Crítica de 'Otra ronda': alcohol como causa de felicidad

 Thomas Vinterberg presenta con mucha sobriedad una tragicomedia sobre un hombre amargado que celebra la vida a través del alcohol. Mi análisis cubre en resumen una explicación de su final.


Otra ronda



Reconozco que tenía unos cuantos años sin ver una película decididamente conmovedora de ese buen director danés llamado Thomas Vinterberg. Una de las últimas que llego a recordar fue La caza, un drama desgarrador en el que pone a Mads Mikkelsen a interpretar a un profesor de kindergarten que es acusado injustamente por una calumnia inofensiva y recibe en su cara los prejuicios de un pueblo inquisidor que inicia una cacería en su contra. Era dura y muy emotiva. Le siguieron la blanda Lejos del mundanal ruido, una adaptación de la obra de Hardy; La comuna, un drama patético sobre la falta de tolerancia y solidaridad de la sociedad danesa; y la regular Kursk, un film que recrea la tragedia de un submarino nuclear ruso. Entiendo que es muy difícil para un cineasta preservar una consistencia que pueda complacer los paladares de todos los que ven su cine, pero hasta los veteranos tienen sus tropiezos. Eso me hizo pensar que el cineasta de La celebración entraba en una especie de vacío creativo. Pero tras haber visto su más reciente película cambio de parecer de inmediato y me doy cuenta de que todavía queda Vinterberg para rato.

La nueva película de Vinterberg se titula Otra ronda y trata sobre uno de los vicios más ancestrales del ser humano: la ingesta de alcohol. Tuvo su estreno en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Toronto. El guión lo escribe en colaboración con Tobias Lindholm. La protagoniza Mikkelsen, quien registra su segunda actuación con el director. Se puede decir que es una comedia dramática con una premisa sencilla de trazos existenciales, pero presentada mediante unos personajes que me resultan embriagadores durante casi dos horas que avanzan a un ritmo placentero y que, sin lugar a dudas, me hacen sentir como si estuviera en la hora feliz de un bar en un fin de semana cualquiera. Aunque no busca señalamientos morales sobre el alcoholismo, es un drama que de una manera tragicómica dialoga sobre la angustia, la crisis de mediana edad y la felicidad del individuo con una interpretación bastante sobria de Mikkelsen, tan destilada como un vino añejado durante años en una barrica de roble.


Mads Mikkelsen como Martin


La narración comienza primero con un intertítulo breve que muestra una frase existencialista de Søren Kierkegaard. Seguido a esto, una cámara en mano sigue, durante unas cuantas secuencias, las travesuras de unos adolescentes posmillennials que se divierten bebiendo alcohol y festejando en grande por las calles de Dinamarca como si el fin del mundo se acerca. En contraste a esa jovialidad, se modela la vida anodina que lleva Martin (Mads Mikkelsen), un profesor de secundaria en un colegio de Copenhague que imparte clases de historia y es testigo de la dejadez de unos alumnos que no le prestan atención a nada de lo que expone; además de que, fuera del ámbito profesional, atraviesa una depresión que lo ha alejado de su esposa y de sus hijos, a pesar de vivir bajo el mismo techo. Comparte la misma situación con sus colegas y también profesores, Tommy (Thomas Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nikolaj (Magnus Millang). Se le nota en la cara la necesidad de hallar una claridad que revitalice lo que él conoce como vivir, reflejado por su desasosiego, su inseguridad y su conformismo con el entorno que lo rodea.

La transformación del personaje se establece, a mi parecer, en la escena del restaurante en que la que junto a sus amigos conversa sobre distintos temas de la cotidianidad y en un instante, en un primer plano, Martin llora de impotencia por el rumbo desesperanzador que ha tomado su vida, revelando frente a todos ellos sus miedos intrínsecos y la soledad que lo golpea como una botella vacía sobre la cabeza. Los amigos lo motivan sacando a relucir sus cualidades como persona, revelando parte de su pasado como bailarín y sus deseos incumplidos de ser investigador. Es ahí cuando hablan sobre psiquiatría y tocan la teoría del psiquiatra Finn Skårderud, quien ha teorizado que tener 0.05 grados de alcohol en la sangre logra que una persona sea más creativa y olvide los problemas. Se ríen como si se tratara de un chiste rancio y luego continúan por las avenidas como unos borrachos en Noche Buena, jugando como si recuperaran la juventud. Con el objetivo de corroborar la teoría y de sanar la depresión, al día siguiente Martin empieza a ingerir vodka en el trabajo y se da cuenta de que tiene efectos inmediatos, como el hecho de que los estudiantes abandonan la desmotivación y le brindan atención, además de adquirir una confianza que borra sus inquietudes y le permite explicar los sucesos históricos de una manera amena.


Lars Ranthe, Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen y Magnus Millang


La película se encarga de mostrarme la existencia de Martin y sus compañeros con un sentido de ironía que me provoca mucha risa con las situaciones divertidas que desarrollan una vez que intentan comprobar la famosa hipótesis del alcohol y redactan las conclusiones a través de un recurrente intertítulo subjetivo que acentúa lo que escriben en la pantalla de su ordenador. La sustancia, la cual ingieren de una manera controlada durante las horas de trabajo para no caer en las trampas del alcoholismo clásico, los ayuda a superar sus inseguridades, a mejorar las relaciones familiares y profesionales y, de cierto modo, a abandonar las experiencias rancias que amenazan con desechar cualquier rastro de placidez. Con el alcohol, por así decirlo, se vuelven jóvenes y recuperan la alegría de los días que se fueron. Y durante todo el metraje sus ocurrencias me mantienen enganchado, sobre todo las de Martin cuando da clases sobre grandes políticos bebedores y entretiene a los bachilleres con adivinanzas históricas, se reconcilia con su esposa y sus hijos, y, disimuladamente disfruta de una felicidad efímera.

Sin embargo, los dilemas inesperados de la trama emergen cuando los personajes deciden romper los niveles de alcohol establecidos, pasando del 0.05 al 1.8, como en las escenas que entran ebrios a un supermercado para comprar un par de botellas de vodka mientras luchan por mantener el equilibrio y la motricidad verbal, en las que pescan en el puerto, en las que asisten alcoholizados a un bar nocturno, o cuando andan por la vía pública corriendo como locos. Sus acciones, resquebrajadas por el experimento del alcohol y los riesgos de beber en exceso, subrayan el declive que se manifiesta con las discusiones matrimoniales, como en la que Martin discute acaloradamente con la esposa infiel y esta, furiosa y decepcionada de su marido, lo abandona tras darse cuenta de que se ha convertido en un alcohólico descontrolado, dando por terminada la experimentación etílica.


Magnus Millang, Lars Ranthe y Mads Mikkelsen


Las actuaciones del reparto me parecen bien orgánicas cuando muestran con sobriedad las repercusiones psicológicas de tomar alcohol de forma descontrolada. Pero especialmente me contagia la de Mikkelsen como el protagonista. En su nueva interpretación a las órdenes de Vinterbeg, Mikkelsen nuevamente demuestra su tonelaje dramático al convertir a su personaje en un torbellino emocional cuando transmite la desilusión y, consecuentemente, la alegría de ese hombre infeliz a través de la mirada y la gestualidad. No hay ni un solo primer plano en el que no me parezca convincente. De forma magnífica dibuja sobre su rostro cosas como la melancolía, el dolor y el júbilo, además de mostrar su talento físico para el baile. Y es muy creíble cuando se mueve y habla como un borracho. A su lado observo asimismo una actuación secundaria muy contenida de Larsen como ese entrenador de futbol abrumado que se refugia en el alcoholismo para olvidar sus fracasos como ser solitario.

En la superficie, Vinterberg presenta un comentario sobre el consumo excesivo de alcohol en la sociedad danesa, distanciado minúsculamente de espectros morales, visible quizá por la manera en que los personajes caen en ese abismo para resolver las contrariedades personales que los intranquiliza. Pero hay algo más que eso. El alcohol es el hilo conductor. Su enfoque, eminentemente kierkegaardiano, plantea cómo las decisiones que los individuos toman en la vida los mantiene atados un extraño círculo vicioso entre la desesperación que produce tristeza y la felicidad que trae consigo la libertad. Lo formula a través de Martin, quien aparenta ser un sujeto desesperado por haber perdido lo que le parecía valioso: la juventud alejada de responsabilidades. Martin intenta recuperarla tomando el alcohol que le devuelve la valentía para hacerlo, pero como eso también lo destruye a él y a los suyos, aumenta la conciencia que tiene de sí mismo y termina autodescubriéndose, por lo que ya no depende del etílico para ser feliz. La negación es dolorosa, pero la acepta. La idea adquiere una catarsis en la escena climática en la que baila en la fiesta del muelle alrededor de una lata de cerveza, vestido de un negro mortuorio que lo pone a coquetear con el suicidio, alcanzando la paz interior y aceptando su verdadera identidad, celebrando el valor de la vida y la juventud al lado de sus colegas y de los graduados que lo admiran, mientras suena de fondo el leitmotiv, "What a Life", de Scarlet Pleasure. Su salto al mar, en un plano congelado, es la máxima representación de esa dualidad.


Mads Mikkelsen como Martin



La película de Vinterberg explora esos conceptos con una sutileza que me saca una sonrisa y me deja con la sensación de haber visto algo entretenido, sin transitar por los caminos habituales de la denuncia tramposa que condena lo que ya sabemos. Está narrada con gracia, vigor, honestidad y un pozo conmovedor que se ilustra en todo momento con esa estupenda actuación de Mikkelsen como el profesor que prueba el amargo sabor de la resaca matutina para recobrar la bonanza. No sé si se trata de uno de sus mejores trabajos, a veces recurre a eventos ordinarios, pero no me cabe la menor duda de que funciona muy bien como tragicomedia.

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Ficha técnica
Título original: Another Round (Druk)
Año: 2020
Duración: 1 hr 55 min
País: Dinamarca
Director: Thomas Vinterberg
Guión: Tobias Lindholm, Thomas Vinterberg
Música: Sturla Brandth Grøvlen
Fotografía: Lachlan Milne
Reparto: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe,
Calificación: 7/10

Tráiler de la película


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