Crítica de la película 'Hombre irracional'

Hombre irracional

Un profesor de filosofía atormentado encuentra una voluntad de vivir cuando comete un acto existencial.

Crítica de la película


La inteligencia de Woody Allen (Midnight In Paris, Blue Jasmine) nunca se cansa de escribir personajes neuróticos que se enfrentan a conflictos morales y a delirios existenciales. Muchos de sus filmes tratan de reflejar a través de los personajes sus propias obsesiones de vida. Y aunque algunas veces sus ideas se van de vacaciones, otras veces como en Irrational Man regresan con la maleta llena.

Esta es una película divertida, pesimista, reflexiva. En otras palabras, es buena. Es el Woody Allen que gusta a los fans, con la típica histeria dramática que caracteriza a sus personajes en medio de una trama que no hace más que entusiasmar con cada uno de los diálogos filosóficos que manifiesta.

Lo interesante es que tiene buen ritmo con la historia de Abe Lucas (Joaquin Phoenix), un profesor de filosofía cansado de buscar respuestas a las preguntas sobre el sentido de la vida. En su camino consigue empleo en una universidad de Rhode Island y, una vez allí, su personalidad apática despierta la atracción de una sus estudiantes, Jill Pollard (Emma Stone repitiendo con Allen) y de su colega, la profesora Rita Richards (Parker Rosey).

Estas dos mujeres comienzan a seducir el mundo de Abe para cubrir sus inseguridades y forman una química placentera. La primera es Rita, quien cansada de la rutina de su matrimonio decide ponerle cuernos a su esposo con Abe. Jill es diferente; es la estudiante liberal que se enamora locamente de Abe por su actitud despreocupada y su manera de pensar.

El caso es que Lucas no está pasando por su mejor período. Está bloqueado. Se siente vacío. Ni siquiera puede escribir. Tiene una crisis existencial que rechaza con nihilismo cualquier actitud positiva de la vida. Hasta parafrasea a Kant, Dostoievski, Sartre y Heidegger para cuestionar con lógica la locura de sus hábitos diarios. Todo lo que hace parece irracional, pero a simple vista lo llena de dudas y de un sentimiento de culpa.

Y Allen lo usa sabiamente con Phoenix, porque este es el tipo de papel que encaja con él: el del hombre confundido y problemático. La actuación de Phoenix convierte a Abe en un megalómano de la irracionalidad (haciendo honor al título). Asimismo le da al protagonista un tono depresivo, obsesivo y traumático; además de ser alcohólico, ya que en muchísimas escenas la petaca de whisky es su inseparable amiga. De ese modo dan ganas de quedarse hasta el final solo para ver qué le depara el destino.

Desde un punto de vista narrativo la película comienza la historia de Abe, Jill y Rita como una comedia romántica, en la cual Allen los usa para armar el barullo hitchcockniano del tercer acto; que no es más que un giro de tuerca en la trama que termina convirtiendo la película en un drama de misterio. Pero no es ni una ni la otra, sino una mezcla de géneros que se intercambian.

A partir de ahí Allen logra provocar insertando temas sobre la suerte y el crimen perfecto como en Match Point y Crimes and Misdemeanors para simbolizar el crimen y el castigo de los actos del protagonista. El mensaje más cercano es el que nos dice que nuestras acciones irracionales ya tienen consecuencias determinadas en cada lapso de nuestras vidas, desde el momento menos importante hasta el más insignificante.

Ficha técnica:
Duración: 1 hr. 34 min.
País: Estados Unidos
Director: Woody Allen
Guion: Woody Allen
Música: Ramsey Lewis
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Jamie Blackley, Parker Posey,
 




7/10
 




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