Wonka es una película que veo, sospecho, para encontrar alguna escena azucarada que me alegre la tarde en los días oscuros. Se trata de la tercera obra de acción real basada en el mítico personaje de la novela infantil de Roald Dahl, tras de
Willy Wonka y la fábrica de chocolate (Stuart, 1971) y
Charlie y la fábrica de chocolate (Burton, 2005). La dirige Paul King, director británico de las divertidas
Paddington y Paddington 2. Y durante las casi dos horas que dura su musical fantástico, no encuentro ni un solo rastro de la magia que ha cautivado a miles de personas que todavía la mantienen en las salas a más de dos meses de su estreno. Desde el inicio no me parece otra cosa que una precuela desabrida y sin gracia que, como caramelo envenenado, nunca encuentra el ritmo apropiado para quemar las calorías de su presunto espectáculo de música, chocolate y fantasía. El argumento narra los años de juventud de Willy Wonka, un inventor y mago novicio que se establece en Europa con la finalidad de abrir una tienda de chocolates con la magia que esconde en el maletín, preparados habitualmente con los diversos ingredientes mágicos que recoge en sus viajes; pero cuya suerte como vendedor ambulante se ve obstaculizada cuando pierde sus ahorros y se queda aprisionado en la pensión de la Sra. Scrubitt y su secuaz Bleacher, quienes lo encierran en el calabozo de su lavandería para que pague con su mano de obra la deuda pendiente que le han impuesto injustamente. En general, el arranque es estrepitosamente lento y los personajes, propiamente dicho, son figuras acartonadas que suelen distribuir sus acciones entre los números musicales que explican sus desdichas con las líricas y la subtrama de comedia carcelaria que los obliga a escapar una y otra vez del ojo de la policía contratada exclusivamente por unos magnates corruptos de la industria del chocolate. De esa manera para mí es bien fácil anticipar la aventura de Wonka en la que huye junto a sus cinco amigos encerrados para conquistar el sueño de chocolatero y honrar la memoria de su difunta madre; la amistad del analfabeto Wonka con la huérfana que se llama Noodles; el episodio en el que Wonka atrapa al diminuto ladrón de rostro anaranjado que se roba sus chocolates por las noches, un Oompa Loompa llamado Lofty; los efectos secundarios de los chocolates en los clientes; la lucha de Wonka para vencer el complot de tres empresarios malvados que monopolizan la cadena de suministro de chocolates en la ciudad. En las dos horas de duración que tiene el asunto, las situaciones previsibles agotan mi paciencia y pronto no veo más allá de la circularidad rutinaria que le quita la esencia al protagonista. Y me parece que Timothée Chalamet no tiene el carisma suficiente para interpretar Wonka con las cualidades excéntricas que, no obstante, sí están presentes en los papeles previos de Gene Wilder y de Johnny Depp, adornándolo con una cara apática que refleja de lejos su pereza y la ausencia de empeño que se oculta detrás del sombrero, el bastón y la chaqueta dickensiana de color rojo. Los secundarios que lo acompañan son igual de irritantes. El tono desequilibrado, por lo menos, se compensa con un decente diseño de producción que se exterioriza en los decorados y en el vestuario de época. De las coreografías de baile y de canto solo rescato la nueva canción de "Oompa Loompa" que canta Hugh Grant junto a Chalamet. Y observo, además, algo de coherencia en el comentario sobre el capitalismo que se entiende como el emprendimiento de un joven que se independiza de la esclavitud del proletario para generar riquezas en un mercado libre con sus propios medios de producción. Todo lo otro me resulta tan desabrido como un chicle sin azúcar.
Ficha técnica
Título original: Wonka
Año: 2023
Duración: 1 hr. 56 min.
País: Reino Unido
Director: Paul King
Guion: Simon Farnaby, Paul King
Música: Joby Talbot
Fotografía: Chung Chung-hoon
Reparto: Timothée Chalamet, Calah Lane, Olivia Colman, Hugh Grant, Keegan-Michael Key, Rowan Atkinson
Calificación: 4/10
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