El conjuro 4: los últimos ritos es una película de Michael Chaves que, por una parte, busca cerrar la saga de los Warren iniciada por James Wan y extendida, dicho sea de paso, con un universo compartido que incluye precuelas y hasta spin-offs. Por la otra es, en mi opinión, una película de terror sobrenatural que se vuelve predecible y enormemente aburrida cuando ejecuta su efectismo rebuscado sobre demonios, posesiones y familias atormentadas, donde casi no se sienten los sustos repentinos en la zona maldita. La trama, basada en el caso real de la familia Smurl en el año 1986, sigue a Ed y Lorraine Warren en los días en que son testigos del compromiso de su hija Judy con un tal Tony y viven retirados de las actividades paranormales, poco antes de ser obligados a salir del retiro para investigar el caso demoníaco de una familia de Pensilvania que es poseída por demonios que habitan un espejo. En general, la narrativa transita por las fórmulas habituales del género de terror sobrenatural sobre posesiones establecidas desde la primera entrega, donde los detectives paranormales emplean sus destrezas para ayudar a una familia poseída por entidades demoníacas en una casa maldita, con la ligera diferencia de que ahora son forzados a involucrarse en el caso para extraer el demonio que posee a su hija. El problema mayúsculo, no obstante, es que los personajes solo rellenan las escenas como estereotipos superficiales y, a menudo, las acciones que tienen solo responden a las trivialidades genéricas que nunca escapan de las situaciones previsibles —sombras que acechan, puertas que crujen, exorcismos con crucifijo en mano y apariciones súbitas acompañadas de música estridente— ni de los conflictos apresurados que funcionan como un catalizador para los facilismos y los sobresaltos calculados. Además, la falta de cohesión interna deviene en una pérdida de ritmo constante que hace que las escenas se estiren innecesariamente entre los diálogos a puerta cerrada de Ed y Lorraine para aceptar el matrimonio de su hija adulta con el expolicía; los temores de la familia Smurl cuando es manipulada por espíritus malignos que residen en el espejo; los delirios de Judy cuando se deja poseer por un demonio que la controla; la clarividencia de Lorraine para profetizar el futuro; las pesquisas de Ed como demonólogo para deducir las claves de los demonios; el plan de los tres demonios para atraer a sus víctimas poseídas a la vivienda de un área industrial. La ausencia de profundidad nunca encuentra un equilibrio entre el drama familiar y el terror sobrenatural. Las secuencias de exorcismos, que constituyen gran parte del clímax en el tercer acto, se tornan irremediablemente repetitivas y carecen de la intensidad visceral que se supo imprimir en El conjuro (Wan, 2013) porque, entre otras cosas, los personajes permanecen sujetos a una rutina que tarda demasiado en establecer el conflicto principal. Todo el barullo, en su síntesis discursiva, trata de elaborar un comentario sobre la maternidad y la unidad familiar, pero entendido ahora como el sacrificio de unos padres que, como investigadores de lo paranormal, toman un último caso para enfrentar los demonios internos que encarcelan la psiquis de su hija previamente poseída desde la infancia. Las actuaciones de Patrick Wilson y Vera Farmiga apenas retienen la química para agregar algo de credibilidad a los instantes histriónicos de la pareja de investigadores de fenómenos paranormales. Aunque visualmente ellos caminan por una puesta en escena que recrea adecuadamente la década de 1980 en su diseño de producción, esta película, por lo regular, me parece un intento banal de exprimir una franquicia que ya muestra signos de agotamiento, una que es incapaz de producirme algún escalofrío en dos horas que, francamente, son incluso más letárgicas que El conjuro 2 (Wan, 2016) y El conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo (Chaves, 2021). Esta cuarta entrega, en pocas palabras, conjura más bostezos que sustos.
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Ficha técnica
Año: 2025
Duración: 2 hr. 15 min.
País: Estados Unidos
Director: Michael Chaves
Guion: Ian Goldberg, Richard Naing, David Johnson
Música: Benjamin Wallfisch
Fotografía: Eli Born
Reparto: Patrick Wilson, Vera Farmiga, Mia Tomlinson, Ben Hardy, Taissa Farmiga
Calificación: 4/10