Crítica de la película «R.M.N.» (2022)

R.M.N.
En R.M.N., el cineasta rumano Cristian Mungiu se refugia en su poética sociológica para señalar los males enquistados de la sociedad rumana desde algún lugar de Transilvania, como ya lo había mostrado hace ocho años atrás en Graduación. Pero en esta ocasión, su texto apunta hacia el horizonte de la inmigración que, desde hace algunos años, está en apogeo en el continente europeo. El drama funciona en la superficie porque Mungiu, con una mirada sociopolítica, ofrece un diagnóstico sobrio sobre la intolerancia, la inmigración y la fuerte xenofobia de una sociedad rumana encerrada en sí misma como horda al servicio de la identidad nacional, sin perder de vista el rastro psicológico de los personajes que coloca sobre el encuadre. El argumento se basa vagamente en el incidente xenófobo del pueblo de Ditrău en 2020, donde unos habitantes de etnia húngara protestaron para expulsar a tres inmigrantes que trabajaban en una panadería local. El protagonista es Matthias, un trabajador rumano que, luego de agredir a un colaborador racista, abandona su trabajo en una fábrica en Alemania para regresar un día antes de Navidad a su pueblo natal, ubicado en una región multiétnica de Transilvania, donde deambula por las calles frías en su moto para frecuentar la casa de la exnovia que administra una panadería, además de que suele visitar a su exesposa y a su hijo, al que nunca pudo criar porque se fue al extranjero. A un ritmo parsimonioso, el montaje paralelo segmenta los episodios cotidianos de la aldea mostrando, primero, la lucha de un hombre irresponsable que, además de no cuidar a su propio padre enfermo, se enfrenta a la incertidumbre del desempleo y la imposibilidad de recuperar la confianza del hijo tímido que padece mutismo; y, segundo, el conflicto de la administradora de una panadería que pone a todo un pueblo en su contra cuando contrata a unos empleados de Sri Lanka. Mungiu utiliza los conflictos de los personajes para motorizar una circularidad dialéctica que diagnostica, en su capa más profunda, una resonancia magnética nuclear sobre la inmigración, entendida como la intolerancia hacia las estructuras que originan el desplazamiento humano, de gente que ingresa a un país en busca de una mejor calidad de vida y solo se encuentra con las barreras de la discriminación, el racismo y la exclusión social. Este dilema es especialmente cierto con la posición de Matthias, que no es más que un hombre desempleado que fue desterrado de un país por preservar su dignidad frente a la xenofobia irracional y observa en su pueblo, junto a la gerente de la panadería que ficha extranjeros, el mismo comportamiento con los compueblanos xenófobos que exigen la expulsión de los inmigrantes desde el interior de una iglesia, a pesar de que muchos de ellos estaban en la misma igualdad de condiciones. El mutismo del niño y el suicidio del abuelo simboliza a detalle el estado actual de las cosas, y el oso metaforiza el poder de esa burocracia corrupta que custodia sus intereses fuera de campo. El material de denuncia, a pesar de que Mungiu opta por mantenerse neutral en su búsqueda de respuestas para el tratamiento y muchas veces aligera el subtexto sobre la sobreexplotación de los trabajadores, se esboza espléndidamente con las actuaciones orgánicas de Marin Grigore y Judith State. Ellos son encuadrados en una puesta en escena en la que Mungiu, como ya es habitual en su estética, ilustra las frustraciones de los protagonistas con las panorámicas absorbentes de filtro helado, el uso constante del plano general, los planos fijos de la larga duración, los silencios sepulcrales y la música diegética que ocasionalmente incluye como leitmotiv el Dueto de las flores de Léo Delibes. No creo que me cuente nada que no haya visto antes con mejores resultados sobre el mismo tópico, pero por alguna razón me atrapa todo lo que narra en apenas dos horas, de esa pequeña comunidad enfermada por el odio colectivo del nacionalismo más abyecto, ese que con orgullo lleva el crucifijo de la extrema derecha. Su construcción dramática es sólida, arropada de sutileza. Detrás de las obviedades, su retrato sobre el inmigrante interroga unas cuantas verdades que fácilmente pueden encajar en cualquier otra nación en sintonía similar.

Ficha técnica
Título original: R.M.N.
Año: 2022
Duración: 2 hr. 05 min.
País: Rumanía
Director: Cristian Mungiu
Guion: Cristian Mungiu
Música: variada
Fotografía: Tudor Vladimir Panduru
Reparto: Marin Grigore, Judith State, Macrina Barladeanu, Orsolya Moldován
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película R.M.N., dirigida por Cristian Mungiu y protagonizada por Marin Grigore y Judith State.

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