En Parthenope, el director italiano Paolo Sorrentino recupera su poética de la juventud para escudriñar, supongo, la ligereza que se esconde detrás de la belleza. Por lo que sé, describió su material como una metáfora de aquella sirena de la mitología griega llamada Parténope, que más adelante dio nombre a una ciudad situada en Nápoles, Italia. Sin embargo, las dos largas horas que paso viendo sus escenas me hacen cuestionar, en más de una ocasión, si lo que trata de narrar es un anuncio comercial para una fragancia femenina, porque, en efecto, es lo que parece a simple vista. Desde la superficie, se muestra como un drama en el que Sorrentino, con su estética habitual, arroja un par de planos de elegancia mediterránea, pero, por desgracia, su narrativa es un vacuo canto de sirenas que parece una promoción pagada de Yves Saint Laurent, donde veo desperdiciado el talento y la beldad de esta actriz, desconocida para mí, llamada Celeste Dalla Porta. Su trama se ambienta en la citada ciudad de Nápoles a partir de los años 60 y relata la existencia de Parthenope, una mujer de enorme belleza que atrae la mirada de todos los hombres que la observan de lejos, incluyendo su hermano incestuosamente apegado a ella y el vecino que está obsesionado con poseerla; pero cuya forma de ver la vida va cambiando con el paso de los años, a medida que conoce a los hombres y, además, cursa la carrera de antropología a las órdenes de un profesor estricto al que desafía intelectualmente. En términos generales, la narrativa tiene un comienzo interesante al mostrar la cotidianidad de Parthenope cuando explora su feminidad para descubrirse a sí misma mientras sigue su propio camino individualista frente al mar. El problema fundamental, no obstante, es que todo el asunto se vuelve anodino porque el personaje de Parthenope carece de desarrollo más allá de las descripciones superfluas que justifican sus motivaciones y, por si fuera poco, sus acciones se reducen inútilmente a un abanico de situaciones rutinarias que se reparten entre las poses, los cigarrillos fumados y los diálogos a puerta cerrada sobre nimiedades mundanas. De esta manera, me quedo inmediatamente anestesiado por la falta de tacto dramático que hay en la travesía de Parthenope cuando se cruza con unos personajes secundarios —desde los amantes hasta los excéntricos habitantes— que, entre otras cosas, no aportan nada sustancial al conflicto central. Todo luce demasiado arreglado en su capa de banalidad. Y tengo la sospecha de que Sorrentino intenta retratarla de cierta manera para ofrecer un comentario sobre la feminidad, el deseo, la vejez y la mundanidad de la belleza, entendida como la búsqueda de libertad individual de una mujer frívola que, en su viaje de décadas, descubre el valor de ser independiente en una sociedad machista que la cosifica como una muñeca de porcelana con el paso del tiempo. En este sentido, la actuación de Dalla Porta es un poco decente al comunicar, con su mirada y la expresividad de su rostro, la melancolía de una mujer solitaria, inteligente, que emplea el poder de lo bello para emanciparse de los estereotipos femeninos, a pesar de que a veces parece una figura etérea sin profundidad que nunca logra trascender su simbolismo. A un ritmo letárgico, Sorrentino encuadra a Dalla Porta en una puesta en escena que, por lo menos, refleja sus preocupaciones estéticas a través del vestuario, la elipsis, los decorados opulentos, la iluminación, el primer plano, el encuadre móvil y un amplio sentido de armonía compositiva que se subraya en el uso del plano panorámico que frecuentemente embellece las figuras casi manieristas que posan sobre los paisajes marinos del mar Mediterráneo. Este ejercicio de estilo de Sorrentino, ajustado sobre un tono erótico y surrealista, acentúa imágenes suntuosas y una banda sonora evocadora, pero, en resumen, no posee brío ni introspección. Queda, más bien, como una película plana, preocupada en admirarse a sí misma frente al espejo.
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Título original: Parthenope
Duración: 2 hr. 17 min.
País: Italia
Director: Paolo Sorrentino
Guion: Umberto Contarello, Paolo Sorrentino
Fotografía: Daria D'Antonio
Reparto: Celeste Dalla Porta, Gary Oldman, Stefania Sandrelli, Luisa Ranieri, Silvio Orlando
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