Crítica breve de la película Rey de los ladrones (2018)

Casi nada funciona en 'King of Thieves', la nueva película del director británico James Marsh. La veo por mi irremediable gusto hacia el subgénero de cintas de robo y porque cuenta con un reparto encabezado por actores icónicos como Michael Caine, Michael Gambon, Ray Winstone, Jim Broadbent y Tom Courtenay. Pero al rato me doy cuenta de que es un disparate que se roba mi tiempo. Basada en hechos reales, particularmente en el robo del depósito de seguridad de Hatton Garden en 2015, describe la historia de Brian Reader, un ladrón retirado por la edad que piensa revivir los viejos tiempos reuniendo a una banda de ladrones tan avejentados como él para perpetrar el atraco a un depósito de seguro saturado de joyas, diamantes, lingotes de oro y una montaña de papeletas verdes. El asalto sale tan bien como la planifican, aunque luego vienen las disputas internas entre los integrantes de la pandilla al no saber qué hacer con el botín. Mientras tanto, yo me encuentro del otro lado pensando en mis dotes de indiferencia ante lo que ellos hacen. Noto ausente la supuesta sofisticación del hurto. La narrativa es rutinaria, pueril, desarrollada sin mucha fuerza, con unos personajes acartonados que se encuentran muy lejos de ser carismáticos y que representan un desperdicio actoral que mancha el currículo de esos grandes actores en el ocaso de sus carreras. Los diálogos, que pretenden provocar risas con el típico humor negro británico, me parecen triviales y poco estimulantes. La secuencia del robo me resulta colosalmente rudimentaria, construida con los subterfugios más desgastados del género. Recurre momentáneamente a escenas retrospectivas que buscan imprimir un supuesto homenaje a las películas de robo en la que han actuado los intérpretes. Es una bazofia que nunca logra escapar de la narración tediosa ni de la aparente insustancialidad.

Calificación: 4/10



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