Crítica de la película «La trinchera infinita» (2019)

La trinchera infinita

La trinchera infinita es una película del trío de directores vascos Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga que trata de narrar las peripecias de los denominados "topos", aquellos republicanos que se ocultaron durante décadas en sus propias casas para escapar de la represión franquista. La premisa, en cuestión, tiene algo de originalidad cuando se beneficia de una actuación creíble de Antonio de la Torre como un hombre recluido en el ostracismo, pero, en general, como drama histórico se oscurece rápidamente en un ejercicio narrativo anodino y emocionalmente estéril, lastrada por un metraje innecesariamente largo y un discurso maniqueo sobre el franquismo. El argumento, ubicado al estallar la Guerra Civil Española en 1936, tiene como protagonista a Higinio, un hombre recién casado que se esconde en un agujero debajo de su casa con la ayuda de su esposa Rosa para evitar ser descubierto por los falangistas, mientras se aísla de todo con el paso de los años y ve con celos a su esposa en la sastrería que administra. En términos generales, la estructura narrativa me resulta interesante, en principio, por la manera en que se muestra la existencia de un hombre atormentado por la persecución política. El problema particular, no obstante, es que el guión no consigue desarrollar la psicología de los personajes adecuadamente fuera de los comodines descriptivos y opta, a menudo, por mantenerlos colocados en un abanico de situaciones que se vuelve redundante al estructurarse, dicho sea de paso, en una sucesión repetitiva de escenas cotidianas que intentan subrayar la monotonía del hermetismo dentro de un marco de circularidad dialógica y expositiva. En este sentido, no me queda más remedio que abrazar el aburrimiento contagioso que me genera la detención autoimpuesta y la pérdida de libertad de Higinio; el peligro que acecha a Higinio luego de asesinar al policía que viola a Rosa; los días de encierro en que Higinio se pone celoso y paranoico. Los conflictos externos, como las visitas de falangistas o vecinos chismosos, se resuelven con giros predecibles. Se exploran las grietas psicológicas del aislamiento, pero las escenas caen anécdotas anodinas, como discusiones maritales que podrían pertenecer a cualquier melodrama doméstico. Esta falta de sutileza es aprovechada, supongo, para engendrar un comentario sociopolítico sobre las heridas abiertas del franquismo que, por desgracia, deviene en un discurso maniqueo —los franquistas son caricaturas malvadas, mientras que los republicanos encarnan la virtud de los oprimidos— que ignora las ambigüedades históricas, como las divisiones internas en el bando republicano o la complejidad social bajo la dictadura, optando por una visión reduccionista que banaliza la memoria histórica al arrojar sobre obviedades el trauma de un individuo pasivo que halla la resistencia en la inacción. Al margen de esto, encuentro auténtica la actuación de De la Torre cuando usa el maquillaje y la mirada para interpretar a un sujeto resignado, a pesar de que su transformación es un poco superficial, reducida a gestos repetitivos como espiar por rendijas o susurrar diálogos insulsos. Belén Cuesta, por su parte, ofrece algunas escenas de vulnerabilidad, pero su química con De La Torre es tibia y queda relegada a un rol de esposa sufrida, sin arcos que la doten de agencia propia. Con estos actores, los cineastas encuadran una puesta en escena que, a pesar de las limitaciones, es algo decente al describir la desdicha de los personajes a través de la elipsis, el fuera de campo, el sonido diegético, el plano subjetivo, el primer plano, el encuadre móvil y, ante todo, la iluminación barroquista que aprovecha la luz natural para acentuar la atmósfera claustrofóbica entre claroscuros, producto de un correcto trabajo fotográfico de Javier Agirre Erauso. Los decorados, el vestuario y el maquillaje son, de igual modo, integrados de una forma competente al capturar las modas y el envejecimiento en varias décadas. Ninguno de estos elementos impide, sin embargo, que la tragedia permanezca estacionada demasiado tiempo en esos espacios herméticos que, en definitiva, lucen huecos y carecen de impacto dramático.



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Ficha técnica
Título original: La trinchera infinita
Año: 2019
Duración: 2 hr. 27 min.
País: España
Director: Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga
Guion: Luiso Berdejo, José Mari Goenaga
Música: Pascal Gaigne
Fotografía: Javier Agirre Erauso
Reparto: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara, José Manuel Poga, Emilio Palacios
Calificación: 5/10

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