Crítica de la película «El despertar del diablo» (1981)

El despertar del diablo
El despertar del diablo es una película independiente que supone, entre otras cosas, el debut de Sam Raimi como director de cine, estrenada luego de su experimentación con el cortometraje conceptual Within the Woods de 1978, que garantizó la financiación necesaria para la filmación con un presupuesto de apenas $375 mil dólares. Con el paso de los años ha sido catalogada como una de las obras de culto más importantes del cine de terror, pero la hora y media que duro absorbiendo su metraje me induce a pensar lo suficiente como para poner en duda las presuntas virtudes que han encontrado otros. Particularmente creo que es una película de terror de serie B en la que Raimi demuestra su pericia técnica para construir atmósferas sangrientas en la cabaña del bosque, pero me temo que su narrativa es irregular y tropieza a menudo en una circularidad de clichés que le quitan escalofríos al show de gore sobre posesiones demoníacas, donde no queda otra cosa que el susto prefabricado de gente poseída de la que se sabe muy poco. La trama sigue a cinco estudiantes universitarios —Ash Williams, su novia Linda, su hermana Cheryl y su amigo Scott junto a su novia Shelly— que estacionan su auto en una zona rural de Tennessee para pasar sus vacaciones en una cabaña aislada durante la noche, poco antes de activar una entidad demoníaca al leer una versión del Libro de los muertos y reproducir una grabación de conjuros. En general, la narrativa intenta subvertir las fórmulas de ese cine slasher sobre posesiones sobrenaturales, en el que un grupo de jóvenes decide pasar la noche en una casa maldita solo para darse cuenta de sus propios miedos al ser perseguidos y castigados brutalmente por entidades malignas de origen desconocido. El arranque tiene algunos escalofríos que se solidifican, primero, en la secuencia en la que Cheryl es violada por ramas y raíces del bosque poseído, y, segundo, en el descenso infernal de Ash para sobrevivir al ataque sangriento de los demonios. El problema fundamental, no obstante, es que aquí los jóvenes en cuestión no son más que personajes unidimensionales que rellenan las descripciones obvias del guión para impulsar el conflicto sobre inseguridad juvenil, sin motivaciones complejas que dimensionen su construcción psicológica, cuyas acciones más básicas se disuelven en un epicentro de situaciones previsibles que dejan el rastro de la redundancia entre los gritos, el miedo y la violencia explícita. Los pocos diálogos que tienen son cutres y funcionan solo para subrayar exposiciones que carecen de profundidad. Hay pánico, maldad, desmembramientos, decapitaciones, demonios grotescos, vísceras salpicadas. Pero, por alguna extraña razón, casi no siento el impacto espeluznante porque las actuaciones del reparto son bastante flojas en su registro expresivo, a pesar de que Bruce Campbell repara su rigidez expresiva en los momentos finales, y los otros solo muestran algo de credibilidad con el maquillaje prostético y los gestos histriónicos de los monstruos deformes. El punto de mayor solvencia se encuentra, dicho sea de paso, en las pericias estéticas que suministra Raimi para evocar la desesperación de los personajes a través del decorado del escenario, el primer plano, la elipsis, el picado-contrapicado, el desencuadre, la iluminación atmosférica y, sobre todo, las puntualidades del encuadre móvil que mantienen su nivel de consistencia en las panorámicas de la casa siniestra y en el uso del plano subjetivo de una cámara en movimiento de Tom Philo que a veces se mueve a ras de suelo como si fuera una entidad poseída en el bosque persiguiendo a los personajes. Los efectos prácticos, como explosiones de fluidos corporales y animaciones stop-motion para los demonios, superan las limitaciones presupuestarias. Estos elementos incorporados, incluyendo la banda sonora de sintetizadores y el sonido diegético para transferir los sobresaltos, señalan la eficacia de Raimi para manejar el terror slasher de bajo presupuesto con atmósfera opresiva y cierta claustrofobia, pero, en última instancia, son insuficientes para proporcionar una experiencia visceral que permanezca en mi retina. 


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Ficha técnica
Título original: The Evil Dead
Año: 1981
Duración: 1 hr. 25 min.
País: Estados Unidos
Director: Sam Raimi
Guion: Sam Raimi
Música: Joseph LoDuca
Fotografía: Tom Philo
Reparto: Bruce Campbell, Ellen Sandweiss, Betsy Baker, Richard DeManincor, Theresa Tilly
Calificación: 6/10

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