Crítica de la película «El último tango en París» (1972)

El último tango en París
Después de más de una década sin revisar el cine de Bernardo Bertolucci, regreso a su filmografía selecta con el visionado de El último tango en París, una película que en el momento de su estrenó causó una polémica enorme, en parte, por la forma cruda en que se retrata la violencia sexual, hasta el punto de que las autoridades italianas ordenaron incautarla para destruir todas las copias. Su censura se extendió por varios países en aquella época. Al margen de la controversia, lo que veo en dos horas me obliga a razonar lo suficiente como para reconocer que goza de algunos apuntes visuales que se complementan con una actuación de peso de Marlon Brando, pero su ensayo sobre la pasión y los dilemas de la vida conyugal muchas veces queda encarcelado en las paredes de la superficialidad, donde la presunta capa erótica es usada por Bertolucci como un recurso manido para interrogar la dialéctica de las relaciones de pareja sin llegar a ningún lugar específico. La trama gira en torno a la figura de Paul, un estadounidense de mediana edad que está atormentado por el suicidio de su esposa Rosa y, para superar las etapas del luto, toma uno de los apartamentos de su propio hotel para mantener relaciones sexuales con una joven llamada Jeanne, bajo el anonimato calculado y sobre una serie de reglas impuestas por él mismo para que ninguno de los dos comparta sus nombres. La odisea sexual del hombre roto y la chica promiscua tiene una narrativa que me intriga, en un principio, por el enigma del pasado que se acentúa en las motivaciones de los personajes y en los diálogos poéticos que mantienen a puerta cerrada mientras practican actos de sexo duro como una especie de catarsis para sanar las heridas abiertas de las tragedias personales. Sin embargo, observo que las acciones de los personajes se debilitan lentamente por la manera en que se subordinan a la rutina del placer sexual y las conversaciones que se vuelven aburridas por el uso desproporcionado del relato no iconógeno que solo sirve para edificar un rompecabezas inconsistente. No hay muchas sorpresas porque las escenas se presentan de manera tangencial, dejando de lado cualquier posibilidad de un análisis más profundo de la condición humana. La ausencia de fuerza dramática se superpone, además, sobre un texto artificioso que analiza el dolor, la pérdida y la soledad desde la óptica de un hombre egoísta que ejerce un control dominante sobre una mujer sumisa para mimetizar la tragedia que condujo al suicidio de su esposa (se entiende que la esposa de Paul era infeliz a su lado y mantuvo un adulterio con otro hombre como vía de escape antes de suicidarse en la bañera con una navaja). La dinámica de los personajes, en su repetitivo equilibro entre dominio y sumisión, se banaliza sobre un contexto demasiado dúctil de consentimiento, dominación y masoquismo emocional. La interpretación de Maria Schneider es un poco blanda porque termina en la obviedad de la mujer que es víctima, como un objeto de deseo al servicio de la explotación y el erotismo. No obstante, la actuación de Brando me resulta auténtica cuando este ejerce su registro expresivo del método para encarnar a un sujeto destructivo, misógino, psicológicamente desequilibrado, que tiene una relación con una mujer ingenua para exteriorizar su sociopatía, alcanzado su grado de solidez en la secuencia en que Paul viola analmente a Jeanne usando mantequilla como lubricante y, sobre todo, cuando la persigue como desesperado por las calles parisinas poco después del tango de la muerte. Bertolucci los encuadra en una puesta en escena que se destaca por algunos dispositivos estéticos que subrayan el estado de ánimo de los personajes a través del sonido diegético, la iluminación barroquista, el primer plano, la textura del color y el manejo del encuadre móvil que en manos de Vittorio Storaro añade elegancia a cada movimiento de cámara, además de una banda sonora compuesta por Gato Barbieri que eleva el valor acústico con música de saxofón y jazz. Estos elementos le agregan algo de distinción al producto final, pero no deja parecerme una película regular del realizador italiano, que descuida su narrativa con un enfoque unidimensional que, desafortunadamente, nunca se preocupa por explorar a fondo las complejidades sobre el poder, la sexualidad y el deseo erótico.

Ficha técnica
Título original: Last Tango in Paris (Ultimo tango a Parigi)
Año: 1972
Duración: 2 hr. 09 min.
País: Francia
Director: Bernardo Bertolucci
Guion: Bernardo Bertolucci, Franco Arcalli
Música: Gato Barbieri
Fotografía: Vittorio Storaro
Reparto: Marlon Brando, Maria Schneider, Jean-Pierre Léaud
Calificación: 6/10


Crítica breve de la película El último tango en París, dirigida por Bernardo Bertolucci y protagonizada por Marlon Brando y Maria Schneider. 

0 comments:

Publicar un comentario