se reúnen con los Vengadores restantes como Bruce
Banner/Hulk (Mark Ruffalo), Thor (Chris Hemsworth), James Rhode/War Machine
(Don Cheadle), Natasha Romanoff/Black Widow (Scarlett Johansson), Rocket
Raccoon (voz de Bradley Cooper y Steve Rogers/Capitán América (Chris Evans).
En el cuartel, deciden buscar a Thanos para quitarle las piedras del infinito
y revertir lo que ha hecho. Lo encuentran mortecino en un planeta lejano. Pero
es demasiado tarde. Se dan cuenta de que no pueden hacer nada porque Thanos ha
destruido las piedras del infinito para prevenir que las usaran. Cinco años
después, con la aparición de Scott Lang/Ant-Man (Paul Rudd), los Vengadores se
proponen viajar en el tiempo a través del reino cuántico para obtener las
piedras en distintos períodos del pasado y así poder cambiar las acciones del
presente.
Me sorprende de inmediato el paralelismo producido por los viajes en el tiempo
que entra en juego. Se estructura con buen ritmo y el típico montaje paralelo
y de tiempos alternativos. Lo siento ingenioso y necesario. Creo que pocas
veces lo he visto en una película de superhéroes. Hay referencias de la
cultura popular para adelgazar las explicaciones complicadas que eso supone, a
pesar de tratarse de ciencia-ficción. Los personajes, ahogados en la culpa,
viajan al pasado para reconstruir los daños ocasionados en el presente y al
mismo tiempo preservar el futuro, pero también, en el caso de algunos como
Tony Stark o Steve Rogers, sirve para valorar a sus seres queridos y conocer
más de sí mismos. El viaje en el tiempo es adecuado para cerrar los arcos
argumentales de varios de los miembros de los Vengadores, incluyendo Iron Man
y Capitán América. En esos instantes la película, además de adquirir la
esencia clásica del cine de robos, le otorga una profundidad que humaniza
brevemente a los personajes que hemos venido conociendo todos estos años. El
viaje también se esgrime para concebir una nostalgia autorreferencial que,
aunque a veces invoca a la sensiblería gratuita, nos recuerda algunos de los
momentos más asombrosos de la saga.
Con el elemento de las piedras del infinito la película formula un estudio muy
interesante sobre el bien y el mal que comienza con
Avengers: Infinity War. El bien, además de ser cargado por todos los
Vengadores, es simbolizado por Tony Stark. La travesía de la leyenda de Stark
culmina cuando se sacrifica poniéndose el guante del infinito para realizar el
chasquido que acaba definitivamente con Thanos. Stark, un simple humano, ha
pasado de ser un héroe egoísta a un héroe de la ética que se inmola por todos.
Es el personaje que se redime para salvar a los demás, si bien ya lo había
experimentado en las otras películas de
The Avengers. Su poder es el sacrificio que aprende con el paso de los años y en todas
las batallas en las que ha participado. Por otra parte, Thanos representa el
mal en su estado más politizado. Es un pedazo de tirano, megalómano, de gran
poder, que anhela tranquilidad a cambio de cumplir con su objetivo de destruir
la medianía de la vida del universo para balancearlo, cosa que logra en la
cinta predecesora. Thanos es la antítesis de Iron Man, en el sentido de que lo
sacrificaría todo con tal de lograr su cometido. Otro aspecto que simboliza
esa dicotomía entre el bien y el mal está en que el héroe, Iron Man, utiliza
el guante con las piedras del infinito en la mano derecha, mientras que el
villano, Thanos, lo había utilizado en la mano izquierda. Tanto esta película
como la antecesora Avengers: Infinity War forman, irónicamente, el
balance del que habla Thanos cuando pone en pantalla su recóndita tesis sobre
el conflicto eterno entre bien y el mal. En la primera el mal triunfa y el
bien fracasa, mientras que en la segunda ganan los buenos y pierden los malos,
estableciendo así una igualdad de condiciones entre héroes y villanos.
Sospecho que la magia de la película reside en la manera tan virtuosa en que
los hermanos Russo le pasan factura, equilibrando los subterfugios clásicos de
narrativa superheroica con el amplio repertorio de unos personajes que se
sienten genuinos. Aunque puede ser previsible (sé de antemano que obtendrán
las piedras y que matarán a Thanos) y le sobre metraje, caigo rendido ante los
elementos más heterogéneos que la componen. Los golpes de efecto tienen
sorpresas que me asombran cuando menos lo espero, la renovación de
personalidad de Hulk como nerd y de Thor como un borracho barrigón me resulta
hilarante, la música empática me conmueve en las escenas de mayor carácter
dramático, la resolución final del conflicto es una cosa de locos que
despierta cada uno de los vellos de mi piel con una de las batallas más
colosales que se han realizado en el cosmos marveliano. Me cuesta pensar que
se trata de la conclusión de toda una saga, pero así como la vida misma, nada
dura para siempre. Hay que disfrutar el viaje. Es el épico final de la primera
gran etapa de las películas de superhéroes de Marvel.
Ficha técnica Año: 2019 Duración: 3 hr 01 min País: Estados Unidos Director: Anthony Russo, Joe Russo Guion: Christopher Markus, Stephen McFeely Música: Alan Silvestri Fotografía: Trent Opaloch Reparto: Robert Downey Jr., Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Chris
Hemsworth, Chris Evans, Brie Larson, Don Cheadle, Paul Rudd, Josh Brolin
(voz), Calificación: 7/10
Sinopsis: En Nevada en el año 1885, Gil Carter (Henry Fonda), un vaquero, llega a una
pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de
dudosa reputación. Le acompaña su amigo Art (Harry Morgan). La inesperada
noticia del asesinato de un conocido ranchero provoca que, ante la ausencia
del sheriff, se forme un grupo de linchamiento del que tanto Gil como Art
formarán parte.
Ficha técnica Título original: The Ox-Bow Incident Año: 1942 Duración: 1 hr 15 min País: Estados Unidos Director: William A. Wellman Guion: Lamar Trotti Música: Cyril J. Mockridge Fotografía: Arthur C. Miller Reparto: Henry Fonda, Dana Andrews, Anthony Quinn Calificación: 8/10
Crítica breve de la película
Este western crepuscular, dirigido por el siempre indomable William A. Wellman
y adaptado de la obra de Walter Van Tilburg Clark, me ha impactado como si mi
cuerpo hubiese sido atravesado por una bala. Wellman le imprime agudeza,
sobriedad y una tensión que me pone a cuestionar las acciones de los hombres
que van a ser colgados injustamente. Rechaza la ortodoxia de la época con una
poderosa metáfora social sobre la moralidad humana en los tiempos más
agridulces, presentada en un oeste lejano en el que la barrera entre los
héroes y los villanos se vuelve borrosa. Un mundo donde ya no se puede decir
que las acciones sean buenas o malas. Un mundo donde los conceptos de ley y
justicia son estados ilusorios. Siento autenticidad en los vaqueros que veo
liderados por Henry Fonda, Dana Andrews y Anthony Quinn. Hay miradas y luces
que desentrañan la verdad más recóndita. Quedo sorprendido de inmediato con
las revelaciones que reserva la trama en el climático desenlace. En ese
momento, tengo la sensación de tener un nudo en el cuello que aprieta mi
garganta cuando reflexiono con ese monólogo final. Es una película formidable.
Sinopsis: Viernes noche: ya está, Laura lo ha empaquetado todo. Mañana se irá a vivir
a casa de François. Pero esta noche sale del piso vacío, donde ya no se
siente en casa, para ir a cenar con Marie y Bernard. Se encuentra paralizada
en medio de un descomunal atasco porque - ya no se acordaba - hay una
huelga. Pero a Laura le da igual, esta noche, aquí, en su coche, es donde se
siente realmente en casa. Hace calor, pone música, nada le puede pasar.
Fuera es invierno. Los peatones parecen tener prisa por volver a casa, el
clamor de los claxons, nervios y agitación general excepto, un poco más
allá, un hombre con chaqueta de cuero, inmóvil.
Ficha técnica Título original: Friday Night (Vendredi Soir) Año: 2002 Duración: 1 hr 25 min País: Francia Director: Claire Denis Guion: Emmanuèle Bernheim Música: Dickon Hinchliffe Fotografía: Agnès Godard Reparto: Valérie Lemercier, Vincent Lindon Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Encuentro sutil y algo sensual este drama romántico de la directora Claire
Denis. Denis crea un hálito de intimismo y parquedad con la historia de una
mujer y un hombre que se atraen en medio de la noche más oscura y del tránsito
más caótico por las calles de Paris. El tapón es interminable. Allí se conocen
y surge la atracción inevitable dentro del automóvil. Hay miradas que
apaciguan al silencio, la pasión despreocupada y el amor más efímero. Y veo
que queda impreso en una especie de poesía carnal que es característica del
estilo formal de la directora. El empleo del plano medio corto, el primer
plano, la sobreimpresión y un color rojo omnipresente, transmite las emociones
intensas de la mujer estupendamente interpretada por Valérie Lemercier. Noto
autenticidad en su actuación. Siento que sé lo que piensa cuando cambia la
emisora, cuando toca el claxon para avanzar, cuando pone las manos sobre el
volante, cuando se angustia, cuando desea llenar su vacío afectivo con este
hombre misterioso que apenas conoce. En ella veo un delicado comentario sobre
la independencia de la mujer. Es una buena película.
Sinopsis: Una escritora llamada Rachel y su marido Richard buscan tener un hijo, pero
pasados ella ha superado los 40 y las probabilidades se reducen. La
desesperación llega a sus vidas y hace peligrar su matrimonio cuando la
doctora, tras diversos métodos de fertilidad fallidos, les recomienda como
única salida la ayuda de otra mujer para tener un hijo con el esperma de
Richard.
Ficha técnica Título original: Private Life Año: 2018 Duración: 2 hr 00 min País: Estados Unidos Director: Tamara Jenkins Guion: Tamara Jenkins Música: Fotografía: Christos Voudouris Reparto: Paul Giamatti, Kathryn Hahn Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Quedo conmovido al instante con esta comedia dramática de la directora Tamara
Jenkins. En su tercer largometraje, Jenkins elabora una historia henchida de
drama y de un humor cálido, presentando con sutileza la historia de la pareja
de escritores de mediana edad que hacen lo que pueden para concebir un hijo, a
pesar de que la vida se la pone difícil. Los problemas forrados en la
cotidianidad de los protagonistas me interesan, tienen los pies en la tierra,
son seres de carne y hueso. Y me siento tan impotente como ellos. Están
interpretados con mucha química. El registro dramático del siempre tremendo
Paul Giamatti y de Kathryn Hahn lleva el sello de la naturalidad en cualquier
escena en la que se expresan. El ritmo se mantiene, los diálogos poseen
claridad y la música empática es adecuada en las escenas más intimistas. Lo
más interesante, no obstante, es la manera tan escueta en que Jenkins aligera
los temas complicados de la película para resarcir un estudio sobre los
sacrificios del matrimonio y los vínculos familiares. Allí soy partícipe de
las risas, del dolor, de la impotencia, pero también de la frustración y de
los momentos más agridulces que puede traer la existencia. Es una película
emotiva que proyecta simpleza en las cosas más humanas.
El cine de los hermanos Coen, directores que me han conquistado con obras tan
esperpénticas como hilarantes, tiene una predilección orfebre por hacer
revisiones de los géneros cinematográficos; respetando las reglas con las que
funcionan e imprimiendo al mismo tiempo una originalidad que es única en el
cine estadounidense contemporáneo. Suele presentar las situaciones más
estrambóticas con una imaginería pintoresca, paseándose sutilmente por los
géneros del crimen, la comedia negra, el neo-noir más lóbrego y el
western más clasicista. He quedado impresionado con películas suyas como
Blood Simple, la excelente
Miller’s Crossing,
Barton Fink,
Fargo,
The Big Lebowski,
“O’ Brother Where Are Thou?”,
The Man Who Wasn’t There,
Burn After Reading, la formidable
No Country For Old Men
y la inolvidable
True Grit. Pero también me aburro mucho con sus metidas de pata como las irregulares
A Serious Man,
Inside Llewyn Davis
y
Hail Caesar!
Todas esas películas tienen algo en común: formulan un revisionismo de los
géneros del cine desde el universo tan peculiar que esos directores han
creado. Y su película más reciente, The Ballad of Buster Scruggs, no se
escapa de ese mecanismo genérico.
Esta última película firmada y dirigida por los Coen,
The Ballad of Buster Scruggs, se trata de un western antológico
estrenado en la plataforma de Netflix que un principio estaba concebido como
una serie, aunque al final se decidieron por la película. Ha sido elaborado
con algo de comedia negra y ligeros rastros de musical. Se compone de seis
episodios ambientados en diferentes lugares del viejo oeste norteamericano,
con los vaqueros que usualmente habitan esos paisajes. Y lo que observo me
suscita cierta belleza en algunos tramos de los relatos. Pero los componentes
narrativos que estructuran cada capítulo me producen una indiferencia de
proporciones incalculables. No me causa gracia ni diversión. Es soporífero,
propenso a la insulsez, imperdonablemente irregular. Presiento la
artificialidad más manida cuando recurre a la retórica audiovisual que es
característica de la estética de los directores para homenajear los
estereotipos de un lejano oeste que, aparentemente, está muriendo; aunque
reconozco al instante el diseño de producción que añade autenticidad a los
asuntos de los llaneros solitarios.
Cada uno de los relatos de la película rinde tributo a las variantes genéricas
del western cambiando de personajes, de locación y de trama. Se desarrollan
entre los años 1850 y 1880 en la frontera norteamericana. En el primer
capítulo, The Ballad of Buster Scruggs, seguimos a Buster Scruggs (Tim
Blake Nelson), un vaquero muy alegre vestido de blanco que canta y que
aparenta ser gentil cuando rompe la cuarta pared montado en su caballo, pero
que realmente es un forajido apático que mata sin piedad a cualquier pistolero
que se cruce por su camino. En el segundo, Near Algodones, un cowboy
(James Franco) que roba bancos es capturado y condenado a la horca. El
tercero, Meal Ticket, presenta a un Impresiario (Liam Neeson) y un
artista joven (Harry Melling) sin pierna ni brazos que viajan por todos los
pueblos en una carreta que funciona como el escenario de su espectáculo
teatral. En el siguiente, All Gold Canyon, un anciano conocido como El
gambusino (Tom Waits) atraviesa un valle montañoso en busca de oro, pero es
víctima de la avaricia. En The Gal Who Got Rattled, una mujer llamada
Alice Longabaugh (Zoe Kazan) cruza las praderas de Oregón en una caravana
junto a su hermano y otros ganaderos, sin embargo, conocen la tragedia cuando
son asaltados por unos indios. El último cuento, The Mortal Remains,
involucra a cinco personas que se trasladan en una diligencia durante el
atardecer y sostienen una conversación muy siniestra.
Esta recopilación de fábulas del viejo oeste se despliega con un tratamiento
estético que, admito, es muy correcto. La música y los ruidos desempeñan un
rol fundamental que anuncia la desdicha. Las atmósferas habitadas por los
personajes son hermosísimas y fabrican un homenaje a varios subgéneros del
western como al western musical, el spaguetti western, huellas del
western épico y el típico western crepuscular. La tonalidad de los colores
cambia de cálidos a fríos para simbolizar las acciones y las circunstancias
que rodea a los protagonistas, al igual que el color impreso en su vestuario.
Y el conjunto que constituyen las crónicas está siendo imaginado desde el
punto de vista de un narrador extradiegético (del que solo vemos sus manos)
que otea las hojas de un libro titulado
The Ballad of Buster Scruggs and Other Tales of the American Frontier.
Cada ficción que lee ese narrador desconocido al pasar las páginas responde a
una determinada iconografía del género, y es lo que atestiguo durante todo el
metraje con unos raccords muy artificiosos.
El problema fundamental, no obstante, es que las aventuras que observo se
vuelven previsibles y redundantes. Los vericuetos de los capítulos carecen de
pujanza y anticipo fácilmente las resoluciones. Los personajes son manipulados
con una exposición que oscurece su desarrollo. Los vaqueros que veo allí me
dejan aliquebrado. Los diálogos pretenden ser ingeniosos debajo de su capa de
ironía superflua. Los golpes de efecto y los giros lucen aniñados. El humor
absurdo y supuestamente sardónico me deja tan vacío como un río en tiempos de
sequía. Quedo indiferente cuando la película me pasea por los lugares comunes
del género: el bandido misántropo que parece una caricatura, el malhechor que
asalta bancos porque se siente cansado de vivir, el sosegado empresario de la
compañía de teatro que le ordena a su súbdito cante sobre las heridas del
pasado de su país, el anciano que lleva toda una vida buscando oro, la mujer
sensible y vulnerable que anda en una caravana acechada por los indios, la
diligencia que simboliza que el género del western se dirige a un lugar muy
cercano a la muerte. El nexo edificador que sujeta todos los relatos siempre
es el mismo, la muerte producida en una sociedad amoral, nihilista y hostil.
Con esos elementos, los Coen entretejen una radiografía de la sociedad
norteamericana en la que la muerte está a la vuelta de la esquina y llega sin
avisar para los que sueñan con la utopía. Y eso no me provoca otra cosa que
una aberrante decepción. Estoy cansado de verlo. Puede que su esteticismo
lleve el sello de la violencia poética, de los diálogos más lenguaraces que
uno se pueda imaginar y de unos personajes inteligibles que, muchas veces, se
quedan con uno una vez que ruedan los créditos. Pero en este western nada de
eso está presente. Es una película menor en la filmografía de los señores
Coen, una que parece estar repleta de páginas en blanco.
Ficha técnica Año: 2018 Duración: 2 hr 14 min País: Estados Unidos Director: Joel y Ethan Coen Guion: Joel y Ethan Coen Música: Carter Burwell Fotografía: Bruno Delbonnel Reparto: Tim Blake Nelson, Tom Waits, James Franco, Liam Neeson, Zoe
Kazan Calificación: 5/10
Sinopsis: Un estudiante universitario despierta amor y odio cuando su interés en las
batallas de rap como tema para una tesis se convierte en una obsesión por
competir.
Ficha técnica Año: 2017 Duración: 2 hr 00 min País: Estados Unidos Director: Joseph Khan Guion: Joseph Khan, Alex Larsen Música: Brain Mantia, Melissa Reese Fotografía: Matt Wise Reparto: Calum Worthy, Jackie Long, Dumbfoundead, Rory Uphold Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Esta comedia negra musical, dirigida por Joseph Khan y producida por Eminem,
me recuerda los viejos tiempos en los que mi amor incondicional hacia la
cultura hip-hop me ponían como un aficionado a intentar improvisar como si
fuera rapero (uno muy malo). Es tan intensa y emocionante que hace que mi boca
dibuje un "oh" gigantesco cuando los protagonistas se matan a versos limpios
en las batallas de rap. Y los MC lo ejecutan a capela pura, imprimiendo una
autenticidad cercana al falso documental en las secuencias de improvisación.
Los diálogos de las batallas de rap están cargados de un humor negro muy
ingenioso. Me vuelve loco la banda sonora que cuenta con clásicos como "Ante
Up", "U Don't Know Me" y "My Name Is". Observo simplicidad en la narrativa,
pero su coherencia temática me ayuda a olvidarlo. La película utiliza el rap
para expresar metáforas sobre las tensiones raciales, los prejuicios y la
democratización de los estereotipos étnicos y culturales existentes en una
sociedad norteamericana empañada de corrección política. El resultado me
atrapa, es un film muy entretenido.
Esta película francesa de Érick Zonca, que emplea correctamente los parámetros
usuales del nuevo cine negro policíaco, tiene un comienzo que suscita en mi
interior cierto interés con la historia del detective alcohólico que se
encarga de la desaparición repentina de un muchacho. La atmósfera del mundo
que habita el inspector es muy grisácea y eso me atrae. El siempre estridente
Vincent Cassel consigue otorgarle fuerza al personaje y creo en todos los
problemas que lo perturban. No obstante, como si me invadiera el espíritu de
Raymond Chandler, no me causa ningún asombro las decisiones narrativas que
construyen la trama del crimen. Sé de antemano para dónde va. Los elementos
que componen el misterio detectivesco, incluyendo unas revelaciones que rayan
en lo perverso cerca del clímax, se me hacen previsibles por el uso tan
remarcado de algunos atrezos y del color rojo. Los personajes, aparte del
protagonista, carecen de profundidad. Hay muchas escenas hueras, irregulares,
distracciones que siento que redundan demasiado con el detective para resolver
un caso que, a fin de cuentas, atraviesa los terrenos más comunes del género.
Es una película oscura sobre la descomposición moral de una familia posmoderna
francesa.
Sinopsis: Casim (Atta Yaqub), un joven escocés de origen paquistaní, es un DJ que
sueña con abrir un club con su mejor amigo. Sus padres, que emigraron al
Reino Unido en los años sesenta, tienen en Glasgow una tienda de comestibles
y prensa. Siguiendo la tradición musulmana, han decidido que Casim se case
con su prima Jasmine. Casim tiene dos hermanas: Ruksana, la mayor, está
prometida a un un joven del agrado de sus padres. Tahara, la pequeña, de
carácter rebelde, está terminando sus estudios en un instituto católico,
donde Roisin (Eva Birthistle) es su profesora de música. Cuando Casim y
Roisin se conocen, se sienten atraídos, pero mantienen su relación en
secreto, pues las diferencias religiosas y culturales son un obstáculo
insalvable para la familia de Casim.
Ficha técnica Título original: Ae Fond Kiss... Año: 2004 Duración: 1 hr 44 min País: Reino Unido Director: Ken Loach Guion: Paul Laverty Música: George Fenton Fotografía: Barry Ackroyd Reparto: Atta Yaqub, Eva Birthistle, Ahmad Riaz Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Este drama romántico del veterano Ken Loach atraviesa todo mi sistema límbico
y me cautiva con la historia del joven escocés de origen paquistaní que se
enamora de una profesora irlandesa de música. Con los problemas de ellos, el
argumento, firmado con guion de Paul Laverty, entreteje un estudio muy
cauteloso sobre los prejuicios étnicos, las diferencias culturales, la
intolerancia religiosa y el tradicionalismo más ortodoxo que se resiste a los
cambios interculturales de la sociedad. Siento que sus dilemas me pertenecen.
Soy su acompañante en todas las escenas. Y disfruto ser testigo de los
altercados familiares y de su relación de pareja. Hay intimismo, actuaciones
que se sienten de carne y hueso, un drama muy orgánico y pinceladas breves del
provocador realismo social que brota del estilo de este director que siempre
proyecta algo interesante que me pone a reflexionar. El montaje es correcto,
la música es acertada y el final feliz tiene una coherencia textual innegable.
Es una película sencilla, entretenida y muy humana.
Sinopsis: En el Tokio de 1885, Kikunosuke Onoue, hijo de un prestigioso actor,
descubre desolado que es aplaudido únicamente por ser el heredero de su
padre y que, en realidad, el público se mofa de sus interpretaciones. La
única persona que se atreve a ser sincera con él es Otoku, la niñera de los
hijos de su hermano. Pero precisamente por ello es despedida, y a Kikunosuke
le prohiben verla por temor a los rumores que se desatarían por su relación
con una sirvienta.
Ficha técnica Título original: The Story of the Last Chrysanthemum (Zangiku monogatari) Año: 1939 Duración: 2 hr 23 min País: Japón Director: Kenji Mizoguchi Guion: Yoshikata Yoda Música: Senji Ito, Shiro Fukai Fotografía: Minoru Miki, Yozo Fuji Reparto: Shotaro Hanayagi, Kakuko Mori, Kôkichi
Takada, Yôko Umemura, Calificación: 8/10
Crítica breve de la película
Aunque percibo cierta simplicidad en la manera en que se desarrolla la
narración, esta magnífica película de Mizoguchi me asombra por su enriquecedor
formalismo. Cuenta la trágica historia Kikunosuke y Otoku. Kikunosuke es un
actor de teatro fracasado. Otoku es una sirvienta y la única persona que es
sincera con Kikunosuke. Ambos se enamoran. Pero su camino se ve marcado por la
tragedia, la miseria, el dolor y los prejuicios sociales de la era Meiji de
Japón. Y Mizoguchi me comunica el destino de esos protagonistas con sutiles
travellings laterales y un control compositivo del encuadre que simboliza lo
que sienten en cada escena. Las actuaciones son magistrales. Rehusa utilizar
el primer plano para compensar la dimensión intimista de la historia con el
plano general. No hay ni un solo plano secuencia que no sea riguroso. El ritmo
no decae en ningún momento. Ofrece también una importante metáfora sobre el
amor más incondicional y los sacrificios de la mujer en una sociedad
patriarcal intolerante. Es un melodrama parsimonioso, delicado y muy
conmovedor. No podía esperar menos del gran Mizoguchi.
Esta película argentina de Luis Ortega, basada en la vida del criminal Carlos
Robledo Puch, me atrapa en la primera hora con la historia del joven con cara
de ángel afeminado que, seducido por los demonios de la libertad y la
sociopatía, realiza atracos y asesina gente con una indiferencia que parece
sacada de un libro de Camus. El protagonista es frío como el hielo, volátil y
muy raro. Noto cierta autenticidad en la reproducción del período. Algunos
raccords comunican muy bien las miradas, las intenciones y los pensamientos
del protagonista. El empleo de la música extradiegética energiza unas cuantas
secuencias de robo. De repente, durante la segunda mitad, me invade un
aburrimiento tan violento como ese delincuente. La actuación del desconocido
Lorenzo Ferro es correcta, pero todo se ve muy programado para seguir al pie
de la letra el estudio de amoralidad, sexualidad latente y transgresión del
personaje que interpreta. No hay profundidad psicológica en el asunto. La
narración atraviesa un pastiche cercano al cine de Scorsese. Es una película
de crimen sin muchas luces. La siento huera, artificiosa y algo previsible.
Esta película de la directora debutante Elizabeth Chomko, se ve algo genuina
presentando las vicisitudes de una familia de clase media con un reparto
encabezado por Hilary Swank y Michael Shannon, también por Robert Forster y
Blythe Danner. En su drama familiar encuentro un tratado sobre el sacrificio,
la obligación paternofilial y los vínculos familiares que perduran en el
tiempo sin importar los problemas laminados en la cotidianidad. Pero veo una
fabricación premeditada cuando todos ellos se reúnen en Navidad para cuidar a
la madre que tiene Alzheimer. Algunas decisiones narrativas la vuelven
redundante. Me siento como un fantasma que hace de intruso en los problemas de
estos personajes. En la segunda mitad el ritmo se esfuma al lado del brío
dramático. Me importa muy poco la tragedia, aunque tiene momentos de
intensidad que solo son visibles cuando entra en escena el siempre magnético
Michael Shannon, interpretando el personaje más interesante. Es una película
con buenas intenciones pero que falla a la hora de aprovechar la fuerza
actoral de su reparto. Le falta emotividad.
Pienso que el género western de las últimas décadas está atravesando una
especie de terreno espinoso que le imposibilita avanzar para contar ficciones
que sean diferentes. Con el paso de los años son pocos los estudios que se
arriesgan a disfrazar a un actor de jinete para que monte a caballo y
desenfunde su pistola frente a una cámara. Ninguna productora en su sano
juicio se aventura a realizar un producto semejante en una época en la que la
tribu de consumidores de cine practica el onanismo mental más salvaje con las
películas de superhéroes. Dudo mucho que recupere el esplendor que tuvo con
esos westerns tan fenomenales en los que participaban John Wayne o Clint
Eastwood, íconos inolvidables del género. Simplemente ya no es tan rentable.
La popularidad ha decrecido. El tiempo de los hombres sin nombre y de los
forajidos que luchan contra indios se ha terminado. Es muy raro ver el estreno
de una o varias películas del oeste en estos días. Casi ninguna llega a las
salas de cine. No obstante, he visto una que me parece interesante. La dirige
el francés Jacques Audiard (Read My Lips,
Un Prophete,
Dheepan) y ha sido rodado en Europa. Se trata de The Sisters Brothers. Y es
un western atípico que aprovecha su fábula del lejano oeste de una manera muy
distinta a lo que he visto en años recientes.
Audiard, en su primera película de habla inglesa, regenta un western que se
destaca, casi siempre, empleando los parámetros del género con mesura. En las
secuencias de tiroteos pone a los enemigos mayormente fuera de campo, a
oscuras, de lejos, para que solo los diálogos de los personajes, los sonidos y
las chispas de la pólvora impriman poesía visual a la brutalidad que eso
refleja. Su violencia es poética. Me pasea por la mayoría de los escenarios
que se ven este tipo de películas: pueblecitos hechos a base de madera,
cantinas repleta de borrachos y buscapleitos, caravanas dirigidas por
diligencias, pistoleros que cabalgan por las praderas, escenas de descanso
frente a la tranquila iluminación de las fogatas mientras los vaqueros
dialogan y los jamelgos descansan. Su mirada del viejo oeste por momentos me
impresiona con sus hermosos paisajes y la historia de los malhechores hermanos
Sisters que habitan un mundo violento, durante la fiebre del oro, en el que
todo se negocia a tiro limpio por la ley del revólver. Y no me queda de otra
que disfrutar el viaje.
La película se sitúa en el año 1850 en el oeste de los Estados Unidos. Allí
soy testigo de las acciones de los hermanos Eli (John C. Reilly) y Charlie
Sisters (Joaquin Phoenix), bandoleros que trabajan haciendo encargos para un
adinerado señor llamado Commodore (Rutger Hauer). A lo largo de los años han
creado una reputación al haber matado a muchísimos bandidos y al cobrar la
recompensa detrás sus víctimas. Son temidos en todos los pueblos por los que
pasan, capaces de matar a sangre fría a cualquiera que se interponga entre sus
pencos y ellos. Un día su jefe, Commodore, les ordena que se dirijan a
California para asesinar a un químico llamado Hermann Kermit Warm (Riz Ahmed),
que ha descubierto un método para encontrar oro en los ríos con mucha
facilidad. En el camino de esos protagonistas hay ímpetu, hostilidad, lealtad,
avaricia que destruye vidas y un discreto retrato sobre la hermandad que
impone su poder frente a la independencia.
Los hermanos Sisters son personajes de personalidades muy disímiles y están
estupendamente interpretados por los correctos Joaquin Phoenix y John C.
Reilly. Uno es extrovertido, está atormentado y goza de la impulsividad. El
otro es taciturno, algo tonto, pero esconde un corazón gentil detrás de la
frialdad. Y me creo lo que hacen. Phoenix como Charlie Sisters es el hermano
menor que asume el liderazgo y actúa como una figura patriarcal con su hermano
mayor, Eli. Es cínico, soberbio y posee una predilección para los problemas.
Cuando no está matando rufianes, se va de parranda a buscar mujeres y a
emborracharse en la cantina más cercana, siempre acompañado de su hermano. No
obstante, Reilly como Eli Sisters es la antítesis de Charlie. Se muestra como
un hombre indeciso que ha sido siniestrado por el pasado, desolado por la
culpa de no haber podido ejecutar a su abusivo padre para salvar a su familia,
pero, también, desea abandonar la vida de matón. Le añade un componente cómico
a la aventura de ambos, como en la escena en la que con una cara de despistado
aprende a utilizar el cepillo de dientes o cuando intenta acostarse con una
prostituta.
Estos protagonistas, Charlie y Eli, son los estereotipos habituales del
vaquero norteamericano más salvaje que sabe utilizar la pistola, pero que es
vulnerable como cualquier persona a cosas tan terribles como el abuso
patriarcal, el dolor desatado por la traición, la mordedura de una araña
(alegoría del sufrimiento y la vulnerabilidad), la imposibilidad de adaptarse
a la modernidad, la amputación de un brazo y los servicios funerales que
simbolizan que el western, como género, está muriendo. Esos significados se
complementan con las acciones que toman al reunirse con el cordial
cazarrecompensas John Morris (Jake Gyllenhaal) y con el hombre que buscan,
Hermann Kermit (Riz Ahmed). Cuando se reúnen con John Morris y con Hermann
Kermit visualizan una posibilidad de escapar de la miseria y negocian con
ellos para buscar oro. Pero, como era de esperarse, la codicia los arruina y
los deshumaniza. Los cuatro personajes representan las dicotomías de dos
clases sociales que colisionan por un bien común.
Audiard, guiado por un sentido estético insondable, encuadra a los hermanos
Sisters regularmente en planos de dos para deconstruir la mitología
estructural del western y, a la vez, elaborar una poderosa metáfora textual
sobre los claroscuros ideológicos presentes en una sociedad norteamericana que
se desmorona desde el interior cuando sus habitantes se matan por las riquezas
para construir sus sueños utópicos (metaforizado en la secuencia de la
búsqueda de oro en el río). Imprime sobriedad al viejo oeste. Percibo
autenticidad en su construcción del período. Coloca la cámara en espacios
grandilocuentes que ofrecen un sentido de desplazamiento. Su depuración
narrativa crea giros que rompe con los estándares del género, como la
climática visita de Charlie y Eli para acabar con Commodore y sus secuaces y
se sorprenden al saber que él ya está muerto. Pone a sus personajes a
contemplar la redención en una sociedad que los aguijonea abruptamente hacia
la fatalidad, la mezquindad y la incertidumbre. En medio de la oscuridad que
eso supone, está el otro lado del visor, la luz que resalta el humanismo más
pacificador de una familia unida que es la única salvación posible. Su western
me ha gustado. Muy pocas veces he visto algo así en este género.
Ficha técnica Año: 2018 Título original: Les frères Sisters Duración: 2 hr 02 min País: Francia, Estados Unidos Director: Jacques Audiard Guion: Jacques Audiard, Thomas Bidegain Música: Alexandre Desplat Fotografía: Benoit Debie Reparto: Joaquin Phoenix, John C. Reilly, Jake Gyllenhaal, Riz
Ahmed Calificación: 7/10
Sinopsis: Un grupo de legionarios franceses llega a un fuerte en medio del desierto y
descubre que todos los hombres están muertos; apoyados en los muros y en
posición de vigilancia, pero muertos. Este extraño suceso es el punto de
partida de una enigmática historia relacionada con la desaparición de un
valioso zafiro y con la historia de tres hermanos alistados en la legión por
un asunto de honor.
Ficha técnica Año: 1939 Duración: 1 hr 53 min País: Estados Unidos Director: William A. Wellman Guion: Robert Carson Música: Alfred Newman Fotografía: Theodor Spakuhl Reparto: Gary Cooper, Ray Milland, Robert Preston, Brian Donlevy Calificación: 7/10
Crítica breve de la película
Esta película de aventura de Wellman, adaptada de la popular obra de P.C. Wren
y, a su vez, remake del film mudo de Roger Colman del mismo título, consigue
apresarme con la historia de los hermanos Geste que se unen a la legión
extranjera francesa y son víctimas de los horrores de la guerra, algo típico
en el cine del director. Esos hermanos, interpretados por Gary Cooper, Ray
Milland y Robert Preston, transmiten emociones diversas en las secuencias más
dramáticas, pero son eclipsados por la potente actuación de Brian Donlevy como
el cruel sargento Markoff. Destaco cualidades estéticas que me sumergen en ese
mundo de conflictos éticos, como el uso narrativo del racconto, el ingenioso
'cross-cutting', el campo-contracampo, la elipsis simbólica, sutiles
travellings laterales y grandes planos generales que encuadran el desierto
como si se tratase de Ford. La banda sonora estridente de Alfred Newman
enamora mi sentido del oído en casi todas las escenas. Es una película
magnífica de aventuras sobre la hermandad, la lealtad y el sacrificio. Su
melodrama es algo simple, pero es muy emotivo para mi gusto.
Esta película de cine negro temprana de Walsh, como un camión recién sacado de
fábrica, tiene un arranque prometedor con la historia de los hermanos
camioneros de clase trabajadora que intentan independizarse de las deudas para
escalar en el negocio. Observo que esos protagonistas, Joe y Paul Fabrini,
están interpretados con carisma por George Raft y Humphrey Bogart. Sus
diálogos tienen vocación por el cinismo y la ironía. Pero luego me olvido de
ellos cuando presencio la fulgurante actuación de Ida Lupino. La película le
pertenece ella en la segunda mitad. No hay ni un solo plano en el que su
rostro no transmita el huracán de emociones y el peso psicológico que supone
cargar con esas cosas tan azarosas como la culpa y la frustración. Ahí siento
que son dos películas completamente distintas. El pecado de Walsh, o eso
percibo, es apresurar la narración con algunos raccords desaforados en el
tercer acto que convierten la resolución en algo muy predecible, todo para que
la espiral de obsesión, celos e histeria cobre sentido. El resultado es una
película de cine negro cuadrada, melodramática, algo artificiosa, pero se deja
ver, sin duda alguna por la presencia de Lupino como la femme fatale obsesiva
y manipulativa.
Sinopsis: Carmen es una adolescente
gitana que vive en el extrarradio de Madrid. Como cualquier otra gitana, está
destinada a vivir una vida que se repite generación tras generación: casarse y
criar a tantos niños como sea posible. Pero un día conoce a Lola, una gitana
poco común que sueña con ir a la universidad, dibuja graffitis de pájaros y es
diferente. Carmen desarrolla rápidamente una complicidad con Lola, y ambas
tratarán de llevar hacia delante su romance, a pesar de los inconvenientes y
discriminaciones sociales a las que tienen que verse sometidas por su familia.
La ópera prima de Arantxa Echevarría me cautiva con la historia de las dos
lesbianas que intentan emanciparse del tradicionalismo cultural de la etnia
gitana. Una es idealista, taciturna, con ganas de expresar lo que siente a
través del arte. La otra es extrovertida, irreverente, con los pies bien
puestos sobre la tierra. Lo que ambas tienen en común es que son sinceras. La
narración es loable cuando soy testigo de sus inquietudes, de sus miedos, de
la intolerancia que las rodea. El realismo social se conjunta con el drama más
impetuoso. El uso de la elipsis, los raccords y las metáforas son muy sutiles
cuando comunican, usualmente bajo el símbolo de un pájaro, las ansias de
libertad de estas protagonistas que tienen su romance a escondidas. Esas dos
protagonistas, interpretadas por las desconocidas Rosy Rodríguez y Zaira
Romero, añaden naturalismo y una discreta capa de autenticidad que sale de la
pantalla al transmitir sus emociones y sus sentimientos (son actrices no
profesionales). Aunque por momentos me resulta previsible y sé para dónde va
el asunto, disfruto la travesía. Es una película intimista, lúcida, de factura
muy dramática.
Admito que fui a ver la película Shazam! con cierto escepticismo. Entré
a la sala de cine pensando en que se trataba de otra de esas películas
aburridas que a veces salen de la mente creativa de la gente de DC Films, de
las que solo me ha gustado, por supuesto, la infravalorada
Man of Steel. Al ver que había muy poca gente me sentí aliviado. Pero la proyección
tardaba en iniciarse y comencé a impacientarme. Tuve que aguantar los
chirridos de una manada de niños acompañados de sus padres y los usuales
treinta minutos de anuncios comerciales. Pensaba que todo eso que sucedía era
una especie de premonición. Por suerte la cosa se calmó cuando comenzó la
película. En un principio, casi no me emocionaba lo que veía. No obstante, al
salir de allí, dos horas después, mi escepticismo había desaparecido y fue
sustituido por una sonrisa de satisfacción. Me hizo sentir como un niño que
abre regalos en una noche de navidad cualquiera. Es una buena película de
superhéroes. Y supone el preámbulo de uno de los héroes más poderosos y
divertidos del catálogo de DC.
La película, que marca la primera aparición de Shazam en la gran pantalla
desde la cinta serial de 1941 "Adventures of Captain Marvel" (período
en el que era conocido como Captain Marvel), adquiere un vendaval de ligereza
al no tomarse nada en serio. Cuando escucho la palabra mágica se vuelve
entretenida, siempre encadenada de los artificios del género para satirizar,
prácticamente, todos los componentes de los cómics de superhéroes. Y lo que
veo es genial. La historia de Billy Batson es interesante y cobra mayor ímpetu
con la presencia de Zachary Levi. En su núcleo encuentro un moderado
comentario sobre la amistad, la honestidad y el valor de los lazos familiares.
La trama tiene algunas sorpresas. Las secuencias de acción me emocionan cuando
Billy pone a prueba sus superpoderes. Las referencias a otros superhéroes son
sutiles. Los diálogos me producen mucha risa. Posee el vigor que tanto
necesitaba el universo extendido de DC.
En la película seguimos a un muchacho de 14 años que se llama Billy Batson
(Asher Angel) y que se ha quedado huérfano desde que se separó de su madre,
hecho que lo ha marcado profundamente. Vive en Filadelfia. Es un chico
travieso, a veces malhumorado y rebelde, que hace las cosas a su manera. Lo
único que le interesa es encontrar a su madre. Su actitud lo ha llevado a
abandonar todas las casas de los padres que lo adoptan. Pronto es adoptado por
Víctor (Cooper Andrews) y Rosa Vásquez (Marta Milans), donde tiene que
compartir con sus nuevos hermanos adoptivos, Mary Bromfield (Grace Fulton),
Pedro (Jovan Armand), Eugene Choi (Ian Chen), Darla (Faithe Herman) y Freddy
Freeman (Jack Dylan Grazer).
En un principio a Billy le cuesta adaptarse a problemas de la adolescencia
como la vergüenza, el consentimiento de los demás y la convivencia familiar
con sus nuevos hermanos, pero poco a poco lo supera cuando, por su corazón
noble, es elegido por un anciano moribundo, Shazam (Djimon Hounsou), como su
sucesor, otorgándole una serie de superpoderes que se activan diciendo la
palabra “¡Shazam!” y que lo convierten en un hombre musculoso vestido de rojo
y con capa blanca.
La magia de la película reside en la forma tan descabellada en que su
narrativa emplea la fórmula superheroica cada vez que el protagonista grita la
señal fantástica y expone sus poderes. Está consciente de sus artimañas
genéricas y casi siempre deja entrever con una sencillez infantil que se trata
de un mundo habitado por chavales que juegan a ser encapotados y que idolatran
a otros tan populares como Batman o Superman. Nos pasea con Billy Batson por
situaciones que pueden ser un tanto absurdas, pero que divierten un montón
cuando lo ponen a pasar trabajo para modelar su identidad como Shazam,
haciendo travesuras que solo haría un chico de esa edad en dicha
circunstancia: causar destrozos, intentar comprar bebidas alcohólicas,
prenderse fuego, dispararse con armas, entrar a lugares frecuentados por
adultos, saltar por los edificios, desear volar por los cielos, formar
exhibiciones públicas a cambio de dinero, subir el contenido a YouTube, en
fin, vanagloriarse con sus habilidades recién adquiridas.
Pero por otra parte, muestra las consecuencias de esos actos y hace que Billy
se responsabilice por sus acciones como todo adolescente ordinario,
enfrentándose al típico antagonista sin mucho desarrollo, Doctor Sivana, (Mark
Strong) para comprender, junto a sus hermanos, que la unión hace la fuerza. El
tono, no obstante, es el de una comedia de mayoría de edad que marcha para
aligerar la acción de algunas de las secuencias y la seriedad que refleja la
metáfora sobre el poder de la familia unida alejada de cualquier rastro de
egoísmo.
Considerando la cantidad de películas que se estrenan cada año del género de
encapuchados, esta película del director David F. Sandberg ("Lights Out") supone un soplo de aire fresco al contar los orígenes de uno de los
personajes más longevos de los cómics norteamericanos. Me ha entretenido
mucho. Los efectos visuales son muy adecuados para su presupuesto. El ritmo es
invariable. El humor, que me recuerda aquella comedia ochentera "Big", es constante y funciona en los momentos menos esperados. La química
existente entre el carismático Billy Batson de Zachary Levi y la familia de
huérfanos es muy agradable. Es una película de superhéroes disfrutable,
sencilla, algo trivial, pero desviada de pretensiones y empapada de una gracia
con la que he pasado un buen rato observando las ocurrencias de este peculiar
superhéroe que, durante mucho tiempo, fue el verdadero Capitán Maravilla.
Ficha técnica Año: 2019 Duración: 2 hr 12 min País: Estados Unidos Director: David F. Sandberg Guion: Henry Gayden, C.C. Beck, Bill Parker Música: Benjamin Wallfisch Fotografía: Maxime Alexandre Reparto: Zachary Levi, Mark Strong, Jack Dylan Grazer Calificación: 7/10