Crítica de 'La madre del blues': el dueto de Davis y Boseman

La última película de Chadwick Boseman como actor edifica un entretenido homenaje a la era del jazz y a la figura de Ma Rainey, conocida como "La madre del blues". Mi análisis cubre en resumen una explicación del final.


La madre del blues



No me considero un seguidor del blues, pero en una de mis visitas a los supermercados de conocimiento de la internet tuve un rato ameno leyendo sobre la figura de Ma Rainey. No la conocía para nada. Rainey fue una de las máximas exponentes del blues durante los furiosos años 20. Era conocida como ‘La madre del blues’ por la manera tan peculiar en que revolucionaba los estándares del género con un tipo de blues urbano que era acompañado por piano y una orquesta de jazz. Como cantante afroamericana conquistó a miles de personas con su voz y se hizo muy famosa en una época en la que el racismo y la segregación todavía estaban vigentes en varios sectores de la sociedad norteamericana. Grabó un centenar de grabaciones durante su trayectoria, pero quizá sus discos más populares son "Moonshine Blues", "Bo-Weevil Blues" y "Black Bottom". Hizo varias giras hasta 1935, año en el que se retiró definitivamente. Su vida fue dramatizada en una obra de teatro de August Wilson que es, a la vez, la raíz de Ma Rainey’s Black Bottom, la primera película biográfica sobre ella que, afortunadamente, he tenido la dicha de ver.

La película, estrenada hace unos meses en la plataforma de streaming de Netflix, no supone para mí nada fuera de lo ordinario, pero me resulta entretenida por los diálogos, la teatralidad de la puesta en escena y unas actuaciones estupendas de Viola Davis y el fenecido Chadwick Boseman que consiguen sacarme emociones en algunos instantes. La dirige George C. Wolfe, director cuyo cine desconozco pero me cuentan que tiene una sólida trayectoria como dramaturgo en Broadway y que sus dos películas anteriores son más que olvidables. Quiero pensar lo contrario luego de ver esta. Como drama no solo ilustra un fragmento biográfico de la corta carrera de Ma Rainey y un homenaje a la era del jazz, sino que, además, utiliza su imagen para dialogar a puertas cerradas con tópicos relevantes sobre el racismo, las injusticias y la segregación en suelo estadounidense, concebidos con cierta sobriedad a través de los coloquios de los personajes cuando rememoran sus tragedias personales en la sala de grabación de una casa disquera.


Viola Davis como Ma Rainey. Fotograma de Netflix.

 
Luego de una breve secuencia que encuadra los inicios de la protagonista como cantante en el sur profundo frente a campesinos afroamericanos, la trama se sitúa en el año 1927, donde Ma Rainey (Viola Davis) goza de una reputación significativa como cantante afroamericana de blues y después de un tiempo es contratada, junto a su grupo de músicos de la Georgia Jazz Band, por un productor blanco llamado Mel Sturdyvant (Jonny Coyne). Todos ellos, exceptuando a Ma, llegan a una sesión de grabación programada por Irvin (Jeremy Shamos) para un ensayo previo antes de iniciar. El conjunto inicialmente lo conforman Toledo (Glynn Turman), Cutler (Colman Domingo) y Slow Drag (Michael Potts), además de Levee Green (Chadwick Boseman), un trompetista cínico y algo crédulo que tiene grandes ambiciones como músico de jazz y desea dejar la banda para escribir canciones con un toque más contemporáneo y firmar un contrato discográfico que lo independice. Mientras todos ellos esperan la llegada de la matrona para comenzar, surgen discusiones acaloradas que reflejan algunos de los problemas intrínsecos de cada uno provocados por la desigualdad de una nación que constantemente los oprime.


Michael Potts, Chadwick Boseman, Glynn Turman y Colman Domingo.

 
Aunque algunos de los personajes se mantienen en la superficie, me veo cautivado por la presencia de Levee Green y Ma Rainey. Tienen textura psicológica. Green es presentado como un hombre versátil y extrovertido que detrás de la sonrisa carga consigo las heridas de un pasado traumático, ocasionado cuando su padre abandonó a la familia y poco después su madre fue violada por unos hombres blancos y, él, con tan solo ocho años, intentó salvarla sosteniendo un cuchillo para cortar a los agresores (de ahí su obsesión por la navaja), algo que terminó endureciendo su carácter rebelde e hizo que renunciara al hobby de la fe; aunque esos hechos fatídicos no resquebraja sus deseos de triunfar en el mundo del jazz como trompetista en solitario. Los zapatos amarillos que adornan sus pies simbolizan su voluntad e idealismo. Es, por así decirlo, el lobo que logra domar a la manada con su carisma. Rainey, en cambio, es una mujer intransigente, sincera, confiada de su talento, poniéndose celosa al observar de lejos el coqueteo de su amante lesbiana que revela sus preferencias sexuales, que disfruta desafiar a la supuesta autoridad blanca para desenmascarar sus prejuicios, siempre asumiendo un rol casi maternofilial con los miembros de su banda, consciente de que presta su servicio a gente a la que le importa muy poco y solo exprimen su talento para enriquecerse cuando roban su voz para guardarla en una caja de radio. Durante las prolongadas sesiones de grabación asume un liderazgo que la coloca a la altura de sus exigencias, en los que literalmente esclaviza a los productores blancos y discute con los miembros de la banda al intentar colocar a su sobrino tartamudo para introducir la canción.


Viola Davis como Ma Rainey. Imagen de Netflix.


No hay ningún tipo de fisura en la actuación de Davis como la diva del blues de aspecto sudoroso y mirada depresiva. Solo dura unos 26 minutos en escena. De una forma natural y muy auténtica se disfraza de Ma Rainey empleando en ocasiones su habilidad para el canto (específicamente cuando canta "These Dogs of Mine"; el resto de las canciones son dobladas por la voz de Maxayn Lewis), el cambio físico que refleja con la gordura, el maquillaje que adorna el rostro melancólico del personaje, el marcado acento sureño que modifica su manera de hablar, además de los vestidos de raso típico de los años 20, su caminata tambaleante y los dientes de oro que iluminan su sonrisa. Su actuación me parece muy pintoresca, aunque no creo que se trate de su mejor. La interpreta como una cantante terca, fuerte y apasionada que no tolera las órdenes de los oportunistas de tez blanca que solo utilizan su voz para ganar dinero. La escena en la que ella se niega a comenzar la grabación y ordena que le compren una Coca-Cola bien fría para empezar a cantar tiene un fondo casi antológico sobre la discriminación a la que se enfrenta: ella manda a sus subordinados a comprarlas con su efectivo y se niega a aceptar el dinero de Irvin para mantener su dignidad en lo alto.


Chadwick Boseman como Levee Green.


Destaco también la actuación notable de Boseman como el trompetista confiado que ansía ser el nuevo Louis Armstrong. Noto claramente la delgadez que anunciaba su final. Boseman dejó este mundo cuando la película se encontraba en posproducción, por lo que se trata de su última actuación como actor. No sé si se trate de su interpretación capital, lo encuentro más orgánico en Marshall, pero a decir verdad me conmueve con esa gestualidad extravagante que evoca el júbilo, el atrevimiento y las frustraciones internas de su personaje. Trabaja muy bien el acento, y los diálogos que recita tienen sobriedad. Su expresividad es bastante creíble. Interpreta a un sujeto astuto con aspiraciones que, sin darse cuenta, se convierte en prisionero de la ingenuidad y de la traición que provoca resentimiento, acorralado en un callejón moral de la incertidumbre. La escena de mayor alcance dramático, quizás, es en la que agarra su cuchillo y habla lleno de rabia e indignación con un dios que le da la espalda. Y me parece hasta irónica la escena en que a través de Leeve presagia su propia muerte en la vida real cuando intenta abrir una puerta mientras dice: “La vida no es ni mierda. La pones en una bolsa de papel y te la llevas. No tiene agallas. Pero ¿la muerte? La muerte sí tiene estilo. Te da una paliza y te hace desear no haber nacido. Así de mala es.” Al final, cuando la abre, se ve rodeado de cuatro paredes y de un cielo inalcanzable.


Chadwick Boseman y Viola Davis. Foto de Netflix.

 
Como en la mayoría de esas películas que tienen sus raíces en el teatro, la narrativa de Wolfe desarrolla la acción casi siempre en las locaciones interiores, por lo que pocas veces los personajes salen de ahí y siempre sostienen largas conversaciones. Los tres actos transcurren como una teatralidad filmada. El espacio, construido con una reproducción muy fidedigna del período, es representado casi como una cárcel claustrofóbica, en la que el escenario refleja la angustia y los sentimientos internos más genuinos, y la dinámica comunitaria del afroamericano (metaforizado por la agrupación musical dentro del cuarto sórdido) se ve amenazada por la falta de oportunidades que sucede fuera de campo. Los diálogos revelan discretamente, por medio del relato no iconógeno, fragmentos agridulces que sacan a la luz las contrariedades a las que ellos se han enfrentado para ganarse la vida decentemente como músicos, como el racismo sistemático de la industria de la música que rechaza la capacidad innata de los afroamericanos, la impunidad de los que venden su alma al diablo a cambio de riquezas, la violencia que lacera la decencia, la ambición que arruina carreras con un fatalismo inesperado, el engaño que se aprovecha del talento ajeno. De ese modo, la película me obliga a imaginar los relatos lóbregos que describen en ciertos pasajes.

No sé si pueda incluirme en esa oleada de gente que dice que esta película es una cosa excelente, ni mucho menos entre los que la incluyen en el catálogo de los mejores estrenos de 2020, pero reconozco que logra agradarme con su ilustración exótica de los músicos de blues de los años 20 y el dueto fascinante de Davis y de Boseman. Su diseño de producción, en el que abundan los decorados y el vestuario exótico, es bastante auténtico. Y mantiene un equilibrio entre la tragedia y la alegría sin perder en ningún instante el registro de eso que llaman sutileza. Es, en mi opinión, una buena película. Ni más ni menos.


Ficha técnica
Título original: Ma Rainey's Black Bottom
Año: 2020
Duración: 1 hr 36 min
País: Estados Unidos
Director: George C. Wolfe
Guión: Ruben Santiago-Hudson
Música:  Branford Marsalis
Fotografía: Tobias A. Schliessler
Reparto: Viola Davis, Chadwick Boseman, Glynn Turman,
Calificación: 7/10

Tráiler de la película




Crítica de la película 'La madre del blues', dirigida por George C. Wolfe y protagonizada por Viola Davis y Chadwick Boseman. 


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