Crítica de 'Justicia implacable': venganza en la jungla de asfalto

 La reunión de Guy Ritchie y Jason Statham mezcla de forma trepidante el cine de atracos con el relato gansteril de venganza. Mi análisis abarca en resumen una explicación del final.


Wrath of Man


A menudo se suele encasillar a Jaston Statham como el pelón de mirada estoica que resuelve cualquier problema que le pongan a tiro limpio o por la vía fácil de los puñetazos y las patadas. Los papeles de su carrera siguen al pie de la letra las convenciones de un héroe del cine de acción, algo que le ha hecho muy popular en el negocio del entretenimiento de Hollywood del presente siglo, en unas cuantas películas que, a mi parecer, son tan mediocres como olvidables, a pesar de que el público asiste en masas solo para verlo patear traseros y soltar un chiste de una línea. Pero no siempre fue así. Recuerdo que antes de que su trayectoria despegara como una figura de acción, Statham era conocido como el actor de cabecera de Guy Ritchie. Primero con un rol secundario pero muy notable en el debut de este titulado Juegos, trampas y dos armas humeantes y más adelante como uno de los protagonistas en Snatch: Cerdos y diamantes, dos películas británicas que poseen un estilo hilarante y muy ingenioso retratando el bajo mundo londinense y que además representan la cúspide del cine de crimen de Ritchie. Desafortunadamente, luego de la bazofia titulada Revólver duró cerca de 16 años sin rodar una película de Ritchie.

No obstante, me causa una sorpresa saber que Statham es el protagonista de Justicia implacable, porque en cierta medida es la cuarta película protagoniza a las órdenes de Ritchie y no hay ni un solo momento en que disminuya la tensión de su propuesta. Aunque no necesariamente se trata de uno de sus films mejor logrados, la veo y de inmediato me doy cuenta de que Ritchie logra estilizar cada rincón de la puesta en escena con un tono contenido que, variando frecuentemente los puntos de vista y el collage de personajes entrelazados, conjunta de manera intrigante el cine de atracos con el thriller gansteril de venganza y ligeros registros de humor negro, en medio de unas secuencias de acción donde usualmente llueven las balas en las situaciones más inesperadas. Su crónica de maleantes y guardias de seguridad, presentada como un remake parcial de la película francesa Le convoyeur, me sorprende cuando menos lo espero y me mantiene al vilo de mi asiento con el juego de camiones, robos, persecuciones, tiroteos y matones que buscan enriquecerse ilícitamente en esa selva de asfalto llamada Los Ángeles.


Jason Statham y Josh Hartnett. Fotograma de Miramax.



El prólogo de la película comienza con un plano fijo en el interior de un camión blindado, donde los oficiales que custodian el botín son asesinados a tiros junto a un civil por unos sujetos fuertemente armados y disfrazados como trabajadores de la construcción. Tras el incidente, cinco meses después, el protagonista, Patrick Hill (Jason Statham), acude a una entrevista laboral en Fortico Security, una empresa de furgonetas de efectivo en la ciudad de Los Ángeles encargada de transportar el dinero que sale de los bancos. Hill es un hombre serio, reservado, que encierra interrogantes sobre su pasado y solo habla lo necesario con la gente que lo rodea. Luego un par de pruebas, su nuevo compañero, Bullet (Holt McCallany) lo felicita por pasar el examen de admisión con la calificación mínima para ingresar. Bullet lo apoda “H” por la inicial de su apellido y particularmente "Boy Sweat" Dave (Josh Hartnett), otro colega de labor, se burla de su apariencia. Ellos tres son asignados a la misma camioneta, donde uno conduce y otro custodia al mensajero. Durante los días de entrenamiento la recogida transcurre con cierta normalidad. Pero el asunto da un giro de tuerca cuando Bullet es secuestrado por unos asaltantes que exigen a cambio los millones que hay en el camión y H, con una simple pistola, acaba con ellos disparando a la cabeza con la puntería de un profesional, generando gran asombro entre unos compañeros que sospechan de que no solo se trata de un individuo común y corriente.




A partir de ese evento y de un segundo intento de robo en el barrio chino en el que unos ladrones encapuchados se retiran despavoridos de la escena con solo ver el rostro de H, la narrativa circular de Ritchie me resulta muy tensa cuando segmenta las acciones por episodios y emplea prolongadas escenas retrospectivas que funcionan como punto de partida para examinar los conflictos intrínsecos de ese espíritu oscuro y justificar la motivación que lo ha llevado a instalarse como centinela en una institución de camiones blindados de dinero. La primera, situada cinco meses antes, revela que H es un padre de familia, pero también Hargreaves Mason, el jefe de una peligrosa mafia dedicada al hurto, el asesinato y todas las cosas malas que uno se pueda imaginar. Un día, disfrutando del único tiempo libre que tiene para estar con su hijo Dougie (Eli Brown), H accede, por falta de personal, a ayudar a sus subordinados con el reconocimiento de la ruta del camión acorazado para su posterior robo, estacionando su vehículo al otro lado del puente desde el depósito de Fortico y bajo la excusa de ir a comprar unos burritos en el camión de comida de la esquina para así distraer de la verdadera tarea a su hijo que se queda en el coche. La contrariedad se complica cuando los rateros disfrazados de obreros atracan el camión protegido del inicio que coincidencialmente H está observando y en medio de la balacera Dougie es asesinado mientras H, que corre hacia él, también es abatido. Insólitamente H sobrevive al incidente y no deja de pensar en la muerte de su hijo.  





Ritchie no solo presenta a H como el típico hombre frío y solitario con un pasado siniestro, sino también como un hombre de poder afectado emocionalmente por la culpa y la tragedia paternofilial que lo obliga a tomar el camino destructivo de la represalia. En la segunda mitad, momentáneamente transforma la trama en un relato gansteril de los tradicionales cuando H, con el juicio nublado, ordena a sus matones mantener la tierra quemada de cadáveres para buscar justicia y atrapar al que apretó el gatillo. De ese modo justifica las acciones de este. Y muestra que la razón principal por la que H falsifica su identidad y se infiltra en Fortico para trabajar como guardia de seguridad es recopilar información que le permita identificar al asesino de su hijo, porque sospecha de que el golpe al camión fue producto de la misión interna de alguien conectado con los constructores, por lo tanto es lógico que dé con el matón que busca una vez que el grupo vuelva a aparecer para desvalijar uno de los caminos de efectivo. Su objetivo lo convierte casi en un investigador cuando usa su astucia para desenmascarar a todos con tal de identificar el paradero del sospechoso.

La segunda escena retrospectiva inicia en el penúltimo capítulo, donde la película adquiere la forma de una película de robos cuando Ritchie examina también el punto de vista de los animales malos que planean asaltar los camiones de efectivo para mejorar su condición socioeconómica. Los ilustra como unos ex militares trastornados psicológicamente por la guerra que, cansados de la mala paga y del desempleo, también tienen dificultades para adaptarse a las líneas éticas y morales de la vida cotidiana familiar, por lo que utilizan todas sus habilidades tácticas como mercenarios renegados para robar millones de dólares vestidos como trabajadores de la construcción ayudados por el contacto interno que traza las rutas; el día que, sin saberlo, firman su sentencia de muerte por esa cuestión tan extraña llamada causalidad y deseo de vendetta de un hombre que es incluso más malvado que ellos.




Aunque H no se escapa del estereotipo habitual del antihéroe en el terreno de la venganza, la película me cautiva por la presencia tan magnética de Statham. A sus 53 años, Statham interpreta al mismo tipo rígido e imperturbable que caracteriza su currículo, pero con una gestualidad que encierra el dolor y una ira soterrada que puede matar del miedo a cualquiera que lo mire durante unos segundos. Su estoicismo es tan duro como un cubo de hielo. Demuestra que todavía le queda la pericia física para las escenas de riesgo que involucran armas, pero también una vulnerabilidad que lo pone a sangrar y a tener un lapso de dificultad en el tiroteo que compone el clímax.

Quizá la película de Ritchie me parezca previsible en instantes diminutos, pero la mayor parte del metraje hay una incertidumbre que me produce esa sensación de no saber lo que va a pasar cuando todo el mundo anda armado como si estuvieran encerrados en un cuarto de dinamita a punto de estallar. Sus diálogos tienen un efecto cómico que en ocasiones me hace reír. Las secuencias de acción están ejecutadas de forma calculada aprovechando los espacios y efectos sonoros acertados. Su montaje es bastante vibrante cuando maneja los tiempos alternativos para retratar una situación desde distintos ángulos, a veces explotando la prolepsis, sobre todo en el climático tiroteo en el local de depósitos donde los asaltantes con armaduras antibalas (que planifican a futuro lo que ya está sucediendo) intentan saquear los millones recaudados del Black Friday y se enfrentan con ametralladoras a los guardias de seguridad, mientras el ensangrentado protagonista aprovecha el caos para intentar quitarle la máscara al homicida de su hijo y dispararle en los pulmones, el hígado, el bazo y corazón. La manera en que se desenvuelve todo luce como una cosa escrita por S. Craig Zahler en un día cualquiera. Ritchie ha vuelto a lo suyo con un Statham que con la mirada puede desarmar hasta al más malo de los hombres y de paso lo deja orinándose en los calzones. Me parece un thriller de atracos tan frenético como solvente.
 
Ficha técnica
Título original: Wrath of Man
Año: 2021
Duración: 1 hr 59 min
País: Estados Unidos
Director: Guy Ritchie
Guión: Guy Ritchie, Ivan Atkinson, Marn Davies
Música:  Christopher Benstead
Fotografía: Alan Stewart
Reparto: Jason Statham, Holt McCallany, Josh Hartnett, Scott Eastwood,
Calificación: 7/10


Tráiler de la película





Crítica de la película 'Justicia implacable (Wrath of Man)', dirigida por Guy Ritchie y protagonizada por Jason Statham y Holt McCallany.



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