Crítica de la película 'Caballo de guerra'

Caballo de guerra

Situado en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Cuando su amada caballo Joey es vendido a la caballería británica, el joven Albert (a pesar de ser menor de edad) se enlista y se dirige a Francia para salvar a su amigo. 

Duración: 2 hr. 26 min.
País: Estados Unidos
Director: Steven Spielberg 
Guion: Lee Hall, Richard Curtis
Reparto: Jeremy Irvine, Emily Watson, Peter Mullan, Niels Arestrup

Crítica de la película 


Cada vez que Steven Spielberg se va a la guerra, siempre se las ingenia para enganchar al espectador con lo emocionante de su cine. Eso es lo que logra transmitir con War Horse; una película que mueve nuestros sentimientos, no con una trama, sino con una historia llena momentos dramáticos que, en el trayecto, se torna tan profunda que, aunque resulte predecible, termina satisfaciendo nuestros sentidos espléndidamente.

Este filme es otro logro cinematográfico del maestro, porque apuesta fuerte en todos, casi todos los aspectos técnicos que componen una buena película. Desde la impecable dirección de arte, que simula la época a la perfección, hasta la exquisita fotografía, que impacta nuestros ojos con unos paisajes impresionantes. En este último aspecto, resulta un poco curiosa la forma vívida con que se muestran los paisajes coloridos, es decir, Spielberg por alguna razón quiere generar una visión de western, en una cinta que, por así decirlo, no contiene dichos elementos, con excepción del caballo Joey.

La historia introduce los personajes fluidamente. Primero tenemos la familia: el padre borrachón llamado Ted (Peter Mullan), lo cual se puede notar por su descuidada barba; la tierna y humilde madre, Rose (Emily Watson), quien comprende perfectamente los sentimientos de sus allegados; y por último, su hijo, Albert Narracott, el valeroso joven que cree en sus ideales con firmeza. Esta familia trabaja duro en su granja para pagarle la renta al Sr. Lyons (David Thewlis), un avaro terrateniente que no teme en abusar descaradamente de los que tienen menos.

Ciertamente se puede oler que todo va a ir cuesta abajo, una vez que Ted, en una subasta, compite con Lyons por la compra de un hermoso caballo y termina ganándola. Este caballo, ágil y fuerte, se queda en la granja de los Narracott para la realización de tareas granjeras. Aunque en un principio parece difícil de dominar, termina siendo entrenado por el joven Albert, quien, en última instancia, lo llama Joey.

Después de perder la oportunidad de comprar a Joey en aquella subasta, el Sr. Lyons presiona día a día a los Narracott para que paguen sus deudas, sino quieren quedarse en la calle. A pesar de las presiones, Albert y Joey, crean una amistad inquebrantable que se verá afectada por los tiempos difíciles en los que se encuentran. Una vez que estalla la Primera Guerra Mundial, Ted vende a Joey a la caballería de la armada británica para saldar las deudas y, así, los caminos de Albert y Joey se separan, no sin antes Albert jurar que lo verá nuevamente sin importar lo que suceda.

Algo curioso es que aquí el personaje principal es el caballo Joey. Porque a medida que avanza la historia seguimos al caballo en medio de los horrores y vivencias de la Primera Guerra Mundial. Aunque en varias ocasiones cruza de un bando a otro, siempre cae en manos de personas que le dan un buen trato. Simboliza el triunfo y la libertad. Se puede notar que la cámara de Janusz Kaminzki enfoca los caballos en algunas escenas que muestran cómo estos animales son maltratados crudamente durante la guerra.

El material está filmado brillantemente. Cada una de las secuencias en las trincheras me recuerda a 'Paths Of Glory' de Stanley Kubrick. Aunque Spielberg la dota de un realismo único, tal y como lo hizo en 'Saving Private Ryan', que nos hace recordar que la guerra es el infierno sobre la tierra y que los soldados y animales utilizados para combatir son efectivamente los más afectados. Hay una escena en la que Joey, en pleno campo de batalla, se ve confundido por la desolación, la muerte y oscuro paisaje de la guerra; al pasar eso, se embarca a todo galope sin una dirección específica que le traerá consecuencias muy dolorosas. Esa escena es una metáfora de la confusión causada por la crueldad del peligro bélico.

Cuando las piezas narrativas están juntas, la película llama aún más la atención por la forma en cómo se desarrollan las situaciones sin perder el ritmo. Lo hace con mayor impresión cuando se encuentran en plena guerra. Dichas secuencias de guerra son altamente impactantes y muy realistas. Aunque no sea una película para niños, algunas veces disfraza la brutalidad y la ironía con lo sentimental.

Llena de momentos emocionales, War Horse es una aventura bélica verdaderamente emotiva que se puede disfrutar; primero por su elegancia cinematográfica y, segundo, por una historia estrictamente conmovedora, destinada a ser una mezcla deliberada entre la fábula y la tragedia. Podríamos llamarla la “fábula bélica” de Steven Spielberg.


  7/10




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