Consigo reírme en algunas escenas de 'Ni en tus sueños', la comedia romántica protagonizada por Seth Rogen y Charlize Theron que dirige Jonathan Levine. Siento simpatía por los personajes principales, y reconozco la química que fluye como los vientos de una playa hawaiana cuando se enamoran en unas circunstancias más que previsibles. Pero en el fondo me invade el pensamiento de que su historia me la han contado un montón de veces, ya sabes, la de la chica linda y famosa que se enamora del tipo feo y de aspecto descuidado. Es algo convencional desarrollando el asunto. La única diferencia es que ahora se trata de una mujer de estado y de un hombre que escribe. Relata la historia de Fred Flarsky, un periodista desempleado que, por arte de magia, se reencuentra en una fiesta con la muchacha que fue su primer amor, Charlotte Field, quien ahora es la Secretaria de Estado de los Estados Unidos. El peculiar sentido del humor de Fred y su irreverencia hacia la geopolítica, logra cautivar a Charlotte, que lo contrata para que le redacte los discursos, al tiempo en que se va de gira por el mundo preparándose para aspirar a la presidencia del país. Los dos se enamoran. Y todo lo que sigue en la trama es una serie de encontronazos para llegar al típico final feliz. El desarrollo del conflicto pone en el tapete una serie de situaciones que algunas veces funciona cuando tienen sexo, se van de fiesta o consumen drogas, aunque en otras se vuelve redundante. Levine elabora la crisis de la pareja para acentuar un comentario sobre el empoderamiento femenino (con claros síntomas de corrección política) y los estereotipos sexistas presentados por las clases sociales y los escenarios políticos. El tono es ligero, divertido por momentos (como en la escena de la eyaculación frente a la webcam), pero al rato la tontería pierde fuerza.



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Calificación: 6/10



Sinopsis: Adam es un joven de 27 años al que se le diagnostica un cáncer. Con la ayuda de su mejor amigo, su madre y una joven terapeuta de un centro de rehabilitación, Adam descubre cuáles son las cosas más importantes de la vida.


Ficha técnica
Título original: 50/50
Año: 2011
Duración: 1 hr 40 min
País: Estados Unidos
Director: Jonathan Levine
Guion: Will Reiser
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Terry Stacey
Reparto:  Joseph Gordon-Levitt, Anna Kendrick, Seth Rogen, Bryce Dallas Howard,
Calificación: 7/10

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Veo la película 'The Clovehitch Killer', la segunda de Duncan Skiles, pensando en hallar algo novedoso en el desgastado subgénero de asesinos en serie, pero a medida que avanza la trama las dudas que me genera el suspenso comienzan a desvanecerse como las víctimas cuando me invade un aburrimiento producido, en parte, por los clichés que intentan tomarme por tonto. Todo el misterio se vuelve previsible. Relata la vida de Tyler, un muchacho algo tímido y desconfiado, que siente atracción por la joven Kassi, una huérfana que está obsesionada con un asesino serial que aterrorizó al pueblo y desapareció sin dejar rastro alguno. Le llaman el asesino de Clovehitch, por la manía de atar a las víctimas. Como si estuviesen haciendo de Patrick Kenzie y Angie Gennaro, los dos jóvenes juegan a ser detectives y sospechan que el asesino no se fue y que se trata del padre de Tyler, Don Burnside. Los observo, sintiéndose cómplice de las sospechas, cuando muestran el lado amable del padre en medio de un clima familiar estable, pero al rato todo me parece convencional en su estructura narrativa. La motivación de los personajes está delineada con cierta credibilidad, aunque sus acciones terminan siendo predecibles cuando se confirma la identidad del psicópata, en un tercer acto formulado por el racconto y el punto de vista que muestran las dos caras de la contienda. Los giros y los golpes de efecto del guion son muy débiles. No entiendo por qué no llaman a la policía si saben la verdad de los hechos (se hubieran ahorrado el conflicto y algunos minutos de mi tiempo). En el peor de los casos, todo sucede para retratar los claroscuros morales de la familia norteamericana y las consecuencias psicológicas de la represión de emociones. Y eso es algo que me han contado cientos de veces. Es una película mediocre.



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Calificación: 5/10




Admito que 'Mientras dure la guerra', la nueva película de Amenábar, contiene ideas de carácter histórico muy interesantes, que me invitan a reflexionar cuando son exploradas desde las posturas ideológicas del pensador español Miguel de Unamuno; sin embargo, no logra cohesionar el conjunto, evocando tibieza y poca profundidad en su crítica, y la narrativa, a pesar de tener un momento que me cautiva (como el discurso final en el paraninfo de la Universidad de Salamanca), carece de brío, de cuota dramática, abordando la figura del filósofo con cierta condescendencia. Con una sólida reproducción del período, se ambienta en el año de 1936 en España, en el estallido de la Guerra Civil, donde el anciano Unamuno apoya públicamente el alzamiento militar para poder solventar la inestabilidad sociopolítica que atraviesa el país, aunque poco a poco cambia de opinión contra el régimen cuando se da cuenta de las nefastas consecuencias del conflicto que sucede casi siempre fuera de campo. Empatizo con su impotencia y su culpa. Paralelamente se cuenta también el ascenso al poder del general Francisco Franco. El problema fundamental es que los personajes que lo rodean, aunque están correctamente trazados en la superficie, en el interior no cuentan con suficiente desarrollo y sus acciones son mecánicas. No logro registrar un diálogo que sea memorable, dan demasiadas vueltas y le restan valor dramático a los dilemas intrínsecos de Unamuno. Sin mencionar la falta de ritmo. Detaco la actuación de Karra Elejalde como Unamuno, y la del secundario Eduard Fernández como el excéntrico Millán-Astray. Lo más importante, a mi parecer, es el discurso que acentúa las contrariedades y las consecuencias directas de las corrientes políticas que deshumanizan al hombre y lastran la estabilidad de cualquier democracia, un componente textual que fácilmente encaja con la contemporaneidad. Lo otro no me emociona. El resultado es aceptable, pero no es tan conmovedor.



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Calificación: 6/10




En un principio consigo reírme viendo 'Las separadoras de parejas', la película neozelandesa que dirige Madeleine Sami y Jackie van Beek. Una debuta como directora; la otra está en su segundo esfuerzo como realizadora. Es una comedia romántica que cuenta con ese humor cercano al estilo de Taika Waititi (no por nada es productor ejecutivo de la película) y situaciones algo alocadas y absurdas en la que los diálogos desempeñan un papel principal en lugar de la acción. Describe la historia de las mejores amigas Jen y Mel, quienes tienen el negocio lucrativo de romper matrimonios y cualquier tipo de ruptura, de parejas que se han cansado de esa cosa que llaman convivencia. Incluso tienen servicio a domicilio, lo cual veo bien. Pero desafortunadamente no tienen sucursales internacionales. Por el precio correcto, ellas se inventan una escena para que la separación sea lo más amistosa posible, aunque el trabajo se les complica cuando Mel se enamora de un jugador de fútbol de etnia maorí de 17 años, y Jen, enojada, comienza a manifestar los sentimientos intrínsecos hacia Mel, confesando que siempre estuvo enamorada de ella. Cuando eso pasa, la película lentamente se ve estropeada por una concatenación de clichés que apagan la diversión y me dejan en un estado de apatía hacia los personajes. Casi no siento la fuerza de sus conversaciones, o los encontronazos que tienen con los clientes, y los personajes secundarios no tienen mucho desarrollo, son simples subterfugios narrativos para compensar el conflicto trivial de las protagonistas. La rutina de la trama pone a las protagonistas en una situación de ruptura para estructurar una ironía que, en el fondo, habla de la inclusión, la diversidad y el significado del afecto de los estereotipos que están de moda. No es gran cosa. Es una comedia intrascendente.



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Calificación: 5/10



En mi crítica de esta semana hago un análisis breve que incluye la explicación del final de 'Diamantes en bruto', la nueva película de los hermanos Safdie.



Hace unos años descubrí el cine de los hermanos Benny y Josh Safdie. Hubo una aclamación universal de una de sus películas estrenada en Cannes, festival al que supuestamente solo llegan obras cinematográficas de un prestigio intachable. Los tildaban como la nueva revelación del cine independiente norteamericano. Fue viendo Good Time, una película de robos en la que ponían a Robert Pattinson en la piel de un ladrón que intenta sacar a su hermano de la cárcel luego del atraco fallido a un banco. Aunque contaba con un ornamento visual que me parecía vistoso, no me convenció para nada y hasta el día de hoy la sigo considerando una película sin muchas luces. Sus películas, al parecer, se sostienen con una estructura circular, reiterativa, que tiene la única finalidad de contar la cotidianidad de unos personajes acuciados, maltratados por las adicciones, que están al límite de una autodestrucción segura en una jungla de asfalto, construidos a partir de una elipsis muy brusca y de unos planos (en especial el primer plano) que buscan señalar la tensión a la que se exponen. Más allá de sus virtudes estéticas, supongo que ese es su estilo y que no lo van a cambiar por nada del mundo. Allá ellos. Sus películas me dejan indiferente, aburrido en el peor de los casos.


La película más reciente de estos jóvenes directores se titula Diamantes en bruto, estrenada recientemente en la plataforma de streaming de Netflix. La veo entusiasmado, deseando no repetir la experiencia vivida con su película anterior. Y ¿adivina qué? No me emociona. Puede ser lo que sea, menos una joya. Los realizadores, presumo, se esmeran en narrar nuevamente la historia de un derrotista en la ciudad de Nueva York. Ahora su protagonista es un judío adicto al juego que administra una joyería en la metrópoli. Para contarlo, recurren a una fotografía de Darius Khondji que añade estilismo a la puesta en escena, y a una banda sonora electrónica elaborada con los sintetizadores de Daniel Lopatin para subrayar estados de ánimo. Pero no puedo decir lo mismo de la narración. Me fatiga la histeria. Siento que la trama es episódica y, por momentos, errática describiendo la odisea del estafador neoyorquino que solo le interesa vender una piedra importada de una mina de diamantes en Etiopía.




Adam Sandler como Howard Ratner. Fotograma cortesía de A24.


El guion de la película lo firman los hermanos Safdie junto a su colaborador Ronald Bronstein, y describe las circunstancias de ese judío adicto a los juegos de apuesta llamado Howard Ratner (Adam Sandler). Ratner dirige una joyería clandestina con su asistente Demany (Lakeith Stanfield) en el distrito de Diamond de Nueva York. Viste completamente de negro, comenzando con una chaqueta de cuero, unas gafas de sol, una correa Gucci que adorna su cintura y varias cadenas de lujo que rodean su cuello de para lucir lo más gánster posible. Según cuentan es carismático. Busca convencer a todos los clientes con palabrerías. Pero no está en su mejor momento. Está endeudado hasta los dientes. Le debe una enorme suma de dinero a su cuñado prestamista, Arno (Eric Bogosian). Ha acordado divorciarse de su esposa, Dinah (Idina Menzel), después de las pascuas. Y tiene que satisfacer las exigencias de su bella amante, Julia (Julia Fox), que trabaja en su tienda. Los problemas que tiene piensa resolverlos vendiendo un ópalo muy raro que le ha llegado de una mina en África en la que laboran unos mineros judíos etíopes.



Kevin Garnett, LaKeith Stanfield y Adam Sandler. Foto de Netflix.


Aunque en la superficie las acciones de Howard poseen cierto carisma y emulan a esos estafadores carismáticos que se encuentran en el cine criminal de los años 70 y 80, lentamente abandono mi interés por lo que le pasa cuando trata de recuperar la piedra preciosa. Mi presión sanguínea se mantiene estable cuando lo observo paseando por las calles de Nueva York y hablando por su móvil con gente muy turbia. No hay nada chocante. La intensidad no llega hasta mí. La única razón por la que le entrega el ópalo a Garnett es porque tiene planificado de antemano un esquema maestro para cobrar más dinero de la cuenta. Es víctima de una avaricia enfermiza, de los vicios del egoísmo, de las falacias calculadas. Y, a mi juicio, me sorprende que esté bien interpretado por Adam Sandler cuando meticulosamente cambia el acento, conjetura el lenguaje corporal y modula las expresiones del judío ludópata que escupe monedas de oro al abrir la boca. Pero pienso que la motivación de su personaje es insustancial.



Adam Sandler, Eric Bogosian y Tommy Kominik. Foto cortesía de Netflix.


Casi siempre su provocación comienza con un encontronazo baladí, como en la escena en que es emboscado por Arno y sus guardaespaldas en el parqueo de la escuela de su hija y es hallado desnudo en el baúl del carro por su cónyuge, la pelea iniciada por celos y la decepción en la fiesta organizada por The Weeknd en una discoteca cuando va para pedirle el ópalo a Demany, la anticipada escena de la subasta en la que convence a su suegro para que oferte por la gema un precio superior al que ofrece Garnett, o la anticlimática confrontación cuando distrae a los matones de Arno para que Julia escape con el dinero de la venta del ópalo para apostarlo todo.



Adam Sandler y Julia Fox. Imagen de A24 Productions.


Todo el barullo del ópalo se formula para componer un texto visible sobre las consecuencias de la ludopatía, representado en la escena en que Howard se enfrenta a los cobradores de deuda con sus trampas retóricas y termina siendo ejecutado de un disparo a la cabeza por la apuesta del millón que logra ganar. Es el capitalismo más voraz que destruye la moralidad del hombre. Sin embargo, excavando en su argumento hay algo más soterrado, más invisible. Se trata de una denuncia histórica sobre la explotación neocolonial y las diferencias étnicas de dos pueblos que comparten el problema ancestral de la opresión: los judíos y los judíos etíopes (los Beta Israel).


Está muy presente en el vínculo étnico entre Howard Ratner y el Kevin Garnett ficticio. Uno es judío norteamericano; el otro es afroamericano que siente una conexión con los judíos etíopes. En las últimas décadas, como miembros de la comunidad judía, los Beta Israel han emigrado desde Etiopía hacia Israel como parte de operaciones de rescate para sacarlos de su situación socioeconómica, pero, a pesar de todo, allí son una minoría que se han enfrentado a la xenofobia y la discriminación por pequeños sectores de la sociedad. Este conflicto se proyecta en la película a través de la simbología del diamante de sangre que pasa de una mano a otra causa de la identidad cultural, aunque trasladada a la situación actual de los Estados Unidos. Howard le cede el ópalo a Garnett como un símbolo de liberación que rompe la condena de la segregación, el racismo y la exclusión. Y su sacrificio, ganando la apuesta millonaria del juego televisado, es la culpa transformada en redención que busca aminorar los atropellos cometidos contra los judíos etíopes que esperan unirse a la tribu y que todavía son explotados por las corporaciones mineras en la región de Wolo en Etiopía.



Adam Sandler como Howard. Imagen de A24 Productions.


La película de los hermanos Safdie consigue hacerme pensar con ese discurso, pero no logro empatizar con las desgracias a contrarreloj de un protagonista impertinente que lleva toda la vida acumulando riquezas, lo cual, desafortunadamente, me parece un poco indulgente. Me importa poco lo que le sucede por arte de magia, como su don profético para ganar apuestas. Casi no hay fuerza en lo que me cuentan, aunque se repone cerca del inesperado clímax cuando todo el lío se resuelve a tiro limpio. Destaco los mecanismos visuales desplegados en cada plano y el montaje que preserva el ritmo interno del relato, así como los roles secundarios de Kevin Garnett (interpretándose a sí mismo) y la desconocida Julia Fox. Lo otro lo olvido rápido. No creo que sea la película monumental que muchos dicen que es. No me parece la gran cosa.



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Ficha técnica
Título original: Uncut Gems
Año: 2019
Duración: 2 hr 11 min
País: Estados Unidos
Director: Ben Safdie, Joshua Safdie
Guion: Ronald Bronstein, Ben Safdie, Joshua Safdie
Música: Daniel Lopatin
Fotografía: Darius Khondji
Montaje: Benny Safdie, Ronald Bronstein
Reparto: Adam Sandler, Julia Fox, Kevin Garnett, Idina Menzel, Keith Stanfield,
Calificación: 6/10


Tráiler de la película


Sinopsis: Yoav es un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero.


Ficha técnica
Título original: Synonyms (Synonymes)
Año: 2019
Duración: 2 hr 03 min
País: Francia
Director: Nadav Lapid
Guion: Nadav Lapid, Haim Lapid
Música: Paul Hepker, Mark Kilian
Fotografía: Shai Goldman
Reparto:  Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Encuentro muy provocativa la película 'Sinónimos', del director israelí Nadav Lapid. Posee drama, humor y una estética vibrante. Me resulta contagiosa por lo que describe de un insólito personaje llamado Yoav, cuya historia me divierte y me coloca en un estado de reflexión. Yoav es un joven israelí que no anda muy bien de la cabeza y que llega a París, Francia, con la esperanza de deshacerse de su nacionalidad israelita y olvidar un pasado de traumas psicológicos y conflictos familiares. Está avergonzado de ser judío por los claroscuros sociopolíticos de su país. Pero lo cierto es que disfruto de los diálogos ricos en retórica que salen de su mente, y de sus caminatas solitarias por las calles parisinas, donde anda preocupado por su condición socioeconómica, casi siempre mirando para todos lados como un paranoico, en unas escenas que lo ponen en una situaciones difíciles y en unos trabajos inusuales, como en la que es ayudado por un escritor generoso y la novia violinista que le proveen ropa y dinero, los relatos poéticos sobre su vida personal, su empleo en una agencia de seguridad, el alboroto que causa en la entrada de la embajada o en la discoteca, la retorcida sesión fotográfica con un artista plástico. Es un personaje de mucha fuerza expresiva, y está tremendamente interpretado por Tom Mercier. Le sirve a Lapid para erigir un discurso sociopolítico sobre la inmigración, el interculturalismo y las contradicciones de la identidad nacional para hablar de la manera en que el hombre posmoderno ha olvidado el significado de la igualdad de derechos (simbolizado por los sinónimos). Se destaca el encuadre meticuloso que cristaliza lo que piensa Yoav, principalmente con el plano subjetivo y agresivos barridos de una cámara en mano muy inquieta, además del empleo simbólico del color para subrayar la energía, la locura y el enojo. Es una película de múltiples significados. Me ha gustado mucho. 



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No consigo conmoverme cuando veo 'En buenas manos', la segunda película de la directora francesa Jeanne Herry. Las intenciones de su película son abiertamente sinceras, didácticas, pero me da la impresión de que una ligera capa de propaganda lastra los temas que aborda sobre el proceso de adopción, el cuidado infantil y el significado de la maternidad, subrayando una y otra vez lo impecable que es el sistema francés de seguridad social. Su sensiblería me deja indiferente. Se apoya de un collage de personajes para narrar la historia de Theo, un recién nacido que es entregado por su madre biológica a un programa de adopción del gobierno por razones ligadas a un padre desgraciado que se halla fuera de campo, y, también, de Alice, una mujer soltera de 41 años que lleva casi diez años luchando por ser madre. Paralelamente relata el papeleo de la adopción del bebé con una serie de personajes que apenas son necesarios para que avance la trama. Es previsible la travesía de la madre adoptiva y del infante necesitado. El encuentro es inevitable. Se respira el artificio. Los protagonistas que presenta están correctamente interpretados, aunque carecen de vigor. Veo a los actores, pero los personajes están ausentes, son huecos, con un desarrollo paupérrimo, de una sola dimensión, sin una sola escena en la que se destaquen. Hay poca sustancia cuando expresan cosas como el cariño, el desamor, la tristeza y el enfado. Creo que el problema fundamental se debe, en parte, al desacertado montaje que no logra cohesionar la narración adecuadamente, ensamblando el conjunto como si se tratara de un desbarajuste de escenas inconexas que solo buscan rellenar un metraje al que le falta ritmo. Al rato me harto de los coloquios de los asistentes sociales en la oficina de los asuntos legales, o de los conflictos familiares de gente del primer mundo que tiene la vida arreglada.



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Calificación: 5/10



Sinopsis: La verdadera historia de la denunciante de inteligencia británica Katharine Gun que, antes de la invasión de Irak en 2003, filtró un memorando secreto de la NSA que exponía una operación conjunta de espionaje ilegal entre Estados Unidos y el Reino Unido contra miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. El memorando proponía chantajear a los estados miembros para que votaran por la guerra.


Ficha técnica
Título original: Official Secrets 
Año: 2019
Duración: 1 hr 52 min
País: Reino Unido
Director: Gavin Hood
Guion: Gregory Bernstein, Sara Bernstein, Gavin Hood
Música: Paul Hepker, Mark Kilian
Fotografía: Florian Hoffmeister
Montaje: Megan Gill
Reparto:  Keira Knightley, Matt Smith, Ralph Fiennes, Matthew Goode, Indira Varma,
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Admito que desconocía la historia de Katharine Gun, pero después de ver 'Official Secrets', la nueva película del director sudafricano Gavin Hood, me siento más que intrigado por lo que hizo. La película, basada en el libro 'La espía que intentó detener una guerra', es un drama biográfico con semblantes de thriller político que describe un fragmento de la vida de Katharine Gun, en el momento en que se convierte en una informante de inteligencia al servicio del gobierno británico y filtra, poco antes de la invasión de Irak en el 2003, un memorando clasificado de la NSA que expone diabluras burocráticas, revelando una operación conjunta de espionaje ilegal entre Estados Unidos y Reino Unido para chantajear a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y manipular la votación a favor de la guerra. Los personajes con los que la trama presenta el conflicto están desarrollados con solidez y diálogos enriquecedores, fruto de creíbles actuaciones de un reparto encabezado por Keira Knightley como la heroína titular, Matt Smith como un periodista y Ralph Fiennes como el abogado que elabora el argumento para la defensa. Puede que pierda un poco de ritmo en la segunda mitad cuando comienza la cacería política, pero encuentro sustancioso lo que pasa en cada escena, la descripción evoca la paranoia y el suspenso del cine periodístico cuando Katharine es perseguida por los agentes del gobierno, con un estilo cercano al docudrama al presentar a los actores reales de los hechos que, aproximándose al tercer acto, pasa también a ser un eficiente drama judicial. En su narrativa todo está mesurado. Apunta, asimismo, un alegato muy sutil sobre los abusos del poder, la ética del deber y el significado de la moralidad en tiempos de conflagración. Tiene planos bien compuestos y una banda sonora muy efectiva. Disfruto cada minuto de su metraje. Y reflexiono con lo que expone. Es una película estupendamente ejecutada.  



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Sinopsis: Ángela tiene doce años y tres medio hermanas por parte de padre cerca de los treinta. Es precisamente la muerte del padre lo que hace que las cuatro se conozcan. Ángela, nunca vivió con nadie diferente a él y no recuerda a su madre. Sus hermanas la dejarán al otro lado del país con una tía para evitar que quede a cargo del Estado. Es en este viaje de duelo, en el que Ángela, en pleno despertar de su cuerpo, reconoce con cada una de sus hermanas la feminidad, la sensualidad, los misterios del placer y del dolor, el cuerpo, la desgracia y el reto de ser mujer en estos caminos.


Ficha técnica
Título original: Niña errante
Año: 2018
Duración: 1 hr 21 min
País: Colombia
Director: Rubén Mendoza
Guion: Rubén Mendoza
Música: Las Áñez, Edson Velandia
Fotografía: Sofía Oggioni
Montaje: Andrea Chignoli, Rubén Mendoza
Reparto:  Loren Paz Jara, Carolina Ramírez, Lina Marcela Sánchez, Maria Camila Mejia
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Me agrada mucho el estilo naturalista que veo en Niña errante, el tercer largometraje de ficción del director colombiano Rubén Mendoza. Es una película de mayoría de edad que en ocasiones coquetea con el drama de carretera. Ofrece una mirada íntima, casi poética, sobre la hermandad, la sexualidad, el dolor y la soledad, a través de los ojos de una jovencita de unos 12 años llamada Ángela, la cual atestigua la muerte de su padre, y, en el funeral de este conoce a las tres hermanastras de su parte, hecho que la aflige porque se ha quedado sola (su madre la abandonó). El detonante iniciado por el duelo las reúne y hace que la trama establezca un vínculo que crece entre las hermanas cuando recorren las carreteras en un vehículo para dejar a Ángela en la casa de una tía al otro lado del país, cosa que me conmueve cuando conozco lo que piensan en ciertas escenas, como los planos subjetivos en los que Ángela medita en una selva verdosa que simboliza el crecimiento de su cuerpo y las inquietudes sexuales de la pubertad que atentan con terminar su período de inocencia, las discusiones entre las hermanas en la habitación del hotel, el soliloquio intimista en la bañera, la noche de parranda en la discoteca que termina en un asalto, el momento de unión familiar en la playa y la triste despedida. Todo luce contemplativo cuando erige sus metáforas feministas con sutileza. La sensualidad está mesurada. Debajo de la simpleza, se vale de elementos narrativos para desarrollarlas, como el fuera de campo, el primer plano, el campo-contracampo, el emocional leitmotiv de la banda sonora, y el uso del color verde. Tiene buenas actuaciones, encabezadas por la desconocida Sofía Paz Jara, quien me cautiva con su autenticidad. Es un retrato muy sólido sobre la feminidad y la independencia de la mujer. 



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Me pongo a ver 'X-Men: Fénix Oscura', la última película de la franquicia de los mutantes y me invade una fatiga inmediata, cuyos efectos comienzan a manifestarse a los pocos minutos de comenzar la trama. Todo lo que veo me resulta previsible, dolorosamente plano. Su historia no consigue emocionarme contando la travesía de Jean Grey cuando es poseída por una radiación que la lleva al lado oscuro de la fuerza con el fin de poner en peligro a la raza humana y a los hombres X de Charles Xavier. Me importa un carajo que sea una adaptación de la Saga de Fénix Oscura de Chris Claremont, o que tenga una lectura extremadamente feminista que se subraya para contentar a los guardianes de la corrección política, o que Jean luche con la entidad cósmica que habita en su interior para corroborarlo. Los personajes que presenta, encabezados por el profesor X, Cíclope, Tormenta, Raven, Bestia, Magneto y otros que buscan rellenar, parecen figuras de plástico desechable repletas de estiércol en su interior, baladíes, sin ningún tipo de desarrollo, con la única intención de servir como marionetas para resolver el conflicto y que Jean pueda recuperar sus poderes, cosa que observo también con los débiles golpes de efecto propiciados por la villana que interpreta Jessica Chastain. Se nota claramente que los actores no están en lo suyo. No hay textura psicológica para los temas oscuros que aborda. Los efectos visuales son tan pobres que luce como si estuvieran hechos con tecnología de hace más de dos décadas. Me doy cuenta de que tiene una banda sonora cuando felizmente recibo el inicio de los créditos, aunque rápidamente dejo de escucharla cuando tomo el control remoto del reproductor y presiono el botón 'off' para ir al baño a complacer las necesidades de mi aparato urinario. Es una película de superhéroes del montón, aburrida, un producto apresurado que jamás se escapa de lo insulso.



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Calificación: 2/10




Veo buenas intenciones en 'Night Comes On', película que representa el debut como directora de Jordana Spiro. Lentamente cuenta la historia de Angel LaMere, una joven afroamericana de unos 18 años de edad que sale de un centro de corrección de menores. La analepsis la traslada al pasado, para ponerla a recordar los tiempos en los que era feliz junto a su madre y su pequeña hermanita, Abby. Los diálogos relatan la tragedia. Su padre mató a su madre en frente de ella. El trauma del presente la pone a pensar en algo siniestro. Compra un revólver con la intención de vengarse matando a su padre, y yo me quedo observándola con indiferencia cuando ella camina preocupada por las calles acompañada de su hermana. Porque ni siquiera se nota que están pasando hambre. Su situación socioeconómica parece que no es relevante. Aunque reconozco que el personaje principal está interpretado correctamente por Dominique Fishback, siento que le falta una capa dramática, me convence solo en algunas escenas, como la discusión que sostiene con su hermana en el barrio, la parsimoniosa escena en la playa junto a su hermana, la compra de la pistola en la casa del vendedor de armas, el encuentro con el padre irresponsable y el climático plano-contraplano en el que asume el rol matriarcal para cuidar a su hermana. El resto de su narrativa es muy previsible. Pero se destacan elementos como los escenarios empobrecidos que aportan autenticidad a lo que se describe, el color verde que subraya la esperanza que acecha a los personajes y la música empática que busca desesperadamente sacarme lágrimas, cosa que difícilmente consigue. Es una película sobre una familia disfuncional y la raíz de la desigualdad social, construida alrededor de temas como el perdón, la reconciliación y la tolerancia, pero la abundancia de exposición imposibilita cohesionar y convertir los pequeños momentos en grandes ideas, dejando la narrativa de la familia rota en un terreno previsible.



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Calificación: 6/10



'Un buen día en el vecindario' me parece un drama biográfico con buenas intenciones relatando parte de la vida del conductor de televisión, Fred Rogers. Pero es demasiado edulcorado para mi gusto. Basado en el artículo "Can You Say ... Hero?", se ambienta a finales de los años 90, y describe la cotidianidad de Lloyd Vogel, un periodista reputado de la revista Esquire, que tiene problemas familiares con su padre. Un tiempo después, el editor de la revista le propone entrevistar a Fred Rogers con el fin de escribir un artículo. Cuando Lloyd entrevista a Fred en los interiores coloridos del estudio televisivo, comienzan una amistad que se repite como un trompo durante una hora y media con el único propósito de reiterar la bondad del héroe del vecindario de juguetes. Es, a mi juicio, también una excusa para Tom Hanks se luzca con una actuación muy destacada que se roba los gestos, la mirada, el lenguaje corporal y la forma de expresarse de Fred Rogers, añadiendo cierto misterio a un personaje que aparentemente reprime sus emociones debajo de la sonrisa. Cuando él está fuera de campo, me aburro inmediatamente con los dilemas familiares del personaje que interpreta Matthew Rhys, algo que me han contado cientos de veces y que aquí está sobrando cuando se aborda temas como el significado de la amistad, la honestidad, la culpa y la reconciliación. Sí, reconozco, en cambio, la dirección de arte que reconstruye la época de forma auténtica, el color del vestuario que resalta las emociones de los personajes y el sobreencuadre y los planos subjetivos que comunican lo que sucede en el vecindario de las familias heridas. El tono es ligero. Soy alérgico a esa abundancia de sentimentalismo, a los excesivos episodios de ternura y a la falsa felicidad. Es una película poco conmovedora de la directora Marielle Heller.



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Calificación: 6/10



Sinopsis: Un científico coloca su propia cabeza viva encima de una mesa, y a continuación empieza a inflarla hasta que va aumentando de tamaño. El científico decide informar a su ayudante del descubrimiento y éste también quiere hinchar la cabeza, pero la llena demasiado y explota.


The India Rubber Head es una película de Georges Méliès la técnica de stop trick (truco de parar). Para crear la ilusión de una cabeza en expansión, Melies "amplió" su propia cabeza con una cámara y superpuso esto en la película. Recibió la idea de Albert A. Hopkins "Magic - Stage Illusions and Scientific Diversions".


Ficha técnica
Título original: The India Rubber Head (L'homme à la tête en caoutchouc)
Año: 1901
Duración: 3 min 00 seg.
País: Francia
Director: Georges Méliès
Guion: Georges Méliès
Música: Muda
Fotografía: Georges Méliès (B&W)
Reparto: Georges Méliès
Calificación: 8/10

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Me he sentado a ver Veneno, Primera Caída: el Relámpago de Jack, el drama biográfico y deportivo sobre la vida del famoso luchador dominicano de lucha libre, el campeón de la bolita del mundo, el hijo de doña Tatica, Jack Veneno. La película es el primer largometraje de ficción del director dominicano Tabaré Blanchard. No es tan mala como pensé que sería. Pero se queda en un terreno pueril y algo trivial. Comienza narrando la trayectoria de Jack Veneno cuando es entrevistado en la contemporaneidad por un periodista. Está enfermo y olvidadizo, pero todavía tiene vigor para contar su historia. La analepsis cuidadosamente me transporta a lo que él describe con una voz en off, mostrando los tiempos en que es un niño curioso al que le atrae la lucha en la localidad de San José de Ocoa donde mira películas de su ídolo, El Enmascarado de Plata. Asimismo presenta los inicios del protagonista como luchador de baja categoría en la ciudad de Nueva York, la amistad que tiene con José Manuel Guzmán antes de convertirse en Relámpago Hernández y la persecución política a la que este es sometido en la época de Balaguer, son ascenso a la fama trabajando para Vampiro Cao en Dominicana de Espectáculos, el pleito en el cuadrilátero con El Puma y el enfrentamiento final en medio de una lluvia simbólica entre Jack Veneno y su archirrival Relámpago Hernández en el parque Eugenio María de Hostos. Las actuaciones de Manny Pérez, Richard Douglas y Pepe Sierra son correctas, pero lucen un poco superficiales e histriónicas, a veces su gestualidad cae en la sobreactuación y los diálogos vacíos, a pesar del reto físico que demuestran en sus respectivos roles. Algunas subtramas son innecesarias. El ritmo es minúsculo manteniendo la cohesión. La recreación del período es concisa. Y el simbolismo folclórico, que subraya los temores intrínsecos de los personajes, está sobrando. Las ideas están ahí, pero pierde la fuerza como un luchador noqueado.



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Ficha técnica
Título original: Veneno, primera caída: el relámpago de Jack
Año: 2018
Duración: 1 hr. 36 min.
País: República Dominicana
Dirección: Tabaré Blanchard
Guion: Riccardo Bardellino, Tabaré Blanchard, Miguel Yarull, Marien Zagarella
Música: Luichy Guzmán
Fotografía: Sebastian Cabrera Chelin
Reparto: Manny Perez, Pepe Sierra, Richard Douglas,
Calificación: 5/10

En mi crítica de esta semana hago un análisis breve que incluye la explicación del final de 'Puñales por la espalda', la nueva película de Rian Johnson.




Pocas veces confieso mi preferencia por los géneros cinematográficos, siempre me da pereza elegir más de uno, aunque los acepto por igual. No tengo remedio. Pero uno en particular logra estremecerme y me agrada más que todos los otros. Se trata del misterio, uno que usualmente coquetea con la verdad de las cosas como el hilo conductor de su narrativa. Le dicen whodunit. Es la pieza perdida en el rompecabezas. La identidad del que comete el delito. Cuando veo a un detective solventar un misterio frente a una congregación de gente rica siento una especie de catarsis que, en el mayor de los casos, se me hace imborrable cuando atestiguo la solución de la interrogante, especialmente en las películas detectivescas que tienen sus raíces en la novela policíaca de Agatha Christie y de Arthur Conan Doyle, y todas en las que se trate a puertas cerradas un caso de homicidio sin resolver, sin mencionar cualquier cosa que lleve el sello de prestigio de Hitchcock. Todavía recuerdo joyas del género como Y no quedó ninguno, Ocho sentencias de muerte, La huella, Asesinato en el Expreso de Oriente y Muerte a la media noche. La lista es tan inmensa como los sospechosos que esperan ser interrogados.


Un delicioso homenaje al whodunit se elabora con un tono lúdico en ‘Puñales por la espalda’, película con la que Rian Johnson (Brick, Looper, Star Wars The Last Jedi) reconstruye meticulosamente todas las piezas que lo componen para trasladar la fábula tradicional del detective a la contemporaneidad. Es intrigante, divertida, oscura. Es un thriller de misterio que despliega clasicismo y complejidad sin abandonar las inquietudes posmodernas. Su ritmo me parece consistente, porque no hay ni una escena en la que no me sienta como Sherlock Holmes o Hércules Poirot. Tomo la lupa durante dos horas de metraje que pasan volando. Observo giros que son muy sorpresivos. Disfruto muchísimo de la trama cuando reúne a un amplio cóctel de personajes malvados, los coloca en los interiores de una enorme mansión y permite que un detective excéntrico desentrañe el enigma. Se estructura como un misterio de salón. Está protagonizada por un reparto maravilloso. Me produce placer ver en pantalla la química de los intérpretes cuando se hallan confinados dentro de la vivienda mientras se manifiestan con diálogos ingeniosos que evidencian los rastros con cada minuto que avanza.




LaKeith Stanfield, Noah Segan y Daniel Craig. Imagen cortesía de Lionsgate.


Escrita con un guion de Johnson, la película arranca con la muerte de un autor de novelas policiales, Harlan Thrombey (Christopher Plummer). Es de noche. En lo profundo de la residencia nadie sabe todavía lo que ha sucedido. La familia duerme tranquilamente. Solo el silencio de las paredes conoce la verdad. A la mañana siguiente, el ama de llaves lo encuentra muerto, con la garganta cortada, en lo que pinta ser un suicidio. Dos investigadores llegan a la escena del crimen, el detective Elliot (Lakeith Stanfield) y el oficial, Trooper Wagner (Noah Segan). Un tercer sujeto se sienta justo detrás de ellos en segundo plano, la profundidad de campo subraya la importancia de ese observador silente. Los detectives comienzan a interrogar a los miembros de la familia para dilucidar lo que pasó.


Cada uno de los personajes ofrece un punto de vista distinto de lo que sucedió horas antes del asesinato, compartiendo maquinaciones siniestras que levantan cualquier tipo de sospecha cuando revelan, a través de escenas retrospectivas, lo que piensan del fenecido Harlan y la mutua intención de adueñarse de su fortuna. La analepsis corresponde a los pensamientos de los personajes para reconstruir los hechos. Sus acciones se vinculan como una telaraña de intrigas. Son como pequeños granos de azúcar alrededor de una dona bien gorda. Todo está afinadamente estructurado. En ese momento la figura anónima se levanta para cuestionarlos a todos utilizando sus propios métodos de indagación. Resulta ser el detective privado Benoit Blanc (Daniel Craig), que ha sido contratado por un desconocido para llegar al fondo del asunto estudiando las pistas falsas.



Ana de Armas como Marta Cabrera. Fotograma de Lionsgate.


Recursos como el plano-contraplano, un contrapicado muy recurrente, el primer plano y unos soliloquios cargados de retórica subrayan la aguda metodología de Blanc a la hora de preguntar a los sospechosos, sometiéndolos a unas preguntas intensas que le imprimen dudas, falacias y gotas de sudor, así como también la amalgama de contradicciones y prejuicios contra los inmigrantes como Marta, quien está en problemas al ser la testigo principal en la noche del delito. Los interrogatorios le permiten conocer el estado en el que se encuentra deteriorada la relación familiar entre Harlan y sus hijos. Se da cuenta de que Harlan ha discutido fuertemente con su nieto Hugh, le ha cortado la remesa a su nuera Joni por haberle robado a causa de despedir de la empresa a su hijo Neil, le ha arrebatado a Walt el control de la editorial, y que Marta accidentalmente le ha suministrado una sobredosis de morfina en lugar de su medicación habitual. Aparentemente todos tienen un motivo para matarlo.



Katherine Langford, Toni Collette, Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Michael Shannon, Riki Lindhome y Jaeden Martell.


Estos personajes están cuidadosamente desarrollados, con una serie de características muy peculiares que sacan a relucir atributos como la egolatría, los caprichos, la envidia, el odio, la humildad y la ética del deber, aunque toda la trama gira en torno al detective Blanc y la honesta enfermera llamada Marta. Algunos son más relevantes que otros. Pero me contagia la forma en la que se expresan, su lenguaje corporal tan comedido y las miradas en unos primeros planos que comunican la verdad a la que se quiere llegar. Están estupendamente interpretados por un elenco que evidencia una simbiosis gratificante. Algunos de los secundarios son redundantes, como Don Johnson, Toni Collette, Katherine Langford, Riki Lindhome, Edi Patterson y Chris Evans. Solo sirven para que la trama se movilice. Pero me agrada Jamie Lee Curtis como la testaruda y ambiciosa hija, Ana de Armas como la ayudante amable y asustadiza que suele vomitar cuando habla mentiras, Christopher Plummer como el anciano patriarca que usa el último respiro de perspicacia para desenmascarar la falsedad de su propia familia y Daniel Craig como el detective sagaz, desmedidamente educado, de verborrea sofisticada, con una voz grave, que puede analizar el pasado con unas conjuraciones brillantes.



Daniel Craig y Ana de Armas. Foto cortesía de Lionsgate.


Aunque las motivaciones de los personajes pueden parecer ligeramente triviales (como Harlan dejándole toda la herencia a Marta), son aprovechadas por Johnson para elaborar una pequeña lectura social sobre las injusticias a la que se enfrentan los inmigrantes y la manera en que unos burgueses recurren al engaño para escalar en la pirámide capitalista. Su discurso sobre el maltrato socioeconómico a los inmigrantes se mantiene durante todo el metraje. Una postura que apunta sus derechos. Y recurre a Blanc como el héroe que se encarga de limpiar la imagen de la bondadosa extranjera de procedencia latinoamericana, Marta, cuando es manipulada por los familiares desesperados que intentan persuadirla para que abandone el patrimonio y por el malévolo Ransom, quien intenta vengarse porque Harlan lo ha excluido del testamento. Los ricos son los malos y los pobres son los buenos. Es un film en el que los inmigrantes están protegidos por el escudo de la inocencia en la tierra de las oportunidades, justificado en la última escena en la que Marta observa a los Thrombey desde el balcón sosteniendo la taza de Harlan que dice: "Mi casa, mis reglas, mi café".



Jamie Lee Curtis como Linda Drysdale. Imagen de Lionsgate.


La película se destaca, a mi parecer, por esa trama retorcida que rinde tributo a los clásicos de intriga policial en salones cerrados y por equilibrar ingeniosamente la comedia, el crimen y el misterio. Reinventa los mecanismos del subgénero. Está elaborada con una estética depurada que magnifica elementos como los detallados escenarios de la morada, el montaje que cohesiona las escenas, el colorido vestuario que señala intenciones, la música que intensifica las emociones y un estilo visual espléndido que materializa el elegante y lóbrego mundo de los protagonistas. Me sorprende la confrontación final en la que Blanc pone a todos en la silla de las navajas (simbolizando el juicio capital para encontrar al culpable) para exponer sus punzantes dotes de deducción y lograr que el villano confeso pierda los estribos. Podría ver más películas con ese personaje. Tenía mucho sin divertirme con una película de estas. Es cautivadora. Con gusto la vería de nuevo.



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Ficha técnica
Título original: Knives Out
Año: 2019
Duración: 2 hr 11 min
País: Estados Unidos
Director: Rian Johnson
Guion: Rian Johnson
Música: Nathan Johnson
Fotografía: Steve Yedlin
Reparto: Daniel Craig, Ana de Armas, Chris Evans, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Christopher Plummer,
Calificación: 7/10



Tráiler de la película

Sinopsis: Sir Lionel Frost se considera a sí mismo el mayor investigador de mitos, monstruos y leyendas. Estos calificativos han sido cuestionados por su círculo más cercano, lo que le anima a comenzar una investigación por el noroeste americano en busca del Eslabón Perdido, una misteriosa criatura mitad humano, mitad bestia.


Ficha técnica
Título original: Missing Link
Año: 2019
Duración: 1 hr 33 min
País: Estados Unidos
Director: Chris Butler
Guion: Chris Butler
Música: Carter Burwell
Fotografía: Chris Peterson
Montaje: Stephen Perkins
Reparto (voces):  Hugh Jackman, Zach Galifianakis, Stephen Fry, Zoe Saldana
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Me divierto mucho viendo 'Sr. Link', la nueva película de animación en volumen de los estudios Laika, considerando el hecho de que me aburrieron las propuestas anteriores de la productora. Esta sí la disfruto. Es graciosa para mi gusto. La fábula de la historia relata las hazañas de Lionel Frost, hombre de ciencias y explorador predilecto, que se considera a sí mismo el mayor investigador de mitos, monstruos y leyendas, algo que se aprecia desde la primera secuencia en la que intenta capturar al monstruo del lago Ness. Su confianza choca con los miembros conservadores de un club muy selecto de esnobistas intolerantes que cuestionan las cosas que él cuenta. Para probar que ellos están equivocados, Frost se propone viajar por el noroeste americano para buscar el Eslabón Perdido (Pie Grande), una misterioso monstruo con aspecto de gorila humanizado. Así comienza todo. Su viaje me conquista con los hermosísimos escenarios por los que se pasea junto a su compañero gigantesco y a la mujer a la que ama, construidos a partir de un correcto trabajo de animación 'stop-motion' que en ningún momento abandona el nivel de detalle de los decorados ni el uso del color. Es un estilo visual portentoso. Los personajes son agradables, especialmente la química del trío conformado por el Frost, Sr. Link y la independiente Adelina. Las circunstancias que atraviesan me contagian de su humor, en unos conflictos que enriquecen las escenas, como la pelea en la taberna del pueblo del viejo oeste, el robo de la bóveda, la contienda en el barco que navega en medio de la tormenta, la travesía por Europa y la climática secuencia en el gélido paraíso de Shangri-La. El ritmo narrativo es muy acertado, al igual que la empática banda sonora. Asimismo, es interesante cuando aborda temas como la intolerancia, la exclusión, los prejuicios y el valor de la amistad. Es una aventura animada muy entretenida.



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Sinopsis: Una mano cortada se escapa de un laboratorio con un objetivo crucial: volver a encontrar su cuerpo. A medida que avanza por los escollos de París, recuerda su vida con el joven al que una vez estuvo apegado... hasta que conocieron a Gabrielle.


Ficha técnica
Título original: I Lost My Body (J'ai perdu mon corps)
Año: 2019
Duración: 1 hr 21 min
País: Francia
Director: Jérémy Clapin
Guion: Jérémy Clapin, Guillaume Laurant
Música: Dan Levy
Fotografía: Yves Bélanger
Reparto (voces): Hakim Faris, Victoire Du Bois, Patrick d'Assumçao
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Me llevo una agradable sorpresa viendo a 'Perdí mi cuerpo', la película de animación francesa estrenada en la plataforma de Netflix. Es impredecible, simple y muy poética. Cuenta la insólita fábula de una mano amputada que, aparentemente, cobra vida en los interiores de un laboratorio porque anhela arrastrarse hasta volver a encontrarse con el cuerpo al que pertenece. La travesía de la mano es muy conmovedora cuando me pasea por las calles de París, presentando golpes de efecto minúsculos que la colocan frente a una paloma entrometida, los oscuros interiores de un zafacón, el hostil mundo de las ratas que habitan en las alcantarillas del metro, la orilla del río de la soledad, la casa de un hombre y su perro. Una acción paralela a la de la mano también describe la existencia vacía de Naoufel, un joven repartidor de pizza con un pasado trágico que se enamora de una muchacha llamada Gabrielle. El meticuloso montaje paralelo disecciona la simbiosis evidente que hay entre la mano y Naoufel, partiendo de la elipsis, de sutiles raccords, de escenas retrospectivas que construyen el rompecabezas y de una multitud de planos cargados de significados simbólicos (las moscas, el mapamundi, la lata, el ave muerta, el libro feminista, el iglú, la grúa, etc) para comunicar metáforas sobre el destino, la exclusión social, la falta de afecto, la culpa interminable y el sacrificio que es necesario para superar las heridas del pasado que obstaculizan cualquier intento de ajustarse a la cotidianidad y a las contrariedades de la adultez, esa necesidad de hallar las partes ausentes de la identidad. El estilo visual proyecta una animación preciosa que se presta a los detalles. También se destaca la música empática de Dan Levy y el inteligible uso del color. Puede que el relato de amor sea un poco trivial, pero no deja de ser profunda, triste y desgarradora con los personajes que presenta. Es una emotiva película del director debutante Jérémy Clapin. 



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