Crítica breve de 'Ip Man 4: El final' (2019)

Ip Man 4: El final

Por más que me haya entretenido viendo la trilogía de Ip Man protagonizada por Donnie Yen, me asalta un aburrimiento que me impide decir lo mismo de la cuarta y, por suerte, última entrega de la saga del gran maestro de Bruce Lee. Aunque tiene algunas secuencias de pelea coreografiadas decentemente, noto que la despedida de Yen como el legendario maestro de artes marciales carece de la fuerza de las antecesoras, y de inmediato se vuelve un ejercicio aburrido de artes marciales, personajes de madera y prejuicios raciales. La trama se sitúa en los años 60 y presenta a un Ip Man meditabundo tras descubrir que tiene cáncer en la garganta a causa de su adicción al tabaco. Luego de discutir con su hijo rebelde, Ip Ching, al cual han expulsado del colegio por provocar una pelea, acepta una invitación de un amigo y viaja hacia la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos, con el fin de buscar mejores oportunidades de estudio para su hijo. A partir de unas situaciones bastante previsibles, me invade una dejadez que me quita todo el interés por ver el acto de clausura de Ip Man, sobre todo cuando debe combatir, insistentemente, la postura conservadora de los maestros chinos que se niegan a enseñar las técnicas de artes marciales a los extranjeros, las injusticias que sufren sus compatriotas chinos y la xenofobia ancestral engendrada por unos norteamericanos que aparentemente odian a cualquier individuo que viva en un barrio chino. A pesar de que muestra unas cuantas coreografías de combate que me llaman la atención, particularmente en la que un joven Bruce Lee le patea el trasero a un karateka en un callejón y en la que Ip pelea con el maestro Wan hasta desatar un terremoto en los interiores de su residencia (simbólica escena sobre la unidad china), todo lo otro me parece una sucesión de diálogos repletos de clichés, de luchas repetitivas que pierden el efecto de sorpresa con cada golpe lanzado, de subtramas innecesarias de gente tercamente entrometida, de personajes huecos sin ningún tipo de desarrollo que solo sirven para rellenar descripciones e involucrarse en unos problemas banales que en todo momento señalan un maniqueísmo político descaradamente obvio. El ritmo es noqueado a la media hora. Ni siquiera la pericia física de Yen puede mitigar el efectismo y la falta de vigor de esta secuela de Wilson Yip.  

Calificación: 5/10



2 comentarios:

  1. Coincido con usted en la apreciación general del film, sobre todo en el contraste con los 3 anteriores. Esta entrega está un escalón más abajo. Lo raro es que no aparece claramente en ninguna película de saga la relación que tenía Ip con Bruce Lee, o el proceso o método de aprendizaje. Por otro lado, si vemos la saga geopolíticamente ahí radica su fuerza: critica abiertamente a los japoneses, ingleses y estadounidenses, desde una perspectiva china.

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  2. En la tercera entrega, Bruce Lee se presenta brevemente como uno de los alumnos de Ip. Lo interpreta el mismo actor de la cuarta, Danny Chan.

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