Crítica de «Bugonia»: sátira sobre alienígenas de Lanthimos

La nueva película de Yorgos Lanthimos es una locura que, como remake, subvierte todas las claves de la original surcoreana. Descubre cómo lo ha hecho. 

 
 
Bugonia


En Bugonia, Yorgos Lanthimos recupera los rastros de su poética de la crueldad para subvertir, dicho sea de paso, las claves insertadas en la película surcoreana Salvar el planeta Tierra (Jang, 2003), en un intento de buscar nuevas rutas narrativas para hacer un remake con las excentricidades particulares de su cine que a mí, en más de una ocasión, me produce letargo. Esto se debe a que durante su preproducción, luego de que el propio Lanthimos reemplazará a Jang como director, el guionista Will Tracy intentó alejarse de reproducir la historia de la película original en su guión, ya que prefería que las dos fuesen tratadas como obras diametralmente opuestas entre sí. El cambio se vislumbra, asimismo, en la asociación simbólica de su título, derivado de la palabra griega que significa "nacido de bueyes", refiriéndose a un antiguo ritual mediterráneo del que se tenía la creencia de que un enjambre de abejas nacía mágicamente a partir del cadáver en descomposición de un toro o ternero sacrificado al cabo de unos días. Este concepto, que metaforiza el ciclo de renovación de lo vivo y lo muerto, es adoptado por Lanthimos para atribuirle otro significado, ajustado a la actualidad.


A partir de este idea, la película me deja con una sensación de sorpresa que me impide apartar los ojos de todas las bizarradas que suceden en sus dos horas ajustadas. Francamente, supera mis expectativas y devuelve mi fe por el cine de su director que se había quedado dormida desde La favorita (2018). Me parece un remake en el que Lanthimos, con una estética depurada, mantiene un tono satírico bastante absurdo que siempre se vuelve sutil para dialogar sobre las clases sociales y la eticidad del capitalismo corporativista en una era convulsa, con dos actuaciones fenomenales de Jesse Plemons y Emma Stone, que ya han demostrado previamente lo que son capaces de hacer a las órdenes del griego. Cuando esta dupla está en pantalla su presencia eleva el material hasta colocarlo muy por encima de su antecesora surcoreana.



Aidan Delbis y Jesse Plemons


La trama, ambientada en Estados Unidos, sigue la existencia de Teddy Gatz (Jesse Plemons), un hombre conspiranoico y marcado por los traumas del pasado que, junto a su primo autista Don (Aidan Delbis), secuestra a la CEO de la poderosa corporación farmacéutica Auxolith llamada Michelle Fuller (Emma Stone), convencido de que ella es un extraterrestre una especie maligna conocida como los Andromedanos, llamados así por su procedencia de la galaxia Andrómeda. En medio de los interrogatorios en el sótano de su casa, Teddy revela que la razón para secuestrarla se debe a que su raza alienígena está matando a las abejas de la Tierra y sometiendo a los humanos a una servidumbre ciega mientras destruyen los recursos naturales, sometiéndola además a torturas calculadas para obligarla a revelar su verdadera identidad, poco antes de afeitarle la cabeza y cubrirla con con crema antihistamínica para evitar que envíe una señal de auxilio a otros andromedanos. Teddy, asimismo, negocia con Michelle para reunirse con el emperador andromedano antes del próximo eclipse lunar, en el que la nave nodriza entraría en contacto con la atmósfera terrestre sin ser detectada.




En términos generales, la estructura narrativa de Lanthimos me resulta atrapante por la manera en que combina la comedia negra criminal y la ciencia-ficción minimalista, tomando giros inesperados que se desvían casi a totalidad de la versión surcoreana con su horizonte mesurado. Esto se debe, a menudo, porque el guión de Tracy se toma el tiempo necesario para robustecer y equilibrar el desarrollo de los personajes, añadiéndole capas sustanciosas que profundizan su psicología sobre una serie de situaciones absurdas que se mantienen atadas, entre otras cosas, a un carrusel de acciones excéntricas que se disuelve sobre escenas de tortura y diálogos a puerta cerrada que saltan del existencialismo a la violencia más impredecible. El comportamiento errático de los personajes es bastante entretenido cuando se distribuye entre la labor de Teddy como apicultor obsesionado las colmenas; los métodos extremos adoptados por Teddy para electrocutar a Michelle antes de deducir que su tolerancia al dolor se debe a su posición de realeza intergaláctica; la cena en la que Michelle provoca una pelea a golpes con Teddy al mencionar la enfermedad de su madre; la curiosidad de Don cuando vigila a Michelle con escopeta en mano para que no escape; la visita de un policía gordinflón con bigote que sospecha que Teddy es el secuestrador.



Emma Stone, Aidan Delbis y Jesse Plemons


Por añadidura, lo que que eleva Bugonia por encima de una mera comedia negra de enredos es su compromiso con tópicos profundos que resuenan con la contemporaneidad al presentarse como una sátira salvaje sobre la alienación moderna, las fracturas sociales y el abuso del poder corporativo. En su núcleo, plantea esto desde el resentimiento de un hombre manipulador y paranoico de clase obrera que, inducido por el coma de su madre (afectada por el experimento clínico de un fármaco Auxolith), rapta a una empresaria de la empresa en la que trabaja para manifestar su ira latente ante el sistema que le ha fallado hasta mantenerlo «explotado» en un trabajo deplorable y distorsionar la noción que tiene de la pérdida de la fe, donde su creencia en los alienígenas es producto de los traumas familiares que lo obligaron a abandonar su catolicismo como ciudadano norteamericano atrapado en la imposibilidad de salir del umbral de la pobreza sistémica ni de la dependencia materna, hallando una vía de escape en la teorías conspirativas y en las ideologías políticas. Su rebelión contra la CEO no es un acto de envidia clasista, sino una afirmación desesperada de agencia individual contra un sistema que aplasta su dignidad como proletariado alienado. 


De este modo, Teddy encuentra su refugio en la violencia antisocial para exigir por la fuerza sus «derechos» y esconder sus inseguridades en nombre de los demás, en un ritual de venganza personal donde lucha contra una corporación que regula la vida cotidiana a través de de patentes farmacéuticas que encarecen medicamentos y limitan ofertas de salud, aunque en realidad solo anhela robar un antídoto secreto andromedano para curar a su madre.



El único inconveniente, no obstante, es que la síntesis discursiva sobre el capitalismo corporativo y las clases sociales termina sintiéndose simplista cuando reduce su análisis a dos polos irreconciliables dentro de un tejido social determinista. Por una parte, muestra el polo de la empresaria farmacéutica, Michelle, como el de una persona malvada que, debajo de la sostificacion y el lujo de una vida organizada, justifica su idea del progreso como un daño colateral que viola el principio de no agresión al imponer costos involuntarios sobre los experimentos que realiza con los individuos «sacrificados» con las vacunas (la madre de Teddy), sugiriendo una eticidad retorcida que ostenta a las élites oligárquicas como «alienígenas» que racionalizan la «explotación» como una forma de producir innovación dentro de la lógica del mercado. Por la otra, retrata al marginado, Teddy, como víctima paranoica y reaccionaria que, marcado por el sufrimiento de su madre, abandona la pasividad al ver en la explosión de violencia una herramienta contra la «opresión» impuesta por los que se lucran con la fragilidad ajena, insinuando que la respuesta de secuestrar y torturar está justificada por la causa mayor de desmantelar imperios corporativos deshumanizantes. Entre estos dos polos violentos, Don se pone en la línea de la moralidad al ser mostrado como alguien bondadoso, ingenuo, encarcelado por su condición autista en un círculo de violencia absurda.



Emma Stone


Al presentar la violencia como la única salida «auténtica» de los dos bandos corrompidos por el poder burocrático, la película convierte su crítica en un cuento moral infantiloide en el que los ricos son malos, los pobres están locos, y no hay término medio posible porque todo conduce a la muerte nihilista de la sociedad. Esta dialéctica es heredada directamente de la película surcoreana original, pero Lanthimos la acentúa aún más con su frialdad simétrica: los «de arriba» siempre aparecen en espacios amplios y luminosos; los «de abajo» en agujeros claustrofóbicos y sucios. El resultado es un mundo sin matices dentro de una falacia colectivista, donde el capitalismo solo puede ser corporativismo depredador y la resistencia solo puede ser locura violenta. Lanthimos nunca separa ambos conceptos en su discursividad progresista. Y queda, más bien, en una confusión deliberada entre capitalismo de mercado y estatismo corporativo que ridiculiza el ejercicio empresarial para que todo quede bajo la etiqueta «corporación privada maligna», negando con cierto cinismo la complejidad económica real que hay en el riesgo del emprendimiento y las cosas que alcanza el individuo con su voluntad cuando no se subordina a los intereses del grupo, irónicamente, como ocurre con Teddy. Cuando la película necesita subrayar por qué el sistema es injusto, recurre al gag o a la hipérbole, con las escenas absurdas como sustituto de una argumentación racional.



Jesse Plemons


A pesar de estas contrariedades discursivas, las actuaciones Jesse Plemons y Emma Stone consiguen que casi todas las escenas sean hilarantes con su química eléctrica y desquiciada. Plemons, para empezar, utiliza su registro expresivo para interpretar a Teddy como un hombre solitario, inseguro, calculador, negacionista, radicalizado por ideologías extremistas, que desea una sociedad igualitarista debilitando las estructuras corporativas y solo emplea su conocimiento para vengarse al sacrificar literalmente a una ternera para que las abejas reencarnen en su grado de alteridad existencial, comunicando su patetismo subyacente con la mirada, los gestos y el aspecto descuidado de su ropa, además de su pericia física para el slapstick; en lo que viene siendo una de las interpretaciones más sobrias y delirantes de su carrera. Stone, en cambio, pone en práctica su proceso actoral intuitivo para interpretar, con su cabeza rasurada y el movimiento corporal, a una oligarca empoderada, frívola, elegante, de ojos alienígenas, que ha acumulado años de privilegios con su industria farmacéutica asociada al intervencionismo estatal, pero que tras ser capturada como rehén, revela una naturaleza extraña como una villana caricaturesca que no es más que la abeja reina que, desde su utopía, dirige a un enjambre colectivista para destruir el fracaso del individualismo en la Tierra plana. Con la modulación vocal, el maquillaje y el humor espontáneo, ambos comunican de forma orgánica el delirio inexpresivo de sus personajes.



Emma Stone


Como es habitual, Lanthimos humaniza a los personajes que ellos interpretan diálogos robóticos, encuadres simétricos y un humor negro que roza lo grotesco. Por la parte visual, su estética dimensiona los claroscuros de sus personajes a través de la psicología del color, el primer plano, el picado-contrapicado, el plano fijo, el fuera de campo, el sonido diegético, el plano panorámico y, sobre todo, las atmósferas que se mutan sobre el uso proxémico del espacio entre los interiores elegantes y los sótanos desorganizados, fruto de un trabajo fotográfico competente de Robbie Ryan que sabe emplear la iluminación para sintetizar las intenciones adoptando una relación de aspecto 4:3 en todas las escenas, filmadas en 35mm con el formato VistaVision. Los efectos prácticos en las escenas de tortura añaden un toque visceral sin caer en la gratuidad. Las escenas retrospectivas en blanco y negro también funcionan para establecer los vínculos opuestos detrás de las motivaciones de Teddy y de Michelle. Además, en cada escenario hay una especial atención al detalle sobre el vestuario, los decorados y el diseño de producción. Por la parte sonora, la música de Jerskin Fendrix intensifica el lado trágico y dramático del relato con su orquestación sinfónica de cuerdas tradicionales y crescendos de tonos punzantes que evocan el pánico de la incertidumbre que hay detrás de los zumbidos discordantes.


En última instancia, me atrevo a decir que Bugonia es una adición valiosa al canon de Lanthimos porque entretiene de forma desenfrenada y, al mismo tiempo, me obliga a reflexionar sobre las desigualdades creadas por políticas fallidas y la falta de ética de un corporativismo que devora el intercambio voluntario de los consumidores. Su farsa sangrienta logra un equilibrio entre la carcajada insospechada y el escalofrío moral. Plemons y Stone están en estado de gracia absoluta, mientras el debutante Aidan Delbis aporta un nerviosismo encantadoramente torpe que completa el trío protagónico. Hay extrañeza, misantropía y verdades tragicómicas que convierten lo absurdo en algo dolorosamente reconocible. No es perfecta, desde luego, pero en un panorama cinematográfico saturado de inanidad, ofrece sustancia con estilo sin renunciar a ser divertidísima.



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Ficha técnica
Título original: Bugonia
Año: 2025
Duración: 1 hr. 59 min.
País: Estados Unidos
Director: Yorgos Lanthimos
Guion: Will Tracy, Jang Joon-hwan
Música: Jerskin Fendrix
Fotografía: Robbie Ryan
Reparto: Emma Stone, Jesse Plemons, Aidan Delbis, Alicia Silverstone, Stavros Halkias
Calificación: 7/10

Tráiler de Bugonia



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