Crítica de la película «Buenos días, tristeza» (1958)

Buenos días, tristeza

Buenos días, tristeza es una película de Otto Preminger que sirve como una adaptación de la novela homónima de Françoise Sagan y que, dicho sea de paso, proporciona un vehículo de lucimiento para una jovencísima Jean Seberg. En apenas hora y media, Preminger adopta aquí un estilo mediterráneo que se baña de color y opulencia en un par de planos, pero, por desgracia, su narrativa es incapaz de arrojar algo emotivo con su melodrama superficial sobre juventud, libertad y vínculos familiares; desperdiciando, en gran medida,   las interpretaciones de Deborah Kerr, David Niven y la misma Seberg. Su argumento se sitúa en la Riviera francesa durante unas vacaciones de verano y sigue a Cécile, una joven de 17 años que, siendo hija de un playboy mujeriego y adinerado, disfruta los días soleados de decadencia moral en una residencia frente al mar, mientras se cansa de los pretendientes y vive como un espíritu libre bailando en las fiestas; pero cuya existencia cae en un abismo cuando ve con disgusto la relación que tiene su padre viudo con una amiga de su difunta madre y se dispone, entre otras cosas, a elaborar un plan con la amante anterior de su padre para provocar una ruptura a través de los celos. En términos generales, la narrativa me parece interesante, en un principio, por la manera en que se estructura el asunto de la muchacha a través de una larga escena retrospectiva que funciona para entender el dolor que la asalta mientras baila en una fiesta teñida de blanco y negro y recuerda a color todo lo que sucedió. Pero, al margen de esta dialéctica, tengo la sensación de que los personajes son unidimensionales en su capa más aparente de descripciones banales y, a menudo, permanecen estacionados en una serie de situaciones predecibles que nunca abandona la rutina de la mundanidad, donde son prisioneros de los placeres cosmopolitas que impiden matizar sus complejidades psicológicas. En este sentido, las escenas suelen repetirse inútilmente en medio de las conversaciones al aire libre entre el magnate mujeriego, la adolescente frívola, la rubia vanidosa y la mujer madura. No hay ninguna revelación sustanciosa en los diálogos. Tampoco hay algún golpe de efecto que arroje dimensiones dramáticas. Todo resulta demasiado redundante, en su registro de obviedades, porque Preminger opta por un abanico de facilismos que no son más que una excusa trivial para pensar un comentario de mayoría de edad sobre el egoísmo, el arrepentimiento y la culpa, entendido como el sufrimiento soterrado de una adolescente atrapada por el lujo y el hedonismo que, por temor a perder el cariño de su padre (y por lo tanto, su vida hedonista), es consumida por los celos que la llevan a hacer todo lo posible para separarlo de la amante, casi como si se tratara de una versión retorcida del complejo de Electra. Seberg, por lo menos, ofrece una actuación más o menos competente como la joven impulsiva y caprichosa que manipula su entorno para mantener su estilo de vida indisciplinado, aunque a veces su expresividad rígida tiene limitaciones para transmitir la vulnerabilidad de la muchacha encarcelada en la inmadurez. Lo mismo sucede con el padre frívolo que interpreta Niven de forma fácil. Pero la actuación de Kerr, en cambio, sí es bastante creíble como la mujer estricta que amenaza con imponer el orden como la figura materna que estaba ausente, en un personaje injustamente desaprovechado que es el catalizador de la tensión dramática del clímax. A pesar de estas actuaciones del reparto, Preminger consigue entregar algunas cuestiones estéticas interesantes a través del vestuario colorido, los escenarios elegantes, el uso del color, las panorámicas de tono veraniego y, ante todo, el uso del encuadre móvil que refleja sofisticación con el movimiento de cámara en unas cuantas escenas. Estos elementos son manejados por Preminger con cierta eficacia, pero la belleza que entrega se siente vacía y, en última instancia, no logra equilibrar los momentos de ligereza con la tragedia anunciada.



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Ficha técnica
Título original: Bonjour Tristesse
Año: 1958
Duración: 1 hr. 34 min.
País: Reino Unido
Director: Otto Preminger
Guion: Arthur Laurents
Música: Georges Auric
Fotografía: Georges Périnal
Reparto: Jean Seberg, David Niven, Deborah Kerr, Geoffrey Horne, Mylène Demongeot
Calificación: 5/10

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