Crítica de la película «Europa '51» (1952)

Europa '51

Europa 51 es una película neorrealista que se coloca, por añadidura, como la segunda entrada en la denominada "Trilogía de la Soledad" de Roberto Rossellini, compuesta además por Stromboli (1950) y Viaje a Italia (1954). Tiene algunas cuestiones interesantes que, a mi juicio, bien podrían servir para ejemplos concretos en una clase de apreciación cinematográfica para estudiantes, pero, por desgracia, constituye además una de las películas más inanes que he visto en la filmografía del director italiano. Como drama neorrealista cuenta con una actuación decente de Ingrid Bergman como la santa de los pobres, pero tropieza con defectos estructurales que debilitan su narrativa y, en general, carece de sustancia interrogando la alienación, la culpa y la redención en el contexto de la posguerra; en unas escenas en las que tengo la sensación de que me están sermoneando con un tono excesivamente didáctico. La trama sigue a Irene Girard, una madre egoísta y burguesa cuya vida se transforma tras la muerte trágica de su hijo, poco antes de atravesar una prolongada etapa de duelo y autorreflexión personal cuando atestigua las desdichas de las familias proletarias en los suburbios marginados de Roma, entregando toda su fuerza de voluntad para ayudarlas. En términos generales, la narrativa tiene un comienzo interesante que se amplía, en efecto, cuando se adoptan las claves del neorrealismo y el drama con un enfoque alegórico que pone a la protagonista en un lugar cercano al de una santa a punto de ganarse la canonización en la iglesia católica. El problema fundamental, no obstante, es que el guión se estructura sobre las bases de un situacionismo torpe que suele cometer el pecado de colocar a Irene en una serie de situaciones predecibles que se repiten dentro de un espacio de circularidad, oscilando de manera errática entre el neorrealismo crudo y el melodrama simbólico. La rutina de situaciones se extiende inútilmente entre los episodios de culpa de Irene en la residencia, en las visitas a barrios marginales, en las fábricas de obreros y en el encierro en una institución mental. Todo luce demasiado higienizado en su epicentro de psicogeografía y comportamiento humano. Los diálogos a menudo tienen vocación por la inanidad. Los personajes secundarios, como las familias empobrecidas y las mujeres enfermas, son estereotipos sin profundidad, mostrados solo para reforzar la discursividad. El conflicto interno de la Irene solo funciona, en su síntesis discursiva, como un artilugio que sintetiza una crítica sobre la desigualdad social y la lucha de clases, pero entendida como la alienación de una mujer aburguesada que, tras perder a su hijo único, renuncia al individualismo para descubrir en la otredad el vínculo humano que perdió por el egoísmo y la riqueza material. Esto es especialmente cierto en las escenas en que Irene adopta una conciencia de clase, alineándose con ideas marxistas sobre la lucha contra la alienación obrera y la injusticia social. Pero este discurso sobre la justicia social y la conciencia de clase resulta dúctil porque, entre otras cosas, Rossellini presenta una dicotomía maniquea entre la burguesía (representada como frívola y deshumanizada) y el proletariado (idealizados como víctimas puras), reduciéndola a una visión determinista que ignora las complejidades de las relaciones de clase, reduciendo un texto multifacético a clichés simplificados. Al margen de este didactismo excesivo, la interpretación de Bergman es algo creíble comunicando la angustia de una mujer frívola en crisis, aunque está limitada por un guion que la obliga a transitar entre la histeria y una solidaridad casi mística sin matices. En este sentido, Rossellini intenta encuadrar la psicología de Irene a través de dispositivos estéticos como el primer plano, la elipsis, la iluminación, el plano subjetivo y algunas puntualidades del encuadre móvil, fruto de un trabajo de fotografía de Aldo Tonti que capta a plenitud las atmósferas marginales de la Italia posguerra. Estos elementos, sin embargo, solo sirven como accesorios cosméticos, de un drama neorrealista que, a ritmo letárgico, se alarga innecesariamente para subrayar la falta de sutileza y sus obviedades moralizantes.



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Ficha técnica
Título original: Europa '51
Año: 1952
Duración: 1 hr. 58 min.
País: Italia
Director: Roberto Rossellini
Guion: Roberto Rossellini, Sandro De Feo, Mario Pannunzio, Ivo Perilli, Brunello Rondi
Música: Renzo Rossellini
Fotografía: Aldo Tonti
Reparto: Ingrid Bergman, Alexander Knox, Ettore Giannini, Teresa Pellati, Giulietta Masina
Calificación: 5/10

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