Por más que me haya entretenido viendo la trilogía de
Ip Man
protagonizada por Donnie Yen, me asalta un aburrimiento que me impide decir lo
mismo de la cuarta y, por suerte, última entrega de la saga del gran maestro
de Bruce Lee. Aunque tiene algunas secuencias de pelea coreografiadas
decentemente, noto que la despedida de Yen como el legendario maestro de artes
marciales carece de la fuerza de las antecesoras, y de inmediato se vuelve un
ejercicio aburrido de artes marciales, personajes de madera y prejuicios
raciales. La trama se sitúa en los años 60 y presenta a un Ip Man meditabundo
tras descubrir que tiene cáncer en la garganta a causa de su adicción al
tabaco. Luego de discutir con su hijo rebelde, Ip Ching, al cual han expulsado
del colegio por provocar una pelea, acepta una invitación de un amigo y viaja
hacia la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos, con el fin de buscar
mejores oportunidades de estudio para su hijo. A partir de unas situaciones
bastante previsibles, me invade una dejadez que me quita todo el interés por
ver el acto de clausura de Ip Man, sobre todo cuando debe combatir,
insistentemente, la postura conservadora de los maestros chinos que se niegan
a enseñar las técnicas de artes marciales a los extranjeros, las injusticias
que sufren sus compatriotas chinos y la xenofobia ancestral engendrada por
unos norteamericanos que aparentemente odian a cualquier individuo que viva en
un barrio chino. A pesar de que muestra unas cuantas coreografías de combate
que me llaman la atención, particularmente en la que un joven Bruce Lee le
patea el trasero a un karateka en un callejón y en la que Ip pelea con el
maestro Wan hasta desatar un terremoto en los interiores de su residencia
(simbólica escena sobre la unidad china), todo lo otro me parece una sucesión
de diálogos repletos de clichés, de luchas repetitivas que pierden el efecto
de sorpresa con cada golpe lanzado, de subtramas innecesarias de gente
tercamente entrometida, de personajes huecos sin ningún tipo de desarrollo que
solo sirven para rellenar descripciones e involucrarse en unos problemas
banales que en todo momento señalan un maniqueísmo político descaradamente
obvio. El ritmo es noqueado a la media hora. Ni siquiera la pericia física de
Yen puede mitigar el efectismo y la falta de vigor de esta secuela de Wilson
Yip.
Streaming en:
Calificación: 5/10
Coincido con usted en la apreciación general del film, sobre todo en el contraste con los 3 anteriores. Esta entrega está un escalón más abajo. Lo raro es que no aparece claramente en ninguna película de saga la relación que tenía Ip con Bruce Lee, o el proceso o método de aprendizaje. Por otro lado, si vemos la saga geopolíticamente ahí radica su fuerza: critica abiertamente a los japoneses, ingleses y estadounidenses, desde una perspectiva china.
ResponderBorrarEn la tercera entrega, Bruce Lee se presenta brevemente como uno de los alumnos de Ip. Lo interpreta el mismo actor de la cuarta, Danny Chan.
ResponderBorrar