Mata Hari es una película pre-Code del olvidado director George Fitzmaurice que tiene a Greta Garbo como la bailarina exótica holandesa que fue condenada por ser una espía de Alemania durante la Primera Guerra Mundial y de la que, dicho sea de paso, se ha hablado demasiado en la cultura popular. Se dice que en el momento de su estreno se convirtió en la más taquillera de Garbo durante su estancia en Hollywood y, más adelante, fue objeto de censura por las autoridades del código. La edición censurada que he logrado ver en hora y media me induce a pensar lo suficiente como para saber que la sueca es la única razón para ver esta película porque, francamente, es un melodrama pre-Code aburrido y sin fuerza que apenas goza de una actuación decente de Garbo como la espía del baile, donde en cada escena me asalta la terrible sensación de que todo se repite inútilmente cuando gravita sobre su epicentro de seducción, disparos y espionaje. Luego de la breve secuencia de un pelotón de fusilamiento, la trama sigue a Mata Hari en los días en que es mostrada como una célebre bailarina exótica que es deseada por todos los hombres de París, mientras realiza danzas sensuales en el escenario pomposo y coquetea con un general al que suele manipular para obtener lo que desea, pero cuya doble vida cambia de inmediato cuando se enamora de un teniente de la Fuerza Aérea Imperial Rusa. En general, la narrativa se esboza sobre las bases comunes del melodrama clásico del cine pre-Code de Hollywood sobre mujeres, en el que la mujer fuerte y oportunista utiliza sus dotes de seducción para conseguir lo que quiere antes de conocer al galán elegido del que se enamora a primera vista. Esto, hasta cierta medida, es así. El problema fundamental, sin embargo, radica en que los personajes son unidimensionales y, por lo regular, sus acciones se reducen a una serie de situaciones previsibles que carecen de emoción bajo una capa descriptiva que siempre los mantiene en la superficie. El lado superficial se amplifica con el flirteo de Mata Hari con el teniente ruso; las intervenciones del oficial del bigote que sospecha que Mata Hari es espía; la ingenuidad del general francés que pasa información clasificada a Mata Hari al intentar seducirla como en los viejos tiempos. Hay amenazas, tiros, secretos, celos, romance, persecuciones. Pero el dramatismo y la teatralidad de las escenas no posee el impulso necesario como para que yo pueda quedar enganchado por lo que veo. A pesar de la torpe narración y sus facilismos, encuentro algo aceptable la actuación de Garbo cuando ejerce su icónico acento, los gestos serenos y la mirada misteriosa para ponerse en la piel de una bella y astuta bailarina exótica que usa sus poderes de seducción como espía para hechizar a los hombres que la rodean con un par de líneas de diálogo, casi como una femme fatale parisina. Garbo, desafortunadamente, no tiene nada de química con Ramón Novarro, y se nota claramente por varias razones que me reservo para una columna de chismes. Pero, de igual forma, reconozco que ella queda más o menos bien encuadrada por Fitzmaurice en una puesta en escena que saca algunas cartas en la reproducción teatralizada de la época, el uso del plano medio, la iluminación artificial y el fabuloso diseño de vestuario de Adrian que viste a la Garbo con unos vestidos que la convierten en una diosa sofisticada e inalcanzable. Todo lo otro pasa ante mis ojos como el apresurado juicio de la bailarina antes de ser condenada a muerte. Se trata, sin lugar a dudas, de una película bastante floja de la eterna diva de Hollywood que no se reía.
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Título original: Mata Hari
Duración: 1 hr. 29 min.
País: Estados Unidos
Director: George Fitzmaurice
Guion: Benjamin Glazer, Leo Birinsky
Fotografía: William H. Daniels
Reparto: Greta Garbo, Ramon Novarro, Lionel Barrymore, Lewis Stone, C. Henry Gordon
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