Crítica de la película «Había una vez un hombre» (1917)

Había una vez un hombre

Había una vez un hombre es una película muda de Victor Sjöström que adapta el poema homónimo de Henrik Ibsen y que, por suerte, he logrado ver gracias a una copia restaurada del Instituto de Cine Sueco que captura el tinte y la tonalidad de la versión original. Por lo que sé, en el momento de su estreno se convirtió en la película más cara del cine sueco hasta ese entonces, pero, al mismo tiempo, elevó el estatus de Sjöström a la categoría de director ambicioso. La hora de metraje que tiene me induce a razonar lo suficiente como para darme cuenta de que las afirmaciones son correctas porque, dicho sea de paso, Sjöström refleja su ambición con un marcado realismo que capta la autenticidad de los mares agitados y los paisajes atmosféricos en las costas, pero, por desgracia, atraviesa lugares demasiado acomodaticios que le quitan tacto dramático a su cuento ibseniano sobre un viejo y el mar. El argumento se sitúa en la costa de Noruega durante las Guerras Napoleónicas y sigue la historia de Terje Vigen, un hombre que vive feliz con su esposa y su pequeña hija en una casa humilde ubicada en una pequeña isla, pero cuyo destino lo lleva a remar en un bote hasta Dinamarca para conseguir la comida necesaria para alimentar a su familia, donde en el camino de regreso termina siendo capturado como prisionero en un barco custodiado bajo por los soldados británicos que tienen un bloqueo naval. En términos generales, la tragedia de este pobre hombre tiene un comienzo que me invita a ser parte de su desdicha en las escenas en que muestra su sufrimiento frente al mar mientras envejece separado de su familia con el paso de los años. Los diálogos colgados en los intertítulos contienen cierta ironía que amplifican el espectro psicológico del personaje dentro de la estructura teatral de cuatro actos. El inconveniente, no obstante, es que la odisea del marinero permanece estacionada en una zona estereotipada en la que se ausenta la fuerza dramática y los componentes motivacionales, a menudo, los mantiene reducidos a las descripciones más teatralizadas que salen directamente de los versos poéticos ibsenianos en los que está basada. Hay, desde luego, ciertos momentos que se sienten algo creíbles, entre otras cosas, por la actuación sobria del propio Sjöström que suele emplear su rico registro expresivo para comunicar el epicentro de alegría, melancolía y furia, de ese marino que se enfrenta al destino trágico por los sucesos de la guerra y la soledad provocada por la pérdida de sus seres queridos. Sjöström, de igual forma, dimensiona el dolor de su personaje utilizando de manera sutil elementos como la elipsis, el fuera de campo, la analepsis, la iluminación artificial y el uso notable del gran plano general que acentúan las panorámicas del mar a través de las fuertes marejadas y los movimientos turbulentos de las olas. A modo de representación, también usa el plano simbólico del mar para metaforizar el caos, la incertidumbre y el conflicto abrumador que se origina en el interior del protagonista que desea encontrar a su familia. Aun así, no consigo quedar enganchado a nivel emocional con la existencia del anciano que rememora el pasado al intentar salvar a una familia en apuros en un yate británico en medio de una tormenta. Tengo la sensación de que Sjöström dota cada escena de cierta belleza compositiva, pero, desafortunadamente, no logra subrayar el dramatismo de su regular cuento poético sobre el viejo y el mar.



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Ficha técnica
Título original: A Man There Was (Terje Vigen)
Año: 1917
Duración: 1 hr. 05 min.
País: Suecia
Director: Victor Sjöström
Guion: Victor Sjöström, Gustaf Molander
Música: N/A 
Fotografía: Julius Jaenzon
Reparto: Victor Sjöström, Edith Erastoff, Emil Fjelström, John Ekman
Calificación: 6/10

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