En Una casa de dinamita, Kathryn Bigelow adopta las claves del cine de coral con el objetivo, supongo, de cuestionar los engranajes militares del gobierno norteamericano en tiempos de emergencia. De alguna manera, intenta recuperar su poética de la guerra, como ocurre en Vivir al límite y en La noche más oscura, aunque tengo la sensación de que ahora el barullo que presenta en casi dos horas no va a ninguna parte en específico. Como thriller político, posee momentos que demuestran la pericia de Bigelow para producir unas pocas escenas tensas, pero su narrativa irregular sobre la ética burocrática y protocolar se apaga lentamente como un misil que nunca da en el blanco, quedando en un terreno maniqueo que me invita a reflexionar lo necesario como para saber que es un encargo para complacer a los señores globalistas. La trama narra, desde tres perspectivas distintas, los acontecimientos que ocurren dentro de la cadena de mando del gobierno estadounidense luego de la detección de un misil balístico intercontinental que apunta a caer en Chicago, donde los funcionarios en el llamado del deber responden a los protocolos de lugar para neutralizar la amenaza nuclear con carácter de urgencia cuando se eleva el nivel de alerta DEFCON1, incluyendo los altos mandos militares y el propio presidente. En términos estructurales, la narrativa sigue las pautas del cine de coral no lineal, mostrando paralelamente la misma secuencia tres veces desde diferentes puntos de vista, separados por unos intertítulos que funcionan para anticipar lo que sucede. En este sentido, se muestra las perspectivas de la oficial de guardia a cargo de la Sala de Situación de la Casa Blanca; el comandante de la base de defensa antimisiles balísticos en Fort Greely; el general del STRATCOM en la base de la Fuerza Aérea Offutt en Nebraska; el subasesor de Seguridad Nacional en medio de una teleconferencia con los mandatarios; la toma de decisión del Presidente frente al asunto de seguridad nacional. El problema fundamental, no obstante, es que el desarrollo de los personajes es defectuoso porque, entre otras cosas, solo rellenan los estereotipos descriptivos del guión rebuscado de Noah Oppenheim, colocados como fichas de ajedrez en un tablero de situaciones predecibles que, a menudo, se reducen a diálogos a puerta cerrada sobre decisiones burocráticas, sin profundizar nunca en la psicología de algunos de ellos más allá de las obviedades que hay detrás de sus acciones. La carrera contrarreloj contra el apocalipsis se convierte, de este modo, en un laberinto burocrático en el que cada diálogo militar es un memorando desclasificado recitado con la pasión de un auditor fiscal, donde los personajes son presentados como unos inútiles que están descalificados para manejar conflictos geopolíticos, mientras debaten respuestas escalatorias en conferencias virtuales y pasillos institucionales. La rutina de relaciones internacionales se estira inútilmente porque Bigelow solo se preocupa, por añadidura, en las dimensiones discursivas de su comentario sobre la eticidad de la burocracia estadounidense, utilizando el misil invisible como un MacGuffin que señala las presuntas deficiencias del sistema de defensa para responder a calamidades externas y crisis geopolíticas. Bigelow lo justifica como un grito de alerta contra la escalada bélica, pero, en sus afanes progresistas discretos, suena a excusa para no comprometerse con las consecuencias reales de su propia premisa al quedar solo como una crítica inofensiva contra las políticas republicanas. La puesta en escena, por lo menos, emplea algunas de las firmas estilísticas de Bigelow para coreografiar el caos controlado en espacios herméticos a través de las panorámicas, los decorados militares, el montaje paralelo, el sonido diegético y, además, el encuadre móvil de una cámara en mano temblorosa, fruto de una correcta labor fotográfica de Barry Ackroyd. La música de Volker Bertelmann, asimismo, tiene un leitmotiv decente. Estos elementos, por desgracia, no tienen la fuerza necesaria para estallar en su ejercicio de indulgencia antibelicista y reparto desperdiciado, como un petardo mojado del que solo queda el humo de la mecha que se ha apagado.
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Ficha técnica
Año: 2025
Duración: 1 hr. 52 min.
País: Estados Unidos
Director: Kathryn Bigelow
Guion: Noah Oppenheim
Música: Volker Bertelmann
Fotografía: Barry Ackroyd
Reparto: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Gabriel Basso, Jared Harris, Tracy Letts
Calificación: 6/10


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