Crítica de «Glass Onion: Un misterio de Knives Out»: secuela disfrutable

 Se trata de una secuela bastante entretenida que nunca pierde el sentido de equilibrio cuando mezcla la comedia con las fórmulas comunes del misterio whodunit.




Hace ya tres años que Knives Out supuso, para mí gusto, algo ligeramente diferente en ese subgénero que se edifica mediante el dispositivo de whodunit, sobre todo porque añadía capas de misterio y actualizaba de manera lúdica la fórmula manoseada del detective que resuelve el crimen a puertas cerradas frente a los invitados peculiares que se encuentran atrapados en el rompecabezas sin resolución aparente, en una especie de homenaje a la novela policial de Agatha Christie donde la identidad del que comete el delito es la llave que abre la caja secreta de todas las interrogantes. Transmitía clasicismo sin abandonar las inquietudes posmodernas de los discursos culturales y sociopolíticos de la actualidad. Pero dicen que su director, Rian Johnson, un confesado amante de la ficción detectivesca (mostrado desde su escalofriante debut en Brick), no solo tenía planificada una secuela desde antes del estreno, sino que también coqueteaba con la posibilidad de dirigir distintas películas sobre su detective peculiar con dialecto sureño.

La primera de estas secuelas tiene como título Glass Onion: un misterio de Knives Out y he podido verla aprovechando su disponibilidad en la plataforma de streaming de Netflix, tras haberse exhibido brevemente por el Festival Internacional de Cine de Toronto. No sé si está por encima de la original como alegan algunos que la han aplaudido con reverencia, pero me atrevo a colocarla a la par en materia de entretenimiento. Me parece una secuela disfrutable, solvente, cuyo factor de sorpresa es tan afilado como un pedazo de vidrio roto al soltar sobre la plataforma las huellas de un misterio de vacaciones en el que nunca faltan los giros retorcidos y un coctel de personajes que siempre son cuestionados por la manera sinuosa en que ocultan las cosas. Las más de dos horas que dura son bien rítmicas y nunca me pesan por esa presencia estupenda de Daniel Craig como Benoit Blanc que, dicho sea de paso, funciona a mi juicio como si fuese el Hércule Poirot del siglo XXI.





A diferencia de la antecesora, donde gran parte de la narrativa ocurría en los interiores de una mansión, en esta ocasión la aventura se traslada a una isla privada en pleno apogeo de la pandemia de COVID-19 en 2020, en la que Benoit Blanc (Daniel Craig) se aparece de invitado en la residencia llamada Glass Onion perteneciente a Miles Bron (Edward Norton), el multimillonario de una empresa de tecnología (Alpha) que organiza un juego de misterio y asesinatos para unos huéspedes adinerados que esconden un pasado, entre los que se hallan Lionel Toussaint (Leslie Odom Jr.), el científico en jefe de la corporación; Claire Debella (Kathryn Hahn), la gobernadora de Connecticut que aspira a una posición en el senado; Duke Cody (Dave Bautista), un streamer machista y corpulento que tiene millones de seguidores en Twitch y llega con su novia Whisky (Madelyn Cline); Birdie Jay (Kate Hudson), una diseñadora de moda arrogante y controvertida que está acompañada con su asistente Peg (Jessica Henwick); y Cassandra “Andi” Brand (Janelle Monáe), la cofundadora reservada de Alpha que es invitada de último minuto.

En general, la estructura narrativa me resulta placentera, a pesar de algunos registros mínimamente predecibles que adornan su superficie, sobre todo porque sigue la mecánica clásica del whodunit sin muchas desviaciones, en la que varias personas se congregan a discutir asuntos personales antes del episodio de asesinato que sirve de antesala para que el detective famoso utilice sus dotes deductivos frente al culpable. Pero ya no se trata de una familia adinerada que lucha por la herencia del viejo de la casa, como sucede en la película anterior, sino de unos amigos exitosos que destruyen su amistad lentamente por una dinámica de poder que se establece entre la ambición, la codicia y la envidia, de un hombre sinuoso y villanesco que invita a todos a participar en un evento de misterio y asesinato ubicado en un lugar exótico para eliminar a la competencia que obstruye sus planes ambiciosos, mientras, por otra parte, el detective examina las pistas dejadas por los hábitos de cada uno de los presentes para sacar una conclusión. Los diálogos, dotados de ironía y humor negro, construyen una parte sustanciosa del argumento y ejerce la función de un catalizador que dimensiona las acciones de los personajes más allá de las descripciones más transparentes, así como el desarrollo de sus personalidades cuando hablan más de lo necesario para exteriorizar sus miserias internas.


Edward Norton, Madelyn Cline y Daniel Craig. Fotograma de Netflix.

 

En una primera mitad, las conversaciones que sostienen cada uno de los personajes levantan las sospechas inmediatas y las intenciones inesperadas que obligan a Blanc a preparar su audacia para anticipar el homicidio calculado por el asesino que se encubre en la fortaleza de cristal, además de enterarse de que Miles, que no esperaba que el detective asistiera (asume que otro lo ha enviado como broma), ha reunido a todos para revelar el cuadro de la Mona Lisa que se ha robado del Louvre y, también, su intención de monopolizar la industria energética con la solución de un combustible a base de hidrógeno que mantiene la electricidad encendida en toda su morada y que provoca serios problemas para la preservación del medioambiente. Pero el ambiente festivo se problematiza en una secuencia que anuncia, con cierta intriga, el nudo en el que Blanc demuestra su perspicacia para desmontar cualquier incógnita con su verborrea frontal, donde solventa primero el misterio del asesinato planificado por Miles como si fuera un simple juego de niños que lo deja en ridículo y, además, reúne a los visitantes en medio del caos que se desata tras la muerte de uno del grupo y el corte del suministro de energía eléctrica que simboliza la mano del villano con la pistola que tira del gatillo desde las sombras más oscuras para matar a la afroamericana que desea vengarse por lo que le hicieron en el pasado.


Kate Hudson, Daniel Craig, Jessica Henwick y Leslie Odom Jr.  Fotograma de Netflix.



A partir del disparo en la oscuridad, la segunda mitad se compone a través de un prolongado racconto que explica, ante todo, la identidad falsa que asume Helen (el nombre verdadero de la que finge ser Andi) y la confianza que deposita al contratar a Blanc algunos días antes de la ceremonia con la finalidad de investigar la muerte de su hermana gemela (la verdadera Andi que aparentemente se suicidó). Por medio de conjeturas ingeniosas, las escenas muestran la manera en que Blanc saca a la luz el plan del matador entendido como el acto de inmoralidad de un ser tábido y sin escrúpulos que se ve obligado a manipular a un grupito de fracasados para explotar sus ideas y enriquecerse ilícitamente en la esfera corporativista mientras protege su inversión borrando los rastros y eliminando de paso a la gata negra de la servilleta que amenaza con detener su estrategia de dominación con unas cuantas evidencias comprometedoras. Las respuestas del misterio atraviesan sutilmente las rutas imprevistas en la que cada señal o golpe de efecto amplía el aparato de tensión.

Todos los personajes, exceptuando Blanc y Helen, son mostrados por Johnson como personas egológicas, oportunistas, patrañeras, que son capaces de apuñalar por la espalda a sus rivales para alcanzar el éxito que venden en las estanterías de la influencia, pero cuya desesperación por trepar rápido es precisamente el origen de su ruina. De forma diametralmente opuesta a lo que pasa en la predecesora (donde el conjunto era propenso a los prejuicios y a la discriminación racial), las acciones de esta nueva planilla, así como las distintas razones por las que acuden a la fiesta homicida, instauran un comentario social y satírico sobre los diversos estereotipos que pueblan el orbe cultural del espectáculo en la posmodernidad (la política, la diseñadora de moda, el tecnócrata, el emprendedor, el influencer, etc.), así como las decisiones corporativistas que perjudican la sostenibilidad de los ecosistemas. Solo coinciden en el hecho de que, nuevamente, el criminal quiere matar a una mujer que interrumpe sus planes junto al detective. Casi todos están esquematizados con algo de superficialidad, pero tienen una química que especialmente encuentro contagiosa; destacando, primero, a la camaleónica Helen que interpreta Monáe con mucho histrionismo y, segundo, el Blanc que interpreta con solvencia Craig, en una actuación central que imprime su pericia para hablar con el acento sureño y los gestos contenidos que siempre descosen elegancia y mucha agudeza.


Janelle Monáe como Helen. Imagen de Netflix.



En términos estéticos, Johnson captura la esencia de esos personajes en una puesta en escena que adquiere la tonalidad típica de los misterios de asesinatos de escapadas tropicales. Por el lado visual, hay escenas en la piscina, en las habitaciones, en la sala, con un tono pop que, en apariencia, se impone con atmósferas coloridas que evocan en todo momento las emociones cálidas (disgusto, decepción, resentimiento, etc.) que se cocinan a fuego lento como carne a la parrilla. Alcanza su punto fuerte en el diseño de vestuario de hilo veraniego y en una dirección de arte que construye la casa pintada por David Hockney con decorados ampulosos y unos espacios amplios en los que predomina el uso del color con matices psicológicos, con un pulso de suspense que desde el lado acústico es muy consistente con la banda sonora de Nathan Johnson.

Quizá el clímax se precipita como un cristal en el suelo por esa necesidad de Johnson de satisfacer a la policía de la inclusión de la cultura actual, particularmente en la escena en la que la afroamericana enfurecida rompe los bustos cristalinos del soez y enciende simbólicamente la mecha que metaforiza su venganza explosiva en clave feminista sobre el dominio masculino tóxico que “encarcela” a la Mona Lisa. Sin embargo, no me queda más remedio que disminuir mis quejas porque, sobre todo, es una secuela bastante entretenida que nunca pierde el sentido de equilibrio cuando mezcla la comedia con las fórmulas comunes del misterio whodunit. Una tercera parte me caería como anillo al dedo.


Ficha técnica
Título original: Glass Onion: A Knives Out Mystery
Año: 2022
Duración: 2 hr 19 min
País: Estados Unidos
Director: Rian Johnson
Guión: Rian Johnson
Música: Nathan Johnson
Fotografía: Steve Yedlin
Reparto: Daniel Craig, Edward Norton, Janelle Monáe, Kathryn Hahn, Leslie Odom Jr., Jessica Henwick, Madelyn Cline, Dave Bautista, Kate Hudson, Ethan Hawke,
Calificación: 7/10





Crítica de la película 'Glass Onion: Un misterio de Knives Out', dirigida por Rian Johnson, y protagonizada por Daniel Craig y Edward Norton.

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