Barreras infranqueables, conocida también con el título de Corazón mexicano, es una película de Archie Mayo que busca subvertir, entre otras cosas, esos melodramas gansteriles que la fábrica de Warner Bros. soltaba a ritmo de metralleta durante los 30: rápidos, ruidosos y con más chispas que sustancia, aunque sin renunciar a los lugares comunes que ponen a Paul Muni en el papel del tipo duro acorralado que asciende en el mundo de los negocios turbios. Por lo que sé, fue una de las primeras películas sometidas al escrutinio de la Oficina Hays luego de que entrara en vigencia el Código de Producción Cinematográfica. Estas limitaciones se manifiestan en su hora y media metraje, donde me asalta la sensación de que, a pesar de las actuaciones competentes de Paul Muni y Bette Davis, es un melodrama que transita por una frontera irregular sobre asesinato, traición y triángulos amorosos. La trama, ubicada en una zona fronteriza entre Los Ángeles y México, sigue a Johnny Ramírez, un abogado ambicioso que cae en desgracia luego perder su primer caso judicial por un arrebato de ira y falta de preparación, enfrentando además los prejuicios que lo obligan a mudarse humillado, pero cuya travesía lo lleva a reinventarse como gerente de casino en un pueblo fronterizo, donde entra en contacto con la esposa de su antiguo jefe llamada Marie Roark. En términos generales, la narrativa tiene un arranque que me llama la atención, dicho sea de paso, por la manera en que Mayo evita los tropos habituales del género gansteril al mostrar la historia del «gánster reformado» (implícitamente se enfatiza que Johnny dejó su pasado delincuencial por la fe católica que lo condujo a seguir el camino de la abogacía) que intenta salir adelante como un empresario exitoso condenado al abismo por una rubia fatal. El asunto funciona, hasta cierto punto, cuando observo la astucia de Johnny como administrador de su propio club nocturno y, además, los intentos de Marie para conquistar a Johnny sobre la manipulación antes de jurar venganza por el rechazo. El problema fundamental, no obstante, es que el tratamiento de los personajes se debilita fuertemente porque, a menudo, sus acciones se reducen a una serie de situaciones rutinarias que los mantiene atados a diálogos a puerta cerrada, donde casi no sucede nada fuera de los márgenes acomodaticios del guión. No hay disparos ni giros de tuerca. Todo lo que ocurre permanece estacionado en una superficie melodramática que solo opera para denunciar, en su síntesis discursiva, la discriminación social, las debilidades del sistema judicial y los prejuicios raciales de los mexicano-estadounidenses luego de la Gran Depresión, pero se consigue con cierta torpeza al presentar a Johnny como «el buen mexicano» que debe demostrar su valía adoptando como sea los códigos del «American way of life» para triunfar en un poblado donde el tequila corre más que la ley. Este discurso implícito sobre asimilación es correcto, en cierta medida, por la autenticidad que desprende la interpretación de Muni cuando usa el acento y los gestos para exteriorizar la desdicha de un hombre elegante y seguro de sí mismo que ejerce su carisma cuando pasea por el club en trajes. Davis, por su parte, ofrece algunos momentos histriónicos al emplear su registro expresivo para interpretar a una mujer celosa y posesiva que, como femme fatale, alcanza su punto más histérico como una loca desquiciada en la escena del juicio. Mayo, por otro lado, los encuadra en una puesta en escena que sintetiza las inquietudes de los personajes a través del primer plano, los decorados y, asimismo, el uso del encuadre móvil de una fotografía de Tony Gaudio que demuestra su solvencia con el plano secuencia. Estos elementos son correctos en lo formal, pero, en última instancia, me resultan insuficientes para sacar este melodrama de la inercia y las noches fronterizas.
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Ficha técnica
Año: 1935
Duración: 1 hr. 30 min.
País: Estados Unidos
Director: Archie Mayo
Guion: Laird Doyle, Wallace Smith
Música: Bernhard Kaun
Fotografía: Tony Gaudio
Reparto: Paul Muni, Bette Davis, Margaret Lindsay, Eugene Pallette
Calificación: 6/10


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