Como ya es una costumbre, me sumo a la tendencia de mencionar lo que para mí son las peores películas que he visto hasta ahora en el año que ya se termina. En esta ocasión le toca al 2021, un año que a decir verdad me ha parecido bastante flojo, saturado blockbusters fatigosos por los que no vale la pena ni siquiera invertir un segundo del preciado tiempo. Son películas cuya calificación es menor a cinco puntos según mi sistema de evaluación. 


A continuación, comparto mi listado.



10. Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos



Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos


Los efectos dormitivos que me provoca el visionado de Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos solo me hace cuestionar el significado de la palabra entretenimiento, porque, a decir verdad, de entretenida no creo que tiene absolutamente nada.


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Los santos de la mafia


Esta precuela de la aclamada serie "Los Soprano", estrenada recientemente en la plataforma de streaming de HBO Max y en las salas de cine, emplea de la manera más plana posible todas las convenciones del género gansteril con algunos guiños al cine de Scorsese con el fin, supongo, de que los fieles feligreses de la iglesia de Tony Soprano acudan como corderos a la misa y paguen la ofrenda a los curas de la Warner Bros.


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8. La mujer en la ventana



La mujer en la ventana


Adaptada con un guión de Tracy Letts de la novela homónima de A. J. Finn, este filme de Joe Wright se presenta como un thriller psicológico sobre agorafobia y traumas personales que desafortunadamente nunca llega a cohesionar sus ideas y rara vez tiene un momento que me produzca tensión o la sensación de haber visto algo verdaderamente sorpresivo.


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7. Viuda negra



Viuda negra


A decir verdad, está más allá de mi compresión que Viuda Negra tenga semejante aclamación, sobre todo porque es una historia de origen aburrida y carente de ritmo que me arrebata dos largas horas de mi vida con los insulsos set-piece de acción y una trama rutinaria que coloca, a través de unos personajes bastante anodinos, el típico discurso sobre el núcleo familiar y el empoderamiento femenino que anda de moda por todo Hollywood. Una de las peores que he visto del UCM.


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6. Aquellos que desean mi muerte



Aquellos que desean mi muerte


Una película que conjunta de manera convencional el cine policial y el thriller de acción con ese cine de catástrofes que estaba de moda a finales de los 90, pero pisa muchos terrenos comunes y su trama se quema a fuego lento con los personajes de plástico y los clichés prefabricados que me quitan el interés a la media hora.


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5. En el barrio 



En el barrio


El visionado de este musical de Chu, superfluo y anodino, me quita dos horas y media de mi vida con una fábula bastante aburrida sobre los sueños y las idiosincrasias culturales de las comunidades latinoamericanas, con unos números musicales que pisan terrenos comunes con los personajes estereotipados que no tienen nada de gracia y que en ningún momento suponen para mí algo emocionante.


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4. Mortal Kombat



Mortal Kombat


Como fantasía de artes marciales es muy acartonada la manera en que ejecuta la acción con su repertorio de luchadores huecos, en unas secuencias de combate que se repiten inultamente para que la pornografía de la violencia tenga alguna coherencia, durante casi dos horas que me producen un fatality de indiferencia. La encuentro peor que la primera entrega que vi en VHS en 1995.


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3. Godzilla vs. Kong



Godzilla vs. Kong


Me parece un blockbuster mareante, aburrido, tan hueco como una fosa en el centro de la Tierra cuando presenta la aparatosa pelea entre el lagarto escupefuego y el gorila gruñón.


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2. Maligno



Maligno


De una manera agónica, machacona y bastante anodina, Wan recicla las fórmulas bien conocidas del terror sobrenatural en clave de giallo con un resultado desprovisto de algo que sea espeluznante.


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1. Space Jam: una nueva era


Space Jam: una nueva era


No sé si Space Jam: una nueva era es desde ya una de las peores películas del catálogo de la Warner Brothers, pero lo cierto es que a mi parecer es una de las peores que cosas que he visto jamás. Me parece la alerta de spoiler de un anuncio comercial bastante rancio de propiedades intelectuales de la Warner Bros.


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Por primera vez, en muchos años, no alcanzo ni siquiera a seleccionar ni una sola película que haya visto en la sala de cine durante 365 días. Pero como no se trata de una lista definitiva ni una que se compuesto, supongo que actualizaré los espacios vacíos de este artículo cada vez que evalúe películas correspondientes al 2021 que considere que puedan ingresar a mi ranking personal de las 10 mejores películas de 2021. Como siempre, reitero que mi selección responde a mis criterios personales y no refleja la opinión de un grupo o de gente que busca una supuesta verdad objetiva.




10.
9.
8.
7.
6.
5.
4.
3.
2.
1.





El caballero verde

Mientras consumo las imágenes de El caballero verde me invade una terrible sensación de abulia que borra sobre mí cerebro cualquier rastro de interés ante que lo presenta. En mi opinión, se encuentra demasiado lejos de alcanzar el estatus de épica decente. La fantasía artúrica de Lowery, más allá de su perogrullada simbólica con pretensiones estéticas, me parece infinitamente aburrida y carente de impulso narrativo cuando usa al caballero patético del medievo para dialogar con tópicos sobre el honor, la virtud y la simbiosis del hombre con la naturaleza. Está basada en un antiguo poema medieval titulado Sir Gawain y el Caballero Verde, escrito por la pluma de un autor anónimo. Y trata sobre el joven Gawain, el sobrino lujurioso y despreocupado del rey Arturo que, tras decapitar a un caballero con aspecto de árbol que irrumpe montado en su caballo en la corte del rey, acepta un reto navideño de decapitaciones para satisfacer su quimera de alcanzar el reconocimiento caballeresco. En un principio su aventura me logra convencer para ver si obtengo alguna recompensa por el visionado, pero pronto me doy cuenta del trato unidimensional que lo vuelve previsible en unos cuantos episodios, como cuando es asaltado ingenuamente por bandidos, visita la casa abandonada frecuentada por el fantasma de una mujer que fue decapitada por el dominio patriarcal del medievo, viaja con unas gigantes que se dirigen al más allá y es huésped en el castillo ilusorio del señor feudal y la dama de azul que ponen a prueba su moralidad e impulsos sexuales más recónditos antes del encuentro con el hacha a la hora señalada en la capilla del bosque de las visiones. Lowery encuadra la odisea del caballero que acepta el desafío con un control compositivo que ilustra en varios planos los estados de ánimo y la travesía de autodescubrimiento que alteran la conducta del protagonista hasta valerse por sí mismo. A través de atmósferas, aprovecha el uso del color predominantemente verde que acentúa la dialéctica del orden natural más caótico y la relación que lo sostiene con el hombre; por una parte, presentando la podredumbre humana que destruye el medioambiente, el miedo a la muerte, la cobardía y la codicia que se transforma en vergüenza; y, por la otra, el renacimiento de la bondad, la ética del deber y la valentía de aceptar las responsabilidades para cambiar la posteridad. Pero a resumidas cuentas, no pasa nada significativo en sus dos largas horas de metraje, nada que no haya visto antes. La sobrecarga del plano simbólico, en mi opinión, le resta profundidad al viaje iniciático del caballero hueco sin armadura que interpreta manera aceptable Dev Patel, y traslada la épica a un terreno superfluo donde, desafortunadamente, lo críptico se convierte algo tan obvio como soporífero. 



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Ficha técnica
Título original: The Green Knight
Año: 2021
Duración: 2 hr 10 min
País: Estados Unidos
Director: David Lowery
Guion: David Lowery
Música: Daniel Hart
Fotografía: Andrew Droz Palermo
Reparto: Dev Patel, Sean Harris, Alicia Vikander, Joel Edgerton
Calificación: 5/10

Los ojos de Tammy Faye

Por alguna razón me resulta demasiado familiar lo que veo en Los ojos de Tammy Faye y no puedo evitar asociar su patetismo sobre la hipocresía del sueño americano a esas películas biográficas que se vienen dando en los últimos años sobre gente que es prisionera de las trampas de la ambición y de la codicia del capitalismo más salvaje. Su crónica sobre el lado perverso del teleevangelismo se mantiene superflua y es tan aburrida como una misa de domingo en la iglesia, a pesar de contar con una lúcida actuación de Jessica Chastain como la televangelista carismática. El drama biográfico narra a lo largo de varias décadas el ascenso y caída de la popular telepredicadora estadounidense, Tammy Faye, desde los humildes comienzos que tiene montando espectáculos cristianos al lado de su esposo, Jim Bakker, hasta la etapa en que prácticamente instaura a base de predicación la cadena de televisión PTL, la red de cadenas religiosas más grande del mundo encargada de llevar el cristianismo a todos los hogares durante 24 horas y siete días de la semana a través de su programa principal. La narración, a menudo construida con material de archivo en su parte visual (sacado del documental), me cuenta la existencia de Tammy en el tiempo en que se hace multimillonaria al lado de Jim con el dinero de los televidentes que llaman por teléfono para donar cuando la ven predicando los mismos versos sobre la autoaceptación y la prosperidad en televisión en vivo. También la infelicidad del matrimonio que tiene con el marido celoso y discretamente homosexual al que solo le interesa el beneficio personal en nombre del señor, el poder de la iglesia cristiana conservadora y terriblemente patriarcal que no tolera las cosas diferentes, la inmensa popularidad que pronto la termina enviando a ella y a su esposo al infierno de la vergüenza por el fraude más escandaloso. Chastain me parece bastante creíble cuando captura, con cierto histrionismo y maquillaje irreconocible, los gestos de esa diva glamurosa de pestañas postizas y vestuario camp que canta y promueve, al servicio del teleevangelismo, discursos motivacionales a todas las personas sin importar su condición. Pero ni siquiera su presencia, o la de un blando Andrew Garfield, puede aminorar la falta de impulso dramático que mantiene el biopic en una superficie que, dicho sea de paso, reduce su discurso al eclecticismo y la indulgencia que en realidad nunca interroga la redención de la mujer empoderada del teleevangelismo. El trato es muy convencional.



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 Ficha técnica
Título original: The Eyes of Tammy Faye
Año: 2021
Duración: 2 hr 06 min
País: Estados Unidos
Director: Michael Showalter
Guion: Abe Sylvia
Música: Theodore Shapiro
Fotografía: Mike Gioulakis
Reparto: Jessica Chastain, Andrew Garfield, Vincent D'Onofrio,
Calificación: 5/10

En esta nueva secuela de Matrix de Lana Wachowski, Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss vuelvan a ponerse la gabardina y lentes oscuros para escapar de la realidad digitalizada.


Matrix Resurrecciones



No recuerdo exactamente la fecha exacta en que se produjo mi primer contacto con The Matrix de las hermanas Wachowski, pero de alguna manera no consigo olvidar la impresión que me causó cuando la vi por primera vez en aquel verano de 1999. Me senté con la boca abierta durante dos horas. Ese mismo año la renté unas cuantas veces en VHS y con cada mirada extraía algo nuevo debajo de la sencilla historia del hacker informático que descubre que su vida es una falsificación producida por la realidad simulada de una inteligencia artificial que controla a los humanos en futuro lejano en el que la distopía es la verdadera realidad. Las imágenes evocaban sobre mí la emoción de atestiguar algo insólito. Y a día de hoy me sigue pareciendo una obra maestra del cine de ciencia ficción ciberpunk por la forma tan brillante en que aglutina el sentido de misterio, las atmósferas oscuras, las secuencias de acción extraídas del cine de artes marciales de Hong Kong, las influencias del anime, los innovadores efectos especiales de bullet time y, sobre todo, los amplios conceptos filosófico que interrogan la naturaleza de la realidad y el engranaje de la esclavitud del salario implantado por el capitalismo que transforma al hombre en una máquina automatizada cuyo desempeño está siempre bajo una vigilancia omnipresente. La secuela que le sigue, Matrix recargado, no estuvo a la altura, pero mantenía el nivel de espectacularidad.


Nada de eso logro extraer del visionado de Matrix Resurrecciones, una secuela que dirige en solitario Lana Wachowski en un intento, supongo, de reanimar la franquicia que se hallaba apagada como una laptop para trasladarla a estos tiempos de cultura woke y demás hierbas aromáticas posmilenial. Se supone que la tenía que ver hace unos meses atrás, pero su lanzamiento fue pospuesto hasta este mes de diciembre debido a la peste del COVID-19. Y no me provoca ninguna emoción significativa más allá de la indiferencia con la que recibo sus imágenes aparatosas. La película de Wachowski presenta en un principio algunos apuntes autorreferenciales que la hacen estar consciente de sí misma como propiedad intelectual, pero desafortunadamente su fórmula que revisa el legado de las antecesoras se desploma al vacío cuando transita por el atajo engañoso del reciclaje en clave de nostalgia diseñado por los ejecutivos de la industria para esos consumidores que toman en altas dosis la pastilla del blockbuster de cada uno de sus productos, con unas secuencias de acción bastante mediocres que durante dos horas y media no me muestran nada que el tráiler no me haya mostrado antes: la terrible falta de impulso emocional que hay detrás del nuevo viaje de Neo y Trinity.




Keanu Reeves como Neo. Imagen de Warner Bros. Pictures.



La película inicia con un ligero prólogo que reproduce la primera parte, en el que una muchacha de pelo azul que responde al nombre de Bugs (Jessica Henwick) observa el código antiguo de una escena dentro del modal de un juego de realidad virtual en el que una mujer idéntica a Trinity localiza a Neo y escapa de un edificio vigilado por Agentes y descubre, tras analizar un fragmento inusual del código de Matrix, el paradero de Morpheus (Yahya Abdul-Mateen II), quien ahora es una versión alternativa del Agente Smith dentro un modal creado por Neo basado en los recuerdos reprimidos sobre los originales Smith y Morpheus. Morpheus es, por lo tanto, un algoritmo programado que emula la personalidad del viejo Morpheus tras la muerte de este en Matrix Online y finge ser un agente para rastrear a Neo. Y Bugs resulta ser una humana que ha liberado su mente fuera de Matrix y en el mundo real es la capitana de la nave Mnemosyne. Ambos usan las puertas traseras para escapar de los agentes y, tras una discusión a puertas cerradas, se proponen buscar a Neo para tratar de conocer la razón por la que las máquinas lo han vuelto a implantar en la nueva versión de Matrix con una vida distinta.


A diferencia de las antecesoras, en esta nueva versión de Matrix Thomas Anderson (Keanu Reeves) es un desarrollador exitoso de videojuegos conocido por haber creado una trilogía de juegos de Matrix basada en los sueños que se gestan en su mente como fruto de los recuerdos suprimidos de ser Neo. Pero detrás de la fama adquirida por desarrollar el juego, oculta los efectos de la soledad y la timidez que exterioriza cuando visita todos los días una cafetería donde se encuentra con Tiffany (Carrie-Anne Moss), una mujer casada que le recuerda a Trinity en sus sueños. Adicionalmente lucha contra un trastorno de desrealización y de ansiedad ocasionado por los sueños que invaden su realidad, por lo que acude a un psiquiatra que le prescribe pastillas azules para sostener la cordura y disminuir sus riesgos de suicidarse, pero pronto suspende el uso de los medicamentos y su rutinaria existencia comienza a mezclar episodios extraños en los que ya no distingue entre lo real y lo irreal cuando Morpheus se le aparece y trata de convencerlo para que tome la píldora roja, aunque Thomas se niega porque piensa que es solo un producto de su imaginación.



Jessica Henwick, Keanu Reeves y Yahya-Abdul Mateen II.

 

Los primeros 50 minutos de metraje, a mi parecer, funcionan moderadamente por la manera en que Wachowski retoza con el trato metarreferencial que cuestiona la misma paradoja de Matrix, haciendo un buen uso de los insertos que son colocados para señalar el pasado de los personajes en las películas anteriores y la forma en la que han asumido una nueva identidad. La primera mitad, a través de muchísimas escenas de diálogos y referencias, narra únicamente la odisea de Morpheus y Bugs para liberar al confundido Neo de los dominios de Matrix antes de que se suicide y vuelva a repetir el bucle temporal de su vida como diseñador famoso, revelando también que el Agente Smith (Jonathan Groff) había estado vigilándolo de cerca con el aspecto de su socio de negocios en la empresa de videojuegos. Como es de esperar, Neo es finalmente convencido por Bugs y Morpheus para irse del país de las maravillas a través de los espejos (ya no usan teléfonos ni líneas ocupadas para entrar o salir de Matrix) porque las imágenes de su pasado grabadas dentro de la misma Matrix (material de archivo de las películas anteriores) le recuerdan quien era en realidad.


Sin embargo, luego de todo ese barullo para que el elegido se despierte nuevamente en la cápsula cableada de líquido rojo tengo la sensación de que la película pierde la fuerza necesaria para ser entretenida y gravita por trayectos que son fácilmente descifrables. En pocas palabras se vuelve aburrida, repetida, como si se tratara de un déjà vu anodino que reinicia la primera entrega para que las nuevas generaciones holgazanas de teléfonos inteligentes sepan cómo fue el asunto. Lo que le sucede a Neo a partir de su resurrección me mantiene sujeto a un plan de abulia cuando conversa en una construcción de carga con el holograma Morpheus sobre su pasado como El Elegido y conoce a la tripulación nueva que lidera Bugs. También cuando llega en la nave de Bugs a la nueva colonia subterránea llamada Io, donde conoce a la tripulación y charla con una anciana Niobe (Jada Pinkett Smith) y el programa exiliado Sati (Priyanka Chopra) sobre lo que le ha sucedido a la humanidad luego de la guerra contra las máquinas sucedida sesenta años antes y la supuesta anomalía que ha resucitado a Neo y a Trinity en los límites de Matrix con fines desconocidos. Los diálogos expositivos tienden a extenderse más allá de lo necesario con terminologías redundantes y one liners pretenciosos que huelen a filosofía de bolsillo.



Yahya Abdul-Mateen II como Morpheus. Imagen de Warner Bros. Pictures.



En esta ocasión, la puesta en escena está poblada por personajes unidimensionales cuyas acciones permanecen en una superficie que le resta profundidad a su desarrollo. Neo sigue siendo el hombre frío, reservado, solo 20 años envejecido (a pesar de que han pasado 60 años desde la guerra), que paulatinamente recobra el inmenso poder que posee dentro de los confines de Matrix y lo utiliza con el fin de sacar a su amada secuestrada por las máquinas. Bugs se obsesiona con liberar a Neo del abismo de Matrix porque una vez fue testigo de uno de los intentos de suicidio de este y eso la ayudó luego a ser liberada, por lo que manifiesta su agradecimiento y admiración ayudándolo a salvar a Trinity. Smith es ahora un programa expatriado con una apariencia diferente que, descontento con los cambios que le pasaron factura, monitorea los pasos del Sr. Anderson porque lo necesita para desestabilizar a Matrix y reiniciarla hacia su versión anterior; siendo un antagonista que, a pesar de sus planes malévolos, a veces se muestra dispuesto a cooperar con Neo para su beneficio propio. El nuevo Morpheus es un programa que puede interactuar con el mundo real y tiene la tarea, como su modelo base, de ser el que guíe a Neo por el camino predestinado; aunque esta versión tiene menos sabiduría que Laurence Fishburne, se viste como un chulo y tiene una verborrea satírica a modo de alivio cómico. Trinity, que en la nueva Matrix es una madre llamada Tiffany, es una mujer amante a las motocicletas que presiente los ecos reprimidos de un pasado que la llama para que huya del dominio patriarcal que la oprime. Y el puesto de villano lo ocupa El Analista (Neil Patrick Harris), el arquitecto de la versión actual de Matrix que controla el flujo del tiempo y se hace pasar como el terapeuta de Thomas para mantenerlo cautivo con los sedantes de la pastilla azul, no solo para comprender su mente, sino además para impedir que su eventual escape desestabilice el software reciente del sistema operativo de Matrix que ha construido desde cero (Neo y Trinity deben estar dentro de la matriz para mantenerla marchando adecuadamente). El resto de los secundarios los olvido con facilidad. No hay nada novedoso. Todas sus acciones se ejecutan de una forma previsible con el único propósito de asegurar que Neo se reúna Trinity.


 
Carrie-Anne Moss y Keanu Reeves. Fotograma de Warner Bros.



Desconozco cuál ha sido el presupuesto de esta película, pero las secuencias de acción no se asoman ni a la peor de Matrix Revoluciones. Lo que observo me hace pensar que ha sido uno muy bajo. Las coreografías de pelea son tan flojas que a simple vista se nota claramente que saltan usando cables y están ensayando las trompadas y las patadas con efectos visuales de segunda mano. No me produce ninguna sorpresa cuando veo que Neo se enfrenta con el Smith rejuvenecido para recordar los viejos tiempos rompiendo las paredes con los puños en los interiores de un baño, mientras sus amigos luchan contra unos exiliados que salen de todas partes. Quizá solo destaco la secuencia que se construye a base de ralentí y tiempo bala en el taller de reparaciones de moto de Tiffany, en donde Neo intenta convencer a su amante para que recupere su personalidad como Trinity, pero es confrontado por El Analista que inmoviliza los objetos manipulando el tiempo, el cual revela que le ha ordenado a las máquinas que recuperaran y reconstruyeran los cuerpos moribundos de Neo y de Trinity porque el vínculo de ellos desequilibra el funcionamiento interno de Matrix, por lo que se encargó de mantenerlos separados con las remembranzas anuladas para que los otros humanos dentro de Matrix acepten mejor la simulación y produzcan más energía para las máquinas, impidiendo así el reinicio del sistema. Todo las otras secuencias de acción, incluyendo el clímax en el que Neo y Trinity escapan en motocicleta en una noche de zombis en la que llueven bots suicidas, se limitan a lo mismo: mostrar a Neo deteniendo todo tipo municiones y desviando misiles en los edificios con las ondas de choque que emite de sus manos.



Neo y Trinity. Fotograma de Warner Bros. Pictures.



Puedo decir, sin temor a equivocarme, que Matrix Resurrecciones es una secuela bastante superflua que ofrece la píldora equivocada al pretender, inútilmente, reformular los mecanismos que hicieron posible que la primera película sea tan original, como si fuera un híbrido que quiere ser reboot y secuela al mismo tiempo. En su preámbulo tiene, eso sí, un conjunto de ideas interesantes sobre la dualidad de las identidades digitales y el control ejercido por la industria del entretenimiento para mantener programados a sus consumidores, pero estas se quedan rudimentarias para ceder el paso a una parábola bastante cursi sobre la emancipación de la mujer y el amor binario que trasciende como la única esperanza para el cambio, como ya es usual en las superproducciones de Hollywood políticamente correctas. El uso del color azul en la puesta en escena señala una y otra vez la perogrullada sobre el poder del amor y la fidelidad. Pero de nada sirve que Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss vuelvan a ponerse la gabardina y lentes oscuros para luchar por voluntad propia contra las máquinas opresoras y reformar la realidad del mundo hasta lograr la utopía volando por los cielos. Está montada con pereza. El enfoque metadiscursivo se borra tan rápido de mi memoria como los efectos secundarios de un fármaco totalmente prescindible.



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Ficha técnica
Título original: The Matrix Resurrections
Año: 2021
Duración: 2 hr 28 min
País: Estados Unidos
Director: Lana Wachowski
Guión: Aleksandar Hemon, David Mitchell, Lana Wachowski
Música: Johnny Klimek, Tom Tykwer
Fotografía: John Toll, Daniele Massaccesi
Reparto: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Yahya Abdul-Mateen II,
Calificación: 5/10


Para celebrar el aniversario de nacimiento de Humphrey Bogart, selecciono cinco películas esenciales para los cinéfilos interesados en conocer su trayectoria como actor.



Humphrey Bogart


Humphrey Bogart fue un actor de cine y teatro estadounidense nacido en la ciudad de Nueva York un 25 de diciembre de 1899. Caracterizado por su estilo cínico y moralmente ambiguo, durante su carrera en Hollywood muchos de los personajes que interpretaba tenían mirada penetrante, astucia peligrosa, elegancia contenida, el eterno cigarrillo siempre en su mano derecha y una condición de galán feo que lo alejaba de los estereotipos habituales del cine hollywoodense. Aunque a principios de los años 30 empezó su carrera actuando como secundario habitualmente en roles de gánsteres, pronto alcanzó el estrellato en los años 40 con el estreno de El halcón maltés y Casablanca. A lo largo de su trayectoria legendaria, trabajó a las órdenes de algunos de los grandes directores del cine clásico de Hollywood como Michael Curtiz, John Huston, Joseph L. Mankiewicz, Nicholas Ray, Raoul Walsh, William Wyler, Howard Hawks y Billy Wilder. En 1952, ganó el Oscar a Mejor Actor por su interpretación en La reina africana. Su legado es irrepetible. Ocupa el primer puesto en la lista del American Film Institute sobre las mejores estrellas masculinas de los primeros cien años del cine estadounidense.  


Para conmemorar su aniversario de nacimiento, selecciono cinco películas esenciales de Humphrey Bogart que no pueden faltar para la aprobación del carnet cinéfilo.



5. La condesa descalza (1954)


Humphrey Bogart y Ava Gardner

En La condesa descalza Bogart se topa con la bella Ava Gardner y ambos encienden la pantalla con un tórrido melodrama sobre el mundo estrellato de Hollywood. Fue una de sus últimas películas y la única que protagonizó de Mankiewicz.  



4. Tener y no tener (1944)



Lauren Bacall y Humphrey Bogart.

En esta aventura romántica de Hawks, Bogart interpreta al tipo cínico y rudo en medio de la Segunda Guerra Mundial, pero lo más interesante es que revela una gran química con Lauren Bacall, quien debuta como actriz con tan solo 19 años de edad. Un año más tarde ambos contrajeron matrimonio. 



3. El halcón maltés (1941)



El halcón maltés

El halcón maltés no solamente se trata de la ópera prima de John Huston como director de cine, sino también el filme que posicionó a Bogart en el ojo de Hollywood. Es una de las primeras películas de la corriente clásica del cine negro.



2. El tesoro de la Sierra Madre (1948)



Walter Huston y Humphrey Bogart


En esta película de aventura, que marca la tercera colaboración con Huston, Bogart deja los trajes elegantes y se pone en la piel de un buscador de oro en la colina mexicana de la avaricia más degradante, donde no hay ley y nadie necesita insignias apestosas. Se trata de uno de los roles más potentes de Bogart y de Walter Huston, además de una de las mejores de Huston.



1. Casablanca (1942)



Humphrey Bogart y Ingrid Bergman

No hay nada que no se haya dicho antes de Casablanca. La obra maestra de Curtiz es la que mejor define la quintaesencia de Bogart como el hombre cínico con el pasado turbio que se enamora de la mujer que no le corresponde, puesto que ocupa Ingrid Bergman. Es quizá la más popular de su carrera como actor. Entrega una interpretación que se ajusta a las exigencias de Curtiz. Es muy entretenido verlo sacrificándose por el amor imposible en los interiores del café donde suenan las melodías de piano de Sam y luchando contra los espías nazi escondidos en los callejones de al lado. Fue la película que lo puso en la cima de Hollywood.




The Diary of Diana B.

En El diario de Diana B., ópera prima de la directora croata Dana Budisavljevic tras su etapa documentalista, observo que ofrece de una manera sobria y con una estética de documental monocroma una nueva mirada sobre la tragedia del Holocausto, pero me parece que su trato apologista, que ciertamente tiene instantes minúsculos, termina en una inercia episódica que le resta impacto emocional a su narración en clave de drama biográfico. Se ambienta en Estado Independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial y trata la historia de Diana Budisavljevic, una mujer de origen austriaco que, por iniciativa propia y la ayuda de algunos de sus colaboradores, organiza una labor humanitaria para asistir a mujeres y niños, en su mayoría cristianos ortodoxos serbios, que han sido injustamente colocados en campos de concentración por el régimen Ustacha durante la ocupación nazi. Budisavljevic no toma el camino fácil de presentar las atrocidades instauradas por el genocidio, pero a través de una adecuada economía de recursos estilísticos captura el rostro de la deshumanización, como el blanco y negro monocromático que añade melancolía, la música extradiegética de carácter empático que busca ampliar el espectro de emotividad, el estilo de documental derivado del material de archivo, el montaje invertido que se aleja del ensamblaje habitual espacio-temporal para encuadrar la acción por medio de la no linealidad y el uso del relato no iconógeno que está presente en casi todas las escenas y describe, a través de los diálogos, los testimonios de las sobrevivientes ancianos. Por la forma de su estructura, en la que el pasado y el presente establecen un vínculo, se podría decir que es casi un híbrido entre el documental ficcionalizado y el drama histórico cuando, por una parte, relata las anécdotas verídicas en la actualidad de los sobrevivientes entrevistados que cuentan frente a la cámara el horror deshumanizante que vivieron durante el Holocausto y, por la otra, los esfuerzos de antaño de esa heroína preocupada por anotar en su índices los nombres de los niños rescatados de la muerte segura mientras se opone a las autoridades nazis. El problema fundamental, al menos para mí, es que la narrativa pierde la fuerza dramática por la sobredimensión de elementos que, burdamente, buscan el golpe bajo de la manipulación emocional y disminuyen la organicidad de la actuación central de Alma Prica, además de que los episodios se repiten inútilmente hasta caer en una estancia maniquea bastante obvia. El resultado es interesante, pero no tiene nada que no se haya visto antes la tragedia del Holocausto.



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 Ficha técnica
Título original: The Diary of Diana B. (Dnevnik Diane Budisavljevic)
Año: 2019
Duración: 1 hr 27 min
País: Croacia
Director: Dana Budisavljevic
Guion: Dana Budisavljevic, Jelena Paljan
Música: Alen Sinkauz, Nenad Sinkauz
Fotografía: Jasenko Rasol
Reparto: Alma Prica, Biserka Ipsa, Igor Samobor,
Calificación: 6/10

The Swerve

The Swerve es un drama en el que encuentro una propuesta interesante sobre la insatisfacción doméstica de la maternidad, pero desafortunadamente su trama parece inacabada y predecible cuando atraviesa los terrenos comunes del género para ilustrar el abismo psicológico de su protagonista. Se trata del debut del desconocido Dean Kapsalis, quien además de dirigir también escribe el guión. Y cuenta la historia de Holly, una profesora de secundaria y madre de aspecto anoréxico que se debate los días entre las responsabilidades maternas y las trampas de una cotidianidad engañosa que, a modo de pesadillas, la mantienen sujeta a unas alucinaciones extrañas que lentamente destruyen su realidad. El trastorno mental de la protagonista, posiblemente insomnio o narcolepsia derivada del abuso de los medicamentos, es la piedra angular del asunto y tiene un arranque más o menos intrigante cuando ella no sabe si lo que experimenta es real o un producto de su imaginación, sobre todo al alucinar sobre ratones, asesinatos, y al sospechar que su hermana está en su contra y el marido que administra un supermercado le es infiel con otra. Pero pronto la rutina de la protagonista de caer en el estado prolongado de somnolencia comienza a pasar factura cuando atraviesa los mismos lugares de formar regular con el único fin de que tenga alguna coherencia el texto sobre la inseguridad materna, las heridas familiares y los claroscuros conyugales. El trayecto ciclotímico por alguna razón se me hace predecible por la falta de impulso emocional detrás de las acciones de los blandos personajes que rodean a la protagonista, como por ejemplo los episodios de adulterio con el joven estudiante que la ayuda a calmar la paranoia y la falta de afecto iniciada por las infidelidades del marido. A pesar de todo encuentro bastante creíble la interpretación de Azura Skye cuando ejerce sobre su cuerpo y el rostro alicaído la gestualidad de una mujer que se ha cansado de sufrir internamente y está a punto de desviarse para caer al vacío sin regreso. Kapsalis la encuadra en una puesta en escena solvente que aprovecha a menudo el uso del color y el plano subjetivo de carácter lyncheano para señalar el estado de psicosis y ensoñación, casi como un pasaje ambiguo a los sueños irracionales de una mujer atormentada por una salud mental deplorable. Su ópera prima funciona por momentos diminutos, casi como un thriller psicológico de la vieja escuela, pero es evidente que carece de pujanza para ser emocionante.



Streaming en:



 Ficha técnica
Título original: The Swerve
Año: 2018
Duración: 1 hr 35 min
País: Estados Unidos
Director: Dean Kapsalis
Guion: Dean Kapsalis
Música: Mark Korven
Fotografía: Daryl Pittman
Reparto: Azura Skye, Bryce Pinkham, Ashley Bell, Zach Rand,
Calificación: 6/10

Atención a esa prostituta tan querida

El cine de Fassbinder siempre me ha parecido uno de los más interesantes del nuevo cine alemán, pero incluso como director rupturista dejó unas cuantas películas irregulares. Entre esas coloco a Atención a esa prostituta tan querida. Una película en la que Fassbinder, con un estilo bastante disruptivo, encuadra la crisis creativa y la insatisfacción del proceso de realización cinematográfica, pero con un resultado que solo revela la falta de impulso y la futilidad instaurada por la autoindulgencia desde la rutina de unos personajes anodinos en un set de rodaje, los cuales, eso sí, le funcionan como maniquíes para que el discurso tenga coherencia textual. El argumento, alejado de giros y golpes de efecto que sean bajos, trata sobre un director de cine y un equipo de rodaje que se halla en un hotel costero en España para empezar a filmar una película sobre la brutalidad estatal que se titula 'Patria o muerte'. Todo el conflicto estalla cuando el director exigente y temperamental (una efigie del mismo Fassbinder) impone su insatisfacción y controla las decisiones de un grupo variopinto compuesto por prostitutas, bisexuales, ególatras, adúlteros, envidiosos, calumniadores, violentos y gente desenfrenada que esconde la desilusión detrás del estoicismo. El caos de la producción, de una manera subrepticia, refleja las preocupaciones de Fassbinder por los conflictos derivados de las dinámicas de poder entre las personas que comparten los mismos intereses. En la puesta en escena Fassbinder demuestra su proeza estética heredada del teatro para encuadrar, a modo de metacine, las inquietudes de esos personajes con un control compositivo bastante escueto que habitualmente emplea el encuadre móvil, varios travellings de seguimiento, el punto de vista intersubjetivo, la música extradiegética, el uso del color como rasgo psicológico, los decorados suntuosos y la continuidad abrupta que encadena el comienzo de cada plano como una especie de tableau vivant. Sin embargo, por más que aprecie sus criterios estéticos, tengo la sensación de que lo que narra no acentúa nada significativo que no haya visto antes, y pronto permanezco con cierta abulia cuando observo los delirios del director irascible y de gente que me importa muy poco cuando lo único que hacen es pedir Cubalibres en el bar más cercano, vivir del libertinaje y hablar sobre la película irrealizada y algunas trivialidades políticas. El tono melodramático y los cambios de registro expresivo tiene sus momentos, pero es menos que la suma de sus partes.



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 Ficha técnica
Título original: Beware of a Holy Whore (Warnung vor einer heiligen Nutte)
Año: 1971
Duración: 1 hr 39 min
País: Alemania
Director: Rainer Werner Fassbinder
Guion: Rainer Werner Fassbinder
Música: Peer Raben
Fotografía: Michael Ballhaus
Reparto: Lou Castel, Eddie Constantine, Marquand Böhm, Hanna Schygulla, Rainer Werner Fassbinder, Margarethe von Trotta,
Calificación: 6/10

Fuego en el cuerpo

No hay ni una sola escena de Fuego en el cuerpo que no me resulte atrapante más allá de su trama sobre adulterio y traición que transita por las carreteras habituales del género neo-noir que tanto he visto. En su debut como director, Kasdan elabora un thriller erótico que, además de construir un discreto homenaje al cine negro, enciende la pantalla como la colilla de un cigarrillo con actuaciones calientes de William Hurt y Kathleen Turner, con una trama intrigante donde los cuerpos, el sexo y los engaños son ingredientes adecuados para el homicidio perfecto. El argumento trata sobre un abogado mujeriego y despreocupado del sur de Florida que responde al nombre de Ned Racine, en los momentos que este tiene una aventura apasionada con Matty Walker, la esposa de un hombre rico. Todo el barullo que se deriva del romance acalorado gira en torno al plan de Ned y Matty para asesinar al marido adinerado y heredar la fortuna. Aunque ya esa trama me resulta demasiado familiar (dicen que Kasdan se inspira en Pacto de sangre), todo lo que expone me engancha cuando los personajes hacen el amor chocando sus cuerpos sudorosos en la cama y ejecutan el plan mortífero en la vías neblinosas de una ciudad donde hace un calor insoportable. Hay erotismo, homicidio, giros inesperados y diálogos tan sólidos como la munición de una pistola. Las actuaciones son puro fuego expresivo y me parecen muy creíbles. Destaco primero a William Hurt como el abogado atrapado por los vicios de la lujuria y la amante que lo obsesiona. Y, por supuesto, la interpretación de Turner, quien como debutante demuestra su potencial como la mujer fatal que seduce con la mirada, la voz sensual, el cigarrillo en la mano y el cuerpo al servicio de la sexualidad más perversa que manipula a los hombres hasta hundirlos por el abismo de la perdición. Para ser su ópera prima, Kasdan demuestra su dominio de la puesta en escena, empleando recursos audiovisuales que de alguna forma acentúan las intenciones de esos personajes que siempre están humedecidos bajo un sudor simbólico, como las atmósferas que remontan al cine negro, la iluminación que baña con claroscuros los cuerpos desnudos de los personajes, la música de John Barry que amplía el registro de suspense con jazz y piano, el uso del color rojo para evocar el peligro que se avecina y un trato compositivo que adorna cada plano con meticulosidad. Su melodrama erotizado posee una fórmula que me eleva la temperatura y me inquieta cuando menos lo espero.



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Ficha técnica
Título original: Body Heat
Año: 1981
Duración: 1 hr 53 min
País: Estados Unidos
Director: Lawrence Kasdan
Guion: Lawrence Kasdan
Música: John Barry
Fotografía: Richard H. Kline
Reparto: William Hurt, Kathleen Turner, Richard Crenna, Ted Danson,
Calificación: 7/10

El gusto de los otros

A mí me parece hasta insultante que una película como El gusto de los otros tenga una aclamación casi unánime (en su tiempo ganó el premio César a mejor película), sobre todo porque lo único que logro encontrar durante su visionado es esa terrible sensación de vergüenza ajena. Creo haber visto otra cosa. La ópera prima de Agnès Jaoui es una comedia romántica francesa bastante patética que se toma cerca de dos horas para hablar, de la forma más aburrida posible, sobre las trampas del desamor y los enredos sentimentales, poblada por un cóctel de personajes infinitamente insulsos y un argumento que parece la sumatoria de encuentros aleatorios inclinados a la rutina. La trama me relata la existencia de un empresario que, andando en su carro al lado de su esposa y sus dos guardaespaldas para todas partes, conoce a una actriz de teatro que también es profesora de inglés, de la que se obsesiona día y noche y hace lo posible para conquistarla asistiendo tanto al teatro como a las clases de idioma para verla. Paralelamente a esto, también se muestra la insatisfacción de la esposa del empresario y el triángulo amoroso entre el guardaespaldas con el pasado, la camarera del bar amiga de la actriz teatral y el inseguro chófer. Con cierta teatralidad en su puesta en escena, Jaoui presenta las situaciones en clave de coral de todos esos personajes, con un humor vacío y sin gracia, amparándose en unos diálogos superfluos que revelan los dilemas de los amores no correspondidos y las barreras socioculturales de la posmodernidad que separan la incompatibilidad de caracteres, como si se tratara de una versión actualizada Bérénice de Racine, la cual se subraya de manera recóndita. Me temo que no hay nada sorpresivo en su propuesta de cruces amorosos y relaciones efímeras. Todo se reduce a la zona de confort de repetir las mismas reuniones ridículas en los bares, en el teatro o en la empresa, donde no pasa nada sustancioso y la exposición se encarga de capturar a personajes de una sola dimensión que solo cumplen con una cuota de descripción en unas situaciones de sosería limítrofe. El tono arrítmico con el que se narran los episodios inconexos tiene efectos somníferos sobre mí y se me hacen eternamente largos. Los actores me resultan insufribles. No me parece otra cosa que una película aburridísima, agónica, con pretensiones de cine de autor rancio de segunda mano.



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Ficha técnica
Título original: The Taste of Others (Le goût des autres)
Año: 2000
Duración: 1 hr 52 min
País: Francia
Director: Agnès Jaoui
Guion: Agnès Jaoui, Jean-Pierre Bacri
Música: Jean-Charles Jarrell
Fotografía: Laurent Dailland
Reparto: Anne Alvaro, Jean-Pierre Bacri, Alain Chabat, Agnès Jaoui,
Calificación: 3/10

A sus 84 años, Ridley Scott regresa a la épica histórica para reconstruir un polémico caso de agresión de la Edad Media mediante el efecto de Rashomon.


El último duelo



A lo largo de los años, ha sido una fuente de gran debate entre historiadores la violación de Marguerite Carrouges y el posterior duelo a muerte entre su esposo, el caballero francés Jean de Carrouges, y el hidalgo Jacques Le Gris, ocurrido en Francia en la Edad Media durante la Guerra de los 100 años. Toda la discusión se ha basado en la culpabilidad o la inocencia de las testificaciones que ofrecían ellos durante el famoso juicio, pero no se sabe con exactitud qué sucedió en realidad. Lo que se sabe es que Le Gris, tras la retirada de su antiguo amigo Carrouges y los sirvientes que acompañaban a la madre, irrumpió junto con un vasallo en el castillo de este donde se encontraba sola Marguerite (esposa de Jean) y, tras un intento fallido de seducción y proposiciones, procedió a violarla de forma salvaje en contra de su consentimiento. Al enterarse de los sucedido, Carrouges se dispuso a divulgar el atropello perpetrado hacia su esposa por todo el reino y solicitó al rey, ante una audiencia entre nobles y clérigos, un juicio por combate en contra de Le Gris, quien, a su vez, negaba vehementemente las acusaciones por violación. La tragedia ha sido documentada en enciclopedias, examinada por filósofos como Diderot y Voltaire, en libros de no ficción y, recientemente, ha sido adaptada al cine por Ridley Scott en una película que se titula El último duelo.


En El último duelo, basada en el libro de Eric Jager, Scott retorna de una manera espléndida a la épica dramática de carácter histórico, como lo había hecho en la estupenda Cruzada y la excelsa Gladiador, pero con un tratamiento más aterrizado y menos grandilocuente que me recuerda a Los duelistas y que busca narrar, desde distintos puntos de vista, el funesto episodio del matrimonio Carrouges y Le Gris. Tengo entendido que es la primera vez que se adapta dicha historia a la gran pantalla. También que es un fracaso de taquilla que, según Scott, se debe a la falta de interés de los posmilenials ensimismados en los teléfonos inteligentes. Lo cierto es que, fuera de la polémica, es bastante interesante. Su epopeya de espada y armadura en clave shakesperiana me parece sobria, rítmica y muy entretenida, durante dos horas y media que reproducen con bastante credibilidad el período medieval a través de un estilo visual soberanamente atmosférico y una puesta en escena por la que se pasean sólidas actuaciones de Matt Damon, Jodie Comer y Adam Driver. Su estructura narrativa es muy similar a lo que hizo Kurosawa en Rashomon, narrando la misma versión de los hechos desde la subjetividad de tres de personajes que cuentan lo que sucedió para subrayar tópicos relacionados a la dignidad, el honor y la justicia de una mujer.




Adam Driver y Matt Damon. Fotograma cortesía de 20th Century Pictures.

 

La citada estructura ejecuta el recurso in media res para narrar en un primer capítulo la verdad del asunto según Jean de Carrouges (Matt Damon), tiempo antes del litigio y el inicio del desafío final. La parte capta a Carrouges como hombre que lucha con valentía sosteniendo su espada y dirigiendo a centenares de caballeros en los campos de batalla de la beligerancia de los 100 años, donde al lado de ellos recorre a caballo praderas manchadas por ríos de sangre y cadáveres cercenados de los enemigos británicos. En un principio, Carrouges tiene una buena amistad con el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) y jura lealtad al conde Pierre d'Alençon (Ben Affleck), el primo del rey Carlos VI que es el poderoso dueño de las tierras que le corresponden a Carrouges por herencia paterna. Pero pronto atraviesa una dura crisis financiera cuando Le Gris le informa a Jean que el señor Pierre exige el pago de impuestos bélicos, implorando clemencia al no tener dinero. Para recobrar sus finanzas, Jean se casa con la bella y culta Marguerite de Thibouville (Jodie Comer) y adquiere los derechos de varias propiedades y una hacienda enorme. Un día, en plena festividad, Jean le presenta a su esposa a Jacques. El problema trasciende cuando Jean demanda que le entreguen el terreno que Pierre previamente le había regalado a Jacques y la disputa por la adquisición de la capitanía del fuerte familiar escala hasta romper su vínculo con Le Gris, al que ve como un traidor al servicio de Pierre. Tras una larga campaña militar, Jean regresa a su castillo enfermo y en bancarrota y, en medio de una discusión, su esposa Marguerite le dice que Jacques la violó mientras ella estaba sola en la residencia. El suceso tiene como consecuencia que Jean desafíe a Jacques en una pelea a muerte para resguardar el alma desflorada de su esposa.



Adam Driver como Le Gris



Este primer apartado no solo introduce a Jean como un hombre temperamental, serio y temerario, sino, además, como un individuo más preocupado por sus finanzas personales que por el estado emocional de su esposa, aunque a fin de cuentas la trata con afecto y compasión. Como alguien que es un damnificado de la traición y de los engranajes del poderío de la realeza que lo ha dejado en la ruina arrebatándole la tierra que su familia había mantenido durante generaciones. La motivación de Jean se concentra, primordialmente, en reconquistar el territorio heredado y mejorar su estatus social para llevar una vida acomodada propia de la nobleza medieval. Pero ve la violación hacia su esposa (omitida porque, en efecto, él no estaba ahí) como el punto culminante de las maquinaciones políticas de Pierre y Le Gris para dejarlo arruinado porque lo ven como una amenaza, por lo que decide proteger lo que le queda en un reto a muerte que, de resultar victorioso, le permitiría recuperar todo la respetabilidad y las riquezas de los privilegios perdidas en un santiamén.





Matt Damon y Jodie Comer. Fotograma de 20th Century Pictures.

 

El segundo, trata sobre la verdad según Jacques Le Gris y estampa cómo este se gana la confianza de Pierre gracias a su astucia y los conocimientos de contabilidad que mejoran notablemente el capital del conde, donde por las noches celebra a puertas cerradas en los festines del monarca que terminan en orgías, alcohol y juegos sexuales. En su relato suceden dos cosas fundamentales. Primero, bajo órdenes de Pierre, Le Gris presiona a un endeudado Robert Thibouville para que pague la deuda pendiente cediendo la propiedad que ya es de Jean y su esposa. Y ve a Jean como un hombre iracundo, intolerante, analfabeto y cegado por la envidia causada por los méritos que le ha otorgado la protección de Pierre, por lo que secretamente conspira para hundirlo moral y financieramente. Por otra parte, durante una fiesta Jean le presenta a Marguerite y luego de que ella lo besa en la boca, se enamora de ella confundiendo el amor con una cuota de bondad, tratando de conquistarla a espaldas de Jean utilizando sus dotes de seductor y su inteligencia.


A diferencia de su rival, Jacques no disimula sus delirios oportunistas y su deseo insaciable del pecado de la carne que lo tatúa como un mujeriego. El comportamiento lujurioso de Le Gris y su necesidad de vapulear al impertinente Jean, es la causa elemental que lo lleva a mentir con ayuda de su criado para entrar en el castillo inhabitado y seducir por la fuerza a su esposa Marguerite. En su versión distorsionada del suceso, Jacques verdaderamente cree que Marguerite se siente atraída hacia su persona y por eso la persigue desesperadamente por los pasillos del castillo hasta llegar a la habitación donde antes de subir por las escaleras ella se quita los zapatos y este, con cierta discreción, interpreta la señas negativas de ella como un coqueteo indirecto que da luz verde al acto sexual más intenso. Desde su perspectiva no se trata de una violación, sino de un caso de adulterio en el que la esposa de su competidor se ha enamorado de él por voluntad propia. Por eso demanda la absolución con un sacerdote por el pecado adúltero y, un intervalo después, niega todos los cargos en su contra manteniendo su exculpación, amparándose en la autoridad aristocrática que lo protege y, sobre todo, preparándose para demostrar su carta de la verdad ante el tribunal y defender su pellejo aceptando el desafío de Jean.



Jodie Comer como Marguerite.

 

En el tercer y último capítulo, Scott ilustra la acción desde el punto de vista de la heroína atormentada: la dama Marguerite. Pero la fortaleza de su heroína predomina en su lucha taciturna por la ecuanimidad que le niega sus derechos. Muestra a Marguerite como una mujer delicada, inteligente, que sufre en silencio la imposibilidad de quedar embarazada por su marido y las duras imposiciones del dominio patriarcal del medievo que la desvalorizan al tratarla como un simple objeto mercantil, cansada de la rutina matrimonial para satisfacer en la cama al marido machista de modales brutos que no le produce placer. A pesar de todo, ello respeta a su marido y lo ve como una figura protectora (amplificada en la secuencia del caballo negro indomable), confesando el orgullo que siente al estar a su lado antes de que parta hacia la conflagración. También, en ausencia de su marido, se encarga de custodiar sabiamente el patrimonio realizando labores administrativas sobre los bienes y el ganado, manteniendo las cuentas en orden y compadeciéndose de los más pobres que no pueden pagar las cuotas. Su historia es la de una mujer en perpetuo estado de resistencia frente a una sociedad patriarcal muy opresiva que la castiga por su feminidad y su solidaridad.


La verdad según Marguerite revela que Jacques, aprovechando que la madre de Jean se ha ido con todos los plebeyos, se aparece con su ayudante y engaña a la ingenua Marguerite para entrar en el castillo, donde le confiesa repetidamente su amor y, en vista del rechazo inminente, ocasionado en parte porque durante el primer encuentro Jacques malinterpretó las miradas y la gentileza de Marguerite, como depredador malsano se abre paso bruscamente hasta llegar al aposento en el que la viola salvajemente como un león a su presa. Como mujer del medievo más retrógrado, Marguerite se convierte más adelante en la víctima que acusa a los hombres de la ignominia que solo cosifica a la mujer y que recibe, paulatinamente, el repudio de la gentuza clerical del proceso judicial que cuestiona con fuertes palabras su versión del incidente.






Cada uno de esos tres segmentos me mantiene sujeto a una tensión hilvanada por la potencia audiovisual de Scott que, como ya es habitual en algunas de sus películas ambientadas en la antigüedad (como por ejemplo la aburrida Robin Hood que también se sitúa en la Edad Media), le confiere un toque breve de epicidad a las secuencias de batalla y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo con espadas y escudos, asistido por la lente de Dariusz Wolski que captura panorámicas espectaculares en los bosques abiertos constituidos de paisajes helados manchados de brutalidad y neblina. Pero también las atmósferas oscuras de los interiores de los castillos a veces iluminadas con luces naturales de candelabros y velas. Aunque su puesta en escena posee en todo momento el sello de la autenticidad con la transcripción de la época a través de los decorados y el vestuario, disminuye la turbiedad derivada de los combates épicos para esbozar de una manera intimista las perspectivas de los tres personajes principales que narran las mismas vicisitudes, especialmente en discusiones a puertas cerradas que dialogan con temas sobre el machismo, el abuso sexual, la misoginia sistematizada de las políticas de género medievales, y, sobre todo, los intereses ambiguos que siempre se esconden detrás de las dinámicas del poder monárquico que pervierten las verdades con unas cuantas falacias.



Matt Damon como Jean de Carrouges. Fotograma de 20th Century Pictures.

 

No creo en lo absoluto que se trate de una obra cumbre en esta etapa de la carrera de Scott, pero me resulta cautivante lo que consigue esquematizar con esta épica histórica a sus 84 años, sobre todo por ese juego de percepciones en la que el marido, la mujer vulnerada y el violador cartografían sus testimonios en la corte judicial del rey Carlos VI de una manera en que cualquiera de las interpretaciones es razonablemente posible, a pesar de que solo la mujer honesta sostiene el veredicto decisivo. Pueden ser falsas, pero también verdaderas. Los personajes me parecen creíbles y están interpretados con elegancia por Damon, Driver y Comer cuando comunican sus inquietudes a través de los diálogos, la pericia física, las miradas y los impulsos gestuales. Y hay mucho ímpetu en ese duelo climático en el que los caballeros de la armadura oxidada combaten a muerte en un cuadrilátero ensangrentado para decidir con sus armas a quién le pertenece la verdad, mientras la mujer embarazada vestida de un negro fúnebre observa de lejos esperando un veredicto que no la envíe a la hoguera por perjurio para ver a su hijo nacer. Su reconstrucción meticulosa del notorio caso de violación de la Edad Media es, sencillamente, maravillosa.



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Ficha técnica
Título original: The Last Duel
Año: 2021
Duración: 2 hr 31 min
País: Estados Unidos
Director: Ridley Scott
Guión: Ben Affleck, Matt Damon, Nicole Holofcener
Música: Harry Gregson-Williams
Fotografía: Dariusz Wolski
Reparto: Matt Damon, Adam Driver, Jodie Comer, Ben Affleck, Harriet Walter,
Calificación: 7/10