Crítica de 'De repente, el paraíso': crónica de un viajero palestino

Esta semana hago un análisis breve de la comedia 'De repente, el paraíso', del director palestino Elia Suleiman.


'De repente, el paraíso' ("It Must Be Heaven")


Si hay un director que puede ser considerado como el fiel heredero de Jacques Tati no me cabe la menor duda de que ese es Elia Suleiman. El cineasta palestino ha desarrollado una estética que se roba atributos del cine de Tati como la comedia absurda y la inexpresividad calculada, con el objetivo de denunciar, a través de metáforas sutiles, el problema humano del conflicto palestino. Sospecho que no le interesa otra cosa, pero su sello lo distingue de otros contemporáneos. Es notable la forma en la que recurre a la ironía y al humor lacónico. En su cine los diálogos son minimalistas y el encuadre es utilizado como un ornamento de poesía que encierra múltiples significados. Y me parece muy peculiar porque lo ejecuta por medio de una versión ficcionalizada de sí mismo que, así como Tati, es también un personaje que se muestra completamente inexpresivo ante la tragicomedia de la sociedad en la que vive, valiéndose casi siempre del silencio, de los gestos y de la mirada para contemplar las cosas que lo rodean, alejado de cualquier rastro de indulgencia o de patetismo que pueda manchar la nobleza del personaje. Para Suleiman, la sociedad es una especie de farsa repleta de contradicciones.

Desde que concluyó su trilogía de Palestina con El tiempo que queda, Suleiman tenía cerca de una década sin dirigir una película de su total autoría. Pero recientemente vi De repente, el paraíso, una cinta con la que el realizador vuelve a explorar temas habituales de su filmografía y los traslada a un contexto globalizado para comunicar que la sociedad posmoderna se halla perdida en una circunferencia de represión, paranoia, injusticia y rigidez constante, sin mencionar en cierta medida la esperanza, la libertad y el sentido de igualdad que rompe fronteras culturales y todavía nos hace humanos. Su película no se trata solo de Palestina, sino del mundo entero. Es una sátira que aprovecha el humor seco característico de Suleiman para amplificar el mensaje. Si no fuese por los pocos coloquios, diría que es una comedia muda. Y de nuevo Suleiman interpreta a ese individuo silente, impasible y observador que ahora transita por las calles de tres nacionalidades diferentes con el único propósito de mostrarnos las similitudes culturales y sociopolíticas que comparten. El carácter cosmopolita del relato contiene escenas que me resulta estimulante y logra hacerme reír con los periplos más insólitos.


"It Must Be Heaven"
Elia Suleiman sobre el mar. Imagen cortesía de Le Pacte.


La historia de la película comienza presentando a Elia Suleiman en los interiores de su residencia en Nazaret. Casi nada ha cambiado, aunque ahora disimula su aspecto envejecido adornando su rostro con unos lentes y un sombrero de paja que siempre lleva puesto. Sigue siendo el mismo señor impávido que se detiene a pensar en lo que aprecia. Suleiman realiza tareas domésticas como cambiar la hora del reloj de la sala o acomodar floreros. Sentado en el patio para tomar el té, observa también al vecino robándose los frutos de su árbol de limones sin ni siquiera tener la amabilidad de habérselo pedido. Un día, luego de visitar la tumba de sus seres queridos en el cementerio, se sienta en las afueras de un restaurante a tomarse una copa de vino y fumarse un cigarrillo. Allí se da cuenta de que los callejones desolados de Nazaret son frecuentados por jóvenes delincuentes, figuras intolerantes y una policía negligente que permite que los indigentes orinen en el pavimento. Cansado de estar en esa sociedad descompuesta, Suleiman toma su pasaporte y conduce su auto por las autopistas palestinas con el fin de llegar al aeropuerto para viajar a Francia. El motivo de su marcha se debe a que busca financiación para su próxima película.


"It Must Be Heaven"
Elia Suleiman. Fotograma cortesía de Le Pacte.


En los exteriores de un café parisino, Suleiman se queda meditabundo al mirar una sociedad más diversa e inclusiva que su tierra natal. Todo es más organizado en los bulevares parisinos en un día festivo, los agentes de la ley son más eficientes imponiendo el orden y los servicios públicos aportan una ayuda económica a los más necesitados que deambulan por las vías. Pero también se entera de la férrea burocracia que protege los bancos estatales con tanques de guerra, de los policías que vigilan cuidadosamente a los residentes sospechosos, de los soeces xenófobos que merodean la estación del metro cacheando a su presa para exprimirla como una lata de Coca-Cola, de una sociedad en la que aparentemente prima el individualismo, el oportunismo, la frivolidad, la desigualdad y la carencia de solidaridad (simbolizado en la escena de las sillas verdes de la plaza). Y lo mismo se agudiza cuando viaja hacia la ciudad de Nueva York, donde los civiles andan por las avenidas en un aparente estado de histeria colectiva portando ametralladoras de todo tipo y los policías prejuiciosos que reprimen a los extranjeros procedentes del colectivo árabe.



"De repente, el paraíso"
Elia Suleiman en París. Imagen cortesía de Le Pacte.



La narrativa a menudo coloca a Suleiman en situaciones antológicas que me provocan mucha risa cuando su mutismo rechaza los artilugios del lenguaje verbal para transmitirlo todo con la gestualidad. El mutismo se economiza los diálogos para explayar la poética visual. Y todo lo que veo es estupendo. Las graciosas viñetas y los personajes variopintos que se va encontrando Suleiman en su aventura forman parte de un collage que descompone la representación estereotipada de los habitantes de una región. Los tres actos se dividen en tres ciudades: Nazaret, París y Nueva York. Aunque no se refleje una causalidad que conecte todo el desarrollo de la narración, el hilo conductor, supongo, es el puente cultural y sociopolítico que establece una comparación muy sutil entre la acción y la observación. Es decir, el protagonista funciona solo como un testigo que otea reflexivamente la vida de la gente en tres países distintos.



"It Must Be Heaven"
Elia Suleiman. Fotograma de Le Pacte.


El estilo de Suleiman consigue que uno se ponga en la piel del protagonista al emplear algunos componentes formales que están presentes en la mayoría de las escenas, como el gran plano general, el sonido diegético, el fuera de campo, la cámara estática y el plano subjetivo. El campo-contracampo es usado, no solo para exteriorizar la posición simétrica de Suleiman dentro del encuadre, sino también para señalar las acciones paralelas de los personajes secundarios con los que el director interactúa a distancia una vez que se divisa el panorama. Nosotros vemos lo que el sujeto está mirando. Dicha subjetividad asimismo es empleada para ampliar el material de denuncia y establecer paralelismos relacionados a la iniquidad, la violencia y a la opresión discreta a la que se exponen esos ciudadanos, usualmente bajo un tratamiento simbólico que construye escenas para reflexionar, como el sueño de los pastores ortodoxos que intentan imponer su dogma religioso por la fuerza, los policías que persiguen a la muchacha palestina disfrazada de ángel pensando que es una terrorista, el guardia del control migratorio que frenar a Suleiman debido a su procedencia étnica y detecta una irregularidad imaginaria. De ese modo, cobra un mayor protagonismo lo que sucede en un segundo plano.



It Must Be Heaven
Elia Suleiman. Fotograma de Le Pacte.



Muchos dicen que la película no examina a fondo las vicisitudes políticas y sociales de Palestina, pero pienso todo lo contrario. Es más demasiado evidente que Suleiman plantea nuevamente la situación difícil del pueblo palestino en su puesta en escena, pero la diferencia radica en que lo enuncia con esa crónica del viajero palestino que todavía se siente como un extranjero perdido que averigua el camino que lo traslade hasta el hogar de la independencia, retratando de paso la visión sesgada que tiene occidente de los estereotipos de origen árabe. Es una comedia humana que aligera el tono sin abandonar la raíces estilísticas. Creo que es la película más accesible de su catálogo cinematográfico, pero no por ello deja ser una obra preclara y encantadora de uno de los directores palestinos más ingeniosos de los últimos tiempos.


Ficha técnica
Título original: It Must Be Heaven
Año: 2019
Duración: 1 hr 37 min
País: Palestina
Director: Elia Suleiman
Guion: Elia Suleiman
Música: 
Fotografía: Sofian El Fani
Montaje: Véronique Lange
Reparto: Elia Suleiman, Ali Suliman, Holden Wong, Robert Higden,
Calificación: 7/10


Tráiler de la película


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