Me siento a celebrar Halloween esperando buenos sustos viendo la película giallo 'Cuatro moscas sobre terciopelo gris', dirigida por el director de terror italiano Dario Argento, la cual supone la tercera y última entrega en su trilogía Animales. Puedo decir que tiene minúsculas secuencias que son efectivas por la destreza estética ejecutada por el estilo de Argento, sobre todo al colocar la cámara en lugares recónditos, pero por alguna extraña razón no llego a disfrutar del thriller detectivesco, permanezco impávido ante el misterio del asesino asediador, invadido por una multitud inexplicable de bostezos, casi llegando al letargo, al ser testigo ocular de la historia de músico de rock parecido a Mick Jagger que es acosado y chantajeado por un criminal desconocido por el hecho de asesinar accidentalmente a otro acosador que lo perseguía de manera obsesiva. Como hay pocas pistas sobre el rastro del parricida, el protagonista interpretado pobremente por Michael Brandon, contrata a un detective privado gay para desentrañar el asunto y dar con el paradero del homicida que anda suelto matando a sus colegas. En ese punto observo detenidamente elementos que me resultan más interesantes que la trama del homicidio, como el leitmotiv del sueño de la decapitación que anuncia el declive de una víctima, el plano-contraplano que incrementa la capa de suspense en las escenas nocturnas, barridos incisivos que subrayan la subjetividad de los personajes que se sienten perseguidos, una perturbadora secuencia de asesinato en una escalera, una cuidadosa prueba de optografía forense y un estilizado empleo del color para resaltar estados emocionales. Mi problema, no obstante, es que la trama del asesino en serie y el culpable agobiado recurre a los subterfugios básicos del género y cae en lo previsible, rechazando cualquier posibilidad de sorpresa con sus personajes acartonados. No hay nada impactante en su revelación de horror giallo.



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Calificación: 5/10



Esta película de la directora So Yong Kim tiene, en mi opinión, cualidades estéticas que me ponen a reflexionar sobre el significado de la familia y las tragedias de la infancia, pero carece de brío emocional al contar la historia de dos chiquillas que son abandonadas por una madre que, fuera de campo, es golpeada lentamente por los problemas maritales y por una precaria situación socioeconómica. La madre las deja al cuidado de su cuñada, la hermana del esposo irresponsable. La despedida evoca una sensiblería que me deja impasible, pero me quedo para ver qué pasa. Las dos hermanitas, una grande y la otra pequeña, se quedan allí en la nueva vivienda y se asoman cada mañana a una montañita en espera de la mamá que, por cuestiones discursivas, sé de inmediato que no regresará nunca. Merodean el vecindario, conociendo el valor del dinero para cubrir las necesidades básicas, haciendo amistades con los niños de los alrededores y sintiendo la evidente insensibilidad de la tía. Con el retrato de esas niñas, Kim conjunta textos como la soledad, el dolor y la terrible desolación producida por la falta de afecto en los niños desamparados. Lo narra con sutileza y con cierto naturalismo para subrayar los pensamientos intrínsecos de las nenas, valiéndose del encuadre para simbolizar las quimeras familiares con objetos de la naturaleza, como el plano metafórico de los tres saltamontes que se queman, la siembra del pequeño árbol sin hojas en el árido montículo de tierra, las grisáceas nubes que eclipsan la luminosidad del sol (algo que representa a la madre) y la abundancia del primer plano que busca transmitir una empatía insistente. El ritmo es sosegado, pero siento que se concentra tanto en la incertidumbre de las protagonistas, que de pronto me harto de tanta indulgencia. Es una película redundante y poco emotiva.



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Calificación: 6/10


La película de Penn, basada en la biografía de la tutora Anne Sullivan y su famoso caso de enseñanza con Helen Keller, goza de interpretaciones estupendas de Anne Bancroft y de Patty Duke, pero solo me conmueve al mínimo la historia de la maestra con discapacidad visual, Anne Sullivan, que tiene el propósito de educar a la pequeña Helen Keller que, debido a una grave enfermedad, ha quedado sordociega a una edad muy temprana, cosa que comunica con ciertos elementos compositivos. El argumento sitúa la acción a finales del siglo XIX. Observo, con cierta tibieza, cómo la institutriz contratada por la adinerada familia sureña debe enderezar el comportamiento de la irascible y traumatizada niña que, en su interior, se siente como si estuviera encarcelada tras las rejas del dolor y de la frustración. La educadora utiliza sus metodologías para enseñarle a comunicarse por medio de un lenguaje táctil, aunque se dificulta por la personalidad incontrolable de la muchacha. Todas las escenas que sigo viendo presentan los mismos pormenores: los altercados de la chiquilla con la profesora, una prolongada escena en la que aprende los modales en la mesa, discusiones constantes entre los miembros de la familia y la instructora. A pesar de la trama repetitiva y de las actuaciones secundarias innecesariamente histriónicas, encuentro aspectos formales destacables, como la iluminación que resalta los estados de ánimo de Sullivan y de Keller, la música empática de Laurence Rosenthal que enuncia los sentimientos de las protagonistas, la sobreimpresión en el rostro de Sullivan que subraya la culpa del pasado, los picados y contrapicados que describen la irritabilidad, la impotencia, la esperanza y el crecimiento. El final me conmueve minúsculamente. Y es interesante su texto sobre el aprendizaje y la responsabilidad social de la educación.



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Calificación: 6/10



Sinopsis: Una pareja, conformada por John C. Rice y May Irwin, se besa en la boca durante unos segundos.


El beso es la primera película en retratar un beso entre dos personas. Fue una de las primeras películas que se mostraron comercialmente al público. Con una duración de 18 segundos, representa una recreación del beso entre May Irwin y John Rice de la escena final del musical The Widow Jones. El cortometraje fue dirigido por William Heise para Thomas Edison. Fue producido en abril de 1896 en los Estudios Edison de Edison, el primer estudio de cine en los Estados Unidos.



Ficha técnica
Título original: The Kiss
Año: 1896
Duración: 18 seg
País: Estados Unidos
Director: William Heise
Guion: John J. McNally
Música: 
Fotografía: William Heise
Reparto: John C. Rice, May Irwin
Calificación: 7/10


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Sinopsis: En 2001, la joven Qiao está enamorada de Bin, cabecilla de la mafia local de Datong. Cuando Bin es atacado por una pandilla rival, Qiao se defiende y dispara varias veces. Es condenada a cinco años de cárcel. Tras cumplir su pena, Qiao busca a Bin e intenta volver con él. Pero él no quiere seguirla. Diez años más tarde, en Datong, Qiao sigue soltera y ha salido adelante manteniéndose fiel a los valores de la mafia. Pero Bin, cansado de la vida, regresa buscándola, a la única persona a la que ha amado...


Ficha técnica
Título original: Ash is Purest White (Jiang hu er nv)
Año: 2018
Duración: 2 hr 16 min
País:  China
Director: Jia Zhangke
Guion: Jia Zhangke
Música: Lim Giong
Fotografía: Eric Gautier
Reparto: Zhao Tao, Liao Fan, Xu Zheng, Casper Liang, Feng Xiaogang,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


A mi juicio, La ceniza es el blanco más puro constituye otra película rigurosa del director chino Jia Zhangke sobre gente que transita por provincias chinas para subrayar los efectos terrenales de la globalización en la contemporaneidad del país, algo que ha contado durante casi toda su filmografía en películas como El mundo, Ciudad 24, Un toque de pecado y la excelente Naturaleza muerta, y que en esta ocasión sirve de punto de referencia para erigir metáforas sobre la realidad política alrededor de unos protagonistas muy bien interpretados por su actriz recurrente, Zhao Tao, y también el estupendo Liao Fan. Con esos intérpretes, narra la historia de la joven Qiao, una muchacha que está enamorada y termina junto a Bin, el jefe de una mafia local de la región de Datong. Como pareja, gozan de una posición privilegiada, de mucho poder, respetada por otros criminales de las Tríadas y se pasan los días en disfrutando en fiestas o jugando mahjong. Pero todo esto llega a su fin cuando Qiao se sacrifica para salvarle el pellejo a Bin y es sometida a la justicia por la posesión de un arma ilegal. A partir de ese momento la cinta toma un rumbo imprevisto describiendo la travesía de Qiao y Bin a lo largo de diecisiete años, recurriendo a la elipsis, para describir, con un meticuloso control compositivo, la existencia fuera de campo del crimen organizado en determinadas localidades (incluso en segundo plano se menciona implícitamente su presencia en las plantas de carbón del gobierno), los cambios socioeconómicos y los dilemas de las relaciones humanas. Reflexiono cuando su proeza formal se vale de colores para simbolizar cosas como la traición, el crecimiento, la esperanza y el entendimiento. Tiene atmósferas bellísimas y una banda sonora atrayente de Lim Giong. Es un melodrama contenido, melancólico y muy intimista. 



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Esta semana hago una reflexión de la crítica social que establece la película Parásitos, del director surcoreano Bong Joon-ho.


Parásitos


Un parásito, según la definición estandarizada, es un organismo que reside dentro de un cuerpo determinado para su beneficio propio. Son seres microscópicos que se alimentan de otro organismo a los que comúnmente se les denominan como “huésped” y terminan debilitándolo lentamente, aunque, por lo general, durante la interacción biológica jamás llega a matarlo. El único propósito del parásito es habitar las profundidades del hospedador para depauperar sus funciones biológicas y garantizar, a través de la adaptabilidad, una mejora considerable de su propia capacidad de supervivencia. En el lenguaje coloquial, por el contrario, el término no varía mucho. Se suele calificar como parásito a una persona vividora que recurre al engaño para vivir a costa de otro individuo, en el mayor de los casos adinerado. Es como hallarse en un lujoso de un hotel de cinco estrellas con todos los gastos pagos sin la mínima intención de salir. En ambos escenarios prima el individualismo y la conservación. En pocas palabras, no hay mucha diferencia entre un parásito y una persona.


Ese concepto me parece considerablemente indagador, porque lo relaciono de inmediato a la nueva película del director surcoreano Bong Joon-ho titulada, precisamente, Parasite. Su película, convertida en la primera de Corea del Sur en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cine en Cannes, se vale de ese significado para establecer una parábola insólita sobre las dicotomías en los sistemas de clases sociales, contando la historia de una familia en condiciones de carencia que, para ganarse la vida y poder escapar de la desdicha laminada en el desempleo, recurren al arte de saber fingir para engañar a una familia rica que es ingenua por naturaleza. Viendo sus enredos me río, me quedo impactado y reflexiono profundamente. Es original en potencia, virtuosa en todas las escenas. Está ejecutada con una puesta en escena que me resulta impresionante en cada plano donde se encuadran los rastros de los personajes que integran a esa familia tan infrecuente.

 
 

Choi Woo-sik, Song Kang-ho, Jang Hye-jin y Park So-dam. Imagen cortesía de CJ Entertainment.


Esto se refleja cuando la película introduce el estilo de vida de la familia protagónica encabezada por Kim Ki-taek (Song Kang-ho), un hombre desempleado que vive con su esposa Kim Chung-sook (Jang Hye-jin) y sus dos hijos, Kim ki-woo (Choi Woo-shik) y Kim Ki-jung (Park So-dam). Todos ellos sostienen conversaciones que resaltan el estado de desdicha en el que se encuentran, buscando robarse las señales de wifi de sus generosos vecinos para usar WhatsApp en sus celulares, confeccionando cajas plegables de pizza para recibir una paga y comprar algo de comida, respirando el humo de la fumigación callejera que entra a la casa. El infortunio es parte de su día a día. Son los denominados banjihas, los surcoreanos que viven abajo, en los semisótanos, amenazados por el moho y la humedad. En el interior de su vivienda, hundida en una especie de subterráneo que por las ventanas apunta a la calle, todo está es sucio y desordenado, las paredes están adornadas de trastos y ropas, huele a marginalidad en cada rincón por el que caminan. Un día su fortuna cambia cuando un amigo de Ki-woo, a punto de marcharse hacia el extranjero, le propone reemplazarlo como tutor de Park Da-hye (Jung Ji-so), la hija joven de la adinerada familia Park que vive en una residencia muy organizada.

 

Choi Woo-sik, Jo Yeo-jeong y Lee Jeong-eun. Imagen cortesía de CJ Entertainment.


A partir de ese momento detonante, las acciones de los personajes principales están encaminadas a la dirección de la trápala planificada y, por consiguiente, los secundarios conformados por la familia Park solo funcionan de resorte narrativo para que la exposición las distribuya adecuadamente. Kin-woo consigue el trabajo de maestro a base de una falacia al ser entrevistado por la señora Park (Cho Yeo-jeong), porque para ella es más importante la recomendación que las notas de un currículo. La señora Park, guiándose de la sugerencia de Kin-woo, contrata a Ki-jung (cambiando su nombre a Jessica) como una profesora de pintura para su hiperactivo hijo Da-song (Jung Hyun-joon). Los otros miembros de su familia también siguen el mismo esquema de embuste, engañando a los integrantes de la familia Park para conseguir algún puesto de trabajo dentro de la mansión, llegando incluso a perjudicar a los vasallos que ya trabajan ahí. Así el padre, Ki-taek, termina convirtiéndose en el chófer de la familia y, Chung-sook, pasa a reemplazar a la actual ama de llaves, Moon-gwang (Lee Jeong-eun), después de que hicieran pasar su alergia al durazno como síntomas de tuberculosis.


Los personajes protagónicos están interpretados de forma espléndida por Song Kang-ho (repitiendo con Bong desde Memorias de un asesinoThe Host y El expreso del miedo) como el padre haragán y dependiente, Jang Hye-jin como la dura madre, Park So-dam como la intrépida hija y el revelador Choi Woo-shik como el carismático hijo. Observo que son actuaciones orgánicas y muy meticulosas a la hora de comunicar las emociones de esa familia unida encerrada en la pobredumbre. Ellos añaden una simbiosis escueta entre el humor negro y el drama que es contagiosa en cualquier escena, sobre todo cuando transmiten con mucha autenticidad estados de ánimo potenciados por el cinismo, la frustración, la impotencia, el dolor, la desconfianza y el miedo. Destaco también los roles de reparto de Cho Yeo-jeong y Lee Sun-kyun, como las confiadas cabezas de la familia Park, quienes aportan cierta sencillez a los frívolos personajes que interpretan.



Lee Sun-kyun y Jo Yeo-jeong. Imagen cortesía de CJ Entertainment.


Con las idiosincrasias de esos personajes, Bong erige una metáfora inusitada sobre la realidad social del mundo capitalista en el que la regla de la competitividad es salvarse como sea para huir de la desigualdad. Son los claroscuros que dividen a la pobreza de la riqueza. Lo simboliza con las similitudes de ambas familias, mostrándolos como “parásitos” en ambos lados del espectro social. Retrata con sutileza las artimañas empleadas por la familia Kim, quienes viviendo en un entorno marginal y siendo maltratados constantemente por la miseria extirpada de una prolongada crisis socioeconómica, abusan de la aparente ingenuidad de la familia Park y se instalan en la casona como parásitos del engaño porque anhelan desesperadamente el bienestar social, cosa que logran abandonando la ética y la moral. Aunque calman sus quimeras estando juntos y subsistiendo como “ricos” momentáneamente, pero sin abandonar los viejos hábitos, se dan cuenta de que la felicidad no dura para siempre. En cambio, la familia Park es presentada como huéspedes artificiales, cuya fortuna posiblemente es el producto de negocios oscuros (como se revela en los diálogos), que piensan que el dinero les resuelve todos sus problemas y no tienen tiempo para pensar en segundas intenciones.



Choi Woo-sik, Song Kang-ho, Jang Hye-jin y Park So-dam. Imagen cortesía de CJ Entertainment.


El formalismo de Bong construye la puesta en escena desplegando elementos visuales y sonoros que terminan sorprendiéndome mucho cuando encuadra el puente psicológico que conecta a las dos familias, valiéndose del diseño de producción de Lee Ha-jun y de una fotografía luminosa de Hong Kyung-pyo para resaltar el contraste urbano entre ricos y pobres con un enriquecedor sentido figurado del espacio, de planos muy arriesgados para manifestar significados diversos en cada composición, de la elipsis que anuncia el trágico declive (los sonidos de los truenos y la presencia de la lluvia), de los golpes de efecto del guion para agudizar las sorpresas que imposibilitan que los dilemas de la familia sean previsibles, de un montaje que distribuye el ritmo inteligentemente para preservar la cohesión narrativa, de un color verde omnipresente en cada plano que metaforiza, no solo el crecimiento, el optimismo, la jovialidad y la buena suerte, sino también, la envidia, el conformismo, la manipulación y la muerte; factores visibles en ambas familias.

 

Choi Woo-sik, Song Kang-ho, Jang Hye-jin y Park So-dam. Foto de CJ Entertainment.


La película, que supone el regreso a Bong al cine surcoreano desde Madre, es una sátira asombrosa que rompe las convenciones de géneros como la comedia negra, el thriller y el drama sin dejar de ser entretenida en ningún momento, dejando cabida para un comentario político y sociológico muy estremecedor sobre los vicios del capitalismo presenciado con gran fuerza, primero, en la secuencia retorcida en el sótano del palacio donde se descubre el bosquejo fraudulento de los Kim, y, segundo, en la violenta confrontación del clímax en el que, en medio de celebraciones burguesas, los demonios menos esperados salen cobrar las viejas deudas a plena luz del día, donde los pobres pelean entre sí y los ricos quedan impunes. Aunque en ocasiones presagio lo que sucede, siempre me parece inquietante, divertida y muy sorpresiva. No es la obra maestra que muchos afirman, pero puedo decir, sin temor a equivocarme, que se trata de una de las mejores películas del año.



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Ficha técnica
Título original: Parasite (Gisaengchung)
Año: 2019
Duración: 2 hr 12 min
País: Corea del Sur
Director: Bong Joon-ho
Guion: Kim Dae-hwan, Bong Joon-ho, Jin Won Han
Música: Jaeil Jung
Fotografía: Kyung-Pyo Hong
Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong,
Calificación: 8/10



Tráiler de la película 




Sinopsis: El argumento describe a un tren llegando a la estación de La Ciotat.


Es un documental mudo francés presentado por primera vez en enero de 1896.  Es un corto francés en blanco y negro producido y dirigido por Louis Lumière. Contrariamente a una leyenda urbana, la película no estuvo en el programa de diez películas seleccionadas para el estreno que tuvo lugar el 28 de diciembre de 1895 en el Salon indien du Grand Café, Place de l'Opéra de París. Por otro lado, a menudo se afirma que en las primeras audiencias para ver la película los espectadores se asustaron por la llegada del tren en la pantalla e incluso que habían abandonado la sala, pero esta declaración ahora se considera parte del mito de la famosa sesión. Como todas las primeras películas de Lumière, esta película fue realizada en un formato de 35 mm con una relación de aspecto de 1.33:1. Fue filmada por medio del cinématographe.



Ficha técnica
Título original: L'arrivée d'un train à La Ciotat
Año: 1896
Duración: 50 seg
País: Francia
Director: Louis Lumière
Guion: Louis Lumière
Música: 
Fotografía: Louis Lumière
Reparto: 
Calificación: 9/10

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'Hotel Mumbai', la ópera prima del director australiano Anthony Maras, es un thriller dramático y, en cierto sentido histórico, que ofrece un panorama sobre las consecuencias del terror ideológico al retratar, con una exposición insistente, los atentados terroristas ocurridos en el 2008 en la ciudad de Bombay en la India. Su puesta en escena es correcta. Luce realista recreando el problema. Desde la óptica de varios individuos, cuyos nombres ni siquiera recuerdo, relata los acontecimientos de la tragedia, incluyendo a un camarero interpretado por Dev Patel que labora en el Taj Mahal Palace Hotel, y otras personas importantes interpretadas por Armie Hammer, Nazanin Boniadi y Jason Isaacs. Son actuaciones que se exponen, certeramente, a lo que describe el aparato de acción de la trama, comunicando el miedo, la desesperación y el dolor extraído de una lluvia de balas. Son las víctimas que se enfrentan a unos monstruos que han abandonado cualquier rastro de humanidad para recurrir a una matanza en nombre de personajes imaginarios y de líderes manipuladores que dialogan ocultándose detrás de celulares Nokia. Viéndolos en medio del horror, pienso que me voy a sentir agobiado cuando huyen despavoridos por todas partes de unos terroristas islámicos que tienen la mente bien jodida por el fundamentalismo más radical que uno se pueda imaginar. Sin embargo, noto que la narración de la película es reiterativa, previsible, poco envolvente cuando coloca a los personajes en unas situaciones de aprieto que carecen de impacto y que no logran penetrar mi tejido emocional en las escenas que, supuestamente, contienen el mayor grado de tensión. Aunque algunas escenas invitan a una reflexión moral minúscula, omite las causas para subrayar los efectos, valiéndose de una violencia recalcitrante que a ratos cae en una bagatela que impide un desarrollo narrativo adecuado. Es una película redundante.



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Calificación: 6/10



Sinopsis: La primera película dirigida por una directora, "The Cabbage Fairy", presenta una breve historia de fantasía que involucra a una extraña hada que puede producir y dar a luz bebés que salen de coles. Moviéndose suavemente a través de las coles y usando gestos encantadores, saca a un bebé de allí, luego hace más magia y entrega dos más.


Es un cortometraje mudo francés de 1896, basado en un cuento infantil francés muy popular, y dirigido por Alice Guy. Es la primera adaptación cinematográfica de la novela, y también la película más antigua dirigida por una mujer.


Ficha técnica
Título original: The Cabbage Fairy (La Fée aux choux)
Año: 1896
Duración: 60 seg
País: Francia
Director: Alice Guy-Blaché
Guion: Alice Guy-Blaché
Música: película muda
Fotografía: Alice Guy-Blaché
Reparto: Yvonne Serand
Calificación: 7/10

Sinopsis: El argumento de esta obra lo desvela el propio título: el film consiste en un sólo plano de los trabajadores de la fábrica Lumière saliendo de la misma tras concluir su jornada laboral. Su importancia en la historia del cine es capital, puesto que se trata de la primera película que fue proyectada comercialmente para un público.


"La salida de los obreros de la fábrica Lumière" está catalogada, generalmente, como la primera producción en la historia del cine. Es un corto francés en blanco y negro producido y dirigido por Louis Lumière. Es el primer trabajo de cine en que se empleó un argumento y que no parece un documental. Forma parte de la primera presentación comercial del cinematógrafo Lumière el 28 de diciembre de 1895 en el Salón Indien del Grand Café, 14 del Boulevard de los Capuchinos, en París, siendo la primera de las diez películas proyectadas en el recinto. Como todas las primeras películas de Lumière, esta película fue realizada en un formato de 35 mm con una relación de aspecto de 1.33:1. Fue filmada por medio del cinématographe.



Ficha técnica
Título original: La sortie des usines Lumière
Año: 1895
Duración: 46 seg
País: Francia
Director: Louis Lumière
Guion: Louis Lumière
Música: 
Fotografía: Louis Lumière
Reparto: 
Calificación: 10/10



Basada en hechos reales, 'Kursk' es una película con la que el director danés Thomas Vinterberg refleja los trágicos acontecimientos del naufragio del submarino Kursk, en unas escenas con las que posiblemente me hubiese sentido cautivado al ver a la tripulación luchando por sobrevivir en los interiores de un sarcófago sumergible, si no fuera por el hecho de que me resulta imposible abandonar la indiferencia ante la desdicha de los protagonistas liderados por el Mikhail Averin que interpreta Matthias Schoenaerts. Trata la historia de Mikhail, un marinero experimentado y padre de familia que ama mucho a su esposa y a su hijo. Un día se embarca en el submarino Kursk sin saber de que, tiempo después, una explosión amenaza con ahogarlo junto a su equipo en las profundidades del mar de Barents. Con esa crónica de una muerte anunciada, Vinterberg reconstruye los hechos del accidente, ofreciendo cierta autenticidad a los interiores del submarino ruso, valiéndose de planos aceptables que describen los aspectos más lóbregos de la crisis. Pero por alguna extraña razón no consigue algún golpe dramático, carece de intriga, de intensidad, de diálogos que sean atrayentes, con unos personajes que no logran conmoverme en ninguna escena. La exposición roza lo artificial. La narración es mecánica. Me resulta predecible, aunque ya conocía el desastre y solo me imaginaba la agonía de esos marineros acorralados. La mirada política es demasiado liviana. El texto de la película (panfletario en potencia) comunica, a modo de metáfora, que el costo humano de la tragedia del submarino es producto de una negligencia institucional y de las decisiones burocráticas de unos hombres de poder que temen embarrar el orgullo nacional a cambio de ayuda internacional, diciendo que los buenos son los que, efectivamente, llegaron tarde para efectuar el rescate. Es un drama de supervivencia convencional.



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Calificación: 6/10



'Los dientes del diablo' es una aventura que Nicholas Ray dirige con soltura y algunas pretensiones discursivas de carácter antropológico, pero no me resulta tan cautivadora la mirada que ofrece sobre las idiosincrasias de los esquimales. Trata la historia de un esquimal llamado Inuk, interpretado magníficamente por Anthony Quinn, que vive en un iglú aislado del mundo en una tierra polar habitada por esquimales solidarios que siguen costumbres milenarias, recorriendo el desierto de hielo para cazar peces o focas para sobrevivir, deseando establecer un vínculo con una mujer de la tribu que lo haga reír, cosa que consigue al conocer a la ingenua y sensible Asiak que interpreta Yoko Tani. En esas zonas árticas de Inuk, observo escenas que describen la forma de vida de esos "salvajes inocentes", como los momentos en los que andan de cacería en los trineos halados por perros, las tradiciones matrimoniales del pueblo cuando Inuk pelea con un rival por la mujer que le atrae, el choque cultural con el hombre blanco supuestamente civilizado que aparentemente es más salvaje de la cuenta con su moralidad contradictoria y sus leyes autoimpuestas, el asesinato de un sacerdote infeliz que aparece de la nada para propagar sus doctrinas religiosas por la fuerza, la supervivencia en las duras condiciones climatológicas. Se destaca el diseño de producción y la fotografía que añade cierta fidelidad a la ambientación helada, exceptuando los exteriores que lucen artificiosos. También un rol secundario muy breve de un joven Peter O' Toole (en una de sus primeras actuaciones). No obstante, el problema es que la narración se siente mecánica, con unos golpes de efecto muy débiles y una exposición que agota el desarrollo de los personajes para documentar un tratado sobre el individualismo y la ambigüedad moral de las leyes en las sociedades humanas. Es un film irregular.



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Calificación: 6/10





Sinopsis: En 1976, una adolescente de clase media baja lucha para sobrellevar la vida con su familia neurótica de nómadas en las afueras de Beverly Hills.


Ficha técnica
Título original: Slums of Beverly Hills
Año: 1998
Duración: 1 hr 31 min
País: Estados Unidos
Director: Tamara Jenkins
Guion: Tamara Jenkins
Música: Rolfe Kent
Fotografía: Tom Richmond
Reparto: Natasha Lyonne, Alan Arkin, Marisa Tomei, Mena Suvari,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


La ópera prima de Tamara Jenkins como directora y como guionista (con ciertos fragmentos autobiográficos) es una comedia dramática que me resulta contagiosa con la historia de la familia judía de clase media que intenta convivir en los suburbios de Beverly Hills en el año 1976, a partir de las experiencias narradas con una voz en off de una joven que se llama Vivian interpretada por Natasha Lyonne. La actuación meticulosa de Lyonne consigue un registro placentero cuando su personaje, Vivian, atraviesa una crisis juvenil que la coloca en un estado de ánimo movedizo, con la curiosidad sexual típica de la adolescencia, en situaciones insólitas que sostiene con su padre y sus hermanos en los tiempos de mudanza al trasladarse a unos apartamentos baratos porque apenas tienen dinero para mantenerse. El sentido del humor de la familia me produce mucha risa, sobre todo con el padre que interpreta Alan Arkin, quien es un hombre divorciado al que no le va muy bien trabajando como vendedor de carros y, también, con la prima adicta a las drogas personificada por Marisa Tomei. Además de las actuaciones, observo diálogos hilarantes colmados de ironía, los peculiares soliloquios de Vivian y Rita, el uso escueto del color rojo para simbolizar la vitalidad y la espontaneidad, una ambientación auténtica del período y la estupenda banda sonora que incluye clásicos de los setentas. Con esos elementos, Jenkins erige una comedia negra que comunica metáforas sutiles sobre los vínculos de una familia disfuncional, las inseguridades de una adolescente y la condición socioeconómica de gente que desea salir del hueco aunque sea vendiendo el Cadillac. Aunque las sorpresas son minúsculas, paso un rato agradable y simpatizo con el desarrollo de todos los personajes. Es una película de mayoría de edad sincera y muy encantadora.  



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Sinopsis: A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece fácil, pero un día un tifón obliga a toda la familia a pasar una noche juntos…


Ficha técnica
Título original: After the Storm (Umi yori mo mada fukaku)
Año: 2016
Duración: 1 hr 58 min
País: Japón
Director: Hirokazu Koreeda
Guion: Hirokazu Koreeda
Música: Hanaregumi
Fotografía: Yutaka Yamasaki
Reparto: Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yoko Maki, Lily Franky, Isao Hashizume,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Con Después de la tormenta, el director japonés Hirokazu Koreeda consigue conmoverme nuevamente con una radiografía de problemas familiares. La película trata la historia de un novelista fracasado que trabaja parcialmente como detective para pagar la manutención de su hijo a la esposa de la que recientemente se ha divorciado. Su nombre es Ryôta Shinoda y está interpretado con un gran registro dramático por Hiroshi Abe. Es un hombre de mediana de edad, padre de familia, de aspecto descuidado y adicto a los juegos de apuestas, que vive frustrado porque la vida lo ha golpeado con una tragedia familiar (la muerte de su padre) que le impide avanzar y responsabilizarse con la crianza de su vástago. Aunque intenta reformar la relación familiar con su hijo y su exesposa, choca con la dura realidad producida por su inestable condición socioeconómica, los tropiezos del pasado y su increíble incapacidad para adaptarse a las vicisitudes de la adultez. Además de Abe, presenta otras actuaciones destacables, como la de Kirin Kiki como la abuela preocupada y la de Yôko Maki como la madre espontánea. El argumento, elaborado con cierta simplicidad, contiene escenas profundas que describen la cotidianidad, diálogos que tienen inclinación por el realismo, personajes emotivos colmados de sinceridad. Con el infortunio que atraviesa Ryôta y su familia, Koreeda, con meticuloso control formal del encuadre, erige una observación enriquecedora sobre los vínculos familiares y las obligaciones parentales. Con la tormenta simboliza el dolor y la culpa a la que se enfrenta la familia, cosa que derrotan con el perdón a plena luz del día, en el momento adecuado para reconstruir lo que se ha perdido tras la tempestad, diciéndonos que siempre hay tiempo para una segunda oportunidad. Es una película cautivante, sencilla y muy humana.



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En mi crítica de esta semana comento la película Midsommar de Ari Aster.



Midsommar: el terror no espera la noche



Las sectas, como se define el concepto en las últimas décadas, son organizaciones de carácter religioso que están estructuradas para propagar doctrinas ideológicas y una especie de fundamentalismo perverso. Se componen de personas que, usualmente, se congregan para compartir ideas y creencias similares. Las comunidades formadas, en su mayoría minoritarias, operan en una clandestinidad que es impenetrable para el resto de la sociedad, instaladas en lugares aislados, teñidas de secretismo, donde realizan episodios siniestros, actitudes de índole amoral y actos dañinos orquestados por los seguidores bajo el mandato irrevocable de líderes enfermos que no están muy bien de la cabeza. En algunos casos las prácticas resultan fatales para los integrantes como en los del Templo del Pueblo o la Puerta del Cielo, en otros suceden con menos agudeza, pero con el mismo nivel de fanatismo como pasa con la Cienciología y los Niños de Dios.


La naturaleza destructiva de las sectas y la manera en que adoctrina a sus simpatizantes parece ser, a mi juicio, el punto de partida de Midsommar, la segunda película del director Ari Aster tras la irregular Hereditary. Aster, quien está catalogado como el nuevo profeta del género del terror (algunos ya lo consideran un autor de primer orden), le confiere a la película componentes estéticos que logran cristalizar, con muchos significados impresos en el encuadre, las costumbres macabras en las entrañas de un culto pagano, mostrando el horror visceral a plena luz del día, en unos campos en los que predomina el vestuario y un decorado extravagante, a partir de una tragedia familiar que resquebraja la psicología de la joven Dani que interpreta Florence Pugh. Aunque percibo que es interesante la idea con la que se narra la historia, no puedo de decir lo mismo de la ejecución, pues retratando los problemas de Dani se vuelve reiterativa, baladí, poco emocional al desarrollar a unos personajes acartonados sin textura psicológica y las situaciones colocadas de antemano para producir provocaciones con las que, dicho sea de paso, permanezco indiferente.




Fotograma cortesía de A24.


La película comienza en un crepúsculo oscuro en la que Dani (Florence Pugh), sollozando por leer un correo de su hermana bipolar, atestigua una acción que la deja marcada: el suicidio de la hermana junto con el aparente homicidio de sus padres. Para extinguir la angustia, busca refugio afectivo en su novio, Christian (Jack Reynor), el cual la acompaña disimulando su falta de afecto y el deseo de que quiere terminar con el noviazgo, cosa que la misma Dani ya sospechaba al sentirlo distante. Un año después del accidente, Dani se suma al viaje planificado durante el verano por Christian y sus amigos para dirigirse a la provincia de Hälsingland en Suecia, con el fin de visitar un festival tradicional en la comuna ancestral de los hårga que se celebra cada 90 años. Una vez allí, la aldea escandinava luce paradisíaca y todo transcurre con cierta normalidad, pero luego empiezan a ocurrir, como es de esperar, los ritos turbios, las drogas alucinógenas, los festines hechos a base de agua y comida contaminada y las muertes insólitas en la claridad. Y no hay tiempo para escapar o llamar a la policía.



Christian (Jack Reynor) y Dani (Florence Pugh). Imagen cortesía de A24.


Cuando Dani y Christian se instalan en el círculo de los hårga, Aster despliega mecanismos narrativos y visuales que construyen el sectarismo terrorífico por el que transitan. El efectismo funciona por momentos, sobre todo al describir la llegada de ellos por la carretera con un desencuadre meticuloso que enuncia lo retorcido, el uso del plano general y del plano medio para corroborar la incomunicación que los rodea, la sobreimpresión de los períodos alucinatorios y de desrealización, la profundidad de campo para presentar diversos semblantes de las festividades (casi siempre acontece algo en segundo plano), la iluminación que suplanta las tinieblas, la utilización discreta del color azul y del blanco para comunicar la rigidez de los sacrificados y la pureza de los iniciados, la violencia dosificada en los ceremoniales desatados por el gerontocidio más salvaje y las hogueras humanas, los gritos emitidos por los pueblerinos al presenciar los sucesos brutales, el simbolismo esotérico que acentúa la autarquía de la mujer a través de pictografías. Sin embargo, las escenas carecen de brío y terminan siendo previsibles, los personajes son víctimas de una sobrecarga de exposición que solo los exhibe para justificar un discurso ideológico y el metraje es, en mi opinión, excesivamente largo para relatar una premisa tan simple.



Florence Pugh como Dani. Fotograma de A24.


La película, firmada con un guion de Aster, presenta a Dani (interpretada correctamente por Florence Pugh) como la chica final, la víctima a tiempo completo a la que todo le sale bien. Desde el principio, es palpable que su relación sentimental atraviesa un lapso de lejanía cuando su cónyuge, Christian, se muestra insensible y egocéntrico hacía ella. La condescendencia es más evidente cuando los miembros de la colectividad la tratan con compasión y bondad, a pesar de la desconfianza que les tienen a los invitados. Los traumas psicológicos ocasionados por el infortunio familiar la mantienen en un estado de duelo perpetuo que se amplifica cuando ella se acostumbra a las tradiciones horrendas de los hårga. Su descenso a la locura es visible al rodearse de mujeres que, aparentemente, sienten su dolor intrínseco y la acompañan emitiendo bramidos extraños. Asume la monstruosidad como algo natural. Y todas las heridas del pasado se transforman en venganza. Es por eso que, a modo de alegorías, cuando Dani está con su nueva familia de adoradores asciende al trono redimida como una reina por el “poder del solsticio” y ordena la incineración del prometido impasible que le ha sido infiel junto con los cadáveres de los turistas irrespetuosos y misóginos, imponiéndose la luminosidad frente a la oscuridad, adornando su rostro de una sonrisa ambigua que la independiza de las ataduras emocionales y de la ausencia de amor.



Dani (Florence Pugh). Fotograma de A24.


Con ese relato pesadillesco en el cisma del desamor, Aster fabrica una metáfora sobre la emancipación de la mujer y los acaecimientos de las relaciones de pareja, además de criticar la escasez de empatía humana presente en los vínculos disfuncionales, simbolizado por la congregación pagana. Un lugar donde la doncella victimizada se encuentra atrapada por espejos que le impiden saber la verdad de las cosas. El problema fundamental radica en que la narrativa abandona cualquier intención de coherencia para repetir la prédica durante dos horas y media que se hacen eternas. La insistencia superflua lastra cualquier rastro de sorpresa.

 

Florence Pugh como Dani. Imagen de A24.


Puede que Midsommar se trate de una película de folk horror “diferente” por utilizar como resorte la perturbación en praderas resplandecientes, contrastando pesadamente con las convenciones genéricas de antaño en la que los elegidos destinados a morir siempre andan de noche a merced de lo umbroso. Para lograr el objetivo se sustenta en una banda sonora muy tenebrosa de Bobby Krlic y en un estilo visual, encuadrado por la lente atmosférica de Pawel Pogorzelski, que resulta novedoso (al igual que la dirección de arte) cuando adorna la ignominia más infernal con una fuerte imaginería simbólica vinculada a ceremonias joviales, rituales depravados y el gregarismo ominoso del que no tengo más remedio que sentirme aburrido. No obstante, el trato formalista no es suficiente. A medida que avanza pierde fuerza hasta caer en una repetición que roza lo fútil, exterioriza huecos irreparables en un argumento en el que prima una insustancialidad que tiene efectos letárgicos. Es una película que no queda del todo iluminada.



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Ficha técnica
Título original: Midsommar
Año: 2019
Duración: 2 hr 27 min
País: Estados Unidos
Director: Ari Aster
Guion: Ari Aster
Música: Bobby Krlic
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Reparto:  Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter, William Jackson Harper, Ellora Torchia,
Calificación: 5/10



Tráiler de la película 



Para tratar de recordar aquellos tiempos en los que la lucha libre de la "Era de la actitud" se robaba la mayor parte de mi tiempo cuando la veía sentado frente al televisor los sábados y los domingos, me pongo a ver esta comedia dramática, basada en la biografía de la luchadora profesional Paige. En un principio tiene un arranque prometedor y algo cómico con la historia de la familia inglesa que se gana la vida en circuitos paupérrimos de la lucha libre, incluyendo a los hijos que sueñan con poder llegar a la WWE y ser estrellas aclamadas por la gente, entre los que se encuentra la joven Saraya. La actuación placentera de Florence Pugh como Saraya (que, ojo con ella, ha tenido un año revelatorio) demuestra el talento de una luchadora a tiempo completo cuando expone las destrezas físicas necesarias para pelear en un cuadrilátero o cuando piensa en el hecho de que la verdadera lucha es la que nunca se abandona. También se destaca el rol secundario de Vince Vaughn como el sarcástico entrenador. La autenticidad se refleja en las escenas de entrenamiento y en los momentos en que observo múltiples referencias a las leyendas de la lucha libre. No obstante, mi problema con la película radica en la falta de energía que siento en la travesía de Saraya hacia la WWE, las dificultades que se le presentan lucen algo triviales, con unos golpes de efecto tan insustanciales que pienso que me están engañando como a los infelices que le venden sueños para llegar allí. Me río en instantes minúsculos y permanezco indiferente ante algunas situaciones. Aunque ofrece un comentario interesante sobre la autoaceptación, las inseguridades y la tenacidad, al final el encanto desaparece para favorecer un aburrimiento de casi dos horas.



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Calificación: 5/10




Este remake de la clásica, aburrida y racista película animada de Disney de 1941 no consigue conmoverme en lo más mínimo, aunque aprecio algunos instantes en los que el estilo visual de Burton adorna cada rincón de la puesta en escena con el vestuario extravagante, la dirección de arte que decora los escenarios de la segunda mitad con diseños arquitectónicos del art-déco y un montón de personajes raros de un colorido circo que me importa muy poco, incluyendo elefantes generados por ordenador. Es artificiosa, trivial, cargada de una reiteración que no permite que las ideas imaginativas puedan elevarse. El argumento coloca a Dumbo al cuidado de una familia encabezada por el manco Holt Farrier, que regresa de la guerra, y sus hijos, Milly y Joe. Ellos trabajan en un circo para el señor Medici, el dueño de la troupe, quien les asigna la tarea de cuidar al elefante recién nacido que ha sido apartado de su madre, Jumbo. Es a partir de ese ligero detonante que me abraza un letargo que se hace constante cuando veo al elefante orejón convirtiéndose en el hazmerreír de todo el circo y del público espectador, los reiterativos vuelos de Dumbo (cuento más de cinco) por encima de los espectadores cuando aprende a volar gracias a la bondad de los niños y de una pluma blanca simbólica, la motivación baladí del acartonado villano Vandevere de Michael Keaton al intentar aprisionar al paquidermo y monetizar su habilidad de vuelo, el desperdicio actoral de un reparto que cuenta con Colin Farrell, Eva Green, Danny DeVito y Alan Arkin. Me sorprende mi increíble capacidad para permanecer indiferente con la historia del elefante volador que forma parte de los líos de un acto circense. Es una película sin encanto sobre la libertad y el valor de los vínculos familiares.



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Calificación: 4/10



Sinopsis: La historia es tan simple como la broma que un chico le gasta a un jardinero pisando la goma cuando éste riega un jardín. En el momento en el que el segundo inspecciona la manguera para ver qué ocurre, el muchacho levanta el pie y el hombre acaba empapado, empezando la persecución para darle su escarmiento al niño. Simple, directo y efectivo. Uno de los primeros gags de la historia del celuloide, que arrancó la carcajada del entonces inocente y sorprendido público.


El regador regado está catalogada como la primera película de ficción de la historia del cine. Es un corto francés en blanco y negro producido y dirigido por Louis Lumière. Es el primer trabajo de cine en que se empleó un argumento y que no parece un documental. Se trata a la vez de la primera ficción cinematográfica, de la primera comedia y de la primera película para la que se diseñó un póster con el objetivo de promoción. La escena fue rodada en el jardín de la propiedad de los Lumière en La Ciotat. Fue exhibida en primer lugar en un sótano parisino el 10 de junio de 1895. Forma parte de la primera presentación comercial del cinematógrafo Lumière el 28 de diciembre de 1895 en el Salón Indien del Grand Café, 14 del Boulevard de los Capuchinos, en París, siendo la segunda de las diez películas proyectadas en el recinto. Como todas las primeras películas de Lumière, esta película fue realizada en un formato de 35 mm con una relación de aspecto de 1.33:1. Fue filmada por medio del cinématographe.


Primer póster en la historia del cine. El cartel fue pintado por Marcellin Auzolle, y en él aparece el jardinero mientras el agua le salpica la cara frente al público. 

Ficha técnica
Título original: L'arroseur arrosé
Año: 1895
Duración: 49 seg
País: Francia
Director: Louis Lumière
Guion: Louis Lumière
Música: 
Fotografía: Louis Lumière
Reparto: François Clerc, Benoît Duval
Calificación: 10/10



Sinopsis: Joseph (Peter Mullan), un viudo alcohólico, violento y autodestructivo, encuentra una esperanza de redención en Hannah (Olivia Colman), una mujer muy religiosa a la que conoce a raíz de un altercado. Al principio Joseph se burla de su fe y da por supuesto que su vida de creyente debe de ser muy apacible, pero pronto descubre que, por el contrario, está llena de dolor y confusión. A medida que su relación se consolida, ambos se dan cuenta de que el amor y la amistad pueden encontrarse incluso en los lugares más oscuros.


Ficha técnica
Título original: Tyrannosaur 
Año: 2011
Duración: 1 hr 32 min
País: Reino Unido
Director: Paddy Considine
Guion: Paddy Considine
Música: Chris Baldwin, Dan Baker
Fotografía:Erik Wilson
Reparto: Peter Mullan, Olivia Colman, Eddie Marsan, Ned Dennehy,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


La primera película de Paddy Considine como director, adaptada de su cortometraje 'Dog Altogether', me produce sensaciones diversas cuando veo la historia de Joseph, un hombre cínico, irascible, propenso a la violencia y a una especie de nihilismo que lo mantiene atrapado en una vorágine de frustración, víctima de un desempleo que parece no tener fin, transitando día y noche por las calles del barrio sumergido en el alcoholismo con tal de olvidar su trágico pasado y el hecho de que ha matado a su perro de una patada. Para él, la soledad es un arma de doble filo a la que le teme, y necesita (aunque lo oculte) un poco de afecto que le entregue un pedazo de redención en su vida. La cosa cambia cuando el temperamental Joseph se encuentra con Hannah, una mujer cristiana, casada, de mucha fe, con la que se siente atraído. Ambos están interpretados de manera muy sólida por Peter Mullan y por Olivia Colman, quienes elevan la película con su registro dramático. Uno me resulta estremecedor como el derrotista autodestructivo, y la otra me conmueve en cualquier escena como la mujer que es víctima de los maltratos. De inmediato siento su dolor, su ira, su desasosiego. Con esos personajes, Considine elabora un tratado muy satisfactorio sobre la fuerza del cariño encontrada en los tiempos de oscuridad, la violencia contra la mujer y la condición social de gente golpeada por la recesión económica. La puesta en escena retrata la cotidianidad británica con un realismo social cercano al cine de Loach, apoyándose de elementos estéticos como la presencia del color azul que simboliza la confianza, la atmósfera grisácea que enuncia la melancolía, la elipsis que coloca la violencia fuera de campo. Es, en mi opinión, un drama demoledor sobre la volatilidad de la moral humana.



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