Crítica de la película «Antiporno» (2016)

Antiporno

En Antiporno, Sion Sono recurre a su poética del metacine con la finalidad, supongo, de interrogar la objetivación sexual dentro de la industria japonesa del cine para adultos, en un intento de subvertir los parámetros establecidos por el subgénero Roman Porno de Nikkatsu. Para conseguir esto en menos de una hora y cuarto, Sono logra encuadrar algunos artilugios estéticos que vibran por el lado visual, pero, en general, me da la sensación de que su narrativa tropieza en lugares redundantes que le quitan sustancia a su crítica sobre la explotación sexual y la cosificación femenina. La trama, ubicada en una habitación hermética, sigue la existencia de Kyoko, una joven actriz que mantiene una sádica relación con su asistente para exteriorizar sus deseos y morbosidades, pero cuya personalidad errática se distorsiona cuando alguien dice “¡corten!” y revela los límites del plató, donde se invierten los roles hasta sacar a flote su personalidad sumisa como novata frente a una actriz veterana que, así como ella, protagoniza una película pornográfica. En términos generales, la narrativa tiene un arranque que me atrapa por la manera en que Sono deconstruye las fórmulas del cine erótico desde algunas capas del drama psicológico para sintetizar el delirio de la protagonista. Esto se disuelve, entre otras cosas, en las escenas sobre las fragilidades intrínsecas de Kyōko que se manifiestan en la solitaria jaula de su propio éxito y los recuerdos traumáticos; la autoridad de Kyōko para someter y desnudar a la secretaria que programa la entrevista para una revista de estilo de vida; las perversiones sexuales de Kyōko que se amplifican hasta grados extremos frente a las groupies de la moda; la inseguridad de Kyōko que surge entre náuseas y vómitos mientras recibe la humillación del equipo de rodaje. El problema fundamental, sin embargo, es que el guión de Sono suele colocar a Kyōko sobre un epicentro de exposición que, dicho sea de paso, debilita sus motivaciones hasta quedar en una inercia de situaciones reiterativas arregladas por la pragmática de los diálogos y los giros predecibles. La historia de Kyōko funciona, por añadidura, como un vehículo discursivo para pergeñar un texto sobre los tabúes sexuales de la sociedad japonesa y la cosificación de la mujer, pero visto a través de los ojos de una mujer atrapada en la cárcel de la explotación sexual, en una industria nipona de pornografía que reduce su cuerpo al de un producto de consumo que oculta la etiqueta de la crueldad, el masoquismo, el sexismo, el voyeurismo, el abuso sexual y la opresión femenina. Estos tópicos sobre la exploración sistémica de la sexualidad femenina tienen cierta relevancia, pero, por desgracia, Sono intenta abarcar demasiado y termina en una zona excesivamente didáctica, en la que se ausenta la profundidad cuando se desdibuja sobre los marcos entre realidad y ficción. A pesar de todo, la interpretación de Ami Tomite tiene cierta credibilidad cuando utiliza su pericia física y los gestos histriónicos para interpretar a una joven fracturada por los traumas psicológicos del pasado —la hermana fallecida, los abusos sexuales, la disfuncionalidad familiar— que agudizan su sufrimiento hiperbólico y se eventual desconexión con el Eros. Mariko Tsutsui, por su parte, también tiene momentos intensos como la tiránica actriz que castiga a la actriz novicia. Estas dos actrices son utilizadas por Sono para captar las inquietudes del sexploitation a través de una estética que se solubiliza con la elipsis, el plano simbólico, el primer plano, el fuera de campo, las modalidades del encuadre móvil y, ante todo, el uso psicológico del color —rojos intensos, amarillos brillantes y azules fríos— que adorna la artificialidad del set de filmación, con unos decorados minimalistas que subrayan la idea de un espacio escenificado y claustrofóbico, casi teatral, donde la autenticidad es inexistente. Estos valores estéticos son competentes, pero, desafortunadamente, no consiguen revertir las irregularidades narrativas que la convierten, a fin de cuentas, en una experiencia rebuscada del director de Vamos a jugar al infierno.



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Ficha técnica
Título original: Antiporno (Anchiporuno)
Año: 2016
Duración: 1 hr. 16 min.
País: Japón
Director: Sion Sono
Guion: Sion Sono
Música: Susumu Akizuki
Fotografía: Maki Itô
Reparto: Ami Tomite, Mariko Tsutsui, Dai Hasegawa, Yûya Takayama, Asami Sugiura, Fujiko
Calificación: 6/10

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